***
Al otro lado de la ciudad, Zayne sale del quirófano. Lee el mensaje. Exhala con fuerza. Cierra los ojos. Y tarda demasiado en volver a abrirlos. Apoya la frente contra la pared fría de su despacho. La operación fue un éxito. Pero no siente nada. Nada que no se haya ido con ella. Su pulso aún no vuelve a la normalidad. Sus dedos tiemblan, apenas. No por el esfuerzo físico, sino por esa maldita resonancia fantasma que sigue latiendo en su palma. “Doctor Zayne. Estoy peor. Hoy. Urgente. Acepto lo que sea.” Sin saludo. Sin contexto. Solo la brutalidad de una petición imposible de ignorar. Pasa el dedo por la pantalla. Como si pudiera borrar el deseo detrás de esas palabras. Sylus ha invadido su rutina, sus pensamientos… su cuerpo. Y ahora exigía más. “...Acepto lo que sea.” ¿Qué significaba eso? ¿Otra resonancia? ¿Hospitalización? ¿Entrega total? Zayne cierra el puño. No tiene derecho a querer nada de eso. No después de… Respira hondo. No puede responder. No debería responder. Pero su mano ya se mueve sola. Teclea sin pensar: “21:00. Mi despacho. Sin testigos. Ven si realmente me necesitas” Sin emociones. (Mentira.) Sin dobleces. (Mentira.) Solo profesionalismo clínico. Él ni siquiera se atreve a admitir que desea repetir ese contacto. Pero su subconsciente ya lo arrastró hasta el borde. Y no puede esperar a verlo.3.
29 de junio de 2025, 2:24
Sylus no ha podido dormir desde aquel encuentro en su funeral.
Cada vez que cierra los ojos, lo asalta el mismo rostro de piel pálida y nariz aristocrática, esa mirada sobresaltada justo en el instante de la resonancia… y sus pupilas, apenas dilatadas. El desconocido fue comedido en su reacción, pero el gobernante de la Zona N109 está seguro de algo: el impacto fue mutuo.
— ¡Luke, Kieran! ¡Aquí, ahora mismo! — ordena con voz firme tras una sesión de entrenamiento en su gimnasio privado—. Necesito toda la información sobre los hombres que asistieron al funeral. Fotos, nombres, dónde trabajan. Ignoren a esos dos cabrones que… — inhala profundamente —. Ya me entendieron.
— Entendido, jefe. ¿Para cuándo lo quiere?
— ¿Cómo que para cuándo? ¡Lo necesito para ayer! Es urgente.
— Considérelo hecho.
Zayne, 32 años.
Cirujano cardiovascular principal del Linkon Main Hospital.
El corazón de Sylus da un salto.
El universo parece estar intentando decirle algo.
Por más que intente ignorar sus problemas cardíacos, agravados desde su muerte, todo indica que las estrellas se han alineado para obligarlo a enfrentarlos. Porque solo pensar en aquel frío casi orgásmico de la resonancia, ese hielo que abrazó su fuego interior, desataba en él una reacción inmediata.
Tras su primera visita al hospital, el jefe de ojos rojos vuelve a casa con un aire extraño. Su expresión es inescrutable, pero sus ojos destellan excitación.
— Voy a ducharme. En quince minutos, los dos en mi habitación — anuncia, dejando a sus asistentes intercambiando miradas de asombro. Jamás antes se les había permitido entrar en ese espacio privado.
Sylus, envuelto solo en una toalla, los observa desde la cama con una intensidad feroz.
— Quítense las máscaras. Y la ropa.
Luke y Kieran se miran de nuevo — esta vez con cierta inquietud — pero obedecen sin una palabra. Sylus siempre había sido directo, sí. Pero nunca así. En silencio, con torpeza y tensión contenida, se despojan de sus capas y prendas, revelando sus rostros y cuerpos. Sylus los estudia con hambre, como sopesando algo, mientras sus dedos juegan con el borde de la toalla sobre su muslo.
— No se asusten. No los voy a follar. Necesito una simulación — dice con voz áspera y ardiente, como fuego contenido. Él siempre ha sido un dragón disfrazado de humano. Pero hoy… hoy más que nunca —. Uno de ustedes es "Zayne". El otro, "yo". Vamos a recrear la resonancia. Con mejoras.
Kieran frunce el ceño ante lo absurdo de la escena, pero no se atreve a objetar. Luke, en cambio, ladea la cabeza y sonríe apenas. Por algún motivo, parece disfrutarlo.
— Zayne estaba a la izquierda… — murmura Luke, entrando en personaje con una facilidad perturbadora.
— ¿Y yo soy usted, jefe? — dice Kieran con tono neutro, mientras los ojos de Sylus se vuelven peligrosamente atentos.
— Haz lo mejor que puedas. Y recuerda: él no es solo un doctor. Su contacto es un hielo que cura. Pero es inalcanzable, jodidamente inalcanzable. Hazlo real, Luke. Como si no quisieras tocarme, pero no tuvieras otra opción porque ese fuego también lo necesitas para vivir.
Pasados unos minutos, ya no hay incomodidad en la habitación. La tensión se ha convertido en una concentración teatral casi ceremonial. "Luke-Zayne" extiende lentamente la mano hacia el pecho de "Kieran-Sylus". Este reacciona con una mezcla estudiada (¿o no tanto?) de sorpresa y deseo contenido. Sylus observa sin pestañear, más atento a sus propias reacciones que al pequeño acto que se desarrolla frente a él. Su pulso se acelera. Su respiración cambia. Pero no… no es lo mismo. No hay hielo. No hay fuego. Solo teatro vacío.
— Basta — dice de golpe, incorporándose justo cuando los labios de Luke y Kieran están a centímetros.
Ambos se visten en silencio y se retiran con Mefisto bajo el brazo. Tal vez terminen la escena en otro lado. A Sylus ya no le importa.
— Lo necesito otra vez. Su Evol.
El mensaje nace sin pensar. Sin lógica. Sin freno. Solo dedos que escriben:
“Doctor Zayne. Estoy peor. Hoy. Urgente. Acepto lo que sea.”
Y antes de que pueda arrepentirse, borrar, editar, contenerse… pulsa “Enviar”.