Zombies perversos
16 de octubre de 2025, 21:00
La cena se deslució porque repentinamente todos los elfos de la escuela estaban limpiando la fachada sur con una curiosa sustancia muggle. Esa noche, los gemelos se preguntaban el paradero de Gilderoy en la sala común. Ginny, de saber algo de muggles, se hubiera auto-nominado para el Óscar. El trío todavía no se había recuperado del susto con Snape. Lo seis se acercaron todo lo posible a la chimenea, aparentando beber el té que se preparaba en las brasas, para esconder a los gemelos que consultaban sin parar el mapa del Merodeador. Había un inusual movimiento justo frente a la casa Ravenclaw
-Es inútil, este mapa no marca los objetos inanimados -dijo Fred y luego suspiró por lo limitado de sus recursos.
-¿Dónde consiguieron la túnica para disfrazar a Ginny? -dijo Harry, apresurando una taza de té- Si mal no recuerdo, el Gilderoy original la traía puesta cuando lo extraviamos.
-Fuimos a la enfermería a conseguir ingredientes para la multijugos y ahí estaba.
Entonces la investigación regresaba a la enfermería. El mapa marcaba que las señoritas Pomfrey y Hooch acababan de encontrarse en la entrada. El asunto desde el principio olía a problemas.
Ron quedó a cargo del mapa, Ginny cubriría la retaguardia. Harry preparó su capa de invisibilidad, Hermione dispuso algunas pociones y los gemelos alistaron un frasco de polvo negro
- Oscuridad en polvo -explicó Fred.
«Lo preparamos por accidente el año pasado, creemos que tiene potencial» Prosiguió George mientras soplaba un poco para demostrar el efecto: una miniatura de oscuridad que ni el más potente lumos disolvía
Para despistar cualquier intento de seguirles el rastro, decidieron turnarse la capa de invisibilidad de modo que nadie relacionara que esa noche anduvieron los seis juntos. Fred, George y Ginny caminarían visibles abriendo paso a Harry, Ron y Hermione bajo la capa de invisibilidad, al menos hasta alejarse de la casa Gryffindor. Pasarían frente a la casa Ravenclaw para dar un rodeo lo bastante grande, y terminarían cambiando posiciones en la enfermería, donde Hermione y Harry intentaría sacarle a Pomfrey la verdad mientras Ron y Ginny investigaban bajo la capa y los gemelos distraían a las otras dos.
Desafortunadamente para ellos, frente a la casa Ravenclaw había demasiado movimiento. Luna estaba en el centro de la tempestad, Neville la consolaba. Ginny logró acercarse para hablarle.
-Bueno, es que saliendo de Astronomía estuvimos un rato en la sala común. Yo venía muy contenta porque localizé una lluvia de estrellas invisible, que según mi papá son señal de que va a haber pronto una rebelión de elfos domésticos, y entré a mí dormitorio. El profesor Lockhart estaba desmayado o dormido o inconciente o no sé en mi cama, y todo el alboroto es porque el profesor no traía ropa -explicó Luna, como si fuera algo que no le pasó a ella-. Por cierto, Ginny, gracias por el shampoo. Me cayó bien.
Neville se veía más aterrado que ella. La mayoría de los Ravenclaw permanecían afuera, en gran revuelta, a la espera de la llegada de algún profesor. Los prefectos pretendían custodiar el orden. Hasta Percy estaba ahí.
Ginny le contó a los gemelos (y a el trío bajo la capa, naturalmente) la situación en pocas palabras. También protestó por lo mucho que Luna gastó de su shampoo. Podían dejar que las cosas siguieran su curso pero Hermione insistió que teniendo el cadáver las investigaciones tarde o temprano apuntarían a ellos como los culpables. Precisaban entrar, y rápido, porque del pasillo ascendía el rumor de que Dumbledore venía a ver.
-Con todo lo que toma para el resfrío, me extraña que distinga la puerta de su propia barba –dijo Fred-. Todavía tenemos un rato.
Los tres bajo la capa se deslizaron entre la multitud, cuidando de no rozar a nadie. Cosa complicada, ya que los Ravenclaw se arremolinaban y giraban en torno a la puerta. Pasando esta, lo demás fue muy sencillo porque la casa estaba prácticamente vacía.
El dormitorio tenía una placa que decía “Chicas de Segundo año”, con letras rojas de estilo recargado en un fondo amarillo, que correteaban y se retorcían. Sin duda una creación de Luna. También sobre las camas había pequeños letreros similares que Luna pintó para sus compañeras. En la cama, un enorme lío de mantas rebelaba que la chica tuvo oportunidad de acostarse antes de notar la presencia de su tétrico acompañante. El profesor de Defensa todavía tenía el cabello húmedo. Pasaron al hombre bajo la capa y se apresuraron a volver.
No cabían los cuatro baja la capa de invisibilidad pero ese apartado ya lo tenían cubierto los gemelos afuera, donde la más impenetrable oscuridad reinaba. Sin cuidarse de atropellar a alguien, el trío extrajo a Lockhart de la casa Ravenclaw, y corrieron a esconderse a un salón cercano. La oscuridad se disipó justo a tiempo para que el director Dumbledore pudiera inspeccionar el sitio.
Desde el salón, el trío escuchó el alboroto cuando notaron que Gilderoy ya no estaba. Harry estaba preocupado de que se les ocurriera buscar en los salones, pero el aire le parecía más blando de respirarse desde que recuperaron el cadáver. Al parecer, todos los profesores se dieron cita frente a la casa Ravenclaw. Albus, con voz de mando, los reunió. Sus palabras, aunque dichas en un tono normal, resonaron por toda la escuela
-El profesor Gilderoy Lockhart esta desaparecido. Hemos revisado su despacho, y no se ha llevado sus cosas, es decir, sigue en la escuela. Quién sea que lo vea, dígale que si no se presenta conmigo para mañana a medianoche, puede considerarse expulsado de su plaza, y prófugo de la ley.
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La enfermera y la entrenadora se apoltronaron detrás de una de las camas. Escucharon claramente los pasos siguiéndolas desde la sala de Ravenclaw hasta la enfermería. La profesora Sprout era la última persona de la que los alumnos se podrían asustar, pero Poppy dudaba que algún alumno la hubiera visto alguna vez realmente enojada. La puerta se abrió con un terrible hechizo de la aparentemente inofensiva mujer.
-Sal. Sé que estas detrás de la cama y la entrenadora también.
Por supuesto que ninguna de las dos iba a salir. Sprout, comprendiéndolo, se sentó sobre una de las camas y estiró las piernas. No pensaba sacarlas por la fuerza.
-¿En que diablos estaban pensando poniendo al profesor en el cuarto de las Ravenclaw?
-No fuimos nosotras -dijo Poppy.
-Ustedes se llevaron la armadura. La encontré desmontada aquí mismo.
-Severus nos lo quitó. Le lanzó un hechizo y pensó que lo había matado –dijo Poppy.
Luego de un rato de silencio, la enfermera se atrevió a sacar la cabeza de detrás de la cama. Sprout, más que enojada, se veía sospechosa. Una sonrisa de ternura surcó la cara de Poppy cuando vio a Sprout golpear una almohada.
-Hubiera querido usarlo para almacenar bulbos. Esperaba que ese Snape le tuvera un uso mejor.
-Siempre supe que ese tipo estaba loco -dijo Hooch.
Las tres se rieron. El asunto en sí era bastante estúpido. Gilderoy estaba muerto, ¿y eso qué? Sí, la Trelawney no iba a leer nunca la segunda parte de “El Colacuerno que me amó”, pero seguramente su ojo mágico podía cubrir el inconveniente.
La entrenadora y la enfermera se levantaron. Las tres estaban pensando a todo lo que daban.
-Vamos por ese pervertidor -dijo Poppy, señalando la puerta.
Hooch salió al pasillo hecha un rayo. Tanto que no se dio cuenta cuando Sprout cerró la puerta tras ella, quedándose con Poppy.
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Severus se llevó las manos a la cabeza. Había creado un zombie degenerado. Podía ser su culpa, por haberlo puesto en una bañera que normalmente usaban adolescentes. Debía estar impregnada de hormonas y de semen.
Además de lo de Luna, escuchó una conversación entre Filch y Flitwick donde el primero le contaba en tono hastiado una escena muy grafica en un armario. No es que le interesara personalmente lo que el zombie hiciera o dejara de hacer con los alumnos, pero ya tenía la coartada. Se presentaría con el cadáver y diría que le lanzo un Avada cuando lo sorprendió rondando el dormitorio de las slytherines.
Para darle más credibilidad, necesitaba circunstancias favorables. Sembró la escuela con carnada irresistible para zombies: Montoncitos de granos de café y azúcar morena. Los muggles no lo sabían pero por eso con tanta frecuencia se encontraban zombies en las cafeterías caras y bibliotecas grandes. Hizo que todas las carnadas condujeran a la entrada de Slytherin. Atiborró los rincones de la sala común vacía con granos de café, porque sabía que para el zombie el olor sería irresistible. A esas horas todos sus alumnos dormían.
Luego cambió la contraseña “para proteger a los alumnos” por una que hasta un zombie adivinaría rapidamente: “Hola”.
Se sentó en los sillones con una taza del mismo café, la cabeza reclinada y los ojos suavemente cerrados. Freiría al zombie en cuanto asomara la nariz. Ruido. Los abrió. Ni rastro del zombie. Más ruido.
Siguió el ruido hasta las escaleras. Parecía provenir de abajo. Quitó el tapete al pie de las escaleras, y encontró una improvisada trampilla de madera. Su pensamiento volvió a aquella noche en que los Merodeadores tiraron la cava. Si algún alumno encontró la ruta de entrada, tenía que ser Draco.
Abajo dislumbró una figura humana trabajando en la oscuridad, alumbrado por solo un globo incandescente.
-¿Malfoy?
La figura volteó. Malfoy, pero no Draco sino Lucius.
“¿Dónde estabas en la tarde cuando necesitaba esconder a Gilderoy?”, se preguntó Severus. Agradecía que Lucius nunca aprendiera Legilimencia. El rubio no la necesitaba para interpretar el rostro del profesor.
-Sí, Severus, yo también estoy bien y me da mucho gusto verte. Ven a quitar piedras.
-Tengo deberes, Lucius, y a diferencia tuya yo no voy a involucrarme en un asunto de...
-Mira esto -dijo Lucius, sin darle tiempo de terminar.
El rubio le puso en la mano una botella del cosecha 1410 con su nombre y otras dos botellas de cristal rojo, con pequeñas placas metálicas incrustadas, que Severus reconoció al instante. De repente Severus Snape tenía otra vez once años y estaba escondido en el dormitorio intentando destilar alcohol de la fruta del comedor, bajo la atenta mirada de un prefecto de séptimo año llamado Lucius Malfoy.
Volviendo al presente, el rubio se dejó arrebatar las botellas rojas de la mano para que el profesor las inspeccionara. Severus raspó con la uña un poco de herrumbre en la placa metálica.
-Estas fueron las mejores –dijo Snape, oliendo el corcho-. Las que hice en una nevada con cáscaras de naranja.
-Así que los cosecha 1201 que traje de las vacaciones de navidad en el Mediterráneo no pueden estar muy lejos. Empieza a remover.
Severus se apostó junto a él para mover las piedras. Los cosecha 1201 no aparecían. De repente, Lucius empezó a reirse y suspendió los hechizos de removido. Todo lo que Severus quería era tener otro exmortífago para arrastrarlo en la investigación si las cosas se ponían mal, pero se estaba viendo envuelto
-¿Te acuerdas de la vez en los Cárpatos? -dijo Lucius, quizá por las piedras que les impedían avanzar.
Eso era como preguntarle si se acordaba de su juicio cuando la guerra terminó. Y aún el juicio fue menos perturbador que los Cárpatos. Habían cosas que era mejor no recordar, especialmene si involucran vampiros comecarne.
El profesor sabía demasiado bien en que derivaban esos asedios si no se les proporcionaba la debida precaución. Tenía la varita en la mano y retrocedió un poco. Su pie topó con una de las piedras y provocó un ruidoso derrumbe. Segundos después se escucharon pasos en las escaleras. Había olvidado del todo el porqué estaba ahí. Subió corriendo, apuntó la varita hacia la sombra que se movía. Por fortuna se detuvo a tiempo
-Ah... Profesor... ¿Qué?...
El menor de los Malfoy lo miraba somnoliento desde las escaleras con un pijama negro de seda. Se limpiaba los ojos con la manga y trataba de sorber los mocos. Toda la pose de la familia se daba al traste cuando uno los veía recién levantados. Draco miró sobre el hombro de Severus a su padre.
-¿Que ocurre arriba? ¿Porqué tanto alboroto?
-El profesor Lockhart decidió hacer chiquilladas en el dormitorio de las Ravenclaw –dijo Severus-. Vine a vigilar el dormitorio.
Severus notó la mirada extraña que intercambiaban los dos Malfoy, pero se le escapó la señal de silencio que Lucius le hizo a Draco
-Creeme, Severus, Gilderoy no va a entrar aquí. No es su comportamiento habitual en sus actuales circunstancias.
-Ha tenido algunos cambios últimamente de los que pocos se han enterado.
Ambos hombres se quedaron con la idea de saber mucho más que el otro. Cambiaron el tema tan rápido como les fue posible, y como una cosa llevó a la otra, los tres bajaron a prolongar la búsqueda en la cava.
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-Listo, se acabaron los disgustos
Hermione apretó la última amarra que sujetaba al profesor de DCAO a la cama. Después selló las amarras con un hechizo para que nadie excepto ella pudiera soltarlas.
Fred y George se daban gusto esculcando los cajones de la recámara del pomposo profesor. Ambos festejaron su colección de ropa interior y el album de recortes de periódico, que tenía señas de haber sido ojeado cada día. Ginny tenía una oreja plegable pegada a la puerta. Eligieron la recámara justamente porque ahí ya lo habían buscado, pero más valía prevenir.
Ron y Harry llegaron bajo la capa invisible con botellones de formol
-¿Tendremos que hacer lo de lavarlo otra vez? -dijo Ron, estremeciéndose.
-Ron, si es lo que quieres, es todo tuyo.
No importaba cual gemelo lo dijo: ambos estallaron de la risa. En cuanto se repusieron, Fred agregó:
-No es necesario, con inyectarlo para que este bien mañana con Dumbledore. Ojalá tuviéramos más multijugos pero Snape cerró el armario.
Al acabar de inyectarlo, los seis se sentían mareados y la habitación apestaba a formol. El plan originalmente era dejar uno de guardia, pero no lograron ponerse de acuerdo y al final se largaron todos a dormir. Al fin y al cabo, esa noche Gilderoy no podía ir a ningún lado, y si alguien se lo llevaba antes de poder plantarlo con Dumbledore, que mejor.
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