Capítulo 1
29 de mayo de 2025, 4:27
Anubis se sentía bien mientras sentía la mano de Susanoo sujetar su cabello para cepillarlo más fácilmente. No era tan brusco como pensó, no le daba tirones que le arrancaban los cabellos, era cuidadoso con él y sentía que casi se quedaba dormido sentado frente al espejo de su habitación.
—Listo. Tienes un cabello muy bonito cachorrito. Estoy seguro que si mi hermana te viera estaría celosa de ti.
—Tengo que estar presentable para recibir a los muertos, la apariencia también es importante, más cuando tienes un cargo tan importante como el mío —tomó uno de sus mechones y pasó sus dedos sin dificultad por sus cabellos—. Seré honesto, no estaba seguro de esto cuando te ofreciste a cepillar mi cabello y aunque estoy satisfecho con el resultado, ¿pero por qué lo hiciste?
—Siempre me gustó esa trenza que llevas, cuando te mueves emocionado casi parece la cola de un perrito, pero siempre tuve curiosidad por verte con el cabello suelto —Susanoo tomó un mechón del cabello de Anubis y lo besó—. Y tal como pensé te ves absolutamente hermoso.
Anubis se sintió avergonzado por eso y le quitó el mechón de su mano. —No hagas eso, no quiero que me ensucies besando mi cabello así.
—Eres cruel eres cachorrito —la sonrisa en sus labios no dejaba lugar a la interpretación de que se sintiera herido por sus palabras, solo divertido—. Pero si tanto te preocupa tu apariencia, ¿no te gustaría que te ponga algún adorno? Creo que unas horquillas se verían bien en ti.
Anubis arqueó una ceja —¿Ahora soy tu muñeco para probar tus habilidades de peluquero?
—Tú mismo lo dijiste, como dioses la apariencia es muy importante y más para uno que tiene un deber tan sagrado como el tuyo. ¿Entonces aceptas mi oferta de hacer algo con tu cabello?
Anubis lo miró de reojo, de alguna manera Susanoo parecía emocionado por la idea, casi podía ver las chispas saltar de él. —Agh, muy bien puedes jugar a ser mi peluquero o lo que quieras. ¿Quieres que busque algo para que me peines?
—No, en realidad ya tengo todo lo necesario conmigo —le respondió casualmente mientras desataba una bolsa que traía cargando en su cadera y de la que sacó unos adornos para el cabello—. Sabía que ibas a aceptar mi idea, siempre lo haces, así que venía preparado.
—... Eres un bastardo de lo peor.
—Me lo dicen mucho. Ahora quédate quieto.
Susanoo se colocó tras de Anubis para empezar a trabajar. Ya que el cabello del dios chacal estaba suelto y lacio no perdió mucho tiempo separándolo en dos secciones, dejando una línea horizontal a la altura de las orejas.
—Tu cabello es hermoso Anubis, creo que te dejaré un peinado semirecogido para que todavía resalte el largo de tu cabello.
—¿Cómo es que sabes sobre peinados? Se supone que eres un dios de la guerra y las tormentas.
—Lo soy, pero también aprendí otras cosas. Cuando aún era más joven mis hermanos y yo solíamos estar siempre juntos. Recuerdo que Tsukuyomi y yo jugábamos mucho con el cabello de nuestra hermana. Amaterasu siempre mantuvo su cabello largo y nos dejaba peinarla —no pudo evitar sonreír al recordar los momentos de su niñez en los inicios del mundo—. Con ella aprendí casi todo lo que sé sobre peinados.
Con cuidado peinó la parte superior hacia atrás y con una horquilla decorativa sujetó su cabello en la parte posterior de su cabeza. Anubis podía ver lo concentrado que estaba viéndolo en el reflejo del espejo, realmente se estaba esforzando en su trabajo.
—¿Casi todo? ¿y con quién aprendiste lo demás?
—Con mi primera esposa, Kushinadahime, ella fue una mujer muy paciente conmigo cuando yo apenas había sido expulsado del reino celestial por mis problemas de comportamiento.
Anubis tuvo que contener su risa. —¿Problemas de comportamiento? No me digas que te refieres al desastre que hiciste en el palacio de tu hermana.
Susanoo dejó de trabajar un momento en el peinado. —¿Sabías sobre esa pelea?
—¿Cómo no saberlo? La noticia de cómo mataste a una de las tejedoras del susto por tirar un caballo desde el techo del palacio recorrió todo el alto y bajo Egipto.
Anubis no pudo con la risa y comenzó a carcajearse frente al dios que le dio un jalón de cabello para mantenerlo en su lugar para peinarlo. —¡Oye eso me dolió!
—Que bueno. Ahora quédate quieto, ya casi termino —volvió a acomodar la horquilla y dejó suelto la sección inferior de su cabello que cayó libremente casi hasta el suelo.
Añadió unas pequeñas flores amarillas al peinado como si haría con un katsuki para complementar el peinado y darle una apariencia más llamativa y elegante a Anubis.
—Listo, ¿qué opinas?
Anubis se levantó y se dio la vuelta frente al espejo para ver su cabello desde distintos ángulos. —Es... muy bonito —volteo para mirar de frente al dios que lo veía orgulloso de su trabajo— gracias, Susanoo.
—No es nada, ahora todos sabrán quien es el dios más hermoso sobre los cielos.
—Entonces será mejor que me quede lejos de Afrodita, sus celos siempre son peligrosos.
—Si ella quiere llegar a ti tendría que pasar encima de mi primero, y yo no soy un bruto como Ares que se deja seducir por un poco de decencia humana.
Anubis se rió por su afirmación. —Me estas diciendo, ¿que serías capaz de enfrentarte a los griegos por mi?
—Totalmente —el dios de las tormentas se inclinó a la altura de su oreja—. Es normal pelear por la persona que amas, ¿no es así?
El rostro de Anubis se sonrojó por esa afirmación. —¡Te dije que no digas eso! ¡No quiero que los demás dioses se hagan ideas raras sobre lo que hay nosotros!
—Entonces según tú, ¿que hay entre nosotros?
—Pues... nosotros...
Siglos habiendo trabajado con los muertos, pesando sus corazones y aprendiendo de los sentimientos que había en ellos, toda esa experiencia no le servía para poner en palabras lo que sentía por Susanoo. Tal vez sería un tema más fácil de hablar si solo no fuera tan orgulloso.
—Y bien Anubis, ¿que hay entre nosotros?
—... Lo que hay es tu extraña fijación conmigo, insistiendo en verte conmigo cada que te da la gana —afirmó con seguridad.
—No te equivocas, realmente quedé encaprichado contigo cuando te vi la primera vez mi cachorrito —no le dio oportunidad a Anubis de quejarse de su apodo y lo tomó de la barbilla para besarlo en los labios.
Anubis quiso protestar pero no pudo hacer mucho cuando sintió la mano libre de Susanoo acercarlo más a él. No había cambiado mucho desde su riña con Amaterasu. Seguía siendo un dios caprichoso que tomaba lo que quería.
Cuando se separaron Susanoo lo miró a los ojos. —Cuando sea mi combate deberías salir a apoyarme con ese peinado, para encontrarte fácilmente entre todos los dioses de la gradas con esa horquilla que te traje.
—¿Qué te hace pensar que te voy a apoyar? Ni creas que se me ha olvidado que me quitaste mi turno —le recriminó aún enfadado por lo ocurrido al final de la novena ronda.
—Qué rencoroso eres. Pero no me molesta, aún si estuvieras del lado de mi enemigo yo sería el dios más feliz solo por poder verte entre la multitud viéndome combatir.
Este hombre era un caso perdido, nada de lo que dijera Anubis podría aplacar su orgullo y seguridad, era algo que el dios egipcio, casi, admiraba de él.
Susanoo extendió su mano. —Deberíamos salir, los demás también merecen ver lo bien que te ves con el cabello arreglado.
—¿Y pretendes que me veas acompañado por ti?
—No me culpes por querer algo de reconocimiento por mi trabajo haciendo tu peinado.
Anubis se miró en el espejo. La idea de que lo vieran caminando acompañado de Susanoo era bochornosa, más por el drama que ocurrió en la sala de juntas de los dioses. Pero al ver su reflejo no pudo negar el pinchazo de orgullo que le daba al pensar en que los otros dioses lo vieran luciendo algo más que su trenza que había usado durante el último siglo.
Podría hacer una pequeña tregua con Susanoo, solo para presumir un poco. Acepto su invitación y tomó su mano, sintió el toque eléctrico del dios pero no le resultó molesto como en otras ocasiones. La felicidad en el rostro de Susanoo cuando aceptó su invitación le pareció entrañable y hasta adorable, pero esa era una opinión personal que se guardaría para sí mismo.