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Era el amanecer de un hermoso día en la aldea de Konoha. Los aldeanos comenzaban a salir de sus hogares para comenzar un nuevo día laboral, los niños iban camino a la Academia Ninja y los equipos ninja concurrían a la Torre Hokage, para tomar las misiones que se les encomendarían ese día. En la entrada de la aldea, los ninjas a cargo del control de ingreso, comenzaban a prepararse para abrir las gigantescas puertas principales, pero antes de siquiera empezar a mover las pesadas puertas, dos gigantescas explosiones se escucharon a la distancia en lados opuestos a las puertas principales. Los guardias y centinelas que custodiaban los altos muros no alcanzaron a reaccionar a las explosiones, cuando cayeron muertos por atacantes que nunca vieron llegar. Mientras, en el lugar de las explosiones reinaba el caos. Cientos de metros fueron arrasados por la onda expansiva de las explosiones. Destrucción, heridos, mutilados y muertos fue el resultado del ataque. Entonces, antes siquiera de poder comenzar a atender a los heridos, una enorme fuerza de ninjas invasores ingresó a la aldea, matando a todo aquel que se le cruzara en su camino, fuera hombre, mujer o niño. Una vez establecido un perímetro, un grupo selecto de ninjas enemigos realizaron Kushiyose no Jutsu, haciendo aparecer en medio de nubes de humo a enormes bestias convocadas, que comenzaron a atacar y desbaratar el insipiente contraataque defensivo de los ninja de Konoha. Los siguientes minutos fueron caóticos, pero pese a todo, los valientes ninjas de Konoha lograron frenar el avance de un enemigo del que el servicio de inteligencia de Konoha, no tenía conocimiento. Aun así, ese pequeño alto en el avance de la fuerza invasora dio tiempo para poner en marcha el plan de evacuación y todos los no combatientes fueron trasladados prontamente a los refugios, guiados por los maestros de la Academia, junto con los Genin menos experimentados. Mientras eso ocurría en la retaguardia, al frente, el resto de los ninjas más experimentados se dirigían a los destruidos muros, para plantarle cara al enemigo. A las afuera de los muros de Konoha, en una posición más cercana y de pie sobre la rama de un gran árbol, Naruto observaba extasiado como columnas de humo y fuego se levantaban desde distintos sectores de la aldea. Sus ojos cobraron un rojo aún más intenso, dejando ver un odio y crueldad infinitos. En su rostro apareció una sonrisa perversa. Miró a sus dos fieles guardaespaldas y los ninjas que esperaban sus órdenes para atacar. Asintió con la cabeza. Había llegado su momento de regresar a Konoha. Mientras, dentro de la aldea, luego de extenuantes minutos de lucha, los ninjas de Konoha habían logrado frenar un poco el avance de los enemigos, pero en ese momento una nueva explosión remeció todo en cientos de metros a la redonda. Las puertas principales de la aldea habían literalmente volado por aires, por causa de una explosión que al igual que las dos anteriores, destruyó y mató a todo el que estuviera cerca. Segundos después un nuevo grupo de ninjas invasores ingresó a la aldea, comenzando una nueva sangría en las fuerzas de Konoha. Por entre el grupo de ninjas uno destacó sobre el resto de forma inmediato. El ninja era de un porte respetable, vestido íntegramente de negro, con un Aori rojo con diseño de llamas negras en la parte baja, cargando una Katana en la espalda. Caminaba con arrogancia, mirando con diversión la destrucción y muerte a su alrededor, siendo flanqueado en todo momento por dos hermosas kunoichi. Varios ninjas intentaron atacarlo, pero él hombre no se inmutó, las dos kunoichi que lo escoltaban mataron a los ninjas antes de que llegaran hasta su señor. Un ninja de cabello gris con un peinado que desafía la gravedad, le prestó atención al ninja de negro y se dio cuenta de que podía ser el líder. Le hizo una seña a los dos Jounin vestidos de verde que lo acompañaban y estos asintieron sin dudar, yendo detrás de él. El trío de Jounin saltó cortando el paso al ninja de negro y sus escoltas, momento en que el peligris pudo por ver por primera vez el rostro del hombre y sintió un vació en el estómago. Cabello rubio y alborotado, tres marcas en cada mejilla que asemejaban bigotes y un rostro que se asemejaba demasiado al de su antiguo Sensei, Minato Namikaze. Solo había una persona en todo el mundo que podía responder a esas características. — Naruto — fue todo lo que pudo decir un incrédulo Kakashi, causando que sus acompañantes de temática verde quedaran tan impactados y sorprendidos como él, al ver frente a ellos a un clon del héroe de Konoha: Yondaime Hokage. — Tanto tiempo sin verte, Kakashi-Sensei — respondió el rubio con una sonrisa cínica. Los tres ninjas quedaron impactados ante la visión que tenían frente a ellos, la visión de un ninja rubio totalmente distinto a lo que ellos recordaban, un ninja con una sonrisa cínica y siniestra, junto con unos ojos de un inquietante color rojo, que dejaban ver un odio que les heló la sangre. Solo Lee fue capaz de articular algunas palabras. — Naruto-Kun. ¿En verdad eres tú? — preguntó aun incrédulo el más joven de los Jounin. El ninja rubio le dedicó una seria mirada al clon de Maito Gai, antes de ampliar un poco más su ya de por si, siniestra sonrisa. — Cejotas, Gai-Sensei, también es un placer volver a verlos. De hecho, me alegra que estén aquí. Quisiera presentarles a mis dos acompañantes — dijo Naruto, haciendo un gesto para que las dos kunoichi que lo escoltaban dieran un paso al frente — Gai-Sensei, Cejotas, les presento a Maya y Takako — añadió, mirando seriamente a los dos aludidos. Kakashi estrechó los ojos ante las dos kunoichi frente a él, que le estaban dando una mirada depredadora a Gai y Rock Lee. Estrechó los ojos al darse cuenta de que le sonaban de alguna parte. Maya era una hermosa pelirroja con un lunar bajo el ojo derecho. Llevaba un kimono de batalla blanco, con hermosos bordes y diseños en dorado, sujeto por un grueso cinto de cuero rojo, con incrustaciones de oro, amarrado con un condón también de oro. La parte baja era corta, dejando a la vista la mayor parte de sus largas y hermosas piernas, enfundadas en sandalias ninja con espinilleras. Sus manos estaban enfundadas en guantes sin dedos de color rojo, con protecciones metálicas en el dorso, dándole un aire demasiado sexy y mortal, sobre todo cargando esa enorme guadaña, conectada con una gruesa cadena a su brazo derecho. Takako era tanto o más hermosa que Maya. Tenía una cabellera color ceniza, tomada en una coleta. Vestía un traje táctico ajustado de cuerpo entero, que marcaba todas sus curvas. Era de color gris oscuro con líneas en gris claro y rojo. Tenía piezas de armadura en caderas, torso, hombros, brazos y espinilleras, todo con diseños en color rojo y negro. En su espalda cargaba dos katanas con el mango de color rojo. Fue entonces que Kakashi abrió grande su único ojo visible, cuando finalmente reconoció a las dos kunoichi que tenía al frente. Eran Maya Usagiyama y Takako Nishi, ambas kunoichi renegadas de Rango S, con un gigantesco reguero de sangre y muerte a sus espaldas y una recompensa descomunal por sus cabezas en el Libro Bingo. Kakashi estaba por hablar para advertir a sus compañeros, pero Naruto se le adelantó con una única palabra: “Mátenlos” En menos de un parpadeo Maya y Takako ya estaban sobre unos apurados Gai y Lee, que a duras penas evitaron ser cortados en trozos por una enorme guadaña y dos katanas. Kakashi hizo el amago de ayudar, pero pronto se vio bloqueando el ataque de una katana usando la protección de metal del dorso de uno de sus guantes, evitando por poco que le cortaran la cabeza. No pudo evitar gruñir al efectuar el bloqueo, ya que tuvo que usar toda su fuerza y aun así el impacto lo arrastró hacia atrás unos cuantos metros. El ataque de Naruto se sintió como ser golpeado por una patada de Gai. — ¿A dónde crees que vas, Kakashi-Sensei? Recién nos reencontramos y ya me estás abandonando. Me siento ofendido — dijo Naruto con esa sonrisa cínica y una penetrante mirada. Kakashi estrechó su ojo visible, sosteniendo la penetrante y ahora escarlata mirada de su antiguo alumno. Podía escuchar la pelea de Gai y Lee a poca distancia de él. Si esas kunoichi eran todo lo que decía el Libro Bingo y las historias que él mismo había escuchado de ellas, sabía que su amigo y su alumno no lo iban a tener fácil. Hubiera querido ir a ayudarlos, pero ahora él estaba en problemas aún mayores. — ¿Te preocupa Gai-Sensei y el Cejoras? — preguntó Naruto, aumentando la presión de su espada, comprometiendo aún más la posición de Kakashi — No te preocupes. Maya y Takako los trataran bien. Es una promesa. Kakashi logró forzar un escape y retroceder, pero pronto se vio usando la protección del dorso de sus guantes una y otra vez para frenar los ataques de Naruto, que apenas le dejaban margen para defenderse. — Naruto, tú… ¿Tú está detrás de este ataque a Konoha? — logró preguntar Kakashi. — ¿Realmente tienes que preguntar eso? — preguntó el rubio, incrédulo. — ¿Cómo? Te buscamos por años, pero nunca… — Nunca me encontraron — finalizó Naruto, dándole una mirada divertida al ninja peligris — No olvides que estás ante el ninja que pintó el monumento a los Hokage en pleno día y ante las narices de todos. Si no quiero ser encontrado, entonces no me encontraran. Por eso destruí el Pergamino de Invocación de los Sapos. No quería que a algún inteligente se le ocurriera convocarme a la inversa. — Naruto. Realmente te desconozco — dijo Kakashi, no pudiendo congeniar la visión de ese hombre lleno de odio, con ese niño escandaloso y alegre, que gritaba a los cuatro vientos que algún día sería Hokage. De solo pensarlo sentía que su corazón se partía — ¿Por qué hacer esto? — preguntó. Una vez dijo esas palabras, Kakashi supo que había cometido un error. La cara de Naruto se deformó de ira, mientras sus ojos literalmente brillaban como si fueran brasas. Su instinto asesino se filtró de una forma tan opresiva, que el ninja peligris apenas podía respirar y por poco cae de rodillas al suelo, sus piernas apenas manteniéndolo de pie. — ¿¿Y aún tienes el descaro de preguntar: “por qué”?? — rugió Naruto. Solo los reflejos adquiridos a lo largo de toda una vida en las filas Shinobi, salvaron a Kakashi de ser cortado en dos por el filo de la katana de su antiguo alumno. Segundos después, para su total sorpresa, Kakashi se vio en la increíble situación de estar luchando por mantenerse con vida y lo estaba logrando por un margen cada vez más estrecho. — Toda mi vida luché por demostrarles mi valía a todos en esta maldita aldea. ¿Qué recibí a cambio por todo mi esfuerzo? ¿¿Qué recibí a cambio?? — rugió Naruto cortando en dos a Kakashi, solo para revelar un tronco. Kakashi no alcanzó a levantar la banda sobre su cabeza para exponer su Sharingan, cuando el puesto ambulante detrás del que se ocultó luego de hacer un reemplazo, estalló en pedazos gracias a un potente Rasengan, que dejó un cráter en el lugar. — ¡¡Respóndeme, Kakashi!! — ladró Naruto, mirando con sus ojos como brazas ardientes al ninja peligris, que estaba casi petrificado por lo intenso del instinto asesino del rubio, pero él no había terminado de hablar — Salvé a esta maldita aldea de Orochimaru, ¿Y cómo me pagaron? ¡¡TRATARON DE MATARME!! Me apedrearon, me patearon, me escupieron, me clavaron cientos de kunai, shuriken y senbon por todo el cuerpo, me atravesaron con un Ninjato… ¡¡Y LUEGO ME QUEMARON VIVO!! Kakashi miraba en estado de shock al rubio que gritaba su odio frente a él. Su rostro deformado en una máscara de ira, ojos rojos ardientes como llamas y un instinto asesino tan potente, que le recordaba al que sintió del Kyubi hace ya tantos años. Entonces Naruto desapareció y él fue lanzado a decenas de metros, cayendo y rodando por el suelo como si fuera un muñeco de trapo. Trato de levantarse, pero un profundo corte le atravesaba el pecho. Apretó los dientes para acallar un gemido de dolor, llevando una mano al pecho. De inmediato sintió como la sangre escurría en gran cantidad por entre sus dedos. El corte era muy profundo. Trató de ponerse de pie una vez más, logrando solo quedar sentado de rodillas en el suelo, jadeante, mirando a Naruto a unos metros de él, con la Katana chorreando sangre, mientras que caminaba de un lado a otro como si fuera un animal enjaulado. — Siempre fue lo mismo con todos ustedes. Despreció y odio — continuó hablando un furioso Naruto — ¡¡ESTA GENTE INTENTÓ MATARME TANTAS VECES QUE HASTA PERDÍ LA CUENTA!! — gritó el rubio. — No puedes condenarlos a todos por los actos de algunos, Naruto — dijo un descorazonado Kakashi. — ¡Ya no soy Naruto! — dijo el rubio mirando con odio a su antiguo maestro — Uzumaki Naruto murió hace siete años, el día que lo quemaron vivo. Ahora, puedes llamarme “Dark”. Kakashi abrió grande su único ojo visible. ¿Dark? ¿Naruto es Dark? ¿El líder de la organización criminal más poderosa y temida en todas las Naciones Elementales? ¿El hombre que derribó Akatsuki y destruyó Amegakure? ¿Ese Dark? El Jounin sintió un vació en el estómago ante esa revelación. Si eso era cierto, entonces… Kakashi no pudo seguir analizando las cosas, ya que un par de cuerpos cortados en trozos cayeron frente a él. Eran Gai y Rock Lee. Tras los cuerpos de su amigo y su discípulo aparecieron dos figuras más. — Reconozco que Maito Gai tenía bien ganada su fama, pero no fue suficiente — dijo Maya, que se veía bastante golpeada y algo ensangrentada. Su kimono de batalla había visto tiempos mejores, pero aun así, esbozaba una sonrisa de satisfacción en los labios, mientras limpiaba la sangre del filo de su guadaña con un paño. — Pues yo no pude divertirme tanto como tú. El clon de ese tipo Gai, no era tan bueno como creí — dijo Takako, también algo golpeada y con varias partes de su armadura destruida. Le dio una mirada burlesca a Kakashi y sacudió la sangre de sus katanas. — ¡¡MALDITAS!! — gritó de pronto Kakashi, haciendo el amago de saltar sobre las kunoichi que habían matado a su amigo y su discípulo, pero el profundo corte el en pecho le impidió levantarse, cayendo de bruces al suelo. El ninja peligris apretó los dientes mientras jadeaba producto del abrazador dolor que le cubría el pecho y el líquido caliente y rojo que escurría entre sus dedos. El corte en su pecho era mucho más profundo de lo que creyó y el dolor tan fuerte que prácticamente no podía moverse. ¿Tan rápido era Naruto, que hasta él no pudo ver su movimiento y consiguiente ataque? Levantó la cabeza aguantando el dolor, solo para sentir el filo de una guadaña y una katana en su cuello. Maya estaba a su izquierda sonriendo con burla mientras sostenía su guadaña. Takako sonreía de igual manera sosteniendo hacia él una de sus katanas. Un poco más atrás, Naruto lo fulminada con la mirada, su odio prácticamente palpable. — Quería ser Hokage más que nada en este mundo. Tú lo sabes Kakashi — afirmó Nauto, dejando ya de lado el apelativo de Sensei, y añadió — Pero esta gente, la gente por la que luché, la gente por la que arriesgué mi vida en más de una ocasión, nunca quisieron entenderlo, nunca quisieron aceptarme, siempre fui un demonio para ellos, el “niño Kyubi” al que golpeaban y despreciaban. No importaba lo que hiciera, no importaba cuanto tratara, nada cambiaría, eso lo comprendí el día que me quemaron vivo. — Naruto… tú… — trató de decir Kakashi en un jadeo, pero sus palabras murieron en su garganta por una toz húmeda que llenó su máscara facial de sangre. — ¡¡ESTE ES EL DESEO DE KONOHA!! — gritó Naruto con furia, mirando a un apenas consciente Kakashi — ¡¡USTEDES QUIEREN QUE SEA KYUBI, PUES SERÉ KYUBI Y LOS MATARÉ A TODOS!! Kakashi miraba con impotencia y horror al monstruo que estaba frente a él, gritando su odio por Konoha a los cuatro vientos. Podía ver como un chakra rojo comenzaba a filtraba de él, junto a la destrucción que sucedía a sus espadas. Innumerables peleas, muertos, destrucción, humo e incendios por todas partes. Era un panorama apocalíptico, creado por el monstruo que la misma Konoha había creado por su estupidez y falta de visión. Entonces, el monstruo que una vez fue Uzumaki Naruto, comenzó a formar una secuencia de sellos con las manos. Kakashi ya había visto la disposición de esos sellos hace siete años, sabía lo que venía a continuación y sabía también, muy a su pesar, que era el fin. Con un movimiento de la guadaña, la cabeza de Hatake Kakashi rodó por el suelo. Naruto finalizó la secuencia de sellos y con una sonrisa de anticipación, activó la técnica. — ¡¡KITZUNE AKUMA NO JUTSU!! (Técnica del Zorro Demonio) Todas las batallas que se sucedían por las distintas partes de la aldea de Konoha, se detuvieron ante el potente y masivo estallido de chakra. De pronto, desde un lugar cerca de la destruida entrada de la aldea, una gigantesca columna de chakra se elevó hacia el cielo arremolinándose sobre sí misma mientas iba tomando forma, una forma que era la encarnación de todas las pesadillas de Honoka. De entre la columna de chakra surgió la forma de un zorro, un zorro de dimensiones monstruosas, con un pelaje de color rojo anaranjado y nueve colas que mecía furiosamente de un lado a otro. Era Kyubi. Los ninjas de Konoha vieron su mayor pesadilla alzarse desafiante ante sus ojos, dando un estruendoso aullido zorruno y liberando un estallido de chakra, declarando a todo el que pudiera escuchar, que había regresado a Konoha y que esta vez terminaría el trabajo. Todos sintieron como la esperanza de rechazar la invasión se les escurría de las manos. Algunos de los ninjas de Konoha corrieron despavoridos en un intento por salvarse de la ira de zorro, otros lloraron y otros simplemente se dejaron caer de rodillas al suelo, sabiendo que era el final. Por su parte, los ninjas de “Shadow” supieron al instante que ese zorro gigante con nueve colas era su señor. Supieron también, que la batalla estaba ganada. Mientras eso se desarrollaba abajo, desde lo alto y por medio de los ojos de Naruto, el Kyubi pudo ver con satisfacción como algunos de los ninjas de Konoha corrían despavoridos como pollos sin cabeza, mientras que otros simplemente se quedaban ahí, resignados a su suerte. Esto es con lo que el zorro había soñado durante todos sus años de presidio forzado y se sentía simplemente extasiado. Fiel a su promesa, Naruto trabajó durante años, logrando finalmente modificar el “Kitsune Akuma no Jutsu” usando técnicas de fuinjutsu del clan Uzumaki. Ahora, el jutsu no dormía la conciencia de Kyubi, como hacía en un inicio; por el contrario, el zorro demonio ahora estaba plenamente consciente. Seguía restringido y sin poder tomar el control, pero a cambio ahora podía ver, sentir, oler, degustar y empaparse por completo de la destrucción que su contenedor causaba en esa aldea ninja miserable, como si fuera él mismo quien estuviera fuera. Era un poco extraño sentir su cuerpo pero a la vez no tener el control, pero era un precio pequeño a pagar por poder ver y sentir todo como si fuera él mismo el que estuviera fuera. Kyubi rió desde el paisaje mental, complacido por la destrucción que su contenedor estaba causando, usando su chakra y su forma. Pero necesitaba más, mucho más. Se comunicó mentalmente con su contenedor y le exigió que no se detuviera. Su contenedor no lo decepcionó. El colosal zorro de nueve colas abrió el hocico, lanzando una llamarada de fuego que incineró una enorme sección de la aldea, junto con cientos de ninjas que estaban en retirada. En su paisaje mental, el Kyubi seguí riendo, extasiado.***
Tsunade Senju, Hokage de Konoha no lo tenía fácil. No solo se despertó intempestivamente a primera hora de la mañana, luego de quedarse dormida sobre su escritorio con unas cuantas botellas de sake vacías junto a ella, sino que se encontró de un momento a otro, lidiando con una invasión de la que la red de inteligencia de la aldea no tenía el más mínimo indicio, y de manos de un enemigo totalmente desconocido. No alcanzó a pasar un minuto cuando en su oficina estaba Shikaku Nara, Comandante Jounin y estratega, junto con los consejeros Koharu Utatane y Homura Mitokado. Luego de las dos explosiones que botaron grandes secciones del muro exterior y posterior invasión, Tsunade impartió las primeras órdenes por medio un par de Anbu que custodiaban su oficina, para luego idear un plan de acción con Shikaku y alguna sugerencia oportuna de Koharu y Homura, que por una vez estaban colaborando sin poner problemas. Es así como comenzaron a dirigir las fuerzas para contener la invasión, mientras se implementaba la evacuación de los civiles. Con esa parte finalizada, se podría comenzar con el contraataque. — ¡¡Tsunade-Sama!! — dijo una agitada Shizune, entrando de golpe en la oficina — La evacuación ha sido completada. Todos los civiles están en los refugios. Tsunade apartó la vista del mapa de la aldea que estaba desplegado sobre su escritorio para mirar a su discípula y mano derecha, asintiendo con la cabeza. La rubia estaba por dar su siguiente orden cuando lo sintió; de hecho, todos en la aldea lo sintieron. Era un estallido de chakra, un chacka gigantesco y siniestro que todos conocían demasiado bien. — Kyubi — fue todo lo que pudo decir Koharu, antes de ser sostenida por Homura, para que la anciana no cayera de rodillas al suelo. Todos se giraron hacia donde miraba Koharu y lo vieron. Por el ventanal de la oficina se podía ver una columna de chakra a la distancia, desde la que estaba apareciendo el enorme zorro con nueve colas de pelaje rojo anaranjado, avanzando entre las llamas, escupiendo fuego por el hocico y destruyéndolo todo a su paso. Tsunade se llevó una mano al cuello, donde estaba un collar con una hermosa piedra, mientras que las lágrimas comenzaban a correr por sus mejillas. — Naruto — susurró la mujer con su corazón afligido. Para Tsunade habían sido siete largos años desde que Naruto dejó Konoha, luego del terrible asesinato de la enfermera en el hospital. Había enviado a escuadrones Anbu y a todos sus Cazadores Ninjas detrás de él. Necesitaba tenerlo al frente, abrazarlo, decirle que lo sentía, que la perdonara por no haber estado ahí para él cuando más la necesitaba. Luego de eso, buscaría una forma de lidiar con todo lo que había pasado, buscaría una forma de hacerle cambiar de opinión, de que no llevara a cabo eso que dejó implícito en esa habitación del hospital, buscaría una forma de hacer que Naruto le diera una última oportunidad, una oportunidad de corregir los errores del pasado. Fueron siete largos años de espera, siete largos años de decepción tras decepción. En todos esos años Naruto nunca fue encontrado, literalmente se había esfumado en el aire. Pero ahora, Naruto finalmente se había dejado ver y había regresado a Konoha una vez más, pero ya no como el salvador que fue una vez, sino como su destructor. Tsuande seguía absorta mirando al gigantesco zorro sembrando destrucción a la distancia, por lo que Shikaku estaba por tomar la palabra, cuando la Torre Hokage fue remecida por entero producto de una tremenda explosión que botó parte de los muros de la oficina, lanzándolos a todos por los aires, junto con reventar los cristales del ventanal, esparciendo cientos de afilados cristales por todo lo que quedaba del lugar. — ¿Qué fue eso? — preguntó Tsunade aturdida, levantándose del suelo donde la botó la explosión, cubierta por múltiples cortes producto de los cristales. Los Anbu que custodiaban la oficina estaban junto a ella en cosa de segundos, maltrechos y heridos, pero atentos para custodiar la vida de su líder. — Una explosión. Provino desde la retaguardia, donde están… — comenzó a explicar Shizune, pero no pudo terminar la frase, congelada cuando comprendió lo que había pasado. — Los refugios — exclamó Shikaku con el rostro ceniciento, sabiendo que su esposa debía encontrarse en los refugios como parte de la reserva shinobi, custodiando a los civiles.***
Minutos antes. Los ninjas de “Shadow” habían ingresado por la retaguardia de Konoha, pasando completamente desapercibidos gracias a los sellos de camuflaje diseñados por su señor “Dark”. Dieron cuenta de los ninjas que custodiaban el acceso a un sistema de desagüe hábilmente camuflado con el entorno. Tal como su señor había predicho, la entrada estaba sellada y cubierta de una serie de intrincados sellos de protección. Fue en ese momento que un escuadrón de expertos en fuinjutsu, preparados personalmente por su señor, entró en acción, dando cuenta de todos los sellos de protección, comenzando su incursión mientras deshabilitaban un nuevo y también intrincado sistema de sellos que estaba dentro del sistema de desagüe, como una protección secundaria. Una vez lograron atravesar, el equipo experto en sellos y el resto de la fuerza de ataque, se adentraron en un sistema de refugios esculpido en la ladera de la montaña. En ese momento entró en acción el equipo de demolición, que colocó cientos de poderosos sellos explosivos, perfectamente oculto por todo el sistema de cavernas. Incluso un ninja con experiencia no podría descubrirlos. Con la labor concluida, la fuerza de infiltración se volvió a cubrir con los sellos de camuflaje, dejando discretamente los refugios usando intrincados recovecos, que su señor descubrió y usó para escapar de los aldeanos y Anbu, durante su niñez en Konoha. El grupo se desplazó tomando la vida de cualquier ninja de Konoha que tuviera la mala suerte de cruzarse en su camino, los que eran inmediatamente ocultos de la vista. Cuando el grupo logró asomarse por una discreta toma de ventilación a los pies de la montaña donde estaban esculpidas las caras de los Hokage, era justo la hora acordada. Vieron como el muro estallaba a la distancia y como comenzaba la invasión. Lo siguiente ocurrió tal cual su señor había detallado. Los ninjas de Konoha concentraron sus fuerzas en la entrada de la aldea, para contener la invasión, dándoles tiempo para poner a los civiles en refugios detrás de las caras de los Hokage. Entonces lo vieron: El Kyubi. Kysaka, ex–cazador ninja, uno de los supervivientes a la batalla que derribó Akatsuki y destruyó Amegakura, actual Comandante del ejército de “Shadow” y líder de la fuerza de infiltración, observó con asombro como a la distancia aparecía el inmenso zorro de nueve colas en medio de una columna de chakra, para luego comenzar a escupir fuego por el hocico. Kysaka solo había escuchado historias sobre el Kyubi, pero nunca lo había visto, ni mucho menos sentir su potente y maligno chakra. Su señor no uso esa forma en su batalla contra Akatsuki, siempre se preguntó el por qué, pero ahora podía comprenderlo. Si hubiera liberado esta forma y este poder en ese entonces, todos en las Naciones Elementales hubieran sabido que era él. El ex–cazador ninja sonrió. Sabía que aceptar trabajar bajo las órdenes de “Dark” le iba a traer buenas cosas a su vida. Estaba al mando de un ejército, era asquerosamente rico, tenía todas las mujeres que quisiera a su disposición y ahora iba a inscribir su nombre en los libros de historia, como uno de los que dirigió el ataque que destruyó a la más grande y poderosa Aldea Ninja. Kysaka sonrió al ver como el zorro gigante escupía fuego, incinerando una sección completa de Konoha. Supo que esa era la señal que estaba esperando. Supo también que la batalla ya estaba ganada. Miró a sus hombres y estos de inmediato supieron que debían prepararse para entrar en acción. Kisaka levantó la cabeza y constató que estaban cerrando las puertas a los refugios. La evacuación había terminado. Miró al escuadrón de demolición y les dio la señal acordada. Todo el grupo levantó una mano en el sello de medio carnero, liberando su chakra y activando los sellos explosivos. La montaña con los rostros de los Hokage voló en pedazos.***
Tiempo presente. Un maltrecho Chunin entró corriendo a lo que quedaba de la oficina de la Hokage, ya que la mitad de esta se había derrumbado, dejando un enorme boquete por el que se veía la aldea y parte del piso inferior. El Chunin quedó sorprendido al ver que casi la mitad de la oficina había desaparecido, pero se alivió al ver a su líder poniéndose de pie, junto a la pared del lado opuesto al boquete producido por la explosión. Estaba cubierta de cortes y heridas, pero viva. —¡¡Hokage-Sama!!— dijo el Chunin, llamando la atención de la líder de su aldea — Los refugios fueron atacados con sellos explosivos y hay cerca de cincuenta ninjas enemigos atacando desde la retaguardia. Son de nivel Anbu o superior. Algunos de ellos parecen ser expertos en fuinjutsu y pueden aplicar sellos en combate. Nos están masacrando, no podemos contenerlos. Todos esperaron la respuesta de la Hokage, pero esta seguía con la vista fija en la distancia en el gigantesco zorro que lo arrasaba todo a su paso, mientras los sonidos de las distintas batallas llegaban a ellos por el gran boquete que abría la oficina al exterior. — Necesitamos reunir a un grupo de Anbu para lidiar con esos enemigos — dijo Shikaku, viendo que su líder no estaba reaccionando — Fukuro, ¿puedes encárgate de eso? — añadió, refiriéndose a uno de los Anbu que tradicionalmente permanecían ocultos en la oficina custodiando al Hokage y que ahora flanqueaba celosamente a su líder. El Anbu de máscara de Búho que respondía al nombre en clave de “Fukuro”, miró fijamente a Shikaku por unos segundos y luego devolvió la vista a la Hokage, la cual seguía absorta contemplando al zorro demonio. Comprendiendo la urgencia de la situación, le dio una mirada a su colega con la máscara de ratón y este asistió en conformidad. Fukuro devolvió la vista a Shikaku, le dio un leve asentimiento y desapareció en un Shunshin, yendo a cumplir la solicitud del Comandante Jounin. — ¿Qué pasó con los civiles? — preguntó Shizune, luego de un par de segundos. — Los refugios volaron por los aires… no queda nada — fue la descorazonada respuesta del maltrecho Chunin. Los presentes se congelaron ante esas palabras. Eso esclarecía la magnitud de la explosión que acababan de resistir y que por poco se los lleva a ellos mismos. Aun así, pese a lo que les decía la razón, no podían simplemente rendirse con eso. Siempre existe una posibilidad. — Aun puede haber algunos sobrevivientes. Shizune, un médico ninja sería apreciado en las labores de búsqueda y rescate — llamó Shikaku. La discípula de Tsunade detuvo su andar a medio camino de llegar a la ausente Hokage y se volvió para mirar la cara del serio Comandante Jounin. Pudo ver tantas cosas en su normalmente estoico rostro, pero por sobre todo, vio una súplica. Ella lo comprendió. Con una última mirada a su ausente maestra, se dio la vuelta para dejar la destruida oficina. Ya no era de utilidad ahí. Sus conocimientos médicos eran necesarios en otro lugar. — Buscaré a Yoshino-San — dijo Shizune, pasando junto a Shikaku. — Gracias — fue todo lo que pudo responder Shikaku, esperando que Shizune pudiera encontrar con vida a su esposa. Shizune caminó hasta la puerta de la oficina, arrastrando consigo al abatido Chunin, obligándolo a moverse y seguirla rumbo a los destruidos refugios. Tsunade, que aún seguía ausente de todo, caminó tambaleante hasta el destruido ventanal, apretando con fuerza con una mano el collar de su abuelo. A la distancia se podía observar al inmenso zorro sembrando destrucción y muerte a su paso, siendo plenamente consciente de que esa bestia de chakra que sembraba destrucción y muerte a su paso, era en realidad aquel que ella quería como un hijo, un chico al que le falló cuando más la necesitó. — Tsunade-Sama, tiene que reaccionar. La necesitamos — dijo Shikaku, poniendo una mano en el hombro de la rubia. Tsunade no escuchó las palabras de Shikaku, ni se dio por enterado de que este la sujetaba por el hombro, solo permaneció de pie frente al destrozado ventanal, viendo a Naruto transformado en el Zorro Demonio de Nueve Colas, destruyendo todo a su paso y escupiendo fuego desde el hocico. Era un panorama caótico, pero tristemente era algo que la propia Konoha se había buscado, porque el formidable enemigo que tenían en frente, había sido creado por la misma gente de Konoha. Creado con su odio y desprecio sin razón hacía un niño que lo único que deseaba, era un poco de cariño y comprensión. Un niño que pudo haber sido el más grande de todos los Hokage, pero que por culpa de la estupidez de la gente de esta aldea, terminó transformándose en su peor enemigo. — El merece su venganza — dijo de pronto la mujer, sobresaltando a Shikaku, que apartó la mano del hombro de la mujer, mientras que más atrás, unos heridos e impactados Koharu y Homura apenas creían las palabras dichas por la Hokage. — ¿Qué has dicho Tsunade? — preguntó una incrédula Koharu. — ¿Podrías culparlo Koharu? — preguntó Tsunade, con los ojos anegados en lágrimas, mirando fieramente a la anciana — Después de todo lo que la gente de esta aldea lo hizo sufrir, después de toda la basura que debió soportar durante toda su vida, después de que lo quemaran vivo, ¿podrías culpar a Naruto por querer tomar revancha? Te guste o no Koharu, Naruto merece su venganza. La anciana miraba horrorizada a Tsunade, que calló de cayó de rodillas sobre los cristales que cubrían el piso, llorando amargamente, sosteniendo con fuerza el collar contra su pecho. Ella había permanecido como Hokage únicamente con la esperanza de encontrar a Naruto, de poder arreglar las cosas, pero ya no había nada que hacer, el tiempo se había acabado, había llegado la hora de pagar la deuda. Koharo, que era sostenida por un igualmente sorprendido y herido Homura, no daba crédito de lo que acaban de escuchar. Shikaka y el Anbu miraban a su líder tan impactados por sus palabras, que ninguno vio al ninja enemigo hasta que ya era demasiado tarde. Tres kunai con sellos explosivos se clavaron justo en medio de la habitación. La explosión que siguió fue tremenda y destruyó por completo la oficina de la Hokage, matándolos a todos en forma instantánea. A la distancia, en medio del fuego y la destrucción, el gigantesco zorro de nueve colas avanzaba lentamente como si fuera una visión salida del mismísimo infierno. Sus ojos que ardían como si fueran brazas incandescentes, miraban con total satisfacción el caos y la muerte que lo rodeaba. Avanzaba paso a paso, quemando el suelo bajo sus patas gracias a su corrosivo chakra. Sus fauces exhibían enormes y afilados dientes, en una perversa sonrisa de satisfacción por un trabajo bien hecho. Konoha estaba completamente en llamas, cayendo al suelo en pedazos. Los civiles estaban muertos o heridos, los ninjas huyendo por sus vidas, o llorando en agonía y desesperación. El gigantesco zorro hinchó su pecho en regocijo y dio un estruendoso aullido zorruno de alegría. El zorro gigante azotó sus colas contra el suelo y tal como decían las leyendas: "La tierra tembló y las montañas cayeron"FIN
______________________________________________________________ Notas del Autor: Hola a todos, con esto finalizo la reedición y actualización de esta histotria, que nos mostró lo qué pudo haber pasado si Naruto se hubiera roto, cayendo en el camino del mal. Como ya señalé antes, este Naruto fue inspirado en Anakin Skywalker y su consiguiente caída al lado oscuro. Acá podemos ver a Naruto haciendo ese viaje, luego de ser traicionado y casi asesinado por la misma gente que quiso proteger. Podemos ver todo su odio y desprecio siendo expresado libremente llevando a cabo lo que dice el título del capítulo: Venganza. Este es un Naruto malvado y envenenado por el odio, que fue capaz de crear un imperio del mal con el único objetivo de cumplir su venganza y destruir Konoha, la que literalmente cosechó lo que sembró. Saludos y los espero en la próxima historia.