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5 de febrero de 2025, 3:59
Dos lágrimas brotaron de las comisuras de los ojos de Zayne en su funeral. Sólo dos. Y a mitad de camino se convierten en copos de nieve, sólo para derretirse de nuevo y desaparecer para siempre del mismo modo que ella pronto desaparecerá.
Un empleado del Crematorio Protocolario de la ciudad de Lincon calienta un láser que pronto se proyectará sobre su cuerpo y lo convertirá en un reluciente cristal. Después, el guijarro será colocado en una caja con una pequeña fotografía en la esquina de una puerta transparente, en un cementerio que más bien parece un museo de gemas. Aunque, de hecho, lo es. No había nada en el universo más preciado para Zayne que ella.
- ¿Cómo os atrevéis a entrar aquí? - Una voz baja y ronca, llena de amargura y rabia indisimulada, surgió de algún lugar a un lado del doctor.
Zayne clava sus fríos ojos en la puerta principal: ahora su ira lo consume todo.
El artista Raphael, a quien protegió como guardaespaldas en su última misión, y su compañero, Hunter Xavier, que no la protegió de la muerte, se dirigen hacia los asientos de la primera fila vestidos con túnicas negras de luto. La ceremonia estaba a punto de comenzar, pero un hombre rubio, alto y de hombros anchos, haciendo caso omiso del decoro, se acerca amenazadoramente a los recién llegados.
- A ti. Prometió. A. Ella. Protección», vocifera el desconocido del armario, volviéndose hacia su compañera.
- Y tú también. Los dos metimos la pata y ahora tenemos que vivir con ello... -responde Xavier con una fingida despreocupación, soportando la ardiente mirada de sus ojos rojos y negros. - ¡¿Crees que no me culpo por su muerte cada segundo del día?!
- Y tú también. - Esta vez el rubio golpea a Raphael con la intención expresa de romperle los huesos de la cara con el puño. - ¡¿Tus malditas piedras de arte raras le costaron la vida?!
- ¡Cállate! El único culpable es esa cosa rastrera que la mató. Ni él, ni yo, ni nadie. ELLA NO EXISTE. Y vas a tener que aceptarlo. Si quieres golpearme o quitarme la vida, eso no la traerá de vuelta.
Otro copo de nieve ensangrentado alcanza las baldosas de piedra del suelo.
El artista tiene razón.
No va a volver.
- Por favor, tomen asiento, la ceremonia está a punto de comenzar», llega una voz desde un altavoz en el techo, en la esquina de la sala. A través del grueso cristal del crematorio se la ve, tumbada en una camilla, colocada en el centro de la sala contigua. Es como si estuviera dormida, y Zayne lucha contra el impulso irracional de correr hacia allí y despertarla. De besarla, aunque le cueste otro ataque de hielo con el riesgo de morir a causa de su maldición.
Trece interminables segundos de destellos blanquiazules, y lo único que queda sobre la camilla de plata es una brillante pastilla de cristal rosa violáceo, ecos de su encantador Evol. Es ahora cuando me doy cuenta: está despierta y no se despertará, no habrá más oportunidades de verla, de tocarla ....
Se saca el cristal para el intercambio de despedida de Evol. La corta cola avanza rápidamente, y cuando Zayne se acerca a la mesa y alarga la mano para tocarlo, la mano de otra persona se desliza en el campo de energía combinado.
Y se calienta al instante, incluso quema.
Por primera vez en años, Zayne siente calor en su interior, no hielo que ahoga el alma.
Lo terrible es que le sienta bien en grado sumo.
Nirvana espiritual y orgasmo mental.
Y es aquí, en su funeral, junto a su cristal de la muerte, mezclando su energía con la de él y al mismo tiempo con la de algún extraño, donde Zayne se atreve a disfrutar en medio de su interminable dolor.
Gira la cabeza hacia la derecha y tropieza con la atenta mirada de unos almendrados ojos negros y rojos. Y en ellos parpadean miríadas de galaxias que estallan y mueren.
- Tú también lo sentiste, hombre de hielo, ¿verdad? - susurra en un ronco susurro a aquel cuyo nombre Zayne no tardará en conocer.