Capítulo único
13 de octubre de 2025, 20:13
¿Existe algo más adictivo que Sako Kota? Hiragi Toma se lo preguntaba de forma seria. ¿Cómo era posible que ese chico de apariencia afable y tan charlatán cuando se enfada, pero débil ante lo dulce, pudiera ser tanta tentación?
No eran nada. Solo amigos. Claro que eso no era suficiente para Hiragi.
Ya habían pasado muchos años desde que estuvieron en el instituto, de hecho, diez años. Sako ahora es un hombre adulto, Hiragi también lo es, y ambos son buenos amigos. Siempre cercanos, de una manera demasiado…íntima.
Sako Kota parece no darse cuenta. O finge no darse cuenta.
Al principio, Hiragi se negó a aceptar sus propios sentimientos. Y ahora, que sabe que estos sentimientos existen, no puede vivir entre la incertidumbre de no saber si será correspondido, de si alguna vez tendrá el honor de estar cerca de Sako, tan cerca como nunca lo ha estado, y no hablo de acercamiento físico: Hiragi quiere que hasta su alma esté pegada a la de Sako.
Un hombre de veintiocho años como lo es Hiragi debería pensar en asentar la cabeza, al menos en lo que la tradición japonesa dice, pero… Él ni siquiera sabe si quiere esa clase de vida. Solo quiere estar cerca de Sako.
— ¿Tienes algún sueño? — Preguntó una vez Sako.
— Sueño… muchas cosas, pero supongo que con estar cerca de los que me importan es suficiente. — Fue lo que respondió Hiragi.
Y en ese momento Sako pensó que Hiragi se refería a sus ex compañeros de Furin. Lejos de pensar que quién vive en los sueños de Hiragi es él. Porque Sako también se conforma con estar cerca, con estar y nada más.
Porque Sako no sabe de exigir, ni de suplicar. Porque Sako ya no es ese adolescente herido, ya no es quién no aceptaba sus emociones. Porque Sako Kota está enamorada de Hiragi Toma, sin saber que es algo mutuo.
Ambos se desvanecen entre expectativas impuestas por otros. Y entre sentimientos no verbalizados, escondidos como el mayor secreto del mundo, porque no saben gritar con el corazón en la mano.
Al menos aún no.
…
— ¿Por qué no se lo dices? — Preguntó Kaji Ren una tarde en que Hiragi no apartaba la mirada de Sako.
Hiragi tuvo que aclararse la garganta, mientras su mandíbula se tensaba. — Porque… ¿Y sí no siente lo mismo? Me conformo con tenerlo a mi alcance. — Dijo con una vulnerabilidad impropia de él.
— ¿Y si sí siente lo mismo? Nunca lo sabrás si no se lo dices. Y conformarse no va contigo, no es propio de ti. — Intentó hacer entender Kaji.
Hiragi abrió los ojos con ligera sorpresa. Kaji había aprendido a ser un buen consejero, y en parte: era culpa de Hiragi. Le recordaba a sus años de juventud, aunque aún son jóvenes, pero se entiende.
Una sonrisa con dientes afilados se dibujó en el rostro de Hiragi, sintiéndose así más confiado, menos abrumado con los sentimientos que no se atreve a expresar.
…
Sako estaba estresado. O bueno, quizá esa no era la palabra. Frustrado. Estaba tan frustrado. Inugami le decía que se calmara, pero eso solo lo alteraba más.
¡Mierda! ¿Qué tenía que hacer para ser capaz de hablar de sus sentimientos? Inugami decía que era cosa de confianza y autoconocimiento, y de dejar de ser un cobarde. Tan honesto como siempre.
Cada vez que veía a Hiragi, el corazón de Sako comenzaba a latir con demasiada fuerza, casi amenazando son salir de su pecho. Y eso no era lo peor: era esa estúpida sonrisa de tiburón de Hiragi que lo volvía loco. Quería que lo mordiese, que lo marcara. ¡Oh, sí! Quería todo. Pero ese no era el tema ahora… el tema es que Hiragi era su debilidad.
Y Sako no era capaz de olvidar sus sentimientos, no hacían más que crecer. Y ese perfume y esa risa, y esos ojos, y ese pelo, y esos labios, y, y, y... Todo en Hiragi era como miel a los labios.
Pero era una miel engañosa, que no se le permitía saborear. Como si apareciera en sus sueños, y al despertar se esfumara como la neblina cuando sale el sol.
…
Inugami y Kaji cansados de ver como sus amigos pierden el tiempo entre debates internos sin dar un paso adelante, deciden intervenir.
¿Y qué mejor idea que encerrar a ambos hombres en un armario? Bueno… es lo mejor que se les ocurrió.
El armario era un espacio ínfimo. Tan diminuto. Era casi insultante que los encerraran ahí. Sako no tardó en sonrojarse, casi como si sintiera el olor de la miel metafórica correr por sus venas, haciendo que no pudiera apartar sus ojos de Hiragi.
Sako estaba perdido. Tal vez siempre estuvo perdido. Mordiendo su propia lengua para no ser el primero en ceder y confesarse, casi como si fuera un estúpido adolescente otra vez.
Y Hiragi se veía tan bien… Sako no podía soportarlo. Necesitaba besarlo, casi como si fuera una mosca hacia la miel. Casi como si lo necesitara para respirar y eso solo hacía que se pudiera cada vez más rojo.
Y en cuanto a Hiragi: bueno, él no sabía cómo manejar la situación y tenía claro con qué objetivo los había encerrado. Sin embargo, las palabras no salían de su boca, se quedaban encerradas en su garganta.
Sería mejor si actuaba. Sería mejor dejar de perderse en esos ojos avellana para proceder a perderse en esos labios rosados tan tentadores que lo han llamado por demasiado tiempo.
Ambos se miraron, casi como si pensaran lo mismo. No hubo palabras, solo un entendimiento no verbal, suficiente para proceder.
Hiragi cerró todo el espacio entre ellos. Cerca… tan cerca.
El beso que ambos ansiaban desde hace años. Al principio tímidos, pero luego se llevaron por la pasión contenida, Sako pidiendo acceso con su lengua, Hiragi mordiendo el labio inferior de Sako.
Ambos bailaban una danza, en una sintonía perfecta.
Sako sintió que eso era mucho más que la miel que soñó. Era mucho más adictivo, intoxicante y algo que quería para siempre.
Escucharon las risas de Kaji e Inugami desde fuera alejándose, no le dieron importancia. En ese momento Sako solo podía pensar en que existía Hiragi.
Sako solo podía pensar en que Hiragi lo eligió a él, de entre tantas personas.
Y Hiragi… ahora tenía una adicción con nombre y apellido.