***
Adiós Toriyama
La primera vez que vi Dragón Ball, cuando Gokú era un niño, realmente no le presté mucha atención a esa “caricatura”, pues por esos años, desconocía lo que era el anime. Sin embargo, pasó el tiempo y tuve la oportunidad de ver más capítulos del niño con cola y su gran habilidad para las artes marciales. Era divertido y a mí madre le hacían gracia sus ojos de “arco” cuando sonreía alegre. A ella le gustaba Dragón Ball porque tenía un mensaje muy evidente de amistad, superación, y de jamás rendirse. Yo también me di cuenta de eso y me gustó bastante. El tiempo avanzó, y gracias a las repeticiones en televisión por parte de canal cinco, pude ver casi toda la saga. La evolución del niño con cola hasta convertirse en un muchacho poderoso que protegía la Tierra de todo mal, y que siempre deseaba ser más fuerte. Posteriormente, llegó Dragón Ball Z. En ese momento, sentí algo mucho más llamativo y poderoso con dicho anime. No sé qué fue, pero me atrapó. Mucho más que Los Caballeros del Zodiaco, Sailor Moon o las Guerreras Mágicas. Y me quedé ahí, atenta y emocionada con una nueva aventura de Gokú y sus amigos. No obstante, las aventuras del muchacho, ya sin cola, subieron de nivel, y claro, nos enteramos de que no era humano. Luego entraron en escena los saiyajines y lo demás ya es historia. Una increíble historia que, de alguna forma, marcó mi vida. Porque gracias a Dragón Ball, me adentré en el mundo del anime y el manga. Fui aprendiendo de aquel maravilloso mundo proveniente de Japón. Por aquellos años, iniciaba la Secundaria, un tiempo complicado en el que mi horario de clases muchas veces me impidió ver algunos capítulos. Ahora lo recuerdo y me da risa, porque llegué a maldecir la escuela. No quería ir, e incluso, tuve la intención de escaparme de la escuela antes de la salida. Odiaba perderme algún capítulo y quedarme con la incertidumbre de no saber qué pasó con los guerreros Z. Por fortuna, Televisa, dueña del canal cinco, repitió las temporadas del anime, una y otra vez, por muchos años. Fui muy feliz la verdad. Y no voy a mentir, siempre que podía, veía la repetición. No importaba el número de veces que fuera, pues la emoción siempre era la misma. Yo lo disfrutaba mucho, aunque mi madre dijese que era aburrido. Ella también vio y conoció a los guerreros Z, pero se desesperaba cuando la trama llegaba a lo más tenso, y luego, reiniciaban la programación desde el comienzo. Sí, era frustrante. Pero quizás, gracias a eso, Dragón Ball Z fue acumulando seguidores con el pasar de los años, uniéndose a las aventuras de Gokú. Siempre esperando una nueva transformación para vencer al enemigo en turno, alzar las manos para dar nuestra energía a la Genkidama, y cantar a viva voz el opening y el ending que tan magníficamente fueron adaptados a nuestro idioma. Por aquellos años, el Internet estaba en pañales y era poco probable el poder investigar sobre mi anime favorito, excepto por las revistas de contrabando que llegaban de España. Y claro, los CDs piratas con las películas que aumentaban la emoción y la confusión respecto a la cronología del anime, pues sus tramas chocaban con lo canon. Desconocía ese concepto de que los OVAs, Películas y Gaidens eran algo aparte, creado por Toei. Y odiaba eso, porque a México llegó mucha mercancía con información y personajes que aún no conocía, pues la transmisión del anime iba con lentitud. Así que me confundía cuando veía a esos sujetos posando en una tarjeta brillante junto a los guerreros Z. Era demasiada información que deseaba procesar y no podía. Pero incluso así, me compré el álbum y las estampas. Los cromos, los posters, la guía de personajes con esencia española en sus descripciones, una playera con el estampado de los guerreros, los tazos, etc. Cualquier cosa, aunque fuera un pedazo de cartón, yo lo guardaba. Ahora que lo pienso, me obsesioné un poco. Pero bueno, cualquiera que ame Dragón Ball Z, me entenderá. Muchos de esos “tesoros” no los pude conservar. Ya saben, limpiezas inesperadas y mudanzas no deseadas. Aún me duele haber perdido tanto material, aunque eso no fue el fin del mundo. Ahora puedo comprarlo de nuevo y sonreír como en aquellos años. El tiempo se ha ido, y aún le tengo amor a la obra del maestro Akira Toriyama. Tal vez no siga todo lo nuevo que ha extendido el universo de Dragón Ball, ni el manga de Super, los videojuegos, otras animaciones, doujinshis, etc. Pero, cuando salga la nueva temporada del anime y otra película, iré al cine y veré los capítulos nuevos, tanto subtitulados, como doblados. Seguiré disfrutando de esta obra, que ha sido parte de mi infancia y de mi vida actual, aunque en menor grado. Siempre guardándola con cariño en mi corazón. No sé qué más decir, y aunque no me nace el llorar como la vez en que el anime finalizó en la televisión hace años, tengo una opresión en el pecho que lastima demasiado. Siento que no he escrito todas las palabras que me gustaría expresar acerca de Dragón Ball. Siento que le quedo a deber a esta grandiosa obra. Y lo que más me duele, es saber que, esta vez, las Esferas del Dragón, no pueden traernos de regreso al maestro Toriyama. Su obra y legado permanecen, y espero que continúe un poco más. Ojalá que el fallecimiento del creador no obstaculice los proyectos de Toei, Toyotaro y de otros más, que desean seguir contribuyendo con esto. Yo esperaré emocionada por ver que nueva aventura le depara a Gokú y a sus amigos. Gracias por todo, maestro Akira. Espero que Kamisama te reciba con los brazos abiertos y que Enma Daiosama te mande directo al paraíso. Siempre estarás en nuestros corazones. Adiós Toriyama.