ID de la obra: 1069

Big Bad Wolf

Gen
G
Finalizada
1
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
3 páginas, 937 palabras, 1 capítulo
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Big Bad Wolf

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Final Fantasy XII y sus personajes son propiedad de Square-Enix.

Now, little nightmare, you have beautiful eyes I can see all the stories where I'll go to die I'm the bad wolf of fables, yet your hunger roars more Come feast upon all that is yours.

Big Bad Wolf

La humedad le calaba los huesos haciendo que se estremeciera dentro de su abrigo rojo. Ffamran caminaba nervioso, pero decidido. Había crecido oyendo historias sobre el bosque y las viera, pero nunca había visto una. Adentrarse en aquel territorio era casi una traición. Las historias contaban que las viera era grandes guerreras, con una puntería letal, que se valían de su conexión con la naturaleza para acorralar a su víctima. Su padre, Cid, no creía en «esas bobadas», así que le había incluido en la expedición para darle caza a una y poder estudiarla con detenimiento. Para Ffamran aquello era una absoluta locura, pero no quería que Arcadis se llenase de rumores sobre su cobardía, por lo que había cedido. Ffamran preferiría estar en cualquier otro lugar, incluso en el barrio bajo de Arcadis rodeado de mugre y el olor de la muerte al acecho. La expedición avanzaba con sigilo con Ffamran en el centro, ya que, el doctor Cid, no les perdonaría la vida si algo malo le ocurriese a su único hijo. No había ni rastro de ninguna viera y por un momento, Ffamran se permitió respirar aliviado pensando en que, con suerte, las viera serían lo suficientemente inteligentes como para evitarles. Al fin y al cabo, ¿qué motivo podían tener para mezclarse con los hume? La agitación entre la maleza hizo que todos desenvainasen sus armas, Ffamran, les imitó y se sintió ridículo al ver como la mano con la que empuñaba la pistola temblaba imposibilitando que acertase un blanco a tres pasos. Y entonces, un enorme molbol se lanzó sobre ellos. Ffamran paralizado ante el monstruo sólo fue capaz de moverse cuando uno de los soldados le empujó con fuerza para alejarle del peligro. Corrió, sin mirar atrás, siguiendo un camino que creía que no estaba allí antes, pero sin pararse a analizarlo. Cuando lo único que pudo oír fueron sus pasos y su propia respiración acelerada se detuvo. Se había adentrado demasiado en el bosque, había corrido por un sendero serpenteante que no sabía dónde desembocaría. Estaba perdido. Con la pistola apuntando a la oscuridad trató de ponerse en la piel de uno de aquellos valientes cazadores de los cuentos, alguien capaz de eliminar al monstruo que quiere devorarle. Porque tenía miedo y su padre le reñiría por ser tan débil. —¿Ha-hay alguien? Sólo el viento meciendo las hojas contestó, aún y así, Ffaram podía jurar que sentía la mirada de una bestia clavada en él. La oscuridad era demasiado densa como para ver algo, ni siquiera un leve destello la rompía. Barrió el espacio con el cañón de la pistola buscando un blanco al que disparar, sin resignarse a caer en una emboscada. Los hume eran monstruos capaces de destruir cualquier especie o lugar y él era un hume. —Sé disparar. La amenaza no tuvo el efecto deseado. Desde la oscuridad algo se lanzó hacia a él implacable. Unos ojos rojos brillando letales y unas fauces cerrándose en torno a su garganta. El cuerpo de Ffaram golpeó el suelo con violencia, su cabeza rebotó y el mundo se desvaneció en unos segundos. Una risita aguda y unos brazos cargándole. Cuando logró abrir los ojos y todo dejó de girar, vio las copas de los árboles abriendo un círculo casi perfecto por el que se veía el azul del cielo. Ffaram, un poco aturdido se sentó analizando lo que le rodeaba. No estaba en el mismo punto cerrado del bosque, alguien le había arrastrado hasta un claro. Recordó las fauces cerrándose sobre su garganta, se tocó el cuello desesperado, sin encontrar restos de sangre o heridas. Y entonces la vio al cobijo de la sombra de un árbol. Los ojos rojos y unas orejas largas sobresaliendo por entre sus cabellos blancos. Era muy alta. —Eres una viera —susurró con tono fascinado—. Yo soy F... Balthier, me llamo Balthier. Se produjo un instante extraño, la brisa se arremolinó, los olores cambiaron y un leve susurro se expandió por el claro. La viera le enseñó los dientes puntiagudos en una sonrisa divertida. Ffamran supo al instante que ella sabía que le acababa de mentir respecto a su nombre. —¿Tú tienes nombre? —preguntó sin estar muy seguro de si ella le entendía o hablaba su idioma. La viera con una expresión indefinida ladeó la cabeza antes de responder: —Fran. Eres un niño hume. Ffaram habría querido responder que ya tenía trece años, que no era un niño, pero guardó silencio. La viera ante él podía destrozarle y devorarle, hacerla enfadar no le pareció un movimiento inteligente. —Tienes tu arma ahí —dijo apuntando a su lado, Ffaram observó sus garras con curiosidad preguntándose si lo que había sentido presionando su cuello no habrían sido esas garras en vez de sus dientes—. Vete y no vuelvas, niño hume, la próxima vez puede que no tengas la suerte de salir con vida. No pudo añadir nada, la viera desapareció con la complicidad del bosque. Ffaram querría haberle preguntado si algún día podría volver a verla. Se prometió a sí mismo que volvería convertido en alguien diferente, en alguien más valiente. Ffaram moría allí, se convertiría en alguien digno del nombre que acaba de elegir: Balthier.

Fin

Notas de la autora: ¡Hola! Como no sabemos cómo se conocieron este par me he tomado la libertad de inventarle un primer encuentro.
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