Año Nuevo

El programa de radio está por terminar su conteo. Las personas reunidas en las calles, algunas con linternas decorativas entre las manos o ridículos adornos para la cabeza, ya se están abrazando las unas a las otras como si hubieran ganado la lotería. Por otro lado, hay quienes corren de un lado a otro con comida, palillos de chispas a medio camino de apagarse o algún otro elemento festivo. —¡Tres! ¡Dos! ¡Uno! ¡¡Feliz año nuevo!! Las parejas más jóvenes se besan, los matrimonios abrazan a sus hijos, los amigos saltan llenos de emoción y los solitarios errantes solo sonríen con tristeza al ver el espectáculo de colores que ilumina el oscuro cielo nocturno. Por otro lado, hay quienes prefieren disfrutar de la colorida iluminación desde la comodidad de sus hogares o como en el caso de Jong-woo, desde una pequeña habitación de hotel pagada por el peor diablo de buena apariencia que ha podido conocer. Correcto, Moon-jo es un demonio de encantadora sonrisa, pero ha sido la única persona que ha sabido valorar a Jong-woo como un ser humano de carne y hueso con sentimientos, necesidades y limitaciones. Él ha sido el único que ha validado sus emociones, su sentir, que lo ha felicitado y animado a continuar con su trabajo. —¿Qué opinas, cariño? —interroga con suavidad la voz de un demonio que ha decidido acoger a Jong-woo entre sus garras. —Ruidoso —responde el joven escritor sin apartar su foco de atención de las coloridas luces que iluminan el frente del hotel, más allá de la pequeña ventana que los protege del frío exterior. En respuesta, la suave risa de la persona a sus espaldas, quien ha emprendido un camino hacia su posición, resuena dentro de la pequeña habitación. Entonces, un par de brazos rodean el cuerpo de Jong-woo; uno sobre sus hombros y el otro alrededor de su torso. Sus propios dedos se enredan con los distales ajenos sobre sus hombros mientras el rostro de Moon-jo se apoya suavemente entre el espacio libre de su cuello. Este es el primer año nuevo lejos de su familia, de los problemas, del dolor, y todo se debe a Moon-jo, quien se apiadó de su situación sin pedir nada a cambio, claro, si ignoramos la poca o nula cordura que le queda a Jong-woo a causa de los tormentos vividos en manos de ese hombre y sus desagradables secuaces. —¿Quieres probar la cena de año nuevo? Jong-woo ladea su rostro y enfrenta a Moon-jo, el condenado de buena apariencia experto en sonreír como un santo. —¿El pervertido de la habitación 313? Ahí va de nuevo con esa dulce sonrisa que contrasta espantosamente con los horrosos pensamientos de su dueño. —Cariño, ¿por quién me tomas? En año nuevo hay que cenar lo mejor de la casa. —La señora Eom, ¿eh? Un par de blandos dedos sostienen su barbilla, robándole un fugaz beso cargado de dulzura. —Feliz año nuevo, cariño —murmura Moon-jo contra los labios de más valiosa creación.