Capítulo único
8 de diciembre de 2025, 9:38
Sako poseía un corazón de oro y una admiración inquebrantable. Hiiragi era quien llenaba todos sus pensamientos, que de alguna manera se había ganado su corazón sin siquiera pedirlo, porque no hacía falta, Sako le daría a Hiiragi todo sin pensarlo dos veces.
Para Sako no existía nadie que iluminara sus días como lo hacía Hiiragi. Era como sentirse atraído hacia el sol.
Pero la luz no existe sin oscuridad y el amor no existe sin matices. Hiiragi decidió seguir a Umemiya. Y esto rompió el corazón de Sako, porque el chico era demasiado joven para entender, para comprender las verdades a medias y las palabras subliminales entre renglones.
“No me sigas”, tres palabras que le agrietaron el alma. Pero si hubiera sabido leer entre líneas habría visto el propio conflicto de Hiiragi, quien no quería arrastrar a nadie a su causa y no por ello lo quería menos.
No se podía culpar a la rabia por existir, un sentimiento válido, uno que arrastró a Sako hacia rincones que nunca pensó frecuentar.
Shishitoren se convirtió en un refugio. “Eres fuerte, únete a nosotros” Esas palabras dichas por Tomiyama aún resonaban en su mente.
¿Era fuerte? ¿Realmente podía decir que era fuerte? Teniendo en cuenta que se dejaba llevar por sus emociones y actuaba por impulso. Dolía admitir que no era tan fuerte si se trataba de sentimientos.
Y mientras varias batallas se luchaban, tanto fuera como por dentro, Sako iba reconciliándose con su corazón, con esa parte de él que no se perdonaba por no haber seguido a Hiiragi. Otra parte no se arrepentía de elegir Shishitoren, los veía como una nueva familia, sus compañeros.
Con el tiempo superó sus sentimientos por Hiiragi.
Al principio no se dio cuenta. No supo cuándo empezó a perderse en otros ojos, en otra sonrisa, en otra persona. Inugami llegó como una cura para el alma, llegó como un compañero leal y como un amor sereno.
Era un secreto a voces, que Sako ya no necesitaba un “sol”, prefería un “lobo” que aullaba por la Luna. Inugami era ese lobo y para este, Sako era la Luna.
Inugami sentía un gran amor hacia Sako, un gran respeto y devoción. Quería toda la atención de Sako para él, quería que esos ojos avellana solo lo miraran a él por la eternidad. Tal vez Inugami era ambicioso, pero sabía que lo merecía, tanto como Sako merecía ser amado y atesorado como un diamante.
El sol y la luna no estaban destinados a tocarse, no eternamente. Un amor que solo se daba en los eclipses no era lo que necesitaba Sako. Inugami se volvió su fortaleza, su amor, su todo.
En los ojos de Inugami, Sako podía ver todo el amor que le profesaba tras esa actitud directa y juguetona, casi hiperactivo. Era así como amaba a Inugami, siendo como un cachorro que lo seguía y necesitaba.
Mirando atrás, Sako se dio cuenta de que no se arrepentía. De que su primer amor no era tan fuerte como su verdadero amor que era Inugami. Atesoraba a ambos, mientras compartía su vida con Inugami, mientras crecía y mejoraba a su lado.
Hiragi era un recuerdo, un amigo y un anhelo que quedó atrás. Esa complicidad se quedó para forjar una lealtad mientras Hiragi miraba con orgullo la persona en que se había convertido Sako, porque alguna vez este pequeño Sako fue su persona favorita, seguía siéndolo de otra manera ahora.
Lo que importaba es que Sako era feliz, que había encontrado su lugar.