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¿Qué es el amor?...¿realmente existe? La respuesta es que no. Nunca existió en la realidad. Las personas siempre decimos que es algo bonito y acogedor. Pero para mí, el amor no es más que una ilusión. Bonita, atractiva... pero una ilusión. Las personas creamos películas, escribimos libros, exponiendo el amor como algo perfecto y sin defectos. Una relación con un final, mayoritariamente, feliz que es el ideal para los demás. Pero al crear ese universo, ese mundo paralelo que parece un cuadro perfecto de Velázquez, al volver a la realidad, decimos que no es real. Que no nos hagamos unas falsas iluciones. Sí, una ilusión. La respuesta parece muy clara. ¿Qué es el amor? Es lo que deja ciegos a las personas con las expectativas falsas y luego las decepciona y hiere con un alfiler.***
La única palabra que podrá describir los últimos dos meses del colegio es "aterrador". "Ganas de dejar de existir" también podrá servir. Entre el frío de la calle, las nubes grises y pesadas en el cielo y el caos que reina en el interior del edificio, te recuerda sobre la rechazada opción de haber quedado envuelto con tres mantas en la cama. Rechazada y tirada a la mierda con el corazón roto, eligiendo estar aquí, rodeado de exámenes, trabajos, clases, deberes, profesores y gente pasando de aquí para allá y empujando por los dos lados de los hombros. "Menuda mierda..." Sue empujó la puerta corridiza de la clase y entró. Y otra vez. Otra vez llegando tarde. Todos los ojos se clavaron en ella y volvieron a su hoja del examen. Llegando tarde y encima a la hora del examen. Sue echó una vista rápida a Sayon pero está solamente le envió unas miradas de apoyo y compasión antes de bajar los ojos. - ¿Y por qué no me sorprendo...?- resopla el profesor y cruza los brazos en el a pecho - Después de clases, en la tutoría. Siéntate. ¡Ya! Sue se inclina, haciendo el gesto no tan sincero como monótono y repetitivo. ¿Y qué más podría hacer? Y es que en serio...¿quién pone un examen trimestral a las ocho que encima es de álgebra? Pues el hombre de pie a cinco metros de ella. Pum. Idiota. Ojalá se le caigan los pantalones ahora mismo. Seguro que lleva calzoncillos rosas con corazones. Chon-Sue no es de las personas que dice todo directamente con las palabras. Pero si que es muy buena en expresión facial. Por eso la mueca que hace al sentarse, hace que el pobre hombre poerda los nervios, que prometió controlar, y le deja su examen con un golpe seco y fuerte en la mesa, pensando en algún castigo de regalo. - Te has lucido hoy, ¿eh? - Sayon pulsa un botón en una máquina de refrescos y elige un té verde lácteo en una botella. A su lado, yace un fantasma con los ojos perdidos en otro universo. - Mmmm... - ¿"Mmmm"? ¿Cómo puedes estar así? Llevas como diez o más retrasos en solo este trimestre y lo único que se te ocurre decir es un "Mmmm..." - Uno de limón. - ¿Eh? - Zumo. Uno de limón. Sayon se le queda mirando y deja escapar un suspiro antes de chasquear la lengua y apretar otro botón. Esperar su respuesta es esperar a nada. - Ten... - resopla y gira en sus talones, yendo hacia la clase. Con más tiempo que pasaba, ella sentía que su mejor amiga era un grande círculo en un mundo lleno de cuadrados. Tenía esa cosa rara a la que llamaba "el echizo de las personas creativas" con la que se excusaba muy amenudo cuando se le acurria decir algo tan...algo tan idiota que faltaba lógica entenderlo. No es malo ser diferente. No lo es hasta un punto. Sue pasaba ese límite muchas veces. El término "mejores amigas" apareció bastante de repente. Porque nadie, absolutamente nadie, podría haber pensado que esos dos mundos, esos dos universos completamente distintos, podría haberse llevado tan bien toda su vida. - ¡No, es que solo escucha!- exclama Sue - ¿por qué le gusta tanto que sufro? La otra vez me hizo limpiar los pasillos por dos semanas. Todavía no se ha terminando la plaza pero apuesto cien pavos que me hará un tratamiento doble. - ¿Y solo piesnsas en esto? -Mmmm...sí. No quiero limpiar los baños. Apestan. - Que graciosa, de verdad...- Sayon pone los ojos en blanco y añade - aunque esto no te va a parar... Chon -Sue sonríe de lado y hace un trago. - Que bien me conoces... En realidad, aparte de los retrasos regulares, los profesores estaban muy contentos con ella. Toda la recompensa de sus retrasos, la tienen sus notas. Sue es una alumna ejemplar. Bueno, sin añadir lo de...ya sabéis el que. Porque, teniendo en cuenta que el nivel de los estudios es bastante superior y que también trabaja en los turnos por la tarde en cafetería, lo justo sería que los profesores se tapen los ojos y no digan nada. Y es básicamente lo que casi todos de ellos hacen. CASI todos. Porque curiosamente, muy sospechoso, en cualquier colegio, universidad o trabajo, siempre aparecen en escena esos seres humanos, si es que lo son, que harán todo para arruinar tu vida, hacerla agria, quitarle el color y arrastrarla por los suelos. Como si se alimentan con esto. Verte sufrir. Es inevitable. Pero si ellos te pasan jodiendo tu vida, lo más razonable pero a lo que pocos se atreven, es joderles la vida a ellos como en respuesta. Lo que es básicamente la lógica de Chon-Sue. -¡Adelante! - se oye una voz masculina a través de la puerta. Sue tira de ella con toda la serenidad y entra - Ah, ¡Chon-Sue! Es verdad, te pedí que venieses... "...Y lo que ya has olvidado" - ¿Porqué quería verme? - pregunta Sue, de pie delante de un escritorio detrás del cual, sentado en su butaca, aparece el hombre que más manía le tiene. - Vamos a ver...¿no quieres intentar excusarte primero por que llegaste tarde otra vez? - ¿Y me va a creer? - Que va. - Entonces no, - el otro parece no percibir de un toque sarcástico en su voz. - Muy bien... entonces, ¿que hago para hacer que llegues a tiempo? Hoy te has pasado. ¡Tenías un examen! ¡¿Tan difícil es?! -¿El qué? El profesor se la queda mirando. Tick tack tick tack... - ¿Perdona? ¿Cómo que "el qué"? ¡¿Digo que como que "el qué"?! Misión completa. Un ✅ dibujandose en su mente y ahogando sus ganas de echarse a reír. - P-perdona... - Sue mira al suelo, aguantandose la risa - últimamente tengo el horario muy ajustado y me acuesto tarde. Si diré que no volverá a pasar, mentiré. Otro silencio. Otro tick tack del reloj. El profesor la mira y suspira, poniéndose en su posición favorita de cruzar los brazos en el pecho. - Con que mentirás, ¿eh? Pues bueno, resulta que yo también mentiré si digo que no te haré pensar sobre tu comportamiento. A Sue, que sigue mirando el suelo, no le hace falta levantar la vista para ver su sonrisa de medio lado y una mirada de tener atrapada la presa. - Pues eso. ¿Has acabado con los pasillos, verdad? - Todavía me qued... - Pues desde hoy hasta el final del mes estás encargada de limpiar los baños. Todos. Los del gimnasio y de todas las plantas. Que eronía... hijo de puta. - ¿Todos? - No he dicho otro - Me parece perfecto. Así llegaré con aún más retraso a su próximo examen, - Esto sí que es eronía. Sue se inclina cómo de costumbre y gira en sus talones. - ¡Eh! ¡Chon -Sue! Lo que acabas de decir es comple... - Le deseo que pase un maravilloso día sigiendo pensando en mí. Y así es como abre la puerta, sale y la cierra, dejándolo allí con una fisionomia que merecería una foto para su perfil. Lo que se llama "perdí la batalla pero no la guerra". Al salir a la calle, en frío se cuela en la nariz y no sale. El aire helado ahora, por la noche, es salvaje. Sue se encoge en su abrigo con más fuerza y metindo las manos en los grandes bolsillos, empieza a moverse despacio calle abajo. Tiene un humor de perros. Más deberes, más problemas, más de todo... Sayon ya se ha ido, diciendo que tiene cita con su novio y la dejó sola. Ahora, igual, está enrollada en una manta con los calcetines puestos, un brazo pasándose por sus hombros y una tele delante de ellos dos con un programa de cocina con sus idols favoritos. Y sándwiches de queso... Con solo pensarlo, se oyó un rugido de socorro. Recordó que no comió desde la comida que la tuvo cómo siete horas antes. Pero ahora es la hora de elegir; un rámen humeante con sabor de carne picante o el último tren de metro, que vendrá en doce minutos. Dede donde estaba, llegaría a la estación en unos siete. Por eso, con todo el corazón desangrado y el estómago pediendo ayuda, tuvo que ignorar la única oportunidad de pillar una buena taza de rámen y acelerar el paso para no perder el último tren. El bajar las primera escaleras, revisa jadeando el tiempo. Todavía quedan varios minutos. Suelta el aire y desabrocha un poco el abrigo. Todo está vacío a su alrededor. Solamente unos cuantos empleados volviéndo después del trabajo a sus casas. Y...¿eh? Al fondo, suena un ruido ahogado pero bastante claro de ruedas contra los rieles. ¿Ya ha pasado el tiempo? Sue saca el moví para revisarlo, pero acordando que es el único tren que todavía va ha estas horas, no espera más para echarse a correr. Suelo resbaladizo y escaleras. ¿A quién nunca le pasó algo así? Pues eso, a todo el mundo. Al final, no es su culpa que el tren llega con antelación. Ya se ve cómo se para y abre las puertas en el andén. - Espera... El último escalón. ¡Pum! Se cae de rodillas y se sostiene con un codo del brazo. Maldito suelo. Sue intenta levantarse pero vuelve a caer en vano. "Mierda, el tren..." El tren cierra las puertas y acelera en línea recta hasta perderse entre los túneles. Que bien. Maravilloso. Un tobillo roto. Un tren perdido. Ah, y un rámen volado... Sue intenta ignorar el dolor. Hay que levantarse. Ajusta su mochila en el hombro. Se apolla en la rodilla del pie sano y se levanta muy despacio con la ayuda del brazo. Bien. Listo. Ahora hay que llegar a los bancos de allí. Hace un primer paso. Mierda. El tobillo se dobla y Sue estrecha las manos para recibir el impacto contra el suelo duro. Pero algo la retiene. Entreabriendo los ojos, ve un brazo sujetandola por la cintura y la mochila en la otra mano. Se incorpora. Alguien le ayuda a hacerlo. - ¿Estás bien? - suena una voz masculina detrás. Sue gira la cabeza con cuidado y se tapa con un chico de unos... diecisiete años, según ella. Labios gruesos. Pelo castaño claro. Ojos oscuros y grandes. Dos pendientes en las orejas. Va con cascos que están colgados en su cuello. Carraspea. - Mmm... gracias, sí, estoy bien. - suelta su brazo y se apolla en el pie sano. Sonríe amablemente con indirecta de que "no es tu problema, chaval" - ¿Me la pasas? - señala a su mochila. El joven pestañea unos segundos y al final entiende a qué se refiere. - ¡Ah, sí! - estrecha el brazo - Lo siento. Sue hace unas de sus dulces sonrisas y agarra la mochila. Su peso le torce un poco la pierna, pero no le da importancia y se la cuelga en el hombro igual que antes. - Bueno, ya estoy bien así que...- tira un poco de la cabeza hacia las escaleras, mostrándole que su presencia no es muy necesaria aquí. Pero él sigue con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta. Mirándola sin pestañear. Como una estatua de hielo. Sue mentalmente pone los ojos en blanco y gira en sus talones hacia el banco metálico junto a la pared. Finguiendo que está bien, hace el paso. Aprieta los dientes del dolor. Ojalá ya se hubiera ido el chico porque no puede guirarse. Si estaría segura de que se marchó, ya hubiera empezado a llorar más de desesperación que del dolor. Porque a veces pasa que cuando planeas uno pero sale lo otro, empieza a picar la nariz y aparece un nudo en la garganta. Vuelve a hacer un paso. Antes de perder el balance, piensa en toda la vergüenza que pasó durante estos diez minutos. Malditos diez minutos. En la mente, ya han sido retomados atrás con éxito. Pero la realidad continua. Aunque con un deseo de esperanza que un "click" de Doctor Strange bastaría con borrar la memoria. Pum. Otra vez en el suelo. - ¿Piensas estar así hasta que te multen? - suena aquella voz de nueva. Sin saber que hacer Sue miró arriba para tragar mejor el nudo y cerrar los ojos. - Estoy perfecta. De maravilla. Y sí, voy a quedarme. No es que no pueda andar... he tenido un mal día. - ¿Y planeas acabarlo aún peor? - Sí. Un silencio. Uno muy cortito. No ella ni nadie más sabía porque de repente empezó a portarse cómo una niña pequeña. Volando entre nubes, no se da cuenta del chico que se acerca con las manos aún en los bolsillos y una expresión de una risa contenida. No pasa ni un segundo, cuando unos brazos fuertes rodean las piernas con la cintura. Por la desesperación, Chon-Sue dejó escapar un grito y se quedó tiesa. -¿Q-que haces...? ¡Te pregunto que haces! ¡Suelta! ¡Suelta si no quieres que empieze a gritar! Doblando el cuello, el joven pasa el oído por su hombro con cara de estar molesto. - Shhh... ¿Qué es para ti empezar a gritar si lo estas haciendo ya? No te voy a raptar. - ¡¿Ah no!? ¡Entonces suelta! - Te puedo soltar. Si es lo que quieres, entonces vale. Si quieres quedarte aquí hasta que la seguridad no te arrastre por el suelo o peor aún, no cierra el metro sin darse cuenta de ti. Pero si es lo que quieres... El chico se para y le mira a los ojos. Es posible que tenga razón. Cuesta admitirlo, pero sino, lo que queda es estar sentada en el suelo helado y esperar que aparezca una hada como a Cenicienta. Sue suspira y aparta la vista, aceptando su derrota. - No hace falta. Estoy bien. Sin decir nada más, el joven vuelve a acelerar el paso, aprietando los labios para no sonreír. Al subir las escaleras, él se aparta un poco para ver su cara. - ¿Ibas a casa? -¿Eres un stalker? - ¿Y que me toca pensar a estas horas? Ella le miró con una ceja levantada. - Iba a casa, sí. - Bien. El joven pasa un par de metros más antes de pararse y dejar a Sue en un banco de la calle. - ¿Qué haces? - preguntó ella con desconfianza. - Pillo un taxi. - Mmm... No lo esperaba. Pero no dijo nada. Tampoco está mal que alguien se presta de ayuda. Eso no pasaba cada día así que se puede aprovechar el momento para disfrutar de la extraña sensación de calidez. Mirando alrededor, a Sue le llamó la atención una luz blanca con letras amarillas brillantes. "Konbini" Con solo verlo, el recuerdo del rámen caliente que llenaba su mente toda la hora. - Listo, el coche llegará en unos minutos. Con una mirada perdida, Sue giró la cabeza y tragó saliva. No, ya ha echo bastante por ella. No puede pedir así de repente "Oye, ¿y si me llevas en brazos una calle más y me pillas algo para picar?". Pensando técnicamente, su primer encuentro ha sido hace unos quince minutos. - Muchas gracias. En serio. Gracias. El chico le mira con sus redondos y grandes ojos, que ahora, en la oscuridad, parecen ser completamente negros. Al no estar segura de su edad pero pensando que no es mayor que ella misma, esta mirada parecía ser mucho más que unos diecisiete años. No todas personas tienen el aspecto igual que su edad. - Parecias muy perdida, - le respondió con voz un poco baja - ¿nunca te pasó algo así? No. Esta es la verdad. Chon -Sue lleva bombillas en la cabeza. Muchas bombillas que siempre funcionan sin descansar. Siempre tiene que tener un plan B. Un segundo camino. Otra alternativa. Estar siempre preparada para la defensa. Ya que sabe que atacar nunca se le dio bien. Cuando algo va contra sus expectativas, se pierde un poco. Un poco. Pero es lo suficiente como para desvearla por completo. Claro que no le gusta estar así. Tener esas malditas bombillas brillando sin parar. Pero no puede apagarlos. O al menos, nunca encontró ese interruptor que las apague. - No, a ver... estaba cansada. El día ha sido difícil, me desconecte un poco y... bueno, no me lo esperaba. - Mmm... así que ha sido por despiste... - Algo así. La conversación no continuó hasta que el taxi no llegó al lugar. Aquel joven le ayudó a levantarse y sentarse en el asiento. - Gracias por todo. - No hay de que. Se aportó un poco a la acera y Sue cerró la puerta. Le vio desaparecer en las sombras callejeras. - ¿A dónde? - ¿Qué? Ah, vale... verá, estoy un poco coja y no puedo andar bien. ¿Podría llevarme a esta tienda? El conductor se gira hacia ella con una cara de desconfianza y enfado. - ¿Vas en serio? Son tres pasos. ¿Y tu novio, qué? - Ah, no, no...- mueve las manos en negación - no es mi novio. No puedo andar. Me duele el tobillo. - Bueno, si quieres gastar dinero por eso... Arranca el motor del coche y avanza diez metros más. - Ya está. Escaneado el QR, le envió el dinero por un viaje tan "largo" y salió del coche. Cojeando, apoyándose con una mano en la pared, se metió dentro de una diminuta puerta. Y a la mierda la hora. A la mierda los retrasos y baños por limpiar. Este día se tiene que acabarse bien, con contraste de esta mañana. Rámen de carne picante. Es lo único que importa ahora mismo.