ID de la obra: 1039

El Cuervo Escarlata

Mezcla
NC-17
En progreso
1
Tamaño:
planificada Mini, escritos 16 páginas, 5.257 palabras, 1 capítulo
Descripción:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
1 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

Capítulo 1

Ajustes de texto

Capitulo 1

Un Huésped Indeseado

4 de Septiembre 13:25 PM. Cinderella Versalles más que una ciudad, es una entidad en sí misma. Muchos historiadores y documentalistas de gran renombre han admitido que hay cautivadoramente hechizante en ella a día de hoy. Aquella metrópoli colmada de ecos de eras pasadas ha sido protagonista de diversas batallas entre el bien y el mal desde tiempos tan lejanos que por momentos parecen haber sido olvidados. Sus calles repletas de agua pura y cristalina, reflejaban en sus insondables canales la inmensidad de varios edificios, tanto modernos como antiguos, dándole un aspecto de lo más peculiar. Los vehículos náuticos iban y venían por todo el lugar mientras infinidades de razas—que inclusive hoy en día me son difíciles de describir en su totalidad—desfilaban por las banquetas adoquinadas bastante despreocupadas de la vida y de lo que a su alrededor sucedía. A este paradisíaco sitio donde miles de historias convergen en una amalgama de irreverentes casualidades, llegó nuestro protagonista. A esa hora, el tráfico de la tarde empezaba a despejarse y Daniel Jackson caminaba junto a sus amigos por una de las calles adoquinadas que conectaban el distrito metropolitano de la ciudad con las zonas residenciales. La conversación fluía con naturalidad, llena de quejas y bromas. —No puedo creer que el profesor Evans nos haya dejado ese trabajo sobre la Guerra de Pacificación—bufó Jonathan Murray, pasándose una mano por su cabello desordenado—. ¿No tuvimos suficiente con el somnífero de hoy? —Ya sabes cómo es—respondió Ryan con su usual tono despreocupado—. Piensa que con solo escribir cuarenta páginas aprenderas la historia mejor, pero se equivoca. —¿Verdad que si? Unas veinte estarían bien, pero cuarenta se me hace excesivo. —¿Bromeas?—cuestiono August arqueando la ceja—Necesitaríamos al menos unas cien para poder resumir todo el conflicto, es uno de los eventos históricos más importantes de nuestra historia. —No sé ni para que te pregunté, ni vas a la misma escuela. Rachel Copperfield, quien caminaba junto a Daniel, se ajustó su chaqueta de lana y miró al chico con curiosidad. —¿Tú qué piensas, Dan? —Que le hace falta joder con su esposa, si es que tiene. Jonathan y Ryan rieron mientras la conversación cambiaba a otro tema: las clases de orientación vocacional que empezarían la próxima semana. Su cuadrilla parecía emocionada por el tema, el por otro lado fingía interés sin realmente prestarle atención. Su mente estaba dividida en dos mundos: el que sus amigos veían, el del chico maleducado, burlón y rebelde y el otro, el que se movía con cautela en los recovecos más ocultos de su atormentada mente, donde el deber que él mismo se había impuesto lo llamaba entre murmullos de tentadora seducción. —A propósito Dan, ¿Vas a venir a la fiesta de esta noche? Daniel negó con la cabeza, usando la misma excusa de siempre. P —Lo siento, tengo trabajo. —Hombre, ya casi nunca sales con nosotros—se quejó Jonathan—.¿Es que no te cansas de ese empleo? Rachel no dijo nada. Miraba a Daniel con una expresión que rozaba entre la preocupación y la curiosidad. —No insistas, Jonathan—dijo ella con una pequeña sonrisa—.Si Dan dice que tiene trabajo, es porque lo tiene. August resopló. —Bah, seguro se la pasa en casa de alguna chica. —No seas grosero. Daniel río con suavidad, despidiéndose de sus amigos con una promesa vacía de salir con ellos en otra ocasión. Mientras se alejaba, su expresión se endureció, cualquier atisbo de alegría o amabilidad que había antes en su rostro se desvaneció por completo. Daniel Jackson, Ryan Mirreth, Rachel Copperfield y Jonathan Murray se habían conocido en el Instituto Mágico de Kamengrad, una Academia regida por unos de los Diez Arcanos llamado Míster Hallow, Mago de gran renombre que había fundado aquella escuela treinta años antes de que aquellos chicos nacieran. Permitiéndose un momento de vacilación, Daniel se dio ligeramente la vuelta, todavía podía distinguir las lejanas siluetas de sus amigos, añorando aquellos días en los que podía ir al lado de esas personas que tanto le habían dado. "Lo siento, chicos. Pero hay algo que debo hacer primero" Llegó a su casa unos minutos después, o más bien, a la mansión Jackson, una construcción gótica que contrastaba con el resto de los edificios de la zona. Las paredes de piedra negra, las ventanas con vitrales oscuros y las gárgolas en el tejado daban la impresión de que el tiempo no había transcurrido en aquel lugar. Para muchos, la mansión era un recordatorio de la antigua nobleza de Cinderella Versalles, una reliquia de tiempos antiguos donde las familias poderosas usaban la magia para gobernar con puño de hierro. Para Daniel, simplemente era su hogar, su familia había comprado está propiedad hacía ya casi diez años y poco le importaba quien hubiera vivido antes.Las supersticiones sobre lugares así traían consigo varios chismes infundados que poco le importaba desmentir. Ni siquiera se habían molestado en contratar servidumbre y francamente así lo había preferido, desde muy pequeño, a Daniel no le gustaba vivir con extraños, sobre todo si estos eran mayores que el. Desde que vivía allí, rara vez alguien se quedaba o venía de visita, por lo que no era habitual que el limpiara el sitio;de hecho, por la inmensidad de lugar, se ocupaba muy poco de este, limitándose solamente a cuidar cada cierto tiempo las plantas y los rosales simplemente por qué le gustaban las flores y había sido la ocasión perfecta para poner en práctica todos los conocimientos de los libros de jardinería que había leído durante la mayor parte de su infancia. Por la inmensidad del sitio rara vez agarraba una escoba, los únicos sitios que limpiaba eran los cuartos que usaba, por lo que, era normal que las telarañas se acumulasen en ciertas partes del techo y varias habitaciones estuvieran llenas de polvo. Al llegar simplemente se quitó las prendas superiores de su uniforme desparramándolas sobre el salón principal sin molestarse en colgarlas en el perchero que obviamente tenia y nunca usaba, subió las escaleras dirigiéndose directamente al baño para intentar relajarse y aclarar un poco su mente. El agua caliente del jacuzzi le relajó los músculos mientras cerraba los ojos y dejaba que la tensión del día se escurriera en aquella agua. Mirando hacia arriba, Daniel Jackson se preguntó si lo que hacía al final valdría la pena, actuaba con un profundo resentimiento no solo hacia las personas, también hacia si mismo, sin embargo, era muy tarde para dar vuelta atrás. No podía simplemente darse la vuelta, seguir con su vida y fingir que nada había pasado. Apenas salió con una toalla alrededor de la cintura, su teléfono móvil sonó y Daniel se precipitó a contestar mientras ingresaba a uno de los pocos cuartos que ocupaba. —Definitivamente, estaré para ti en una hora no te preocupes—respondió con voz tranquila registrando que ropa tenía en el armario para poder cambiarse. La voz de su novia, suave y cálida, llenó el altavoz. Hablaron de cosas sin importancia: la escuela, sus amigos, los planes para el fin de semana, hasta qué repentinamente ella tocó un tema más delicado. —¿Y qué hay de tus padres? ¿Has podido hablar con ellos? Daniel exhaló despacio, apoyando la frente contra el espejo que había en su habitación, mirando su reflejo con pesadez, como si no quisiera verse a sí mismo. —Sabes que su agenda es complicada, no puedo prometerlo, perdóname. Mentira, aún si ese fuera el caso, Daniel sabía que sus molestos e irritantes padres vendrían si se los pedía, sin embargo, el no quería que vinieran debido a que cuando lo hacían, solamente lo hacían para avergonzarlo delante de la gente de las demás personas. Demasiado empalagosos y bastante explícitos a la hora de hablar sobre sus indiscreciones. Naturalmente, ella notaría su evasiva, pero también sabía que no lo presionaría más, después de todo, mencionar a aquellos adultos era un tabú que rara vez llegaban a mencionar. —Hablamos luego—dijo Daniel escuetamente colgándole a su pareja sin darle tiempo para responder. Después de ponerse unos pantalones de mezclilla negra y permanecer observando durante largos minutos la camisa que usaría para salir, todavía sin decidirse, algo completamente inesperado sucedió. Escuchó el timbre de la mansión sonar Se detuvo en seco. Nadie venia aquí sin avisar. La sorpresa, se convirtió en miedo y aquel miedo, fuera infundado o no, se convirtió en precaución. Con sumo cuidado salió de la habitación y camino hacia otra que estaba al lado, dentro de aquel cuarto no había nada que valiera la pena mencionar a excepción de una cosa, el armario, un armario similar al que tenía en la habitación contigua, solo que aquel, no contenía ropa en su interior. Al salir de aquella recámara, Daniel sostenía un revolver de plata pura completamente cargado. La mansión estaba rodeada por una reja de metal electrificada por un complejo sistema de seguridad;la única forma de entrar era por el patio delantero con una llave que solamente poseían 4 personas. Nadie ajeno contaba con esa llave. Se deslizó hasta el salón principal donde el timbre seguía sonando con irritante insistencia haciendo que se preguntara por qué demonios sus agresores simplemente no intentaban tirar la puerta. Con el arma en la mano izquierda, acercándose con cautela a la puerta con pasos controlados, empezó a divagar sus posibles opciones, abriendola con cuidado, manteniendo la pistola oculta tras su espalda, Daniel Jackson se preparó para la confrontación. Frente a él, un niño de unos ocho o nueve años lo miraba con una sonrisa amigable. Llevaba una mochila y dos maletas grandes en las manos, como si hubiera viajado desde muy lejos. Daniel parpadeó, desconcertado. ¿Qué demonios? El niño lo saludó con una voz animada. —¡Buenas Tardes! Daniel le cerró la puerta en la cara. Apoyó la espalda contra la madera y soltó un suspiro. —Genial, ahora tengo huérfanos llamando a mi puerta. Pero la cosa no terminaba ahí. Apenas pasaron unos segundos cuando el timbre sonó otra vez, insistente. —Disculpe la molestia amable caballero, pero ¿Me podría abrir? Estoy algo cansado por el viaje y tengo hambre. Daniel apretó los dientes, ese niño tenía agallas si de verdad pensaba que le dejaría entrar ¿Cómo demonios había pasado por la reja? Daniel frunció el ceño y cruzó los brazos. —¡No sé qué estás haciendo aquí, pero te equivocaste de casa! ¡Esto no es un orfanato! ¡Lárgate!. Sin esperar respuesta, se giró sobre sus talones y comenzó a caminar sobre la alfombra roja que se extendía por el vestíbulo de la mansión. El eco de sus pasos resonó en el espacio vacío mientras se dirigía a las escaleras que llevaban al segundo piso y se colocaba el revolver en el bolsillo derecho de su pantalón. Pero entonces, un sonido lo hizo detenerse en seco. Clic. El cerrojo de la puerta principal se movió. Un escalofrío recorrió su espalda dándose la vuelta para ver cómo la puerta se abría lentamente. El niño, con toda la naturalidad del mundo, empujó la pesada entrada como si fuera su hogar. Daniel sintió que la sangre le hervía. ¿Cómo diablos había hecho eso? —¡¿Quién eres tú y cómo conseguiste esa llave?!—espetó, avanzando con pasos firmes. El niño, en lugar de responder, dejó caer sus maletas y comenzó a observar a su alrededor con ojos llenos de asombro. —¡Increíble! -exclamó, maravillado adentrándose todavía más en el lugar con intención de explorar—. Esto parece un castillo de cuentos de hadas, pero más oscuro... y menos acogedor. Daniel apretó la mandíbula. —¡Te hice una pregunta! ¡Responde mocoso! Para su molestia, el niño pareció ignorarlo por completo y siguió paseando por el vestíbulo con una expresión divertida, como si fuera la primera vez que veía un lugar así. —Mmm... Qué raro. Sé que los vampiros existen pero no se me acaeció pensar que todavía conservaran sus maneras de antaño, este lugar bien podría ser su guarida secreta ¿Y que hay con esta ropa? ¿Por qué está tirada? Pero qué horror, no, no, no, absolutamente no, esto debe ir en su lugar. Daniel cerró los ojos y respiró hondo, intentando controlar la creciente irritación que le provocaba ese mocoso que se encontraba recogiendo las prendas de su uniforme y las colgaba en el perchero. ¿De dónde demonios había salido? Cuando el niño trató de subir las escaleras, Daniel perdió la paciencia. Se acercó en un par de zancadas y le agarró el hombro con firmeza, deteniendo su avance de inmediato. —No me ignores mocoso de mierda—dijo Daniel girándole con brusquedad para mirarlo de frente—.Quiero que tomes tus cosas y te largues de aquí ahora mismo. El niño no parecía intimidado así que se limitó a mirarlo fijamente con una inocente sonrisa que no encajaba con la tensión en el aire. —No puedo, yo ya vivo aquí—dijo el niño con toda naturalidad. El ceño de Daniel se frunció más. ─ ¡¿AH?! ¡¿De qué demonios estás hablando?! El niño sacudió la cabeza como si fuera obvio. —Nuestro padre me dijo que viniera. El agarre de Daniel se aflojó. —¿Nuestro qué? El niño, ajeno a la conmoción interna de Daniel, comenzó a hurgar en los bolsillos de su chaqueta gris. —Espere... creo que tengo algo para usted... Metió la mano en su abrigo, revolviendo entre papeles y pequeños objetos hasta que finalmente sacó un sobre. Daniel sintió un mal presentimiento. El sobre era de color marfil, sellado con lacre rojo con un símbolo elegante impreso en él. El sello de su familia. Los dedos de Daniel temblaron por un instante antes de tomarlo, observó el remitente con la mirada tensa y sintió cómo el mundo a su alrededor se volvía más pequeño. Era de sus padres. Un sudor frío le recorrió la frente. Sus padres. Las dos personas con las que no hablaba desde hacía meses. Sus padres, cuya ausencia era tan absoluta que él prefería mantenerlos alejados de su vida lo más que pudiera. Sus padres, que ahora le enviaban una carta por medio de un niño desconocido. Daniel tragó saliva y miró al niño, su mente trabajando a toda velocidad. —¿Quién...demonios eres? El niño sonrió y extendió la mano con entusiasmo. —En primera instancia, ha sido algo maleducado de mi parte no presentarme antes, en ese sentido, le debo una disculpa amable caballero, pero entenderá que desde que pude contemplar a lo lejos su humilde morada no pude evitar asombrarme y abandonar mi comportamiento, mi nombre es Nate, Nate Sayers Poirot, es un placer para mi conocerle finalmente, soy su hermano menor. El sobre tembló en los dedos de Daniel. Por un instante, su mente quedó en blanco. La palabra hermano se clavó en su cerebro como una daga. No, no, eso no tenía sentido. Sus padres nunca le mencionaron nada sobre otro hijo. Esto tenía que ser una broma. Nate ladeó la cabeza al ver la expresión sombría de Daniel. — ¿Se encuentra usted bien? Se ve pálido ¿Necesita agua o algo? Daniel sintió su pulso acelerarse, sus pensamientos entremezclándose entre confusión, furia y un temor sordo que se aferraba a su pecho. ¿Qué estaba pasando aquí? Pero antes de responder, algo dentro de él le dijo que abriera la carta. Que leyera lo que sus padres tenían que decirle. Que se preparara para lo que vendría después. 14:45 PM —Hablamos luego. La llamada termino antes de que pudiera articular si quiera una palabra. Grace Agares sabía que algo debía de haber pasado para que Dan le colgará tan abruptamente por lo que decidió dejarlo pasar, probablemente no le contestaría si le volviera a llamar así que lo mejor era dejarlo así e intentar hablar sobre ello si estaba dispuesto a hacerlo cuando se encontrarán para su cita. Aquella glamorosa tarde primaveral iluminaba con suavidad la Cafetería Holmes, un sitio al que ella y su amiga Carol suelen visitar para compartir un agradable refrigerio después de la escuela. Las mesas, adornadas con manteles blancos impolutos y cubiertos de plata, relucían bajo la luz tenue de los candelabros flotantes que decoraban el techo de cristal. Desde su asiento junto a la ventana se podía ver el tránsito de los canales marítimos mientras todo tipo de transeúntes merodeaban por la calle, unos a pasos más apresurados que otros. Carol, una joven de largo cabello rubio impecablemente peinado, daba pequeños sorbos a su taza de té mientras movía la cucharilla con aire ausente. Su expresión, marcada por una mezcla de aburrimiento y fastidio por el hecho de que Grace interrumpiera su conversación para hablar con su novio se reflejaba en la porcelana blanca del plato en el que descansaba su croissant a medio comer. —No entiendo cómo Darién puede seguir con Helena —suspiró Carol, dejando la cucharilla sobre la mesa con un tintineo sutil, retomando la charla que estaban teniendo—. Es decir, sé que a veces los hombres se ciegan por una cara bonita, pero hay límites ¿No crees Grace? Grace, que hasta el momento había estado haciendo otras cosas sin prestarle demasiada atención al monólogo de su amiga, alzó la vista con gesto sereno. Su largo cabello castaño caía con naturalidad sobre sus hombros mientras sus ojos grises reflejaban una tranquilidad innata. —¿Qué quieres que te diga? — respondió con un tono neutro cortando un pedazo de su tostada para llevarlo a su boca—. Parecen felices juntos. Carol resopló con desdén, como si aquella respuesta fuese la peor que podía recibir. —No seas ingenua, Grace, es evidente que Helena está con él por conveniencia, su familia apenas tiene lo necesario para vivir en la parte media de la ciudad, Darién, en cambio, es un Agares, como tú, nació con todo servido en bandeja de oro. ¿No crees que es raro que alguien como Helena se interese en él? Grace dejó su tenedor sobre el plato con un ligero sonido metálico, y apoyó los codos sobre la mesa, entrelazando los dedos con calma, sabía adónde iba esto, años de amistad con Carol y parecía que la muchacha seguía teniendo una especie de fijación tan intensa por su primo mucho más de lo que a ella le gustaría admitir. —No me corresponde a mí juzgar sus intenciones, Carol —dijo con una leve sonrisa—. Tal vez realmente se gusten. Carol negó con la cabeza, exasperada. —Tan diplomática como siempre… pero está bien, supongo que no todos tienen la capacidad de ver las cosas como son. Grace suspiro y medito muy bien que decir, su amiga, tenía un temperamento bastante complicado. —Carol, me conoces a mí y a Darién desde que somos niños, ya deberías haberte dado cuenta de la realidad. —¿A qué te refieres? —Lo sabes bien, tonta no eres ¿Por qué no hablas directamente con Darien en vez de hacerlo conmigo?. —¿Y de que hablaría con tu primo exactamente?—cuestiono Carol hundiendo su tenedor en su croissant—Si quiere andar cogiendo con la hija de unos mugres vendedores ambulantes es cosa suya no mía, pensé que como su prima, este asunto seria más de tu interés. Grace no respondió aquella afirmación y optó por cambiar de tema con comentarios triviales sobre la moda, los próximos eventos sociales y demás novedades entre sus conocidos. Carol, como siempre, tenía mucho que decir sobre todo y todos. Grace, por otro lado, solo intervenía cuando lo creía necesario, sin dejarse arrastrar demasiado por la marea de opiniones de su amiga. Finalmente, tras terminar su café, Grace tomó su bolso y se puso de pie con la misma elegancia con la que había llegado. —Me tengo que ir, Carol, tengo planes para reunirme con Daniel y debo ir a casa para arreglarme. Carol, que había estado concentrada en su reflejo en la cuchara, parpadeó sorprendida antes de mirarla con renovado interés. —Oh, cierto, tu amado Danny. Qué curioso que aún sigas con él —dijo con una sonrisa juguetona—. No me malinterpretes, sé que te quiere… pero ya sabes cómo son los hombres. Grace arqueó una ceja. —¿Y cómo son los hombres, según tú? Carol se encogió de hombros. —Inconstantes, fáciles de distraer, demasiado predecibles, solo digo que deberías asegurarte de que siga interesado, no vayas a volverte demasiado… accesible, si sabes a lo que me refiero. Grace rodó los ojos y tomó su abrigo. —No necesito juegos para mantener su interés, Carol. Daniel y yo estamos bien. Carol apoyó el mentón en su mano y la observó con una sonrisa misteriosa. —Si tú lo dices… pero si alguna vez necesitas consejos para mantener la chispa, sabes dónde encontrarme—expreso con coquetería guiñándole el ojo derecho. Grace soltó una risa ligera. —Gracias, pero creo que me las arreglaré sola, nos vemos mañana. Carol agitó la mano en despedida volviendo a su te matcha de marca. Por más que Carol hablara sin cesar sobre apariencias y estrategias para mantener el interés de un hombre, Grace sabía que su relación con Daniel no necesitaba de manipulaciones. Había algo genuino en lo que compartían, algo que no dependía de la riqueza ni del estatus. Y aunque su amiga no lo comprendiera a Grace eso no le importaba. Horas después El sonido del agua deslizándose por los canales de la ciudad en un murmullo constante acompañaba los apresurados pasos de Daniel que se había retrasado para su cita. Avanza e incluso corría sintiéndose profundamente fastidiado. Sus padres, con su insólito sentido del humor le habían lanzado la responsabilidad de un mocoso que claramente no había pedido. ¿En qué demonios estaban pensando? Ojalá pudiera saberlo. Nate Sayers Poirot, el niño de maneras anticuadas y sonrisa demasiado confiada, le irritaba con una agudeza exorbitante, era como tratar con su Jefe, aunque a él no le había visto desde hace un mes, lo cual le hacía sentirse intranquilo y relajado a partes iguales. Por un lado eso le había dejado mayor margen de tiempo para poder hacer lo que quisiese, no obstante, el nunca se iba un motivo aparente, por lo que la ausencia de su empleador le intrigaba. ¿Qué estaría haciendo en estos momentos? Intentó sacudirse el mal humor con un respiro profundo, pero no fue suficiente, tenía ante si un deber que cumplir, no tenía tiempo de estar pendiente de un niño. Muy en el fondo, Daniel Jackson sabía que lo que estaba haciendo no estaba bien. Aquella chica, era de verdad, una buena chica en el buen sentido de la palabra. Subió casi corriendo al Autobús Le Blanc, un ingenioso vehículo flotante de color azul oscuro que combinaba la estética de un antiguo autobús con la tecnología a vapor que movía gran parte de la ciudad. Sentándose en un asiento junto a la ventana, observando el reflejo de la ciudad en las tranquilas aguas que se mezclaba con el tránsito vespertino decidió dejar de pensar en su indeseada responsabilidad y concentrarse en su cita, pero de alguna forma ni podía sacudirse la presión de encima. Pequeños zarcillos de vapor escapaban de las chimeneas de la embarcación, disipándose en el aire fresco de la calurosa tarde de la ciudad mientras Daniel no dejaba de pensar y meditar sobre su situación actual, se dijo a si mismo que aunque le molestase tenía que llamarlos por teléfono cuando la noche terminara. —Mierda. Llevándose la mano derecha a su frente intentando recomponerse, su novia aguardaba su presencia y no podía darse el lujo de mostrarse huraño o distraído frente a ella. Sus pensamientos se desvanecieron cuando el Autobús Le Blanc llegó a la parada de la Calle Morgue. Bajó con evidente prisa, casi tropezando, mientras se ajustaba el chaleco sobre su camisa oscura y se disponía a bajar. La brisa le revolvió el cabello justo cuando la vio de reojo. Grace Agares lo esperaba a pocos pasos de la entrada del parque, con una sonrisa ligera pero encantadora en los labios. Su cabello color chocolate caía con elegancia sobre sus hombros, sus ojos, grises como las impolutas perlas invaluables del mar, lo escrutaban con interés. Cuando él apenas terminaba de bajar, ella corrió hacia él, envolviéndolo en un cálido abrazo. —Llegaste—susurró contra su pecho. Daniel cerró los ojos por un instante y le devolvió el gesto con naturalidad, absorbiendo su perfume. Era un olor fuerte, seductor, fácilmente cautivante. A veces le gustaría pensar que aquello de verdad era real. —Lamento el retraso—respondió, con una leve sonrisa, como si nada perturbara su día—.¿Esperaste mucho? —Eso no importa—contesto Grace tomándole de la mano—Lo importante es que estás aquí. El Parque de la Calle Morgue se desplegaba ante ellos, una maravilla de la naturaleza cuidadosamente moldeada por el hombre. Pequeños canales serpenteaban entre colinas cubiertas de césped, formando senderos de agua por los que las canoas se deslizaban con suavidad. La vegetación era exuberante, con árboles altos y ostentosos que parecían haber sido sacados de un cuento de hadas. Caminaron por el sendero principal, en dirección al muelle donde se hallaban las canoas listas para ser alquiladas, dicha zona estaba iluminada por dos postes metálicos de color plateado cuyos orbes similares al de una perla, desprendían una tenue luz azulada que se reflejaba en las aguas del canal con un brillo suave. Daniel y Grace caminaron por la pasarela de madera donde un individuo peculiar los esperaba junto a las canoas. Su verdosa piel verdosa y escamosa parecía brillar levemente bajo la luz de los orbes y del sol mismo, carente de cabello, con unos ojos completamente negros que parecían pozos sin fondo, sus dedos, largos y viscosos, con facciones similares a los de los anfibios que comúnmente viven en pantanos y lagunas. Llevaba un traje rojo con negro que se complementaba con un chaleco de botones dorados y un sombrero de teja inclinado hacia un lado. —Bienvenidos, jóvenes enamorados—saludó la criatura con voz rasposa, como si tuviese algo atorado en la garganta sonriendo ladinamente, inclinando ligeramente el sombrero—. ¿Les apetece un paseo por las aguas encantadas del famoso Parque de la Calle Morgue? Daniel arqueó una ceja, poco impresionado por la teatralidad del individuo, pero sacó un par de billetes del bolsillo de su chaleco y se los entregó con naturalidad. —Llévanos por el recorrido largo. El individuo sonrió aún más, inclinándose en una reverencia exagerada antes de ponerse unos guantes de cuero negro sobre sus babosas manos de rana y ayudarlos a subir a la canoa. Grace se acomodó primero, con un gesto elegante y natural mientras Daniel tomaba asiento a su lado. El barquero empujó suavemente la embarcación con una pértiga y la canoa comenzó a deslizarse lentamente por el canal, meciéndose con suavidad. Por un momento, la atmósfera fue serena. Solo se podía oír el chapoteo del agua y los murmullos de otras parejas disfrutando de su propio recorrido entre los canales del parque. Entre las ramas, se movían con agilidad pequeñas criaturas de un brillante pelaje rojo de grandes ojos azules. —Mira, los Zogros Carmesí están inquietos hoy—comentó Grace, señalando a los diminutos monos de medio metro que saltaban con destreza de rama en rama. Daniel observó a los animales por un momento. Su pelaje rojo brillante contrastaba con las hojas verdes, y sus largas colas se enrollaban alrededor de las ramas con una gracia casi hipnótica. No era raro verlos en ese parque, pero ese día parecían especialmente activos. —Dicen que cuando están así es porque va a llover—comentó Grace con diversión. —O porque algo los altera—replicó Daniel con una media sonrisa. Ella le miró con curiosidad, pero no insistió en la conversación. —Entonces, ¿cómo estuvo tu día?—preguntó Grace con interés, apoyando la barbilla sobre una de sus manos mientras miraba a Daniel con curiosidad. —Lo de siempre—respondió él con un ligero encogimiento de hombros—.El sujeto para el que trabajo sigue siendo una molestia, ordenándome que le envié y reorganice los expedientes de sus casos, pero al menos no tengo que lidiar con él en persona por qué se fue de vacaciones. Grace río suavemente. —¿Sabes? Realmente me intriga conocer a ese hombre del que te quejas tanto ¿Es tan bueno como dicen los periódicos? —Créeme, no quieres saberlo—dijo Daniel suspirando contemplando los gigantescos árboles con cierto aburrimiento—¿Qué hay de ti? —Bueno, mi día fue bastante tranquilo, salvo por el drama de siempre entre Kamengrad y Red Twilight—dijo Grace recargándose en el torso del muchacho—.¿Viste la publicación en la página de mi instituto? Daniel bufó y miró hacia el agua. —Sí, la vi. Kamengrad tiene un prestigio bien ganado, fue fundada por uno de los Diez Arcanos, no necesita estar presumiendo sus resultados en matemáticas a cada rato. —Pero lo hicieron—señaló Grace con una sonrisa maliciosa—.Y mi querido rector no tardó en responder. Daniel rodó los ojos. —Sí, vi eso también, no se por que se atrevió a decir que nuestros resultados eran falso pero gracias esa burla donde nos ganaban por una mugre décima, Míster Hallow añadió una hora extra de álgebra para el sector de Bachillerato esta mañana. Grace soltó un bufido, a veces llegaba a preguntarse cómo era posible que sujetos tan infantiles estuvieran a cargo de una escuela. —Esa es una medida desesperada, si siguen así, terminarán dando clases de cálculo hasta los domingos—opino Grace encogiéndose de hombros con una sonrisa—No me sorprendería que esto terminara en otra de esas ridículas apuestas entre los directivos. —Ahora que lo dices una vez apostaron un laboratorio de alquimia completo, ¿Recuerdas? —Y Kamengrad ganó—dijo Grace con un gesto divertido—. Mi rector estuvo de un humor de perros por semanas. El barquero, en su rincón, no interrumpió la conversación, limitándose a dirigir la canoa con movimientos fluidos. Los árboles inclinaban sus ramas sobre el canal, creando túneles naturales por los que la embarcación avanzaba en un ambiente casi onírico, se detuvieron en el centro del parque donde se hallaba una inmensa estatua dorada de un orangután vestido con un traje que incluía un sombrero de copa que alzaba con su mano derecha, sacando sus móviles ambos le pidieron al barquero que les tomase una foto. Sonriendo mientras eran fotografiados por aquel anfibio humanoide, aunque no se diese cuenta, a Daniel se le había olvidado el mal humor que tenía por la repentina aparición de Nate. Estar con Grace siempre le traía calma, y el simple hecho de compartir esas trivialidades con ella lo hacía sentir que, aunque todo fuera una vil mentira, todo estaba en orden. Después del recorrido, ambos compartieron una agradable comida en uno de los restaurantes que se hallaban cerca del lugar mientras hablaban sobre sus sueños a futuro y lo que deseaban hacer cuando terminaran sus estudios de preparatoria, al llegar la hora de despedirse, con un último beso en los labios, Grace se despidió de Daniel. La noche hacía ya acto de presencia en la ciudad, las luces comenzaban a encenderse por doquier mientras Daniel Jackson se adentraba en un callejón sin salida. La sonrisa se había desvanecido de sus labios, a veces se preguntaba qué haría Grace si supiese la verdadera razón por la que se había acercado a ella. ¿Le odiaría? ¿Le perdonaría? Aquellas cuestiones le intrigaban e inquietaban a partes iguales. Grace Agares, por otro lado, se sentía como en la luna, su mente no dejaba de repetir los momentos que había pasado con Daniel el día de hoy, pese a que podía ser maleducado y un poco reservado, muy dentro de sí aunque el chico no lo admitiera o se diera cuenta, tenía un lado bastante amable. Un lado lleno de dulzura que solamente ella creí que podía ver. Salían y la pasaban bien, no habían tenido ninguna cita aburrida. Sin embargo, quería saber más cosas de el. Saber más de la persona que te gusta, aquella era una sensación que le causaba mucha ilusión. Mientras caminaba, su inocente sonrisa llena de sueños indomables y sentimientos desbordados en las más bellas de las sensaciones no desapareció en lo más mínimo.
1 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)