ID de la obra: 1423

La Telenovela de las sombras

Het
G
Finalizada
1
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
5 páginas, 2.500 palabras, 1 capítulo
Descripción:
Notas:
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Capítulo 1

Ajustes de texto
Uno en internet se puede encontrar de todo, sinceramente. Esta vez, esculcando en tumblr, para hacer una pequeña publicidad a mis humildes fanfics, me encontré esta idea tan original. Ha sido muy pero muy divertido imaginarme todo lo que conllevaría un espectador silencioso en esos veintiún años de la vida de las gemelas y, además, ese romance de vez en cuando que mantenían Karsh e Illeana. Esto que leerán más adelante es una idea al respecto sobre lo que me imagino que sería lo que hubiera pasado si Aaron hubiera visto esa "telenovela" Adjunto arriba el link al post que encontré en Tumblr. Todos los créditos son para esta persona. —¿Puedes repetirme otra vez cómo Illeana transformó a tu madre en burro? Karsh resopló en gran medida y volvió a tomar el cepillo para pasarlo nerviosamente por su cabeza— si me lo permites, preferiría no repetirlo.  Aaron seguía dando los toques finales al traje de Karsh, mientras él lo permitía algo irritado. Estaba estresado, nervioso, quería que todo saliera a pedir de boca, que las cosas se dieran como debían, que al caminar no se tropezara con sus propios pies o terminar tirando el pastel. Temía hacer el ridículo y temía que Illeana lo hiciera también. —Illeana es a veces muy testaruda ¿sabes? —comenzó a quejarse, con los labios apretados y el semblante serio— insistió tanto en que me pusiera estos zapatos porque mis botines le desagradan ¡Pero tengo ampollas ya, Aaron! y ni te digo lo que quiere que me ponga para la cena de esta noche. A veces es estresante, es demasiado inocentona, tonta, berrinchuda, traga dulces y tontearías y es escandalosa. Aaron lo miró a través del reflejo del espejo, alzando una ceja y sonriendo de medio lado.  —¿Entonces porqué te casas con ella? —se soltó a reir el rey. Karsh lo miró de la misma forma y resopló— porque la amo. —¿Entonces porque te quejas de esas características de ella? —se soltó a reir Aaron. —Porque la amo, pero a veces me vuelve loco —suspiró con una sonrisa pequeña. Karsh se miraba ansiosamente en el espejo, sus ojos desbordaban nerviosismo. Su cabello, normalmente desordenado, había sido cuidadosamente peinado por un par de sirvientes que intentaban mantener la calma. Sin embargo, cada intento era recibido con un resoplido de frustración por parte de él. —¡Esto es un desastre! —exclamó Karsh, soltando un suspiro de exasperación—. ¿Por qué mi corbata no se queda en su lugar? ¿Y qué pasa si a Illeana no le gusta lo que llevo puesto? Aaron, sentado a su lado con la tranquilidad que siempre lo caracterizaba, observó al protector con una leve sonrisa. Aunque el caos reinaba a su alrededor, él parecía ser la roca en medio de la tormenta. —Karsh —dijo Aaron con voz calmada—, recuerda que hoy no es solo un día para impresionar a Illeana. Es un día para celebrar lo que realmente importa: su amor. —Eso es fácil para ti decirlo —respondió Karsh, ajustándose la corbata de nuevo—. Tú has pasado veintiún años en una dimensión oscura, y ahora que has regresado, ¿crees que entenderás lo que es estar tan nervioso antes de casarte? Aaron dejó escapar una suave risa, haciendo que los sirvientes se detuvieran en su trabajo y lo miraran con curiosidad.— ¿Pueden dejarnos un momento solos? Lo mejor será darle una pequeña lección a Karsh —los sirvientes asintieron y salieron rápidamente. —Si tan solo supieras cuántas veces he sentido esos mismos nervios —dijo Aaron. —Yo sé que si —aceptó él, alzando las manos en señal de rendición— perdón por decir lo contario, pero no es la misma situación. Siempre tuviste a Miranda loca por ti, a veces creo que debo capturar la atención de Illeana para que deje de pensar en comida o... en cualquier cosa en general. —Talvez si fueras más detallista —se soltó a reir el rey. —Ese no es mi fuerte —se justificó él, despeinándose por completo y volviendo a hacerlo desde el principio— por fortuna eso Illeana ya lo sabe. —Karsh, durante mis años en la Tierra de las Sombras, pasé mucho tiempo observando a mis hijas. Desde la sombra de la anciana que hacía la limpieza, veía a Illeana y a ti. La conexión que compartían siempre me llenaba de esperanza. Karsh parpadeó, sorprendido. Nunca había considerado que Aaron estuviera tan cerca de sus vidas, incluso en aquellos momentos que parecían privados. —¿De verdad? —preguntó Karsh, su ansiedad momentáneamente reemplazada por curiosidad—. ¿Me has... visto en esos momentos? —Sí —respondió Aaron, sonriendo de lado, su tono volviéndose más reflexivo—. Eras un mago lleno de promesas y esperanzas. Aunque las circunstancias eran complicadas, nunca dejaste de mostrar tu amor por ella. Karsh se mordió el labio, como si tratara de evitar otra queja, pero sus manos seguían inquietas, tratando de arreglar su ya impecable corbata. —Eso es lo que me vuelve loco. —Frunció el ceño, dejando escapar un suspiro frustrado—. ¡Illeana es perfecta! Un poco atolondrada, distraída... pero perfecta. Y aquí estoy, sintiéndome como un completo idiota, incapaz de dejar de quejarme de los preparativos. Aaron lo miró con su calma habitual, pero esta vez sus ojos brillaban con diversión. Dio un paso hacia Karsh, inclinándose ligeramente como si fuera a compartir un secreto. —Las mejores cosas vienen acompañadas de incertidumbre, Karsh. Lo que sientes no es debilidad; es la prueba de lo mucho que te importa. Recuerda, el amor no se mide por la perfección del día, sino por la autenticidad de lo que compartes con Illeana. Karsh se quedó en silencio un momento, tratando de procesar las palabras, pero Aaron no terminó allí. Con una ligera sonrisa, empezó a contar recuerdos. —Recuerdo una vez, poco después de que Illeana y tú se conocieran. La vi usar un hechizo para hacer crecer más rápido sus plantas. Pero, en lugar de eso, terminó convirtiendo a tu gato, Pompón, en un arbusto. Karsh soltó una risita, recordando el incidente. —¡Oh, no! ¡Pobre Pompón! —exclamó, sacudiendo la cabeza—. Pensé que me iba a volver loco cuando intentó maullar y solo salió un sonido de hojas susurrando. —Y tú... —continuó Aaron, con una risa suave—. Cuando trataste de arreglar el hechizo, acabaste cubierto de flores y hojas por tres días. Caminabas por el pueblo con un arbusto en la cabeza y decías que eras un “mago botánico”. Illeana no paraba de reírse, y tú, por supuesto, fingías que lo habías hecho a propósito. —Claro que sí —respondió Karsh, divertido—. A veces creo que le encanta que me sienta ridículo. Hace que se ría aún más. Aaron rió junto a él, pero entonces su expresión se volvió un poco más traviesa. —Y hubo otras veces —añadió Aaron, su tono más bajo—, momentos que... bueno, digamos que ni Illeana ni tú fueron conscientes de mi presencia en esas sombras. Karsh lo miró con desconfianza— ¿Qué quieres decir? Aaron levantó una ceja y una sonrisa burlona se dibujó en su rostro. —Recuerdo una tarde particularmente interesante —dijo Aaron, inclinándose un poco más hacia Karsh—. Ustedes dos estaban en la cocina, preparando algo para cenar. Illeana, siendo Illeana, terminó tropezando y derramando una botella de miel sobre ti. Y antes de que pudieras limpiarte, ella empezó a besarte, allí mismo, entre risas y caricias. Estabas tan sorprendido que no sabías qué hacer. Karsh sintió cómo su rostro se tornaba rojo, claramente incómodo por la memoria que Aaron había traído a colación. —¡Aaron! —exclamó Karsh, enrojeciendo hasta las orejas—. ¿¡Me viste… durante eso!? Aaron solo se rió, levantando las manos en señal de rendición. —Tranquilo, Karsh. Todo lo que vi fue a dos personas locamente enamoradas, aunque sí debo decir que la miel fue una elección interesante. No sabía que eras tan creativo. —¡No fue mi idea! —respondió rápidamente Karsh, claramente avergonzado pero con una sonrisa al recordar la escena—. Illeana es la que siempre arma esos pequeños desastres y, bueno, es difícil resistirse. Aaron sonrió con complicidad, sin perder su tono sabio. —Y esa es la clave, Karsh. Illeana es una fuerza de caos y alegría, y tú siempre has sido su ancla, aunque nunca te diste cuenta. La magia entre ustedes no está solo en los hechizos, sino en la forma en que manejan esos pequeños desastres. Aaron, viendo el evidente nerviosismo de Karsh, decidió continuar con sus recuerdos, pero esta vez con un tono un poco más pícaro. —Y ya que estamos recordando... —Aaron dejó que su sonrisa traviesa se asomara de nuevo—, hubo una vez en particular que casi decidí intervenir, pero pensé que sería... inapropiado. Karsh lo miró, levantando una ceja, algo entre la intriga y el temor. —¿Qué... qué quieres decir con "inapropiado"? —preguntó, casi temiendo la respuesta. Aaron se inclinó un poco más, disfrutando del suspenso. —Fue un día lluvioso, justo antes de una tormenta eléctrica. Estaban ustedes en la biblioteca, si no me equivoco. Illeana, siendo como es, trataba de conjurar un hechizo para limpiar los viejos libros de polvo, pero claro, algo salió mal... —Aaron hizo una pausa para añadir dramatismo—. En lugar de limpiar el polvo, logró que todos los libros se abrieran y se dispararan por la habitación, volando por todas partes. Uno de ellos terminó en tu cabeza, y tú... bueno, tú terminaste lanzándote sobre ella para cubrirla cuando uno de los estantes casi colapsa. Karsh ya empezaba a recordar el incidente, y su rostro adquirió ese característico color rojo. —Ah, sí... recuerdo eso. —Intentó parecer indiferente—. Fue pura coincidencia, solo trataba de ayudar... Aaron lo interrumpió, sacudiendo la cabeza con una sonrisa más amplia. —Coincidencia, claro. El caso es que, después de que cayeron al suelo, con libros esparcidos por todas partes, hubo un momento... bastante íntimo. Tú estabas sobre ella, y sus labios estaban a solo unos centímetros de los tuyos. Y justo cuando parecía que iban a besarse, Illeana empezó a reír. Karsh se puso más rígido, claramente incómodo. Sabía exactamente a qué se refería Aaron, pero no estaba preparado para escuchar el resto. —Yo no... ¡No estaba tratando de besarla! —dijo rápidamente, levantando las manos como si quisiera defenderse de una acusación invisible—. Fue un accidente. —¿Un accidente? —Aaron arqueó una ceja—. Pues, no lo parecía. Especialmente cuando ella te miró con esos ojos llenos de emoción y te dijo, muy suavemente, "Karsh, creo que te amo". Literalmente lo dijo. Y tú, por supuesto, lo tomaste como un chiste. Pero ella estaba completamente seria. Si no me equivoco, te sonrojaste tanto que rivalizabas con el color de tus ropas. Karsh ahora estaba completamente rojo, casi igual que su túnica— ¿Y recuerdas qué más pasó? Creo que después de eso el calor empezó a ser demasiado porque ustedes empezaron a desvestirse y... —¡Aaron! —exclamó, claramente desesperado por que terminara ese relato—. ¡¿De verdad tenías que ver eso también?! No, ya no quiero que me cuentes más. Aaron soltó una carcajada, dándole una palmada en la espalda con afecto. —Bueno, no era mi intención. Pero entre el caos de los libros voladores y tu intento torpe de salvarla, me resultaba imposible no quedarme a ver cómo acababa la escena. Karsh negó con la cabeza, frotándose la frente, avergonzado hasta las raíces del cabello. —¡Por favor! Lo último que necesito ahora es imaginar que alguien estaba viéndonos durante... esos momentos. Illeana no lo superaría si lo supiera. El ambiente se calmó un poco más mientras Aaron continuaba ajustando la chaqueta de Karsh. Pero ahora, la tensión en el protector se había disipado, al menos un poco. —Hubo momentos más tiernos, por supuesto —añadió Aaron, con una sonrisa suave—. Como esa vez que Illeana te trajo una caja llena de dulces que había hecho ella misma, todos quemados o deformes. Estaba tan nerviosa, pensando que no te gustarían. Pero recuerdo cómo los comiste todos, uno por uno, mientras ella te miraba como si fueras la persona más increíble del mundo. Karsh sonrió nostálgico, la imagen de Illeana llena de harina, con el ceño fruncido por la concentración, aún fresca en su mente. —Sí... —suspiró Karsh—. Ni siquiera sabía qué era lo que estaba comiendo, pero la manera en que se iluminaba cuando los probaba... Eso es lo que me importa. A veces parece que todo lo que toca se convierte en desastre, pero no me importa. Solo quiero estar allí para reírme con ella y ayudarla a limpiar el desastre, porque... bueno, porque la amo. A veces más de lo que puedo soportar. Aaron, aún con una sonrisa en los labios, trató de tranquilizarlo. —Tranquilo, Karsh. Illeana estaba demasiado absorta en sus sentimientos por ti para notar cualquier otra cosa. Y créeme, esos momentos fueron especiales porque mostraron lo reales que son tus sentimientos. Karsh suspiró, intentando recomponerse, aunque la imagen de aquel día seguía clara en su mente. —No puedo creer que recuerdes eso tan detalladamente... —Oh, lo hago —respondió Aaron, guiñándole un ojo—. Y estoy seguro de que hay otros momentos que podrías haber olvidado convenientemente, pero... por ahora, dejaré que esos sigan siendo un misterio. Karsh lo miró con horror fingido. —¡No me digas que hay más! —Digamos que he sido testigo de una relación llena de momentos inesperados. —Aaron dejó que la frase se deslizara suavemente—. Sabes, en esa época, cuando no estaba cuidando a las gemelas, los cuidaba a ustedes y a Miranda. Pero puedo asegurarte que ustedes dos eran mi entretenimiento favorito. Considéralo la "Telenovela de la tierra de las sombras" te juro que era muy, pero muy entretenido. Karsh se cubrió el rostro, pero no pudo evitar reírse junto a Aaron. Era tan ridículo que no sabía donde meterse. Algo bueno tenía todo esto, se había olvidado ya del estrés de la boda. —Pero no te preocupes, Karsh. No tengo intención de mencionarle nada de esto a Illeana... a menos que sea absolutamente necesario. —Aaron lo miró, satisfecho con lo que había logrado en la conversación— Y esa, Karsh, es la esencia de lo que vas a hacer hoy. No importa cuántas cosas salgan mal, lo que importa es que al final del día, estarán juntos, enfrentando los desastres y las risas... juntos. Karsh lo miró por un momento, permitiéndose una sonrisa más amplia y genuina. —Gracias, Aaron. Creo que necesitaba recordar eso. Aunque... si la próxima vez pudieras evitar contarme lo que has visto desde las sombras... Aaron soltó una risa cálida y le dio una palmada en el hombro. —No te preocupes, Karsh. Lo que pasa en las sombras, se queda en las sombras. Karsh asintió, ya sintiendo que su corazón estaba un poco más ligero. Se giró hacia el espejo una última vez y, al verse reflejado, comprendió que era más que un protector en un palacio. Era un hombre listo para comprometer su vida al lado de la mujer que amaba. Con una última sonrisa a su amigo, Karsh salió de la habitación, dejando atrás las sombras de su inseguridad, decidido a dar un paso hacia la luz del amor. Aaron sonrió, iba a ser participe, por fin, de una etapa muy esperada de su telenovela favorita.
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