ID de la obra: 180

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11 páginas, 1 capítulo
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Capítulo 1

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How can I tell you, babe? My back's against the wall

Fue una cosa natural. El Descanso de las Nubes comienza a tener la máxima entre sus estudiantes y visitantes de que: "La gente de YunMeng puede hacer lo que quiera con el clan Lan". No es que sea verdad… aunque sí es verdad.  Desde el matrimonio de Wei WuXian y Lan WangJi, el Líder Jiang comienza a pasar más tiempo por allí para visitar a su hermano; así como Jin Ling, a pesar de ser un recién nombrado líder de secta, no pierde ocasión en visitar a sus amigos para salir a cazar juntos ―sobre todo cuando OuYang ZiZheng consigue que su padre le deje escapar un rato―. Así, los tres hombres entran y salen de la secta sin que haya ninguna pregunta profunda al respecto, las cosas se complican cuando sus modales chocaron con las estrictas reglas del clan: los tres gritan cuando están alegres, furiosos o tristes; ninguno sabe guardarse sus opiniones y, muy claramente, a ninguno de los tres le parece si quiera opcional la rigidez frente a las normas.  No es que no se esfuercen, pero su naturaleza voluntariosa los hace propensos a no creer que la vida debe ser de una manera solo porque ha sido así siempre. "Intentar lo imposible", se supone que es.  Lan XiChen no prestó mucha atención a ello en los primeros meses de reclusión. Fue más bien cuando Jiang Cheng fue un miembro regular en las visitas mensuales de su familia para acompañarlo, sentado al fondo de la sala bebiendo té sin opinar, que se preguntó por primera vez que significaba ese nuevo grado de cercanía entre sus familias. Fueron visitas rígidas, casi de mendicidad, dónde él evadía toda pregunta a sus sentimientos y seguía dejándose llevar por la melancolía en su corazón. Hasta que el otro líder de secta espantó a su tío con un: "está muerto en vida y ustedes se lo están celebrando" cuando se vieron cara a cara en su sexta reunión, aunque Lan QiRen intentó enojarse, la risa inesperada del propio Lan Huan sorprendió a todos.  ―Definitivamente Jiang WanYin no tiene modales ―había respondido. Era la primera broma que hacía desde el incidente al que se negaba a poner nombre.  Después tuvo la bendición del resto del clan para verlo. Las primeras veces vino con su hermano y su cuñado, solo para fastidiarlos a ambos, como le confesó después. Esto solo duró un par de meses, hasta que solicitó visitas formales como líder de secta y lo mantuvo al tanto de lo que sucedía afuera, recordando que esconderse no paraba el tiempo. Entonces comenzó a hacerle concesiones, como dejar que se quedase en su casa para tomar el té y charlar ―regla rota 1―. También le permitió asar un par de faisanes que cazó en la parte de atrás de la montaña para dejar que JingYi comience algo delicioso el día de su cumpleaños ―regla rota 2―. Igualmente, dejó que se sentará al final de la mesa de banquetes en las cenas oficiales para que pudiese charlar con Wei Wu Xian ―regla rota número 3―. Cuando dio su aviso de que saldría de la reclusión, Jiang WanYin ya estaba enterado, pues le había consultado su decisión con cuidado.  Hoy, casi seis meses después, se sorprende atravesando los caminos de Gusu Lan con rapidez para encontrarlo; sus pies apenas tocan el suelo, sabe que la parte baja de su hanfu se está llenando de tierra, pero no le importa. Han acordado compartir el almuerzo en uno de los restaurantes de CaiYi para recibir a un grupo de discípulos Jiang y Lan que fueron a practicar con demonios acuáticos en una de las afluentes de BiLing. Se mueve guiado por el instinto, pues en su mente no cabe sino la certeza de que no quiere importunar a Jiang Cheng ni hacer que se moleste, aunque le resulte encantador cuando eso pasa.  Jamás se ha enojado con él, pero sabe que descarga su frustración con sus alumnos.  Lo encuentra bajo un árbol, está recostado en el tronco torcido: su espalda recta, sus pies firmes en tierra, ZiDian en el sitio de siempre y SanDu a su izquierda. Tiene los ojos cerrados, pero no está durmiendo; sus brazos cruzados en el pecho, la brizna de hierba en su boca y el suave balanceo de su pecho parecieran indicar una calma cautelosa. Lan Huan lo sabe: no está esperando, está acechando, como un tigre que se mezcla con la maleza de la montaña.  Es feroz. Algo dentro de su corazón se agita. Se parece demasiado a sus deseos más profundos: la templanza para tomar decisiones difíciles, la integridad para aceptarlas cuando no puede cambiar más y el ligero deseo por la libertad inconmensurable.  Se detiene antes de que pueda abrir los ojos. Sus pies a solo un par de pasos de él.  Su semblante relajado, alejado de lo usual, lo cautiva. Hoy lleva el cabello menos rígido y algunos mechones enmarcando los pómulos altos y la mandíbula marcada. Aun es joven, su cutis permanece sin arrugas, sus pestañas son tan largas como las de una chica. El rictus en su boca es deleitante.  Se detiene allí, congelado, sin saber si está bien pensar todo aquello de alguien que le está ofreciendo tanto por tan poco. Al fin y al cabo, Lan XiChen no es más que un estupido melancólico, fácil de engañar, de usar y tirar. Él lo dijo, ¿no? Estaba dispuesto a morir y nadie estaba haciendo nada. Tiene la sospecha de que allí seguiría si no fuese por este pequeño ruiseñor que vino a cantar a su ventana (1), que sentado y sin hacer nada, ha dado por hecho que no le puede rechazar.  Tiene razón.  Cuando Jiang Cheng comienza a abrir sus ojos, Lan XiChen debía los suyos. No quiere que lo atrapen siendo miserable. 

***

And I can't wait to see you again I find I spend my time waitin' on your call

Sabe que hay algo mal cuando se encuentra siendo envidioso de sus sobrinos y sus amigos.  El talismán es una pieza a juego que tanto JingYi, ZiZheng, SiZhui y RuLan usan en sus cinturones. Cuando preguntó de qué se trataba, JingYi exclamó con diversión: ―Ahora todos somos sobrinos del líder de secta Jiang.  Los demás se habían reído igual, antes de que Jin RuLan hiciera una reverencia para anunciar que debía irse, que se verían en dos meses durante las cazas conjuntas, que se cuidarán y que no olvidarán visitar a su JiuJiu si podían. Se fue en un remolino de ropas amarillas que sacudió el corazón de Lan Huan; el mismo tipo de despedida fácil, sin remordimientos, que dejaba Jin GuangYao cuando se veían.  ―¿Para qué son los amuletos? ―insistió esa noche, cuando el clan se reunió a cenar. JingYi, como su heredero directo, se sienta a su lado con una cara de seriedad que no va con él.  ―El Líder Jiang dice que pasamos mucho tiempo en su casa, sobre todo cuando vamos a visitar a OuYang o nos detenemos para reabastecernos. Así que nos dio estos amuletos para entrar sin problema en YunMeng Jiang ―sonríe satisfecho―. Resulta que la única persona fuera de su secta que puede hacerlo es Jing Ling… Como técnicamente SiZhui es su sobrino y nosotros sus hermanos de armas, OuYang dijo que nos estaba reconociendo como sobrinos marciales. ―El niño, que realmente ya no es tanto un niño, le sonríe de medio de lado antes de continuar―. Resulta que el líder Jiang es una persona muy amable cuando la conoces bien.  Piensa en su propia confianza, en la ficha de jade que dejó en manos de Jin GuangYao y que se convirtió en la perdición de Nie MingJue.  ―Jamás vayas a romper esa confianza ―dice con gravedad, poniendo una mano firme en el hombro de JingYi―. Tienes que ser siempre agradecido con aquello que te ofrecen.  Después llega la comida y la comida se interrumpe.  Más tarde, ese mes, un amuleto similar llega para él. Jiang Cheng lo deja sobre su escritorio sin ninguna ceremonia, solo lo pone ahí antes de sentarse.  ―Sé que no quieres salir de aquí, pero podrías venir de vez en cuando a visitarme ―se queja, dejándose caer en el suelo con gracia; aun sin intentarlo, el hombre es encantador―. Es muy egoísta de tu parte que yo deba salir siempre de Yunmeng para encontrarte.  ―Venías aquí a ver a Wei WuXian ―lo acusa con una sonrisa, aunque sabe que la afirmación es cierta. Es egoísta. Ha dejado que sea el otro quien haga todo por él.  ―Al principio sí ―confiesa el otro, mirando la montaña de sus papeles que los está separando―. Ahora vengo porque quiero, nuestros hermanos llevan un mes sin quedarse quietos en ningún lugar.  Él está más que consciente, la última carta de su hermano llegó casi una semana antes, anunciando que habían encontrado una montaña con algunas hierbas que podían ser de utilidad y que enviarían a casa en cuanto pudieran. El cargamento llegó dos días antes, sin ellos.  Ha estado solo, el tiempo solo le ha ayudado a pensar mejor en las cosas que quiere para el futuro, suyo y de su secta. De las decisiones que debe tomar más pronto que tarde, incluso las que ha postergado por varios lustros, creyendo que el tiempo las decidiría por él. Es una estrategía descuidada, más propia de un niño que del hombre que se supone tiene el carácter para dirigir y educar otras vidas; no se siente a gusto en ningún papel, aunque los ha cumplido todos a cabalidad.  Suspira, no conoce nada más que pueda hacer. ―Agradezco tu sinceridad ―dice, con una sonrisa―. Lamento no estar en condiciones de ser tan amable contigo. Creo que decidiste ser mi amigo en el peor momento de mi vida y es terrible. ―¿Por qué? ―inquiere el otro, su ceño se frunce y sus brazos se cierran como cadenas en su pecho―. ¿No te es grato?  ―No, claro que sí ―defiende, de inmediato, suavizando su expresión―. Es solo que me gustaría ser contigo como lo era con las personas en el pasado. Relajarme, reírme, confiar. Pero es… ―Agotador. Lo sé. ―Sus brazos se descruzan, su rostro vuelve a la normalidad. Su perdón es tan rápido como su ira―. No te estoy pidiendo nada de eso, solo te recuerdo que hay un mundo allá afuera donde hay cosas que no son tus deberes. Saliste de la reclusión física, pero no de la mental.  La debilidad en su alma debe transparentarse, pues el Líder Jiang se estira sobre su mesa de trabajo para atrapar sus lágrimas antes de que se escurran. Es patético.  ―Quiero ser mejor, Jiang Cheng, lo juro.  Se debate con ello cada noche, su cama no es más que una tortuosa procesión de culpabilidades, anhelos que se contradicen. Quiere tanto odiar a Jin GuangYao, pero no puede olvidar tampoco su amabilidad; desea perdonar a Wei WuXian, solo que el recuerdo del sufrimiento de su hermano aún lo persigue; anhela tanto castigarse por la obtusidad, la niebla en su corazón, los prejuicios que usó contra otros, aunque no puede quitarse de encima la idea de que eso sería romper con las reglas de su secta. Está cansado. ―Lo estas haciendo bien ―dice Jiang Cheng, sosteniendo su rostro y enjugando sus lágrimas con un pañuelo que sacó de algún lado―. Solo tienes que poner un poco más de lado lo que deseas y aprovechar más lo que tienes.  Asiente, se recoge y trata de recuperar la serenidad.  Invita a Jiang WanYin y compartir el té con algunos manjares que Lan SiZhui le obsequió en su cumpleaños. Estaba por pensar en invitarlo también a la cena cuando dos discípulos entraron corriendo, anunciando que un intruso se había colado en el lugar y no sabían donde estaba.  El líder Jiang aclaró que quiso presentarse formalmente, pero que habían muchas personas en la oficina de Lan QiRen y le pareció demasiado trabajo cuando no estaba aquí por asuntos oficiales. 

***

Can't stop the feeling, I've been this way before But with you, I've found the key to open any door 

Visita YunMeng al final del año. Se vio con Jiang Cheng unas tres veces más: una en CaiYi, después de una cacería; otra en el Descanso de las Nubes, sobre una pequeña conferencia en sus fronteras con los líderes más cercanos a ambos; la última un poco más allá de BaiLing, cuando Lan XiChen se había atrevido a participar en una caza una vez más.  La caza fue un evento de tres días en el que charlaron sobre todas las cosas que podían mientras guiaban a sus equipos por un bosque denso de cipreses, donde ciervos, osos y tigres los miraban en la oscuridad con desafío. Lan JinYi hizo su primera lectura con su guqin que les permitió encontrar el cuerpo de una mujer asesinada por la amante de su esposo y que aterrorizaba a una serie de aldeas cercanas al lago. Con Wei Wuxian y Jiang Cheng a la cabeza, el trabajo se realizó de manera eficiente, limpiando también algunas zonas malditas del rededor. Al igual que él con Lan Zhan, los dos hombres de YunMeng se conocían bien y funcionaban como un equipo sólido, maravillando tanto a los discípulos Jiang como los Lan con sus decisiones aparentemente arbitrarias para hacer las cosas.  Su mayor descubrimiento de esa ocasión, fue el sentir que no estaba desprotegido. Jiang WanYin había desviado dos flechas envenenadas preparadas por la amante iracunda, en caso de que alguien quisiera destapar su crimen. Habían volado rápidas y certeras desde un árbol, ZiDian fue el único objeto que las interceptó.  Tal vez por eso está aquí, porque descubrió que no tenía que cuidarse solo.  Es, a todas luces, una visita informal. Está allí porque dejó que Lan JingYi, con la ayuda de su hermano, se encargue de la secta por un par de semanas, para que comience a tener algo de confianza sobre sus decisiones. La primera de ellas fue ordenarle que tomará algún tiempo para relajarse.  Lo reciben en la entrada del Muelle dos discípulos menores, que lo instalan a su vez en unas habitaciones cercanas al centro del lago, desde las que tiene vistas a las plantaciones de loto y acceso a una piscina interna con agua fresca todo el tiempo. No hay objetos personales que delaten posesión, aunque su anfitrión dejó para él varitas incienso de cardamomo, túnicas de repuesto blancas, algunas con sutiles detalles en lila y azul, y mucho papel y tinta para escribir. Es una réplica en pequeña escala de su propia oficina, un detalle que lo reconforta de maneras inesperadas.    Pasa la siguiente semana disfrutando de las aguas mansas de los lagos, de la comida picante que es rebajada para su gusto más mesurado y de las conversaciones largas con el líder de la secta Jiang. Esto último es algo de lo que tiene que echar mano cuando puede, pues Jiang Cheng no abandona sus deberes sólo porque esté allí, sino que, por el contrario, los atiende con diligencia pese a su interés por ellos. Lo despacha lejos cada vez que se quiere entrometer, bajo el argumento que está allí para descansar, no para trabajar.  Es durante una de estas discusiones que revela lo que se supone que es solo una broma interna de Gusu Lan.  ―Deberías llamar a Lan SiZhui para que te visite, así puedes pasar tiempo con él mientras estoy ocupado ―el ofrecimiento le produce ternura, porque reconoce que el chico es bienvenido y que, pese a que todos saben ahora su origen, no lo recriminan por ello. Lo imaginaba por el regalo que le entregó, pero llegó a pensar que se trató de un gesto exclusivo por los sentimientos de Jin Ling.  ―Tu sobrino secuestró al mío ―se queja―. Lan SiZhui no ha regresado a sus deberes de Lan LingJin desde hace más de una semana. ―Le sugería a Jin Ling que pidiera ayuda si lo necesitaba ―le confiesa, mientras organiza algunas de sus armas para salir a cazar―. Dijo que estaba pasando por mucho. Creí que me lo diría a mi, no que iría corriendo a Gusu Lan.  Lan XiChen no puede evitar reírse. Es escandaloso para sus propias normas.  ―¿Qué es tan gracioso?  ―La gente de mi secta ha acuñado un dicho: “La gente de YunMeng puede hacer lo que quiera con el clan Lan”. Empiezo a entender el porqué.  Jiang Cheng hace una mueca y luego sonríe.  ―Supongo que ofrecerte venir aquí y casi acusarte de matarte en vida, entra muy bien en esa categoría. ―la sonrisa amable se convierte en arrogancia―. La próxima vez pediré que me envíen a uno de sus escuadrones de caza para evitar que tenga que arriesgar mi vida de manera innecesaria.  Lan XiChen golpea el hombro de su amigo con algo de fuerza, con el afán de molestarlo.  ―Ni lo intentes. Mi tío ya está harto de que los más pequeños intenten ir tras Wei WuXian todo el tiempo.  Aunque, sí fuese por él, dejaría que ambas sectas se ocuparán de sus territorios de caza y permitiría que se visitaran con más frecuencia. La pausada reflexión de los Lan hace buen conjunto con la apasionada decisión de los Jiang.  No fue a cazar con Jiang WanYin, pero lo esperó con ansias mientras leía, tocaba su flauta y, en general, se relajaba en YunMeng. Desde que era niño, sus momentos de ocio se reducían a la contemplación que podía tener en las cuatro paredes de su habitación, aunque los discípulos cuentan con largas horas para dedicar a sus propios asuntos, como heredero de la secta y líder en funciones -en cuanto aprendió a escribir, las cartas las firmaba él-, tenía que cumplir todos los días con varias ceremonias imprescindibles para el funcionamiento de su hogar. En los lagos de YunMeng, no tiene que preocuparse por más que la comodidad distendida, por las amables palabras de los lugareños y las continuas ofertas de su anfitrión para visitar lugares encantadores más allá de la ciudadela. Mientras está solo, visita el mercado, aprende algo de la jerga local y se emborracha un poco con vino de loto, especiado y dulce. Es mucho mejor de lo que esperaba, menos caótico y más sanador.  Cuando Jiang Cheng vuelve, ha compuesto una canción como agradecimiento. 

***

Is this love that I'm feeling? Is this the love that I've been searching for? 

Liebing ha sido su compañera desde el lejano día, a sus doce años, que su tío se la regaló para un cumpleaños. Desde muy chico, supo que el qin no era lo suyo, pero tenía la suficiente maestría para hacer sonar un xiao con decencia. Liebing es pesada, hecha de jade, hacerla sonar cuesta un trabajo de respiración prolongado que no terminó de dominar hasta los dieciséis años, por eso, cuando Jiang Cheng llora al escuchar la marcha alegre que ha compuesto para sus tierras, se ahoga en un intento de retomar la canción. Le duele el pecho, así como los recuerdos. Una vez pensó en hacer lo mismo por Gusu, algo alegre y carismático que devolviera la esperanza a su secta cuando fue destruída. En aquel momento fue imposible: los únicos recuerdos que tenía eran la podredumbre que los asolaba y una niñez atravesada por la indiferencia de su padre y la muerte de su madre. Se sintió vacío para el arte. En cambio, pintó todo lo que recordaba para dárselo a los albañiles y que volvieran a reconstruirlo.  Hacerlo para YunMeng ha sido menos traumático. Recuerda el lugar de cuando era joven y venía a las conferencias, recuerda a Yu FuRen comandando ejércitos y a Jiang FenMiang sonriendo impasible ante el mundo. Incluso tiene los recuerdos vagos de un joven Jiang Cheng corriendo tras sus padres en los muelles, tratando de lucir presentable para recibir a los visitantes. Eso, más los días de plácida estancia allí, han alimentado esas notas llenas de fuerza, vivacidad y esperanza, sumando un poco el carácter feroz de su líder. Nunca antes había compuesto una canción por placer.  ―No era necesario ―comenta Jiang Cheng, secándose los ojos con un pañuelo blanco―. No tienes que hacer nada para pagar mi favor.  Están en uno de los muelles flotantes, el atardecer de color naranja arranca destellos dorados del agua, donde el perfume de las flores lo encapsula todo. Están disfrutando de un té tardío, una charla casual y los últimos reportes de Lan LingJin sobre los progresos de su líder. Sea lo que sea que ha sucedido, Lan Yuan ayudó a solucionarlo. Pasó a dejar buenas noticias y volvió hacia Gusu Lan.  ―No estoy pagando, estoy agradeciendo ―insiste, recogiendo sus propias lágrimas con un dedo―. Gracias por dejarme disfrutar de todo esto y, en parte, obligarme a hacerlo. No recuerdo tanta paz en mucho tiempo. Te deberé siempre mi vida.  El líder Jiang estira la mano sobre la mesa que comparten y toca su cabeza, un par de golpecitos amables e infantiles. Lan XiChen se ríe. Eso lo hace sentir cálido, bienvenido. Jiang WanYin no miente y él no está tratando de mantener nada. No es una amistad tirante, inmiscuida por la política y las decisiones de otros, son solo ellos.  ―Puedes volver cuando quieras, las puertas de mi casa están abiertas siempre para ti ―sabe que está tratando de decir algo más por la intensa mirada que acompaña la frase, la suavidad inusual con la que la dice y el tierno temblor en su voz. Quiere lanzarse sobre él y abrazarlo, para transmitir toda la alegría que corretea por sus venas.  Acalla el impulso y hace una reverencia tardía, floja y superficial. Deja una sonrisa colgando en su boca antes de pronunciar: ―Seré más que feliz de aprovecharme de esa oferta en el futuro, si mis deberes me lo permiten. ―Es un acuerdo tácito―. Siempre puedes seguir irrumpiendo en Gusu Lan cuando te apetezca.  Jiang Cheng chasquea su lengua. El cabello medio suelto y su suficiencia usual le agregan dramatismo a sus aseveraciones: ―Como si quisiera que tus guardias me amenazaran una vez más por ir al HanShi sin invitación.  Lan Huan no quería decirle que él nunca había entrado en el ala familiar de Jiang Cheng, pero supone que las cosas son diferentes. Si él escribe o solicita a Jiang Cheng, este va a aparecer lo más pronto posible. Ir al HanShi fue por mucho tiempo la única manera en que podía encontrar a Lan XiChen, si no violaba las normas, no podría alcanzarlo. ¿Qué se supone que significa ese aleteo en su pecho cuando piensa en ello? ¿Por qué hacer tanto por un hombre que estaba, en sus propias palabras, muriendo en vida?  Tose un poco y esconde el rubor que sube a sus mejillas cuando se da cuenta de lo impropio que ha sido todo desde el primer momento. Wei WuXian al menos trató de parecer arrepentido cuando desafió las normas, o lo justificó lo mejor que pudo, Jiang Cheng no piensa siquiera en pedir perdón o permiso, lo hace.  ―Supongo que interrumpir en la casa de alguien de esa manera es considerado de mal gusto. ―¿Te pareció de mal gusto? ―No ―En realidad, le divertía mucho ver el alboroto y pensar que un poco de sí importaba aún.  ―Entonces me importan una mierda las opiniones de otros.  Se ríe fuerte. Su propia flauta rodando fuera de su alcance por el movimiento. Se queda en YunMeng dos semanas más, toca en su flauta todas las melodías que conoce, lee los libros que no ha leído en años y aprende todos los insultos que no cree necesitar de la boca de Jiang Cheng. Para cuando parte, se da cuenta que no quiere irse.  Expresa eso en su siguiente carta, una llena de sentimientos dispersos, donde se debate si volver fue una decisión adecuada o solo un trámite a cumplir. Espera no abrumar a su amigo con esto, no quiere ser imprudente ni evasivo. Solo, no tiene a nadie más con quien compartir todos ese revoltijo de sensaciones que le abruman. Quiere solo sentarse a la vera de Jiang Cheng y escuchar sus historias.  No hay respuesta a su carta. No hay ni un solo indicio de que la haya recibido o la haya desechado. Espera, espera por un largo tiempo.  Dos meses, no han habido cartas de respuesta, ni visitas, ni siquiera una insinuación de la devastación que conlleva la desaparición de toda una secta. Wei WuXian dice que están pasando muchas cosas, que ahora Jiang Cheng solo tiene tiempo para Jin Ling. 

***

And I can't wait to see you again So I can hold you in my arms

Las respuestas aparecen donde menos las espera. Está por visitar a su hermano y su cuñado, que han vuelto de viajar, cuando encuentra el cuadro menos alentador que puede. Lan Yuan está mirando un papel. Una carta. Sus ojos, siempre alegres, están manchados por enormes lágrimas. Wei WuXian lo está abrazando, hablando en voz baja sobre cosas de las que Lan XiChen no tiene claridad.  Mira a su hermano. Sentado en la entrada del JingShi sin intervenir.  ―¿Es muy malo? ―El líder de secta Jin se va a casar ―explica Lan Zhan. Tiene la mirada de determinación que antes ha mostrado cuando se deben tomar las decisiones difíciles.  Quiere preguntar el porqué su sobrino estaría llorando si uno de sus amigos se va a casar. Hasta que mira la forma en que mantiene sujeta la carta, el movimiento repetitivo de los dedos sobre el papel y la desilusión en la mirada profunda. El desamor. La traición. Está viendo a Lan SiZhui con el corazón roto, con el alma abierta en dos porque la persona a la que ama debe cumplir su deber en otro lugar.  ―Lo lamento ―dice en un susurro―. Si necesitan algo, pueden pedirlo. ―Gracias, XiongZhang.  Wei WuXian le echa una mirada larga, sus ojos grises pidiendo algo en silencio. Lan Huan no lo entiende, pero ofrece una reverencia llena de disculpas, antes de darse la vuelta para marcharse. Siente que no será de ayuda en esto, ama a Lan SiZhui como si tuviese su propia sangre, cuidó del niño mientras su hermano agonizaba y nunca ha hecho distinción entre él o cualquier miembro de la secta, pero desconoce estos caminos y teme que sus propios monstruos le obliguen a decir algo errado.  Regresa al HanShi y se encierra en él a trabajar durante varios días. Responde cartas, hace enunciados, recibe a su tío y a otros ancianos, cumple con su deber de firma obsesiva, tratando de ignorar los propios saltos de su corazón apesadumbrado. Su carta, igual que la que ha recibido Lan Yuan, debió no ser bien recibida. El líder Jiang nunca se ha interesado por nadie, nunca ha hecho nada más que ser amable, y él derramó todas esas ideas inconexas sobre él en ese papel. Quizá se sintió insultado, deseando no saber nunca más de su existencia.  Se sumerge en su propia miseria una vez más, concentrado solo en pasar los días sin atreverse a corroborar sus sentimientos o pensar siquiera en la posibilidad de ellos. Fue descuidado. Fue egoísta.  La invitación a la boda de Jin RuLan llega solo quince días después, se casa con una chica de la secta Fan, un par de años mayor que él, pero diestra tanto en la caza como en los deberes del hogar. Nació en el año del tigre, por lo que los sabios auguran una unión próspera. Es una bendición del cielo, por lo que se nota en todos lados. Le duele la pérdida de su sobrino, así como la obvia tristeza que todo esto le causará a futuro; espera que no se vuelva tan drástico como su hermano. Responde a la carta negando la asistencia de su secta por motivos internos, desea prosperidad a la futura pareja, así como muchos hijos y sella todo ello con un suspiro. Sabe que resultará grosero, pero su propio miedo le impide pensar en ir allí para encontrarse con Jiang Cheng.  Dos días después, aparece Lan Yuan en su puerta. No dice nada, ni él pregunta, pero lo invita a entrar y le sirve un té de manzanilla con canela. Era su favorito cuando era niño, así que Lan XiChen lo guarda para él cuando lo visita, lo cual es ahora menos a menudo que entonces.  ―Se supone que me quería ―dice―. Le dijo a Wei-GeGe y A-Die que no tenía malas intenciones.  ―Sabes que los líderes de secta no nos casamos por amor. Su clan es muy débil, debe traer hijos al mundo para afianzar su posición. Parte de nuestro deber con nuestros padres es tener hijos que continúen su legado ―el peso de su lengua es debido a lo descarado de su afirmación dados los antecedentes Lan, por lo que se corrige―: Al menos así es para la mayoría. ―Me dijo que podíamos seguir siendo amigos, pero no pude. ¿Cómo voy a verlo a los ojos si lo estoy anhelando todo el tiempo? ―Por lo desgarrador de la pregunta, entiende que él está aquí porque ni Wei WuXian ni Lan WangJi supieron darle respuestas―. JingYi me dijo que si lo quería debía luchar por él. ¿Crees que es correcto?  ―Se va a casar. Rehusarse lo metería en problemas ―Jin RuLan es demasiado joven, demasiado dependiente. Cualquier cosa que haga lo pone en el ojo del huracán.  ―Tu y el líder Jiang no se han casado. ―Es diferente. En nuestra secta el matrimonio y la descendencia no son importantes. Y Jiang Cheng, bueno, no lo imagino dejando que alguien tome esa decisión por él. También porqué ha vivido buena parte de su vida con temor de esos sentimientos intempestivos. Vio como el amor destruyó a su madre, a Jin GuangYao, a su hermano. El amor es una fuerza que arrastra a cualquiera a la locura, a hablar con demasiada franqueza y a lastimar sin límites. Le tiene miedo a ese amor y a sus consecuencias. Tiene más miedo de la posible respuesta a su carta que a la carta en sí.  Desenredar sus sentimientos parece tan apabullante como darle una respuesta real a este niño afligido.  ―Las reglas dicen que no debes actuar impulsivamente y que debes abrazar a la totalidad del mundo ―recita, tratando de navegar entre sus bien entrenados dictámenes―. Eso quiere decir que, deberías moderarte y saber que las cosas no siempre estarán en tu control. Pero, la secta Jiang dice que hay que intentar lo imposible… 

***

Is this love that I'm feeling? Is this love (is this love), or am I dreaming? 

Resulta que Lan SiZhui no necesitó hacer nada arriesgado ni imposible en realidad, Jin RuLan lo hizo por él. Apareció en la entrada del Descanso de las Nubes gritando, vestido con túnicas Jiang y rogando que le dejaran ver a “A-Yuan antes de que tenga que rogarle perdón en nuestra próxima vida”. Los discípulos y los guardias, tan atentos como siempre a las prerrogativas sobre YunMeng Jiang, lo dejaron pasar sin dar aviso.  Lo único que supo Lan XiChen es que en un momento estaba presidiendo una reunión del clan para discutir los deberes que Lan JingYi debía poder llevar como heredero, y después estaba escuchado a viva voz de éste, entre sollozos, como Lan Yuan y Jin Ling se habían fugado juntos después de que éste último renunciara a su lugar como líder del clan Jin. Está de más decir que los ancianos regañaron al joven por desacatar la norma de no demostrar en exceso ni la alegría ni la tristeza. Él contraargumentó que estaba cumpliendo con su deber de ser filial y no discutir con un familiar, aunque claramente estaba tomando una decisión impulsiva, por el bien de la paz.  Su defensa clara de las normas, y el conocimiento tergiversado de estas, le probó al concejo su capacidad y le dieron permiso de redactar así responder actos oficiales del clan y la secta cuando Lan Huan no pudiese o se encontrara ausente, así como en las ocasiones donde el trabajo se acumulara.  Lan Xichen aceptó todo en un trance.  Por eso, cuando Jiang Cheng aparece también en la puerta de la secta, no puede hacer más que mirarlo sin saber qué decir exactamente. ¿Pedir perdón por el actuar de su sobrino o por permitir que Jin RuLan hiciera algo así de escandaloso? ¿Exigir respuestas? ¿Echarlo? Sus sentimientos son un revoltijo constante.  ―¡Jiang Cheng! ―Wei Wuxian saluda alegre, saltando hasta donde se encuentra su hermano―. Me alegra verte, ¿vienes aquí por XiChen-gege? Jin Ling hizo un trabajo estupendo robando a A-Yuan esta mañana. ―¿Qué quieres decir con eso? ―Una nube atraviesa su tersa mirada, Lan Huan sabe entonces que Jiang Cheng no está allí por las razones que cree.  Ve frente a sus ojos como Wei WuXian cuenta la descabellada historia de la mañana, con todos los detalles sobre la florida declaración de los dos jóvenes, las promesas recitadas frente a todos y la huida conjunta que vino después, alegando que está orgulloso de que su A-Yuan sea tan decidido como su padre. A Jiang Cheng parece que le fuera a saltar un ojo fuera de su cuenca.  ―¡¿Y te atreves a ser tan descarado de preguntar si vine por el líder Lan?! ―A Lan XiChen le gustaría que se lo tragara la tierra, porque la mitad de la secta ya los están volteando a ver.  ―Se supone que si Jin Ling no tiene responsabilidades con su secta, es tu heredero. Si eso está arreglado, no veo motivos para que te hagas el difícil con XiChen-gege.  Hasta este momento, Lan XiChen ha supuesto que sus sentimientos son una cosa suya, que se ocultan detrás de su desgana hacia la existencia, así como la imposibilidad que brinda su compulsiva culpa. Es evidente que no, pues ni Jiang Cheng ni Wei WuXian se alteran siquiera al hablar de ellos, dando por supuesto una cosa tan íntima, tan delicada.  Un nudo se aprieta en su pecho, tiene ganas de llorar.  ¿Jiang Cheng sabe que lo ama y aún así decidió castigarlo con la ausencia y el silencio?  ¿Está tan roto que no merece ni un poco de compasión? Debe ser terrible tener que soportarlo. Jiang Cheng vino a él como un amigo, pero él quiso tomar más, se aprovechó de ello, lo usó para sentirse mejor y luego lo estrujó para exigir más. No es mejor que Jin GuangYao.  ―Lan Huan, ¿estás bien? ―lo pregunta con tanta ternura, con una voz tan impropia. Dulce, amable, preocupada. ¿Por qué tiene que verlo así? Él no es más que una pesada carga que arrastra a todos a situaciones peligrosas.  ―No lo sé.  No ha salido del HanShi, sigue siendo el hombre derrotado por el miedo que él encontró un año atrás. El mismo patético intento de líder que no puede mantener el corazón y las emociones en orden, el mismo que podría perdonar a un asesino sin pestañear, o sin darse cuenta.  ―Está bien. ―Es una cosa tan simple de decir, tan inabarcable en el sentido práctico. ¿Cómo Jiang Cheng está soportando esa indecisión?―. ¿Quieres que hablemos en otro lugar?  Definitivamente sí. Definitivamente sería mejor, así Wei WuXian no lo miraría de esa forma torpe, piadosa y ajena. ¿Miraba él a los demás de la misma forma cuándo era un líder capaz? Recuerda un sentimiento semejante la primera vez que vio a los Wen, lo recuerda también cuando su hermano regresó a casa vencido por el amor y la guerra. Él no tenía tiempo para los sentimientos fracturados de los demás, eran obstáculos en una impecable ruta de ascenso.  ―Quiero que me digas sí vienes aquí por mí o por Jin RuLan ―no quiere sonar así de rudo, ni acusatorio. Pero prefiere que todo se quede aquí, se corte de una vez, para conseguir por fin morirse sin arrepentimientos.  Jiang Cheng se ríe, una cosa oscura, melosa, llena de un aire varonil inesperada.  ―Jin Ling es un desastre, pero puede cuidarse solo. Obviamente estoy aquí por tí.  Quiere decir algo, lo que sea, pero el corazón se le ha quedado atrapado en la garganta.  ―¡Lan Zhan! ¡Lan Zhan! ―llama Wei WuXian en el fondo―. Jiang Cheng se está declarando a ZeWu-Jun, y no hay nadie para detenerlo.  

***

This must be love 'cause it's really got a hold on me

Es cerca del amanecer cuando Lan XiChen puede dormirse realmente. El cuerpo sufre las magulladuras del amor más descarado y desenfrenado de todos. El líder de la secta Jiang no ha escatimado esfuerzos en recordarle porque debe mantener una rutina de entrenamiento minuciosa si no quiere ser vencido con facilidad por cualquiera con mínima cultivación. Hay lugares que no sabía que podían hacerlo estallar de placer, hay sensaciones que no sabía que existían y nadie le creería si confesara que tampoco pensaba que se podía querer tanto a alguien.  Su corazón está henchido de alegría y pavor. Ha hecho cosas que nunca pensó compartir con nadie, incluída su triste confesión de que, a pesar de que había querido a personas en su pasado, había descartado sus sentimientos para poder mantener su sitio como líder de secta. A Jiang Cheng no le estaba importando mucho, él había dejado de lado todo cuanto había en el mundo para ser más metódico, preciso e inflexible a la hora de conseguir poner todo bajo su control. Se entienden bien. Se comprenden.  ―Cuando te vi aquí encerrado, me di cuenta de que yo también tenía unas limitaciones enormes ―había confesado Jiang Cheng, cuando lo acusó de hostigarlo al estar en reclusión―. Se supone que siempre habías sido mejor que el resto de nosotros, ¿qué derecho tienes a verte mucho más dolido que el resto?  Lejos de enojarle aquel reclamo, lo enternece. Nadie hasta ese punto le había visto así, nadie le había reclamado por su dolor, todos limitaron a acompañarlo con pena. Ahora, recostado al lado del hombre, ruega poder hacer algo más que lamentarse, algo que no signifique que tiene que arrepentirse.  Se baja de la cama, el piso frío le recuerda que la realidad es dura y tangible. Se desplaza por el lugar conocido reconociendolo otra vez, está lleno de tantas añoranzas muertas y desplazadas, de cada cosa que ha pensado vale la pena sin valerla. Se gira un momento, el líder Jiang duerme boca a abajo sin inmutarse, la mano estirada sobre lo que debería ser su cuerpo; es el mínimo gesto de sus sentimientos avasalladores. ¿Es eso el amor? ¿Esa sensación está al borde de cualquier otra? ¿Ese continuo empuje hacia el frente? Moriría feliz en aquel momento, con la vista de ese joven amor allí.  ―¿A dónde vas? ―el sonido, amortiguado por el sueño, remueve todo su cuerpo. Es el tono exigente que tiene cada vez que algo escapa de su control.  ―Afuera, es probable que los ejercicios matutinos hayan comenzado sin mí. El cabello de Jiang Cheng es una cascada infinita sobre su torso tonificado una vez se levanta. Las cicatrices en su pecho lo hacen ver intimidante, no así su expresión casi soñadora.  ―¿En verdad todos se levantan tan temprano? ―Son las reglas ―murmura, sonriendo. Es como dar una clase a un chiquillo―. Debes estar en la cama a las diez y levantarte a las cinco (*)   ―¿Incluso si estás con tu esposo? ―pregunta casualmente. ―No eres mi esposo ―reclama, porque la idea lo marea. ¿Desde cuando Jaing Cheng pensaba que podía salirse con la suya tan fácil?  ―Entonces estás rompiendo otra regla. La promiscuidad está prohibida.  La sonrisa a medias mientras vuelve a enterrar la cabeza entre las sábanas no deja indiferente al líder Lan.  Sí, la promiscuidad está prohibida, así como los ruidos fuertes, las discusiones con la familia y el estar demasiado triste, o feliz, pero él ha roto cada una de esas cosas en intentos de arreglarlo todo. Cree que es un precio razonable por esta mañana tranquila, por este despertar sin expectativas, más que seguir sintiéndose pleno, a pesar de que el mundo puede colapsar detrás de la puerta.  Regresa sobre sus pasos. Tira de las sabanas y se mete bajo ellas, el calor de Jiang Cheng lo recibe sin problemas, igual que sus brazos que lo abrazan con afán. Se enreda en él, sus piernas rodeando las piernas ajenas, sus brazos cubriendo el cuello con sus manos jugando con su pelo. Se regodea en poder deslizarse cerca, en que cada músculo se contraiga ante el contacto. Entiende porque Jin Ling escapó y porque Lan SiZhui lo siguió. No podría perderse una vez más este cómodo silencio de la madrugada, los sonidos amortiguados por la oscuridad, el tiempo pausado y extendido, la soledad completada al fin. Su corazón martillea más allá de su pecho, un poco el eco de otro corazón, ¿A dónde más iría para encontrar el amor?
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