When I saw your face I became a prisoner of your eyes And I would do just anything To stay and be with you
Gu Tian Yu lleva atorada la vida en la garganta, tiene el miedo rondando en su cabeza. Hacer lo que quiere hacer es aceptar la parte de sí mismo que ha querido negar, la que lo ha llevado a tener la única discusión posible con sus padres. Pero, Zhong Yi Xiang es tan atrayente. Cada que lo mira, cada que están cerca, piensa que está perdiendo la cabeza. Por eso, cuando Chen Yu Xin le confirma que ya no hay problemas reales sobre la publicación de su libro, no duda en comprar ese segundo pasaje a Honk Kong. No importa si no encuentra a Jin YuFan, si sus cartas son una pérdida mal calculada; al fin y al cabo, ¿qué esperaba decir realmente cuando lo encontrará? ¿Qué espera sentir si llega a la Bahía? Intenta dormir, pero las emociones bullendo bajo su piel son demasiado. Está al borde de una epifanía. No está cómodo. Sale de la cama con el único objetivo de calmar las hormigas que van bajo su piel, que tiran de sus pensamientos hacia el chico que duerme un piso más arriba. No puede ignorarlo. Sale de allí y sube las escaleras con más confianza de la que realmente se tiene. Toca a la puerta, esperando. Zhong Yi Xiang aparece allí como lo dejó: con solo una camiseta sin mangas, la piel bañada por el sol y esa sonrisa escondida. ―Hola ―el intento de sonar casual, es patético. ―Hola ―su duda es tan plausible, puede verte sin esfuerzo―. ¿Qué pasa? ¿No puedes dormir? ―No mucho ―confiesa, manteniendo el cuerpo y las ideas rectas. Siente que quiere saltar hacia todos lados. ―Bueno ―su sonrisa es coqueta aunque no intente serlo―. ¿Qué tal si te llevo a dar una vuelta? ¿O quiza…? ―Mañana… ―interrumpes sobre su ofrecimiento, no quieres quedarte mucho tiempo, no deseas que vea lo que hay dentro de tí. Tian yu Sonría y él le sonríe de vuelta. La brillante luz detrás de Zhong Yi Xiang lo hace ver más guapo. ―Adelante ―dice, sin pararse a pensar en que Gu Tian Yu podría morir allí de pie escuchando. ―Eh… Mañana, irás al festival, ¿verdad? Asiente con tanto entusiasmo, su boca apenas moviéndose para declarar un “Sí” victorioso. ―Después de eso, no tenemos que ir a la Bahía de las Ballenas Perdidas ―declaras, con firmeza. ―Si no vamos a ir… ¿A dónde quieres ir? ―Aunque duda, no pierde el brillo en procurar opciones. Tian Yu podría comérselo a besos en esa noche tranquila. Parece tan dispuesto a todo en este momento. ―Te avisaré mañana ―Zhong Yi Xiang pone una expresión incrédula, antes de volver su estado de animosidad usual. Sonríe y asiente, como si no hubiera nada que discutir sobre la vida. Le envidia. Tian Yu Piensa en dar las buenas noches, en asentir y regresar por las escaleras. Pero Yi Xiang está ahí, a la expectativa, sonriendo, prestando atención y su piel brilla dorada bajo las luces en contraste con la oscuridad; más cerca que en cualquier momento de parece una deidad. ―Sabes… ―duda, ¿sería tan fácil?―. No estaría tan mal un paseo nocturno. La sonrisa de Yi Xiang expande. Todos sus dientes a la vista, su mandíbula marcada y su pendiente brillando igual. Los dedos de Tian Yu pican por delinear aquel rostro, perderse entre esas ondas dispersas y decoloradas. ―¡Genial! ―suelta, pareciera que realmente esperase pasar más tiempo con él―. Dame un momento. La puerta se cierra en su cara, escucha movimientos apresurados del otro lado. Un tropezón, una caída, un objeto rodando por el suelo. Yi Xiang sale del cuarto con una chaqueta verde y su sonrisa, Tian Yu daría todo por esa sonrisa. ―Entonces, ¿a dónde vamos? ―pregunta, siguiéndolo por las escaleras. Sus pies apenas sienten la madera que los sostiene. Tiene el tirón de su propia sonrisa en la cara. ―Ya verás, es de mis lugares favoritos ―asegura Yi Xiang, lanzado una mirada sobre el hombro. La chaqueta oculta su piel, pero no el brillo en sus ojos cafés; se siente demasiado como las historias de Tanizaki, es solo un hombre cansado que va tras las fantasías que le provoca una jovencita. Aun así, no pierde el entusiasmo. Salen de la casa sin hacer más ruido que el de la búsqueda de sus zapatos en la entrada. Yi Xiang toma las llaves de la moto y le susurra que debe apurarse, antes de que Xiao Yun pregunté a dónde van, queriendo acompañarlos. La sola mención de que son ellos dos y Yi Xiang quiera que sean solo ellos, le hace temblar. ¿Desde cuándo le dio a este chico la capacidad de interesarse tan sinceramente por lo que sea que ocurría en su mente? ¿Por qué puede leer tan bien sus intereses? Si decidiera detenerlo, ahora que está sacando la moto de la entrada, girar el rostro y besarlo, ¿él aceptaría? ¿mantendría la misma sonrisa? Quiere pensar que sí, quiere creer que sí. Pero… su vida ha sido un compendio de decisiones estúpidas hasta ahora, no tiene más que una sarta de ideas escritas en papel, algunas inconexas, nada que realmente sea una trama o una aventura. No se la ha pasado más que contemplando el bello paisaje que es Yi Xiang. Sus pensamientos se detienen, cuando es consciente de que estar sentado en esa moto es volver a abrazar al chico fantástico que la conduce. Se siente un adolescente torpe otra vez, que no sabe muy bien donde meter todas esas condiciones irreparables para el cortejo. Se sienta allí, rígido, mirando la amplia espalda que se ofrece como un mapa de todas sus necesidades. Quiere sumergirse allí. Desea anclarse a ese soporte como lo haría un náufrago ante un pedazo de madera. ―Sujetate ―pide Yi Xiang, antes de encender el motor. Hace lo que le piden, rodea con sus manos la cintura estrecha. Tiene la tentación de dejar caer su frente en la espalda amplia, para aspirar por completo el aroma y desaparecer sus pensamientos apabullantes. Es mejor eso que la realidad que lo domina. Yi Xiang suspira, una risita baja. Enciende la moto. Son solo ellos en el silencio de la noche, con el sonido del mar cerca, así como su aroma salado y el viento frío en la cara. Un poco como vivir por primera vez, el aliento de Dios cerca a los ojos, un empuje de magnificencia descarada. No hay preguntas, no como las de la tarde; no hay persecuciones como las de días atrás, lo cual agradece; tampoco encuentra indiferencia, el cuerpo frente a sí es cálido y relajado, lo invita a distenderse también. No van muy lejos, realmente, es un paseo rodeando el borde de la selva que casi colisiona con el mar. Una forma de ferocidad que se mece contra otra, una belleza inasible que se enfrenta a otra. ¿Es él el mar o la selva? ¿Es su historia o la historia de Jin Run Fa? ¿Tuvo alguna vez el derecho a contar una cosa tan tierna como esa o debió guardarla en el fondo de su corazón como un recuerdo precioso? ¿Dónde en el mundo estará el niño lleno de sueños con el que se ha escrito? Espera que esté, al menos, la mitad de feliz que él. Paran un momento en una tienda de conveniencia, de la que Yi-Xiang sale con una bolsa blanca de la que no revela nada. Tian Yu no pelea aquello, no puede hacerlo. Se deja mecer por las luces en el cielo, las crestas de olas que enmarcan el horizonte. El aire limpio que limpia sus pulmones, así como su consciencia. ¿Hubiera valido la pena que su suicidio fuese un hecho? No.***
You know there are times
When I let myself wonder
Suben una pequeña colina, sus brazos rodeando a Yi Xiang sin miedo. ¿Por qué habría de tenerlo? Si el otro no lo quisiera allí, o cerca, lo echaría a un lado. La subida se prolonga, hasta llegar a un pequeño valle, junto a otra colina. El mar está detrás de ella, puede escucharlo y olerlo, las olas altas golpean el acantilado sin descanso; un suave mecer del tiempo. ―No podemos subir en la moto ―le es comunicado, después de un largo momento en silencio, en el que no ha soltado al otro―. Debemos caminar. ―Ok ―responde con sequedad, apartándose a su pesar. La luna es lo suficientemente clara para iluminar el camino. Van lado a lado. La vegetación densa no deja entrever más que un trozo del cielo, con la luna en él, justo en la cima del camino. Es como si se acercarán a ella, pero ella se alejara al verlos. ―Es siempre así con las cosas bonitas ―comenta Yi Xiang, empujandole con el hombro. Sigue caliente, pese a la brisa y el viento. ―Espero que no siempre ―bromea, de vuelta, empujando con un poco más de fuerza. Al girar el rostro para captar la expresión de su acompañante, lo encuentra mirándole con insistencia. Sus ojos pardos, casi negros en la oscuridad, reflejan la luna. Es un ser sacado de un cuento de hadas. Quiere creer que le mira con algo cercano al propio martilleo en su corazón. Se pregunta si Yi Xiang podría volverlo a acorralar como lo hizo en ese excéntrico motel a las afueras de TaiPei, esta vez podría ser menos rígido, podría acercarse más. ―Si sigues mirándome así, creeré que quieres otra cosa ―bromea, intentando salir al paso. ―No, solo quiero tu dinero. No, no puede imaginar a Yi Xiang quedándose allí solo por dinero. A pesar de su mala reputación y modales, es obviamente mucho mejor persona de lo que aparenta; el dinero solo fue una puerta de entrada, podría haberle dado solo una décima parte de los cien mil y los hubiera aceptado igual, habría gastado el mismo dinero en el viaje y estaría igual de sonriente. ―Lo que digas. Terminan de subir la cuesta. Es un risco saliente en la costa, diminuto comparado con los grandes accidentes geográficos de esta parte de Taiwan, pero lo suficientemente elevado para permitir una panorámica del rededor. Allí arriba hace frío, aunque las estrellas parecen tan cercanas y fuera posible rozar la luna solo elevando la mano; el verde del rededor, es una capa de fragancias exóticas, flores silvestres que solo dejan rastro en la oscuridad; el piso es una colección de rocas y plantas bajas semejantes a un jardín zen. Es la postal perfecta para el final de un libro, o de una película, el tipo de cosas que siempre ha querido poner en sus libros sin saber si logra expresarlo por completo. ―Podrías decirme que esta es la bahía de las ballenas y te creería ―no sabe cómo más expresarlo. Creería, haría y diría lo que sea que A-Xiang le ofrezca. En este momento, sigue a ciegas su luz por un mundo cada vez más opaco. ―Está allí ―señala él, con una mirada tímida; su dedo se desliza en el horizonte, en las siluetas de rocas y calas que demarca el brillo azulado de la luna―. Detrás de esas formaciones, hay cuatro horas en moto, un poco más en auto. ¿Por qué cuenta tan vacío ahora que están tan cerca? Ya no quiere acabar con todo, es cierto, pero debería existir cierto regocijo en encontrar aquello que se ha buscado por tanto. ―Suena como un viejo amor al que ya no le guardo cariño ―confiesa, lleno de miedo. ―El cielo envejece y el mar envejece ―canturrea Yi Xing, sus palabras llenas de un sentimiento extraño. Su perfil recortado en las sombras de la noche, no puede ver sus ojos realmente. ―Deseo hacer la promesa en esta vida, para poder abrazarte en la próxima (1) ―responde, en un pésimo ritmo, sin saber si puede realmente con una frase como aquella. Escucha la risa de Zhong Yi Xiang y se arrepiente de inmediato. ―Eres temerario intentando igualar a Leslie Cheung con esa horrible interpretación. Otra vez, tiene la horrible sensación de que está viendo algo que no puede entender y que Yi Xiang es más de lo que dice, como si estuviera enfocando solo el primer plano y no el fondo de la imagen. Se siente abruptamente confundido. ¿Qué pasó con su templanza para tomar las decisiones? La confianza que le genera Yi Xiang está plagada de su propio temor, de la desconfianza aprehendida por la costumbre de la gente que no se parece a él. Toda la vida le han dicho que no debería estar donde no le han dicho que esté. Pero, ¿qué más hace? Los escritores se nutren de las almas agónicas, los lugares incómodos, las miradas desorientadas y las causas perdidas. Ningún buen escritor sabe tomar buenas decisiones; a menos que sean decisiones narrativas. El desencuentro es siempre mejor conductor que el final esperado. En silencio, Yi Xiang le ofrece su bolsa. Son bocadillos, algunos con sabores como camarón y otros solo de maíz, toma uno y se sientan sobre las rocas para mirar el horizonte. Hombro con hombro. La penumbra de la cima y el brillo nocturno. Yi Xiang enciende un cigarrillo. Observa la llama, apenas un punto de luz, se mezcla con el humo que exhala el otro. Antes odiaba a los fumadores, ahora asocia el olor con la cercanía. Los delgados hilos grises se sumergen en el aire sin pedir permiso, solo deshechos por el propio aliento de quien los creó, quien en medio de risas, intenta hacer que Tian Yu entienda algo de jerga local. Son fantasmas, fantasmas de una noche insomne en la que Tian Yu ha tomado más decisiones de las que debería y de las que siente que podría arrepentirse, pero, ¿qué podría estar peor? Pensaba al llegar que no había nada que empeorar en su vida, lo drogaron y lo robaron; pensaba que estaba fatal al acabar con eso, y un jovencito lo engañó por completo y lo hizo huir de la mafia; no está hecho para el mundo adulto de las cosas importantes, la meditación reposada. O tal vez sí, para estos momentos sí, para la piel de Yi Xiang que choca con su piel en el punto donde sus brazos se encuentran, en el calor de esta playa y esta ciudad, en el río en el que nadaron un día atrás de forma inesperada, en el pedazo de paraíso que es su vida desde hace tres días. Podría quedarse aquí. Podría sentirse a gusto para siempre en el intento de Yi Xiang de que use las “r” al final de las palabras como una especie de juego, en el reflejo de la combustión del cigarrillo en esos ojos plácidos. Tantea la posibilidad de decirle que aquello que les ocurre no es más que un traspié obnubilado, que siguen en aquel cuarto maltrecho de TaiPei, con el olor de los químicos y el sudor por todos lados. Si se despertara de nuevo allí, no dudaría en mirar de más el cuerpo que se cambiaría sin pena al frente suyo, devoraría cada mancha que el sol ha dejado por esa piel. Casi quiere decirlo… hasta que escucha los pasos. Ramas que se quiebran bajo pisadas apuradas, varias. Uno tras otro, aparecen los hombres que los han venido persiguiendo todo el viaje, con sus camisas oscuras, sus sonrisas torcidas y nada bueno a la vista. Los tres hombres no le dan tiempo a reaccionar; uno de ellos lo derriba y el otro toma a Yi Xiang por el cuello. Tian Yu reta al tipo que lo tiró al suelo con un par de golpes, que le son devueltos sin ninguna misericordia, escucha más forcejeos, un par de gritos en dialecto que les son imposibles de traducir. Tal vez su viaje fue demasiado improvisado, no estudió bien la zona, metió en problemas a Yi Xiang y, de paso, hizo lo mismo con sus sentimientos. Mientras intenta sacudirse el sabor de la sangre y la tierra en la boca, escucha una súplica: ―Tengo el dinero, tengo el dinero ―lo puedo enviar ahora. El dinero que Tian Yu había cedido tan fácilmente. Si salen con vida, promete pagarle el triple cuando estén en Hong Kong. El hombre que lo retiene a desde su espalda, contra el suelo, blasfema y escupe al suelo. Los rayos pálidos de luna hacen que la tierra tenga un ligero subtono gris, como si estuviera muriendo. La adrenalina corre por la sangre de Tian Yu, el miedo, ante las risas sarcásticas de los hombres a la propuesta de su amigo, el sonido de los golpes: uno, dos, tres, demasiados para contarlos. No puede verlo, pero lo imagina igual que él, tirado en la tierra, encorvado sobre sí mismo, recibiendo la brutalidad de aquellos hombrecitos enajenados. No solo hay golpes con las manos, puede escuchar como las suelas de los zapatos palmean la tierra cuando cambian de postura. ―¡Por favor! ―pide, en un grito que no sabe de dónde viene―. De verdad tengo dinero, se los daré, lo haré. Les daría todo, el dinero, su ropa, el hermoso rayo de sol que se reflejaba en las gafas al recorrer la carretera, les devolvería el tacto de su piel en las manos de Yi Xiang y el tiempo respirando el mismo aire. Les daría todo si lo dejaba Hay más risas. El hombre sobre él le asesta un zape en la cabeza: ―Esto ya no es por el dinero.***
You pulled me back to earth Don't you hear me crying?
El timbre del teléfono es largo. Una, dos, tres veces. La comisaría atiende con lentitud. Cuando contestan, no les deja hablar, explica la situación frenéticamente, habla de la sangre, la mucha sangre que sale de Yi Xiang por todas partes, de la pelea, de los hombres que les atacaron, de la dirección desde la playa que siguieron para llegar allí. Está frenético, puede ver parte del cráneo expuesto de Yi Xiang, no sabe cómo explicarle eso a la operadora. ―Voy a enviar una patrulla y una ambulancia ―dice la mujer al otro lado de la línea, con urgencia―. Usted mencionó que su compañero vive cerca, ¿podría facilitarnos la dirección? ―No la conozco, como le digo, soy de Hong Kong… yo… él… no deberíamos. ―No se preocupe, tal vez algún dato relevante que nos pueda ayudar. ―Se llama Zhong Yi Xiang, su hermana, del orfanato se llama Xia-Xia, ella regenta un lugar para turistas… ―Oh, los chicos del orfanato ―la alarma en la voz de la mujer se agrava―. Por todos los dioses, pobrecillo. No recuerdo a ninguno con ese nombre, pero… ya va la ayuda, jovencito. Conozco a Xia-Xia, la llamaré de inmediato. Por favor, no corte la línea. Aunque la mujer le habla y él responde, realmente no hace más que acunar la cabeza de Zhong Yi Xiang, llorando, prometiendo que lo llevará a Hong Kong y le pagará el doble solo por vivir. Después sabrá que la ambulancia tardó quince minutos, pero para él son horas angustiosas en las que la sangre se filtra entre sus dedos, pese a la constante presión que ejerce sobre las heridas. Se siente impotente, débil y menos preparado que nunca para que las cosas pasen de la manera en que están ocurriendo. ―Lo tienes ahí para que lo veas morir ―le dijo el hombre que lo sujetó al suelo antes de irse. También lo golpeó, un par de patadas, tiene roto un labio, pero nada como la carnicería que hicieron con Yi Xiang. su cara está hinchada, sus labios partidos, una mano en un ángulo raro. Gu Tian Yu está llorando sin saber si llora, solo el sonido del mar le acompaña. ―La ambulancia está cerca ―escucha que dice la mujer de la operadora, preocupada―. ¿Sigue respirando? ―No sé ―No se atreve a comprobarlo. No quiere hacerlo. La cabeza entre sus manos aún está caliente, la sangre sigue brotando, quiere aferrarse a eso, quiere cree que es suficiente. Yi Xiang no reacciona, ni a sus malos chistes, ni a sus promesas, ni a sus lágrimas. Tian Yu espera alguna respuesta… cualquiera que pueda quitarle el peso de saberse culpable. Si no hubiese estado tan ansioso, tan necesitado de mirarse un poco más en esos ojos oscuros, de saber a qué se siente la compañía, el calor de la cercanía. Estaba tan desesperado por algo a lo que nunca ha tenido derecho que se sobrepasó con sus exigencias, todas ellas egoístas y tontas, ¿por qué creyó que los problemas estaban lejos? ¿Por qué se confió tanto? La ambulancia no logra llegar a la cima de la colina, los escucha parar en las faldas, donde la policía comienza a gritar con fuerza. Llaman a su nombre y al de Yi Xiang. En un principio, no logra contestar, su garganta apretada por el terror y la tristeza lo están estrangulando. ―¡Gu LaoShi(1)! ¡Zhong Yi Xiang! ―llama la honda voz de un hombre viejo―. ¡Zhong Yi Xiang! ¡Gu LaoShi! Tian Yu se está ahogando en su miseria, en el dolor, en la sangre que ya no cabe en sus manos. ―¡Zhong Yi Xiang! ¡Gu LaoShi! ―El llamado es más cercano, luz de linternas se filtra entre los árboles, apagando el plateado brillo de luna. ―¡Aquí! ―alcanza a articular― ¡Aquí, por favor! Hay más gritos, pesadas pisadas en el sendero escarpado. La tibieza, el mar, sus lágrimas, todos ocultos por el bullicio de la gente que se espanta, de los miedos primigenios que se presentan ante la muerte. ¿Tendría oportunidad de ver a Yi Xiang en otra vida? ¿Podría perdonarlo por ser tan inútil a la hora de enfrentar una pandilla? Él de verdad quería ayudar, quería parar los sollozos, las patadas, los sonidos de la carne siendo embestida. Él quería zafarse de esa mano que primero lo inmovilizó y luego lo obligó a mirar, a ver como no solo lo golpeaban, sino que le clavaban cinco certeras puñaladas en el abdomen. Cinco, que contó con gritos desgarrados y nada más que miedo. Ellos reían, él gritaba. El mar seguía cantando. La sangre es negra ante el brillo de la luna. Sangre como brea, pesada, pegada de sus manos. Las risas desbordadas de los hombres al retirarse, el humo que subió hacia el cielo desde las brasas de sus cigarrillos, símbolo de victoria. El corazón que golpea, como caballo desbocado, en su pecho, le impide escuchar a quienes llegan. Le impiden razonar que debe soltar el cuerpo, que tiene que dejarle ir. No puede expresar que, si lo hace, puede que nunca más se le permita sostenerlo, que su perdón no sea nunca. Es obligado a abrir los ojos, a mirar una luz cegadora, a trasladarse a una camilla. Mira el mundo sin mirarlo. La moto de XiaXia está tirada a un lado, como si alguien la hubiese empujado. Se le ocurre que deberá explicarle todo esto, que emergencias la llamó cuando ella ya estaba durmiendo, que ahora debe encontrarse llorando sin saber cómo llegar al hospital. XiaXia, que lo ha tratado tan bien como trata a Zhong Yi Xiang.***
Take me in your arms again Tell me that you're trying Or is our love a lie?
Xia Xia le ha insistido en que no debe preocuparse. Después de un par de días, solo tiene una escayola en una mano, así como unos cuantos cortes en el rostro; ha sido más el alboroto de la prensa, los llamados desesperados de su agente desde Hong Kong lo atosigan. No ha declarado nada oficialmente, solo el hecho de que fue atacado al lado de un amigo en una playa que visitaban. No está seguro de que acepten el hecho de todo esto se debe a que Zhong Yi Xiang es un estafador conocido en los bajos fondos de Taiwan. Aunque también puede encontrar el interés en ello. Su editorial estallaría en miles de ideas de marketing para ello, sobre todo ahora que el libro tiene libertad para imprimirse, sabe que dirán cosas, esas cosas que se han murmurado sobre él desde la primera vez que declaró en público no estar interesado en buscar una relación romántica. Marica. La palabra pesa en el fondo de su mente junto a los reproches suaves de su madre por la queja de hacerse más vieja sin conocer nietos. Gu Tian Yu vuelve a la casa, arrepentido, esperando la llamada que le ofrezca un poco de paz. Yi Xiang fue operado de emergencia, perdió mucha sangre y tuvo varias contusiones. Le obligaron a un coma inducido mientras logran estabilizarlo. Fue lo más misericordioso que pudieron hacer, con tres puñaladas y múltiples fracturas, las cosas no serían buenas si despertara de inmediato. Tian Yu ha estado en los suficientes talleres de escritura para saber cómo resultan las cosas en este tipo de historias si se fuerza el asunto. Dentro de la casa, va a la habitación que le asignaron: el boleto de avión todavía en la mesa de noche. Toma el medicamento recetado y se tumba en la cama. Está muy triste, muy roto, muy solo, para siquiera pensar en el suicidio ahora. Está demasiado empecinado en pedir perdón, de mil maneras distintas, y de responsabilizarse por todo, como para cuestionar su propia cordura. Deja un mensaje para Hong Kong antes de caer rendido: «Zhong Yi Xiang viene de un entorno complicado, pueden constatar llamando a la embajada. Ha tenido que sobrevivir como puede. No es un mal chico. Intentó salirse de la pandilla, nos persiguieron por todo nuestro recorrido. Pensamos que los habíamos perdido. Es un buen amigo, ¿podrían ayudarnos?» Se levanta cinco horas después, entumecido, con el brazo roto colgando de un lado de su cama. Está desorientado, con cada músculo de su cuerpo suplicando ser atendido. El medicamento, como le advirtió el doctor, necesitará de dosis diarias potentes. Busca las demás pastillas, se toma dos de un tirón. Mira a su alrededor. En sus sueños estaba mejor, en sus sueños vagaba de la mano de Zhong Yi Xiang por una playa muy blanca, estaban hablando sobre abrir una restaurante en la orilla, con bonitas vistas al atardecer, él estaba diciendo que no cocinaría, pero que conocía a un chico de su universidad en Hong Kong que estaría fascinado de dejar su puesto de oficinista para servir platos coloridos a turistas en una playa como esa. La sonrisa infinita de Yi Xiang lo había cegado, sus ojos hipnotizando sus sentidos. Sus manos se habían apretado. Ahora, no hay más que soledad y dolor. El reproche por los momentos que no aprovechó, a los que no dijo que sí. ¿Y si se hubiera quedado mirando de más en la duche abierta de noche en el motel? ¿Y si aprovechara su tiempo en el agua, con el sol radiante, para acariciar hasta el último renglón de esa piel bronceada? ¿Y si se lo hubiese dicho? Si le decía que cada vez que lo miraba, su pecho se convertía en la cámara de resonancia de un tambor. El sonido del celular le advierte el dejar de lamentarse. ―¿Cómo estás? ―XiaXia va al grano, como si supiera que él es un lío ahora. ―¿Cómo está Yi Xiang? ―pregunta en cambio. ―A-Xiang sigue donde lo dejaste ―dice ella, en un reproche―. Eso no importa ahora, dime cómo estás. ¿Has comido? ―No, me dormí. Acabo de despertarme ―confiesa, sin querer moverse―. Me duele todo el cuerpo, tomé una dosis antes de dormir, pero parece que no fue suficiente. Tomé dos más hace un momento, esperaré a que hagan efecto. A través de la línea, puede escuchar un breve chasquido de lengua, un signo universal de fastidio: ―No te vayas a atrever a faltar a tus comidas, ¿me entiendes? Yi Xiang te va a necesitar cuando despiertes… ―hay algo, en su voz, en la manera en que lo dice todo. ―Lo conozco hace menos de una semana, XiaXia. Puede que me culpe cuando despierte, yo… ―¿No te lo ha dicho? ―¿Qué cosa? Se oye angustiada, el tipo de angustia que tenía su madre en las noches intranquilas de su niñez cuando estaba enfermo, la misma ansia que él tuvo cuando pensó que ya no había más para él en el mundo. ―Oye, Yu-er. No sé si sea mi deber… pero, deberías ir a su cuarto. Y pensar en que se van a decir cuando despierte. ―¿Qué quieres decir? ―insiste, porque la idea que ronda su cabeza lo está apuñalando. ―Él… él tenía un amigo por correspondencia, ¿sabes? Me mostraba muy orgulloso sus cartas, sobre todo la que decía que fuera a TaiPei. ―Eso no es posible. ―Él escribió esas cartas hace apenas unos años, Yi Xiang debía ser ya un adolescente, no un niño. ―Lo es, lo es ―dice ella, apresurada, su voz emocionada―. Compró todos tus libros, además, los tiene todos. Decía que te pediría su autógrafo para todos si alguna vez te veía. Se fue a TaiPei otra vez para ganar dinero e ir a buscarte. Cuelga. Porque no sabe nada más que hacer. No sabe cómo, pero fichas inconexas de su viaje caen de repente en el mismo sitio, se arma ante él una posibilidad apabullante. Por qué, ¿qué gangster es tan amable con un desconocido caído en desgracia?, ¿quién ha sido alguna vez tan detallista en todas sus opiniones? La imposibilidad de aquella idea lo golpea. Jin Run Fa estuvo frente a sí todo el tiempo, con una cara mayor de lo que debería y una historia muy diferente de lo que él esperaba. Es su culpa. Si él no le hubiera dicho que se fuera a TaiPei la primera vez. Deja el teléfono a un lado, aparta su dolor y cojea por las escaleras a la habitación donde los hechiceros ojos de Yi Xiang… Run Fa.. A-Fa, lo hicieron cambiar de opinión. La puerta entreabierta es una invitación agraciada, teme cruzar el umbral y hallarse más allá de las posibilidades, comprometido en algo a lo que no puede aferrarse. ¿Y si es una broma? ¿Es una mentira que XiaXia se ha inventado para congraciarse con él? ¿O sí sabe de la historia de alguien más? Tal vez ambos lo planearon todo para estafarlo, él…. Empuja con su hombro bueno la puerta, todo está bañado por la luz de un atardecer dorado. La habitación es una colección de toda su vida enmarcada por el azul del mar y ballenas redondas. Todos y cada uno de sus libros se acomodan en un nicho, donde la luz del sol entra oblicua, permitiendo una lectura cómoda; hay allí fotos, recortes, mapas, una guía ampliada de sus aspiraciones, sueños y miedos. Tian Yu se ve allí, tan intensamente, como se ve en la soledad de sus insomnios, así como en el momento justo de la propia constatación de su miseria compungida. No está tan solo, o no debería estarlo. Lágrimas de miedo y ansiedad se desbordan en sus ojos. Todos los días de preguntas sobre su propio valor se resuelven con esa dorada luz sobre las cartas enviadas hace tantos años, sobre las páginas de libros que delatan haber sido abiertas varias veces, incluso señalando con notas aquellos lugares donde usó las cartas recibidas como inspiración para los diálogos. El dolor físico desaparece, así como la pesadez que lleva encima desde antes de ser consciente. Todas sus dudas, todos sus miedos, se reducen a nada ante la vista de la fotografía que cambió por completo las decisiones de su vida.***
Love is blind And love deceives you You came along and captured me Now I'm a prisoner of your eyes
―¿Sigo vivo? ―Zhong Yi Xiang sonríe incluso medio moribundo. Después de cinco días, los médicos acordaron dejar de sedarlo y permitirle despertar con normalidad. Tian Yu no estuvo aquí para verlo la primera vez, pero XiaXia lo llamó emocionada para contarle que la reconocía, recordaba todo y, exceptuando algunas lagunas sobre su infancia, no parecía haber mucho daño. Su cuerpo es otra cosa. La herida en la cabeza, lo obliga a llevar un vendaje, así como las puñaladas en el pecho y la fractura en el brazo. ―Más o menos ―contesta Gu Tian Yu, sentándose en un sillón a su lado, para evitar que deba mover mucho la cabeza―. Creí que tendría que buscarte en otra vida para volverte a ver. La sonrisa no se desvanece, los ojos pardos se hacen, si es posible, más dulces. ―No importa si es en otra vida, te dejaría encontrarme ―podría ser una frase cualquiera, podría ser una mofa. Tian Yu sabe que no es así, lo sabe por como no deja de mirar al otro a los ojos y delinear el arco de cupido en sus labios, ¿sería muy arriesgado besarlo ahora? Estira su mano, para tomar el rostro del lado que no tiene heridas, la perfecta piel bronceada es ahora más blanca por pasar tanto tiempo en el interior. De alguna manera, le molesta, es como si hubieran extraído de él toda la vida. ―Jin Run Fa ―comienza―, más te vale no hacer eso, hice un viaje muy largo para ver contigo el mar. Entonces ve algo que no consideró hasta ahora. Ve los ojos de Zhong Yi Xiang llenarse de lágrimas, ve su distinguible y bien trabajada alegría desmoronarse por completo, sus dedos son lavados por una tristeza de la que no conoce la procedencia. Ni siquiera está seguro de si sea bueno para alguien que se está recuperando del coma llorar como lo hace él, pero lo acepta con estoicismo, no soltando su rostro y evitando que se haga más daño del necesario con su profundo dolor. ―Lo siento ―dice Yi Xiang, o Run Fa, mirándole entre sus pestañas espesas―. Pensé que sí lo mantenía un poco más, si cumplía tu fantasía, si te llevaba allí… y luego me presentaba sólo como un fan. No sabía, no sabía si lo entenderías…. ―Shh… shhh… ―pide con cuidado, acariciando con su pulgar la mejilla redonda―. No importa, no voy a buscarle lógica a algo como eso. Yo solo quiero que estes bien… vine hasta aquí por tí, me salvaste, más veces de las que me merecía. Por favor, necesito que te recuperes. Se queda allí toda la tarde, pese a la sugerencia del médico principal de ir a descansar. Se queda para asegurarse de que Yi Xiang coma, haga sus terapias de lenguaje, no se mueva en exceso y sonría. Ama que sonría tanto, incluso cuando le duele. Su propio brazo, entumecido por la posición y la escayola, no le importa tanto como la compañía empañada de nostalgia que comparte ahora. No se atreve a hablar sobre las cosas que se dijeron entonces, sobre los cambios, el tiempo, el buzón y sus consecuencias, siente que si pregunta, y las respuestas no son lo que desea, va a terminar llorando. No necesitan llorar más. Pero, como siempre, es Zhong Yi Xiang quien sabe sacar las conversaciones incómodas. ―Dijiste que te envíe una foto, pero… yo no te he enviado una foto ―dice, mientras hojea uno de sus libros sin leerlo. No puede, le han recomendado no leer ni ver nada demasiado brillante como la pantalla de su celular hasta que esté mejor. ―Es la foto que tenías en tu buró ―comenta, la que estás mirando al mar. ―Entonces, ¿aún no te la he enviado? ―es a medias una pregunta inquieta y un signo de coquetería, como si hubiese algo divertido en la idea de que tiene conocimiento de algo que hará en el futuro. ―No lo sé. ―Espero que no haya sido porque me dejaste, me voy a sentir muy mal si luego de ser apuñalado me dejas ―no es que el inflar los cachetes y fingir indignación sea realmente muy divertido, pero Tian Yu estalla de la risa por el mero hecho de que ya lo están acusando de abandono por algo que no sabe que es―. Oye, no te rías, esto es serio. Le dije a todo el mundo en el orfanato que me casaría contigo. Puede ver al pequeño Jin Run Fa escribiendo furiosamente con su lápiz, acusando a todo el mundo de intimidarlo y jurando que conseguirá al niño mayor que le envía cartas. Le va a responder con una grosería, cuando su teléfono suena… es su madre. Aunque hablaron ayer en la noche y la tranquilizó sobre su estado, ha insistido en que regresé a Hong Kong de inmediato para poder cuidarlo. Ella cree que toda esta aventura no es más que un capricho ―que sí lo fue en un inicio―, y no sospecha nada sobre su depresión, el intento de suicidio, las expectativas que carga y mucho menos el hombre del que está enamorado. Solo se topó con el mal, dijo ella, todos alguna vez tenemos que hacerlo, solo que a tí te tocó la peor parte. No le ha dicho nada sobre Zhong Yi Xiang aún… ella sabe de las cartas, al menos lo superficial, que intercambiaba correspondencia con alguien de la isla, que tenía que ser otro chico, nunca le dio los detalles cruciales… quizá en algún momento comentó que era menor. Y lo es, pero no tanto como pensó alguna vez. ―Madre ―contesta, sin dejar de mirar a Yi Xiang, quien decide entretenerse con su propio teléfono. ―¿Cómo estás? ―la preocupación es palpable―. Vi la última publicación, ¿el chico está bien? ―¿Qué chico? ―El que te escribía ―insiste ella―. ¿No se llamaba Jin Run Fa? Escuché el reportaje, pensé que era menor, pero escuchando sobre su vida… Dioses, supongo que va por detrás de ti en todo sentido. ¿Está bien? No le contó todos los detalles a su familia, se guardó lo que pudo de aquello. Pero a nadie le dijo sobre Jin Run Fa y su relación. ―¿De qué reportaje hablas? ―El que hizo la cadena nacional. Aunque hay más charla genérica, en la que su madre se encarga de amenazarlo un par de veces por su descuido, y en la que escucha a su padre de fondo diciendo algo sobre estar agradecidos de que haya ocurrido en por un atraco y no por la guerra, la verdad es que solo espera al corte para correr a su buscador. Ahí está el informe. Un video de cinco minutos donde detallan su trayectoria profesional, conectan su último libro por publicar con este viaje y muestran algunas de sus fotos con XiaXia y Yi Xiang en la playa. Entonces tiene una idea genial sobre todo esto, por lo que llama de nuevo a su agencia y acepta dar, por fin, una declaración amplia a la policía sobre la situación. Sus descripciones de los atacantes son escuetas, casi que podrían ser genéricas, pero parece que la banda tiene un prontuario amplio y no es tan difícil que le pongan las manos encima, sobre todo cuando hace todo ello público a través de redes sociales y de su agencia de marketing. Lo que una vez fueron post bien estudiados para promocionar sus historias, son hoy una serie de entrevistas en las que comenta cómo, en medio de su reencuentro con su viejo amigo por carta ―quien inspiró su último libro― se vio envuelto en esta persecución, de la que exoneró a Jin Run Fa a través de un muy logrado discurso de los abruptos cambios en su vida. A la gente le parece demasiado tierno todo el asunto, más que nada por lo poético que parecía el viaje por carretera, la bahía, el festival y sus fotos, usadas como evidencia, donde era obvio que ambos estaban cómodos y relajados disfrutando de los paisajes. Una foto de Yi Xiang, desde el interior del auto alquilado, sonriendo, con él de fondo medio dormido, ha sido el deleite de seguidoras intentando leer el ambiente y personas mayores que ven en ello un recuerdo de sus veranos más felices. No va a decirle a nadie lo que realmente le pasaba por la cabeza en aquellos días, solo se sienta a llenar papeles, hacer transferencias y prometer al Estado de Taiwan que toma responsabilidad sobre las acciones de Jin Run Fa si lo dejan libre de cualquier sospecha por sus acciones de criminal de poca monta en el pasado. Yi Xiang además, firma una declaración en la que pone todo lo que sabe sobre las bandas del bajo mundo de Taipei. Lo hace casi que en un sueño, más que nada, presionado por Tian Yu para que nadie tenga nada que decir sobre sus decisiones, sólo sobre los horribles hombres que los habían atacado.***
Trapped in time I cannot leave you
Pueden salir del hospital luego de un mes. Su brazo todavía en escayola, Zhong Yi Xiang todavía en muletas. Pero eso está mejor que haber muerto o que haberlo perdido todo. Se contentan con jugar a perderse el uno en el otro, relatando los hechos que les ha acontecido en todos esos valles de silencio que interceptan su relación. La vida de Jin Run Fa es peor de lo que Yi Tian pensó, mucho más atravesada por el abuso y las desventuras. Incluso su primera vez fue desastrosa, tomada por una mujer mayor, detrás de un bar mugriento, donde él consiguió el suficiente dinero para comer al día siguiente. Todo mecánico, transaccional y sin vida. Mató a alguien, un chico que también intentaba matarlo una noche, peleando por un pedazo de pan tieso. Mientras lo escuchaba, solo podía pensar en el pequeño corazón rompiéndose una y otra vez por perseguir la sugerencia de un extraño lejano. La culpa repta de nuevo por su estómago, estrujando sus entrañas. Ama a Zhong Yi Xiang más de lo que podría admitir en voz alta. Aunque él parece no necesitarlo, ha tomado el comando de las cosas igual que hizo con su aventura antes. Salen del hospital tomados de la mano, al menos tanto como lo permite la mano de Gu Tian Yu. Vuelven a la casa, XiaXia está más que feliz de adecuar la habitación de Jin Run Fa para ambos, hablando sobre lo mucho y muy feliz que es al obtener un cuñado guapo. Sobre todo porque la gente no deja de llegar al hostal, y a su playa, gracias a su historia y a su nuevo libro ―el cual es lanzado antes por la Editorial, para aprovechar el boom de su imagen internacional, algunos dicen que incluso se vende bien en la china continental (3), a pesar de los rumores sobre su relación en línea. Eso es algo que temporalmente lo tiene sin cuidado, más cuando lo último que ve en la noche y lo primero que encuentra en las mañanas es la sonriente mirada de Zhong Yi Xiang. Cuando por fin están mejor, y pierden sus escayolas, Yi Xiang lo invita a pasear, no a la playa, tampoco a los acantilados, ni siquiera se menciona su playa de ballenas. Sino que se internan en la selva, en los caminos que el tiempo se ha comido y los ha recuperado la naturaleza. Todo parece recién creado allí, el aire es espeso por la humedad, la ropa se pega por todas partes, las manos resbalosas se niegan a abandonarse. Gu Tian Yu no pregunta nada, no porque tenga miedo, sino porque confía; han dejado aviso en la policía local sobre su salida, tienen un rastreador de emergencia en el bolso, el gobierno Hongkonés prometió ayudarlo con lo que hiciera falta en temas de migración. Quiere mostrarle a Jin Run Fa la vida que dejará, u ofrecerle quedarse con él… pero primero tiene que conocerla. De pronto, en medio de las hojas verdes, las lianas colgantes y los sonidos combinados de insectos, homínidos y aves, aparece una vieja estructura a punto de derrumbarse. Una casa antigua, de esas con largos corredores que ven hacia el jardín, pintada de un alegre amarillo que ahora se descascara. ―Este es el orfanato en el que crecí ―la voz de Yi Xiang está contenida, mira hacia la casucha con todos los sentimientos a flor de piel―. Aquí fue donde recibí tus cartas y desde donde te escribía. ―señala unas pequeñas escaleras de entrada, casi derruidas por el tiempo―: Allí me sentaba a escribir, todo el tiempo. ―Es encantador ―No miente. Puede ver que la casa fue bien cuidada en su tiempo, puede entender que las hileras de maleza en el fondo fueron alguna vez un huerto, que el color fue un intento de dar esperanzas a niños pequeños, desafortunados―. Me hubiera gustado conocerte entonces. Pareciera que fue hace solo unos años, pero son décadas. Gu Tian Yu estaba en una primaria refinada, aprendiendo portugues, inglés y ruso al tiempo que debía memorizar caracteres de su propio idioma. Se sentaba a la mesa con sus padres, jugando sin darse cuenta del mundo inmenso al otro lado del mar, donde crecía alguien con quien no tenía nada que ver, pero que le haría creer en los imposibles. Lo ama tanto. ―¿Qué haces? ―preguntas, viendo a A-Xiang acomodar el buzón. De manera increíble, su pintura no está desgastada, aunque parece que tuviera algunas partes coartadas y agotadas por el tiempo. ―Dijiste que te había enviado una nota, ¿no? con la foto. ―mueve el buzón un poco, abriendo su pequeña puerta un par de veces―. ¿Qué estabas haciendo? ―Estaba por suicidarme ―No se supone que lo contaría así, no se supone que cargue a Jin Run Fa con algo más de lo que no es culpable, a lo que no le debe explicación. Pero, ¿cómo negarse? Si él sigue allí, mirándole como si el sol saliera desde donde se encuentra parado. ―¿Aún quieres hacerlo?. ―No. Zhong Yi Xiang sonríe. Extrae una foto de su camisa, la que vio en la habitación. La reconoce como su propia foto, la que obtuvo del correo. Yi Xiang le extiende un pedazo de papel y una nota: ―Escribe lo que sea que te haga cambiar de opinión. Lo anota, las mismas palabras que recibió entonces. El mismo consuelo intrínseco que le obligó a escribir hasta perder el rumbo de sus palabras la historia que lo llevaba atormentando más de una década, entre su consciencia y el miedo. ¿Qué pasaría si contaba aquello? ¿Qué pasaría si algún día, por alguna razón, encontraba sus ballenas, se enamoraba de un chico? Estaba tan solo, se sentía tan insignificante. Pero aquí ya no hay eso, de pie, ante el buzón, envía su propia carta, seguro de que ya no tiene que preocuparse con intensidad por esas cosas. Se sienta en las viejas escaleras derruidas, con los tenis llenos de barro y el olor de la selva en todos lados. La carretera está a solo unos cuatro minutos, por lo que una vez debió ser una entrada amplia cuidada y llena de árboles. El tipo de entrada de los cuentos de hadas. Luego siente el peso constante de Jin Run Fa, o Zhong Yi Xiang, o como sea que quiera llamarse, recostado ligeramente a lado, no está mirando hacia el frente, sino que encuentra su mirada y su sonrisa indiscreta. ―Si no te hubiera respondido a esa carta, jamás habrías pasado por todo eso en TaiPei. ―Si no respondías a mi carta, nunca hubiera tenido sueños, ni aventuras, ni habrías sido un escritor… tal vez estaríamos ambos muertos. ―Lo dice con tanta convicción, con una extraña claridad ante la vida. Es el tipo de sencillez segura que a Gu Tian Yu le ha dificultado encontrar, incluso en la más absoluta paz. Quizá porque la paz es esa mirada anhelante, llena de sonrisas, esos ojos oscuros que prometen una vida en una playa paradisíaca donde no hay nada más. Gu Tian Yu no quiere perderse de ello nunca más. Se inclina, lo suficiente para que su mano sana pueda acariciar la mejilla ajena, Yi Xiang sonríe, un rubor arrebatador se esparce por su piel, es tentador. En sus libros, este sería el momento en que el protagonista masculino hace una declaración audaz, o una confesión profunda. No cree que haga falta algo como eso. Recibe un beso. Comparte un beso. Se deshace en un beso. Sus labios danzan contra los otros labios, una conexión dulce y gentil, una agonía que se corta luego de un largo viaje a través del sin sabor de la vida. Se han besado antes, bajo las sábanas de su habitación compartida, casi que como un secreto; entre las dunas de arena, jugando como los niños que debieron haberse conocido; junto a la entrada con XiaXia mirando en la distancia, riendo y señalándoles como si estuvieran inventando el concepto del amor allí mismo. Esto es diferente. Es un cierre, o el comienzo del viaje de un cierre. Y le gusta, le gusta la mano de Yi Xiang que se arrastra por sobre sus pantalones de pana, apretando sus muslos, le gusta la sonrisa a medias que no puede evitar, mientras arrastra su lengua detrás de otra sonrisa jocosa. Le gusta los ojos que lo miran al final, la forma en que parecen no concebir el espacio fuera de él, porque tampoco puede concebirse sin su Jin Run Fa. Independiente de a dónde los lleve todo, por primera vez, está seguro de que su decisión es la correcta.