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Capítulo 6: Reina Madre Kelia lo sabía, tarde o temprano los ángeles buscarían un pretexto para seguir sometiendo a los demonios con gran tiranía y así obtener una mayor cantidad de Materia Oscura. Conocía el caso de Elimona, un ángel expulsado del Paraíso por su malsano placer de torturar a los humanos. Los demás seres alados se habían hecho de la vista gorda ante sus acciones, ya que sólo esperaban el momento adecuado en que los llamase. Necesitaban una excusa válida para irrumpir en el Mundo de los Demonios. En cambio, Kelia, fue exiliada del Paraíso muchos años antes, por el simple hecho de llevarse bien con los demonios y enamorarse de uno de ellos. Al principio, le propusieron perdonarla si les ayudaba en la conspiración, sin embargo, ella conocía perfectamente sus malas intenciones. Por lo tanto, le dio la espalda a los de su raza, marchándose con el que sería su marido y padre de Kucabara, Legato y Bird: El Rey del Mundo de los Demonios. Kelia había conocido al padre de Kucabara cuando ella comenzó a desempeñarse como la mensajera del Paraíso para la recolección de Materia Oscura. Por aquel entonces, el Rey salía de su luto por la muerte de su primera esposa. Con su fallecimiento, dejó dos niños huérfanos y a un Soberano afligido por la gran carga emocional. Y para empeorar las cosas, los ángeles habían aumentado la cuota de Materia Oscura. Eso significaba que debía tomar decisiones más difíciles y dar órdenes aún más crueles a sus subordinados, para que los infiernos generaran el tributo solicitado. A pesar del peso sobre sus hombros, el Rey se dio otra oportunidad para amar a un ángel, quien le correspondió aceptando el destierro del Paraíso. Kelia se convirtió en reina y madre, sin embargo, la naturaleza no sólo juega con los humanos. Kucabara nació con gran poder, Legato era débil y la pequeña Bird, enfermó y murió a los cinco años. Así son las cosas a veces y el Rey lo sabía, por eso no podía permitirse flaquear. La decisión que tomó después de la muerte de su hija Bird fue muy dura: Le pidió a Kelia que se marchara para que él pudiera ser duro con sus hijos y que éstos se hicieran más fuertes. Ella comprendió y se mantuvo a distancia, siempre observando y esperando. Sabía que su alejamiento sería difícil para los niños, pero era necesario que Kucabara se hiciera más fuerte y cruel, ya que tenía el poder necesario para cambiar el Mundo de los Demonios y liberarlo de la opresión de los ángeles. Tiempo después, cuando se enteró del asesinato de sus hijastros, supo que el plan de los ángeles comenzaba su marcha. Si Kucabara no se convertía en el digno heredero que su padre quería, Legato tomaría su lugar como sucesor. Sí, el pequeño y tierno Legato era diferente a su hermano, tenía más parte de demonio que de ángel. A pesar de ser tan puro como Kucabara, era muy diferente a él, si de tomar decisiones se trataba. Legato supo ponerse al nivel que su padre le pidió e hizo todo lo que estuvo a su alcance para liberarse de la dictadura celestial, incluso, sacrificar a su familia y destruir el Mundo de los Demonios. Kelia no pudo detener la pelea entre sus hijos, pero sabía que los amigos de Kucabara podrían ayudar. Elimona perdió la batalla, pero hirió de muerte a Legato y los ángeles ya habían llegado para ejecutar a los demonios. Quedó desconcertada al ver como su primogénito era llevado al Paraíso. No obstante, se tranquilizó al pensar que por fin Dios intervendría al ver las acciones de sus servidores alados. Rápidamente llegó a donde estaba su hijo Legato y lo acomodó en su regazo. Sacó de entre sus ropas un pequeño frasco que contenía una sustancia muy oscura, era la variante de la pócima Apocalips. —¿Quién es usted y porqué ayuda a Legato? — escuchó a alguien preguntar. Levantó el rostro y miró a Bichula, el mejor amigo de su hijo Kucabara. Kelia notó su ira, pues Legato lo había herido de gravedad hace poco, así que volvió la vista y contestó. —Soy Kelia, la madre de Kucabara y Legato, sé lo que te hizo mi hijo, pero, antes que nada, te pido que escuches a tus amigas, ellas ya conocen la verdad. — No intentaría dar razones al demonio dragón, era mejor que sus amigas lo pusieran al tanto. —Bébelo, toma lo más que puedas— dijo preocupada, consiguiendo que su hijo ingiriera varios tragos con dificultad. El joven Rey la contempló por un par de segundos antes de caer desmayado. En ese momento, se acercó Samus inquieta, preguntando por la salud de Legato. —Si la persona no ha muerto, esta sustancia tiene la capacidad de sanar cualquier herida, pero lo hace lentamente— respondió Kelia. Después la chica le explicó todo a Bichula y sólo tuvo que confirmar que era un ángel caído. Observó como aparecía una mueca de sorpresa en el pequeño demonio. Un fuerte movimiento del suelo los hizo reaccionar a todos, tenían que alejarse de ahí. Legato aún reposaba en su regazo cuando el Shinigami Sugal se aproximó a ellos y, sin mediar palabra alguna, lo cargó en brazos mientras les señalaba un medio de escape formado por sus navajas. Kelia le sonrió agradecida e inmediatamente se fueron del lugar. Ya en la torre, una sensación casi instintiva la obligó a mirar al cielo, momento en el cual, un gigantesco rayo dorado se desplegaba sobre ellos y por encima del territorio que alcanzaban a ver. La luz desapareció después de unos segundos, pero Kelia ya sabía lo que eso significaba. Se alegró de ver como las enormes columnas de Materia Oscura se elevaban y desaparecían en el cielo. —Se trata de Dios, está deteniendo la destrucción de éste mundo— dijo, consiguiendo que todos voltearan a verla. —La Materia Oscura que Legato hizo explotar, se extendió, provocando el colapso del Mundo de los Demonios. Sin embargo, existe un método en el Paraíso capaz de absorber el exceso de dicha sustancia, el cual sólo puede ser activado por Dios. — Kelia los vio sonreír a todos, era una nueva oportunidad para empezar de nuevo. El mundo en el cual decidió vivir años atrás, estaba a salvo y ahora buscarían la manera de quitarse de encima a los ángeles para siempre. Por ahora, ya tenían el apoyo de Dios y sin duda, Kucabara estaba detrás de ello.***
Continuará…