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MENÚ NAVIDEÑO
Pavo: Escribir un fanfic donde el protagonista olvidó comprar el pavo y va a conseguirlo a última hora. Encuentra uno, pero es el último, así que se pelea con todos para llevárselo. Fanfic en su mayoría de comedia.:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:
Capítulo 1: Pavo Casa de Momo Ayase. La risa de Turbo Abuela se oyó por toda la estancia, llamando la atención de Momo y Takakura, quienes hacían sus deberes escolares sobre la mesa de la cocina. —¡Estás loca Seiko, ese tipo de comida no se consigue aquí! — se burló la youkai atrapada en su recipiente gatuno. —Y aunque consiguieras ese pavo, dudo que puedas prepararlo adecuadamente. — —¡¿Me estás retando maldita gata?! — la mujer se puso de pie, intentando patear a Turbo Abuela. Hasta hace un momento, ambas habían estado tranquilas viendo el nuevo programa de cocina que comenzó su transmisión esta semana, teniendo una sección dedicada a platillos extranjeros. La receta de hoy: Pavo navideño, la tradicional comida que se preparaba en Europa y Occidente para celebrar la navidad. Si bien, Japón tenía costumbres diferentes, no estaba exento de la influencia extranjera. Además, a Seiko Ayase también le gustaba preparar cosas nuevas de vez en cuando. Y claro, el programa televisivo también se encargaba de presentar magníficamente los platillos. La youkai esquivó fácilmente la patada, pues ya conocía las reacciones de la médium. —Dudo que puedas comprar un pavo a tiempo, hoy es 24 de diciembre, todo está saturado de gente, y tú no eres la única que quiere probar alimentos extranjeros— la gata sonrió cínica, buscando provocar a la mujer. —Eso ya lo veremos— Seiko entornó la mirada, aceptando el reto implícito de Turbo Abuela. Giró la vista hacia los adolescentes, quienes continuaban con su tarea. —¡Momo, cuatro ojos, vengan aquí! — Los mencionados respingaron ante la repentina llamada. —Abuela, estamos ocupados, mañana debemos entregar… — —¡No importa! — interrumpió la exorcista. —Necesito que vayan al centro de la ciudad, les tengo una misión muy importante. — —Pero señora Ayase— habló Takakura. —En estos momentos, el centro de la ciudad está lleno de compradores y turistas, tardaremos horas en ir y regresar. — —Transfórmate mocoso, lleva a Momo en tu espalda y consigan un pavo grande— ordenó, al mismo tiempo que buscaba dinero en un cajón. —La tienda Konbini se especializa en productos extranjeros, ahí podrán conseguirlo. — —¡Idiota, mis poderes no son para hacer las compras! — gruñó Turbo Abuela, saltando directo a la cara de Seiko para rasguñarla. Pero la mujer mayor fue más rápida, atrapándola en el aire, para luego arrojarla contra Okarun. Esto provocó que el chico cayera de espaldas al suelo, con todo y gata en la cara. —Llévenla con ustedes, ya me hartó su impertinencia— Seiko le entregó el dinero a su nieta, para luego dirigirse a la cocina. —Yo me encargo de preparar lo demás, y otra cosa, asegúrense de conseguir un pavo ahumado— advirtió con seriedad. Momo rodó los ojos, pero asintió. —De acuerdo, pero sólo porque también tengo curiosidad de probar lo que comen en Occidente en estas fechas— miró a Takakura, quien ya estaba de pie, con Turbo Abuela en su hombro. —Okarun, vámonos. — El muchacho no tuvo más opción que ir. Después de todo, pasaba más tiempo en esa casa, que en la suya. Salieron a la calle y Takakura procedió a cambiar a su forma sobrenatural. Posteriormente, Momo subió a su espalda, mientras Turbo Abuela se acurrucada en la capucha de su chamarra. La youkai no dijo nada más, después de todo, comía gratis y Seiko cocinaba muy bien. Simplemente, le gustaba molestarla de vez en cuando. … Centro de la ciudad. Gracias a la increíble velocidad de Okarun, llegaron en menos de media hora al saturado distrito comercial. La tienda Konbini se ubicaba en una plaza cerca del centro de la ciudad, y a esa hora, ya había mucho movimiento de gente por todos lados. —Será mejor apresurarnos— dijo Momo, señalando la entrada de la plaza y unos vistosos letreros anunciando grandes descuentos en alimentos. —Hay ofertas, y eso significa que podríamos no conseguir un pavo. — —Ayase, tengo una idea— sugirió Takakura. —Vayamos por el estacionamiento, uno de sus accesos lleva directo a la puerta posterior de la tienda, más cerca del área de comida. — —Buena idea Okarun, vamos. — Todos se encaminaron al sitio, entrando por el área de estacionamiento, atravesando los pasillos llenos de vehículos. Pero, cuando se aproximaban a las escaleras eléctricas que los llevarían al acceso posterior de la tienda, recibieron una advertencia. —Atención mocosos— la gata se asomó desde la capucha. —Siento una presencia sobrenatural muy cerca. — Ambos se pusieron en alerta. —No puede ser, ¿Por qué precisamente viene a molestar en éste momento? — gruñó la chica. Takakura se acomodó los lentes, mirando de un lado a otro, buscando al posible enemigo. Pero sólo vieron a un hombre de mediana edad, vestido de traje, saliendo de su automóvil. Éste les dirigió una mirada de desagrado, la cual tuvo un repentino cambio de color al anaranjado brillante, que sólo duró un segundo. Pero, tras cerrar la puerta de su carro, lo único que hizo, fue correr hacia las escaleras. —Es él— dijo Turbo Abuela. —Se trata de un Gaki. — Los jóvenes se miraron entre sí, sorprendidos. No esperaban encontrarse con un fantasma hambriento en plena ciudad. —Yo pensé que los Gaki sólo existían en China y que aparecían únicamente en el festival dedicado a ellos— mencionó Ayase. —Que ignorante eres mocosa— regañó la gata. —Hay fantasmas muy antiguos, que han logrado acumular bastante poder, siendo capaces de materializarse en la forma de un humano tangible, sin depender de una fecha especial, y obviamente, no se quedan en China. — —¿Eso significa que puede atacarnos o devorarnos? — preguntó el chico. —Puede hacerlo, pero serían muy idiotas si lo permiten— la youkai se reacomodó en la capucha, tomando una posición relajada. —Pero como no mostró interés en ustedes, supongo que su objetivo es otra cosa, así que dejen de perder el tiempo y consigan ese pavo. — … Momentos después, los jóvenes intentaban llegar al área de productos cárnicos, pero había tanta gente estorbando con sus carritos de compra, que resultaba imposible acercarse. —Turbo Abuela, salta sobre aquel estante y dinos si puedes ver dónde están los pavos— solicitó Momo. La youkai resopló fastidiada, pero lo hizo. Después de todo, aquel recipiente felino era fácil de manejar y tenía la ventaja de atraer la buena suerte. —Les tengo malas noticias mocosos— dijo la gata, tras caminar un poco sobre el anaquel y localizar el exhibidor de carnes. —Se están llevando todos los pavos, ya quedan muy pocos. — —¡No puede ser, debemos apresurarnos! — Ayase tomó de la mano a Takakura, y sin la más mínima consideración, empezó a abrirse paso entre la gente, empujando y dando codazos a diestra y siniestra. —¡Espera Ayase, eso es muy grosero de tu parte! — recriminó el chico, sin poder evitar que lo arrastrara con ella. —¡No tenemos tiempo para ser amables Okarun! — Momo continuó empujando, sin importarle las quejas de los otros clientes. —Tú aún no conoces bien a mi abuela, ella es muy enojona cuando no consigue preparar el platillo que le obsesiona. Si regresamos sin el pavo, es capaz de dejarnos sin comer, ni cenar. — —Ayase, no creo que tu abuela haga eso, estás exagerando y… — —¡Oigan tontos!, ¡Sólo queda un pavo! — gritó Turbo Abuela. Los adolescentes alcanzaron el pasillo justo a tiempo para ver que, efectivamente, sólo quedaba un pavo en el exhibidor de carnes. Corrieron para alcanzarlo, pero en ese instante, alguien más lo tomó, colocándolo en su carrito de compras. Les daba la espalda, así que no veían de quién se trataba. —¡Oh no, ese hombre se quedó con el último pavo! — dijo Takakura con preocupación. —¡No si yo hago esto! — la chica desplegó su poder psíquico. Las manos espirituales se dirigieron hacia el carrito de aquella persona, sujetando hábilmente el pavo, para luego hacerlo flotar en el aire. Cualquiera se hubiera asustado al ver eso y luego habría corrido despavorido. Sin embargo, los adolescentes vieron con asombro que el hombre tomaba el ave y la arrebataba de la técnica de Momo. —¡¿Pero qué…?! — la sorpresa fue enorme para ella, pues no cualquiera podía interferir con sus habilidades psíquicas. —¡Ese hombre es…! — Takakura se ajustó los lentes, tragando saliva despacio cuando el mencionado giró despacio hacia ellos. —¡Es el Gaki! — Efectivamente, se trataba del fantasma hambriento que vieron en el estacionamiento. Éste los miró con una sonrisa burlona, a la vez que mostraba una boca llena de colmillos afilados. —¡¿No sé supone que los Gaki son esqueléticos, de boca pequeña y con estómagos abultados?! — interrogó Momo. —Niña tonta, ese Gaki tiene la capacidad de disfrazar su apariencia— reveló Turbo Abuela, saltando al hombro de Ayase. —Y por lo que veo, se ha adaptado a comer alimentos humanos. — —Eso significa que quiere el pavo para sí mismo— concluyó Takakura. —¿Qué haremos? — —¡Arrebatárselo! — la joven exorcista desplegó nuevamente su energía psíquica. —¡Oye tú, danos ese pavo, no es comida para fantasmas! — El Gaki mantuvo una sonrisa divertida, sujetando el pavo con mayor firmeza. —¡Es mío, y no pienso compartirlo con nadie! — Acto seguido, evadió las manos espirituales de un ágil salto, alcanzando un anaquel elevado. Entonces comenzó a huir, brincando de un lado a otro, rumbo a la salida. —¡Persíganlo, mocosos idiotas! — ordenó la gata. —¡Quiero probar ese pavo, y un maldito hambriento no lo va a impedir! — Ambos obedecieron, pues no podían perder el último pavo de la tienda. Takakura se transformó y Momo subió a su espalda rápido. —¡Vamos, si sale de la plaza, lo perderemos! — —Que fastidio— se quejó Okarun, saltando hacia el anaquel, para luego correr tras el Gaki. La persecución dio inicio y casi pasó desapercibida para los demás visitantes del lugar, pues sólo vieron a un par de adolescentes, y un muñeco de gato, correr detrás de un pavo flotante. El Gaki se había vuelto invisible, pero no consiguió ocultar el ave, por lo que la escena era extraña e hilarante para las personas que los vieron, pues creyeron que se trataba de un espectáculo ideado por la tienda Konbini. Quizás eso era lo mejor. El fantasma hambriento logró alcanzar la salida, tomando rumbo hacia el otro lado de la plaza. El trío lo seguía muy de cerca, pues Okarun podía igualar su velocidad sin problema. —¡Malditos humanos! — gruñó el Gaki al darse cuenta que le pisaban los talones. De pronto, algo comenzó a frenarlo. La técnica espiritual de la chica había conseguido sujetar de nuevo el ave. —¡Danos ese pavo! — gritó Ayase, usando toda su fuerza para remolcarlo, al mismo tiempo que Okarun frenaba. El Gaki perdió el equilibrio y terminó siendo arrojado, con todo y pavo, a una fuente decorativa del lugar. El agua hizo que perdiera su invisibilidad, quedando a la vista otra vez. —¡Es suficiente! — Momo bajó de la espalda de Okarun, manteniendo activa su técnica para sacar el pavo del agua. —¡Ríndete, o haré que mi amigo te desintegre de un sólo golpe! — El chico tomó una posición de arranque para que, a la primera señal de Momo, embestir al fantasma con su poderosa velocidad. —¡Te lo mereces estúpido Gaki! — se burló Turbo Abuela, desde el hombro de Ayase. —¿Para que diablos quieres ese pavo, si ustedes sólo comen cadáveres y mierda? — El fantasma salió de la fuente, sacudiendo sus vestiduras. Los miró con molestia, sin disimular sus ojos anaranjados y sus colmillos puntiagudos. —Por si no se han enterado, estamos en el siglo XXI, eso de comer cadáveres ya no es tan fácil— se cruzó de brazos. —Ahora los humanos prefieren cremar los cuerpos, o enterrarlos demasiado profundo, ¿Creen que es sencillo escarbar tierra apretada y mover lápidas pesadas?, imbéciles. — Momo y Okarun se miraron entre sí, sin saber qué decir. En cambio, la gata volvió a soltar otro comentario mordaz. —Puedes comer mierda y dejar de robar la comida de los demás. — —Cómetela tú si tanta hambre tienes— levantó una mano hacia ellos, mostrando groseramente su dedo medio. —Además, mis gustos culinarios han evolucionado en el último siglo, ahora me gusta ingerir alimento humano, crudo o artificial— se relamió los labios. Entonces, en un rápido movimiento, el Gaki se aferró al pavo una vez más, comenzando un forcejeo con las manos espirituales de Momo. —¡Suéltalo! — gritó ella, sin ceder ni un centímetro. —¡Yo lo vi primero! — —¡Éste alimento es para humanos, ya está previamente cocido! — Ayase miró a Okarun, quien se mantenía quieto. —¡Haz algo! — —¿En serio eres capaz de ingerir comida procesada? — quiso saber Takakura, volviendo a la normalidad. El Gaki hizo un gesto de confirmación. —Creo que puedo ayudarte, si nos dejas el pavo, te llevaré a un lugar donde podrás devorar todos los alimentos procesados que gustes. — El fantasma hambriento soltó el pavo en un santiamén, provocando que Momo cayera de espaldas, junto con Turbo Abuela, y que el pavo saliera disparado hacia una jardinera. El ave rebotó contra los arbustos y luego rodó por el piso. Aunque estaba recubierto con su forro de plástico blanco, era obvio que se estaba dañando. —¡Mira lo que hiciste maldito fantasma! — gruñó la chica, corriendo para levantar el pavo y sacudirlo un poco. —Ya no me interesa— el Gaki se alzó de hombros como si nada. —Muchacho, llévame a donde dijiste. — Takakura asintió, ajustando sus lentes. —Ayase, tú y Turbo Abuela regresen a casa con el pavo, yo llego más tarde. — —Ten cuidado Okarun, si notas algo raro con éste tipo, golpéalo— Momo le enseñó el dedo medio de su mano al Gaki. —¡Ayase, que grosera! — reprochó el chico. El fantasma hambriento soltó una risita cínica, mirando a la adolescente con burla. —Será mejor que te apresures a cocinar ese pavo, niña ignorante, la carne descongelada empieza a pudrirse más rápido. — —¿Qué? — En ese momento, se dieron cuenta de su error. Momo palideció al leer la etiqueta: Pavo natural. —¿Cuál es el problema? — cuestionó Turbo Abuela. —No huele mal la carne. — —Creo que esto no le gustará a la señora Seiko— murmuró Takakura. —¡No puede ser!, ¡¿Pasamos por todo esto para obtener un pavo crudo?! — Momo hizo una mueca derrotada. —Deja de quejarte mocosa, sólo dile la verdad a Seiko y ya— masculló la gata, brincando a su capucha para acomodarse y tomar una siesta. —Mi abuela nos dejará sin comer— la chica empezó a caminar rumbo a la salida de la plaza. Takakura soltó un suspiro bajo y luego miró al Gaki. —Vamos, hay una procesadora de alimentos en la zona industrial de la ciudad. — El fantasma hambriento se relamió los labios, ansioso. Retomó su disfraz de hombre común y siguió al adolescente. … Más tarde. Okarun regresó un par de horas después, ya que no quiso usar su velocidad sobrenatural para llegar antes. —¿Ayase?, ¿Por qué estás afuera? — preguntó, sorprendido al verla sentada en el patio. —Mi abuela hizo todo un drama por el pavo crudo— soltó una exhalación cansada. —A pesar de que le expliqué lo del Gaki, dijo que eso no era escusa para no fijarnos en que el pavo no era ahumado. Ahora tiene que cocinarlo desde cero, lo cual le tomará horas, así que no habrá comida ni cena para nosotros. — El chico hizo una media sonrisa. La señora Seiko era impredecible, así que, por si las dudas, compró unos onigiris, por si se quedaban sin comer. —¿Quieres? — Takakura se sentó junto a ella, ofreciendo el alimento. —Gracias Okarun— sonrió con ternura. Pasaron un par de minutos en silencio, comiendo tranquilamente. Entonces, un llamativo aroma atrapó su atención. —Huele delicioso— dijo Momo, terminando de comer el último onigiri. —Debe ser el pavo, apenas está cociéndose en el horno, tendremos que esperar algunas horas. — —Bueno, después de todo, valdrá la pena la espera— Ayase volvió a olfatear, imaginando lo bien que podría saber aquella carne. Ambos chicos entraron a la casa para continuar con sus deberes escolares, viendo de paso que, Turbo Abuela y Seiko discutían si debían añadir aderezo a la guarnición de verduras.***
Continuará… Gracias por llegar hasta aquí. No escribiré todos los temas del menú, pero sí alguno que otro para lo que resta del mes. 20/Diciembre/2024