Capítulo único
13 de octubre de 2025, 13:04
“Te amo como los peces aman el río”
El amor que Sako Kota sentía por Hiragi Toma era tan esencial como la vida misma.
Algo que nació de la admiración. Admiración que se convirtió en frustración, porque ansiaba mucho más. Unas palabras que le demostraran a Kota que era importante para Toma.
“Sígueme” era lo que quería escuchar salir de los labios de su compañero. Quería que Hiragi Toma le diera la oportunidad de estar a su lado.
Tan solo con poder seguirlo era suficiente. Al menos por un tiempo fue así.
Cuando Hiragi dijo “no hace falta que me sigas” fue suficiente para que el mundo de Sako se quebrara.
Fue suficiente para que el mundo se volviera oscuro y violento, tan hostil si el producto de sus fantasías cerca de él.
Todo se volvió un castigo. Respirar se tornó molesto porque ya no podía oler la fragancia de Toma. Ya no podía tomar un refresco a su lado mientras hablaban de algo. Ya no podía sonreír a su lado porque ya no tenía él privilegio de su presencia.
“Esta vida sin ti es un tormento.” Era lo que Kota pensaba después de cada pelea.
Con los nudillos destrozados y manchados de sangre, con la mirada llena de rencor, cada vez se perdía más.
No fue hasta que lo volvió a ver que la sed de demostrar algo creció en él.
Una pelea demostraría todo.
Con sus puños no podía demostrar lo que sentía tan profundo en su ser, no obstante, no importaba. Solo quería demostrar que era fuerte. Que ya no era aquel chico que necesitaba a Hiragi Toma.
No. Él ya no lo necesitaba.
O tal vez solo se estaba engañando a sí mismo. Solo estaba escondiendo bajo el colchón todos sus miedos y sentimientos más profundos.
Enfrentarse a Hiragi fue un acto kamikaze. Sabiendo de antemano que no ganaría, por más que se engañara, no lo haría.
Porque en la guerra del amor Kota ya había perdido.
“Lo siento, Sako” fueron las palabras que calaron en el interior de Kota.
Hiragi no tenía por qué disculparse. No llegó a las expectativas de Sako, no porque no quisiera, sino porque Sako no fue del todo claro.
Porque toda esa admiración había crecido en el pecho de Kota. Había crecido tanto que era amor. Un amor intenso. Un amor que espera ser correspondido. Un amor que necesita de Hiragi para existir. Un amor que sin Hiragi se extingue.
Un corazón agrietado fue lo que quedó de aquel encuentro.
“Podríamos intentar todo de cero” fueron las palabras de Toma un día inesperado de primavera.
El rubor que se implantó en las mejillas de Kota fue la respuesta suficiente. Un entrañable beso en una de las mejillas fue la forma que tuvo Hiragi de sellar el pacto silencioso.
Al igual que las flores de cerezo, algo entre ellos podría comenzar a florecer.