ID de la obra: 1459

Marchito

Gen
G
Finalizada
3
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
3 páginas, 983 palabras, 1 capítulo
Descripción:
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Capítulo 1

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Notas:
Caín intentaba ser ahora una mejor persona de lo que alguna vez fue. Todo para Abel, lo que no era nada fácil por el rencor que marcaba el corazón de su hermano. Y no podía culparlo por eso. Pero, por algún milagro de un dios que al parecer no los había abandonado por completo, fueron aptos para recibir un "tiempo fuera", como una pequeña recompensa por su comportamiento no letal, lo que era un gran logro tratándose de su hermano menor. Aunque por la seguridad de otros tendrían que pasar ese lujo lejos del poblado más cercano. Caín, siendo el más racional, pidió que se les dejara en alguna pradera verde, si tenía arboles frutales mejor, pues le recordaba a la tierra que solía trabajar junto a sus padres. Caminó tomando fuertemente a Abel de las manos. El mayor podía sentir la mirada fija de su hermano en su nuca, pero no hizo ningún comentario al respecto. Al llegar a la sombra del árbol más grande del lugar Caín se dio la vuelta para ver a Abel. —Si te suelto ahora, ¿prometes no lanzarte a mi cuello? —Soy rencoroso, pero no idiota. Se que sin importar lo que intente no podré hacerte ningún daño. A pesar de sonar como una amenaza a penas velada Caín se rio con humor, antes de soltar la mano tatuada de su hermano menor. Abel no dudo en correr en dirección opuesta. Moviéndose libremente y respirando el aire fresco, totalmente opuesto al aire pesado y estancado de su área de contención, se volteó atrás para ver a Caín, como un reflejo de lo que solía hacer cuando jugaban de niños. Cuando veía por encima de su hombro para ver siempre a su hermano mayor correr tras él con una sonrisa mientras lo perseguía. Pero Caín se había quedado debajo del árbol donde estaba, no porque quisiera, Dios sabe que no había otra cosa que quisiera más que correr tras su hermano para revivir los momentos más felices de su vida. Pero al agachar la cabeza vio como la hierba que había pisado antes ya había quedado marchita y sintió las hojas del árbol caer sobre el. La naturaleza ya se estaba marchitando solo por su mera presencia. Caín intentaba ser un mejor hermano, pero ver la naturaleza morir bajo sus pies fue suficiente para recordarle que nunca podría huir de su pecado, su marca y maldición. Su cruz personal. Que egoísta había sido al aún así querer ser traídos a este lugar, pero el egoísmo siempre lo había caracterizado ¿no? Tan perdido estaba en esos pensamientos que no notó el sonido de pisadas sobre la hierba seca, hasta que los pies marcados por tatuajes de Abel se pusieron en su campo de visión. Pero Caín no tuvo el valor de mirarlo a la cara. —¿Piensas quedarte ahí todo el día? —Es lo mejor —respondió el mayor, aún sin mirarle a los ojos—. Si me quedo aquí al menos el daño en la tierra será menor. Para su sorpresa, Abel se sentó en la hierba, sin inmutarse por lo incómoda sensación. —Vaya forma de desperdiciar esta oportunidad. Caín finalmente se atrevió a levantar su mirada. —Esa es mi decisión, pero tú, ¿por qué te sientas a mi lado? Abel se encogió de hombros. —Si intento algo mínimamente "arriesgado" o me salgo del perímetro designado, la fundación enviará su carne de cañón sobre mi, hasta neutralizarme o meterme a esa caja otra vez, lo que pase primero —abrió perezosamente uno de sus ojos rojos que casi brillaba a través de su largo cabello negro—. Quedarme sentado aquí es lo más conveniente, por ahora. Los ojos azules de Caín se abrieron con sorpresa. Eso era lo más cercano que Abel le había mostrado a su vieja hermandad. El sentimiento, casi olvidado, que calentó su pecho en ese momento lo hizo sonreír. —"Por ahora" ¿he? Suena a una tregua con poca garantía de durar. —Puedes aceptar o verme intentar reventar tu cabeza con una piedra. —No gracias, prefiero tenerte aquí, vivo —se recostó contra la madera ahora débil del árbol tras el, viendo las hojas secas caer de este— ¿recuerdas lo que solías hacer cuando éramos niños? Cada que me veías descansar bajo el árbol tú te acercabas a mi, jugando nerviosamente con tus manos y entonces te inclinabas para- No pudo terminar de hablar antes que la mano de Abel cubriera su boca. —No te atrevas a terminar esa anécdota. Yo ya no soy ese niño que recuerdas. Caín sintió el agarre de Abel sobre él, no era firme, ni siquiera agresivo, era casi tembloroso, no por vergüenza, sino por lo doloroso que era ahora ese recuerdo por culpa de Caín. Con suavidad tomó la muñeca de su hermano, y apartó la mano de su boca. —Muy bien, no la voy a continuar con mis palabras. —Ah, aún tienes algo de sentido común en tu cabeza. —Lo tengo, por eso es mejor una demostración práctica. Antes de que Abel pudiera procesar sus palabras Caín ya había acortado la distancia entre los dos. Uniéndolos en un beso inesperado, como los que solía darle Abel cuando eran niños. El beso no fue brusco, ni siquiera apasionado. Era suave un reflejo de esos besos inocentes y rápidos que solían compartir cuando sus padres no miraban. Y eso mismo tenso a Abel al máximo. Su cuerpo mandaba señales contrarias. Responder con ira, aprovechar lo cerca que lo tenía para intentar tomarlo por el cuello y estrangularlo. Pero otra parte, una que creía muerta, lo impulsaba a corresponder, pasar sus brazos por detrás de su cuello y no aferrarse a él. Ambos impulsos eran igual de fuertes, tanto, que al final Abel se quedó quieto, con los ojos cerrados. No rechazó a Caín, pero tampoco lo correspondió. Y eso, en su dinámica rota, manchada por sangre y viejos rencores, parecía la opción menos jodida de todas.
Notas:
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