Capítulo 1
15 horas y 57 minutos hace
"Hay almas que siempre están destinadas a encontrarse"
Esas fueron las palabras que su madre le dijo cuando solo era una niña a la acompañaba con historias antes de dormir, fue hace ya tanto tiempo que era difícil recordarlas, pero estando encerrada en un palacio lleno de monstruos y malicia hace que sus recuerdos sean desempolvados en un intento de tener un escape de su realidad.
"Las leyendas hablan de un héroe y la encarnación de la diosa, ambos destinados a conocerse incluso antes de nacer por el destino"
Ella odiaba su destino, odiaba a la diosa y odiaba esta tierra maldita llamada Hyrule ¿Por qué siguen tratando siquiera? La maldición que asola estas tierras no se puede detener, la malicia que caía de las paredes como goteras putrefactas de maldad eran prueba suficiente de eso.
"La familia real siempre ha dado por sentado que la encarnación del héroe y la descendiente de la diosa siempre han acabado juntos en todos los relatos que se cuentan de ellos y siempre se espera que sea así como termina su relación, aunque claro, no hay forma de probar que haya sido así pero nuestra familia prefiere pensar que así es"
¿Por qué siempre ellos? La responsabilidad siempre caía en una princesa y un héroe, pero en todos los relatos se habla de como estos siempre son apenas unos jóvenes, no, unos niños, eso es lo que son, Link y ella apenas habían cumplido 17 años y ya tenían las expectativas de todos sobre ellos y la responsabilidad de defender Hyrule de un mal más antiguo que cualquiera de ellos.
"Pero yo creo que no tiene porqué ser así, se sabe que muchos de esos héroes desaparecieron luego de cumplir su misión y además ellos no eran los únicos destinados a encontrarse, había alguien más"
Zelda estaba agotada, no sabía cuánto tiempo llevaba aquí, pero a juzgar por los cadáveres en descomposición de los caballeros y criadas del castillo era innegable que ya había pasado demasiado tiempo aquí, con sus arrepentimientos y sus culpas como única compañía.
"Se sabe que hay alguien más destinado a encontrarse con ellos, un hombre nacido de la tribu de las gerudo, aquel que posee la trifuerza del poder y que al igual que las princesas elegidas es la encarnación de un antiguo dios, uno que estuvo en conflicto con la diosa en el inicio de los tiempos y que siempre vuelve para intentar adueñarse de su tierra y su poder"
Los ojos de Zelda se estaban cerrando, pero un temblor sacudió el castillo entero y el horrible rugido de la bestia hizo retumbar sus tímpanos, la calamidad aún tenía energía suficiente para intentar resistirse
Unió sus manos y las apretó con fuerza, la trifuerza brilló en su mano y la resplandeciente luz dorada emanó de su cuerpo, iluminando los oscuros pasillos hasta llegar al exterior, donde ni siquiera el monstruo pudo resistir ante su luz bendita.
Los temblores se detuvieron y Zelda sintió como si volviera a respirar, aun así la luz seguía cubriendo su cuerpo, el brillo que emanaba de su cuerpo seguía lo suficientemente fuerte para que cualquiera que la viera pensara que estaba en presencia de la diosa misma, cegándose al no poder ver a la niña cubierta de barro y rasguños que se escondía debajo.
¿Cuánto tiempo iba a poder resistir? Probablemente no había pasado un año y ella ya sentía que iba a caer muerta en cualquier momento, por más que le hubieran repetido una y otra vez que tenía el legado de la diosa ella seguía siendo una mortal, su cuerpo puede que no aguante lo suficiente como para resistir hasta que Link despertará.
Si es que lo hacía.
Sus piernas ya no pudieron más y cayó de rodillas al suelo, quería llorar, sus ojos ardían intentando contener las lágrimas pero no podía llorar, ya había derramado suficientes lágrimas en las 3 fuentes y jamás dio ningún resultado, no tenía ningún caso llorar ahora, todo estaba en su contra y tenía que aceptarlo, tenía que aceptar que estaba intentando detener lo inevitable.
—Cuando llega el momento siempre tienen todo en contra y aun así ustedes son tan testarudos como para rendirse tan fácil como ahora.
Zelda levantó la mirada, todo a su alrededor estaba silencioso por primera vez desde que volvió y solo veía escombros a su alrededor, pero ella sabe lo que escuchó había alguien más aquí, un hombre que de alguna manera había podido atravesar la barrera de monstruos, guardianes y la propia calamidad.
Definitivamente no estaba en presencia de otro mortal.
—Siempre y en cada era, pelean una guerra sin sentido que parece siempre estar pérdida, el héroe de los cielos que luchó contra un dios en su propia era de terror, el héroe del tiempo que peleó contra el tirano en un futuro donde ya había vencido, el héroe de legendario que se enfrentó al monstruo en el reino sagrado contaminado por su maldad ¿Y ahora tu quieres rendirte princesa?
Zelda no sabía de donde provenía la voz, parecía venir de todos lados pero a la vez perforaba su cabeza como si fuera su propia conciencia, sentía que se estaba volviendo loca.
—¿Quién eres tú? ¿Cómo sabes tanto sobre los héroes?
—Porque yo estuve ahí, siempre hay un distinto héroe, una princesa distinta, pero siempre hay un solo portador de la trifuerza del poder, todos sus recuerdos son mis recuerdos.
Estaba detrás de ella podía sentirlo ahora, la rubia se dio la vuelta y extendió la mano contra aquél que había aparecido en su momento más bajo, la trifuerza volvió a brillar en la palma de su mano e iluminó todo lo que había frente a ella.
Ahora podía verlo, un hombre parecido a las gerudo, alto y fornido, su larga melena pelirroja le llegaba hasta la cintura, sus manos tenían garras por uñas, iba vestido con una túnica y adornado con accesorios de oro, sus ojos totalmente negros conservaban su iris dorado, en una situación normal ella estaría impactada por lo imponente del hombre, pero ahora ella solo podía concentrarse en las llamas verdosas a su alrededor y como un brillo del mismo color cubría su cuerpo.
El ya no pertenecía a este mundo.
—No malgastes tu fuerza en mi princesa, no servirá de nada pues yo ya no tengo nada que ver con este mundo.
—¿Entonces por qué sigues aquí? Tu alma ya no debería de permanecer en este mundo.
La aparición frente a ella gruñó con molestia ante su deducción de lo obvio.
—Porque al igual que tú, yo también estoy atrapado en este palacio, pero no fue hasta que la calamidad resurgió que finalmente mi espíritu pudo despertar y salir de las entrañas de la tierra, pero eso no sirve de mucho si ni siquiera puedo separarme de este palacio que se cae a pedazos.
—¿Y por qué despertaste con la calamidad? ¿Qué clase de vínculo tienes con la bestia?.
—Para ser la portadora de la trifuerza de la sabiduría eres bastante lenta ¿No? Permíteme presentarme si eso te ayuda a atar los hilos, mi nombre es Ganondorf, hijo de la tribu de las gerudo, pero puede llamarme "Ganon" para abreviar.
El suelo debajo de los pies de Zelda pareció esfumarse, justo enfrente de ella tenía al hombre que causó todas las desgracias de sus vidas, la reencarnación del dios que maldijo las tierras de Hyrule junto a los destinados a salvarla y que según las viejas leyendas cedió ante el poder de la trifuerza y se convirtió en la Calamidad, justo la que había cobrado la vida de sus amigo y que la mantenía cautiva aquí.
La ira se apoderó de ella, sus músculos se tensaron y su rostro se torció en una mueca de pura furia y desprecio, él era culpable de todo esto y ahora lo tenía a su alcance.
La trifuerza brilló nuevamente, la luz que desprendió fue tan fuerte que todo a su alrededor se volvió blanco y muy seguramente fue visto desde las cuatro regiones en las puntas de Hyrule.
Cuando su poder bajó ya no había rastro del espíritu del hombre que había estado frente a ella y sintió algo parecido a la satisfacción florecer en su pecho.
—Te dije que no malgastes tu poder en mi, en esa rabieta fácilmente gastaste el poder de un año que pudiste haber usado para retener al mal.
Oh no.
Su cuerpo temblaba como si la temperatura a su alrededor hubiera bajado de golpe, giró lentamente su mirada a su lado derecho de donde venía la voz y ahí estaba él.
Ganondorf la miraba con una inquietante calma, como si no acabara de recibir el ataque similar al de una diosa.
—¿Cómo? Deberías de estar...
—¿Muerto otra vez? Realmente creí que serías más brillante que eso, princesa.
Ganondorf dio un paso adelante y Zelda sintió un miedo como no había sentido desde que sostuvo el cuerpo moribundo de Link entre sus brazos.
Quería correr, alejarse de él y no dejar que se le acercara más, pero sería inútil ¿A dónde podría ir de todas formas?
Ahora el estaba justo frente a ella y no hizo nada para detenerlo, ya había quedado claro que eso era inútil, él ahora se veía mucho más grande, seguramente era más alto que su propio padre, mientras que ella en comparación parecía una muñeca de porcelana que se rompería en cualquier momento por la presión que sentía.
Ella esperaba cualquier cosa, que jugará con sus miedos más profundos, que manipulara la malicia a su alrededor para que la consumiera, incluso esperaba que cortara su piel con sus garras, pero definitivamente no esperaba que él se arrodillara ante ella para intentar quedar a su altura.
—Estás tan débil y ni siquiera sabes a lo que te enfrentas.
—Tengo la trifuerza de mi lado, soy la descendiente de la diosa, puedo...
—No eres más que una niña.
Él cortó sus excusas tan fácilmente con las mismas palabras que ella misma se repetía cuando se preguntaba el por qué tenía que cargar con ese peso, pero era la primera vez que alguien más se lo decía y ella sentía que una barrera cedía en su corazón.
—Tienes miedo, estás sola y acabas de despertar tu poder, estas tan indefensa y aun así insistes en querer luchar contra algo invencible por tu propia cuenta.
—¡¿Y qué más puedo hacer?! ¡Tardé tanto en despertar mi poder que cuando lo hice ya era demasiado tarde! ¡Le fallé a mis amigos y le fallé a mi reino! ¡¿Qué más puedo hacer ahora que ya lo he perdido todo?!
Su acto de falsa valentía y decisión terminó por caerse, ahora no pudo aguantar las lágrimas esta vez y lloró, lloraba la pérdida de sus amigos, lloraba por haber tardado tanto en despertar su poder, lloraba por la caída Hyrule y lloraba porque sabía que nada podía hacer para remediarlo.
Ya no le importaba que Ganondorf siguiera viéndola, él estaba muerto de todas formas, no había caso en preocuparse por lo que un espíritu pensará de ella.
Cuando finalmente pudo calmarse él seguía mirándola con atención, su semblante no había cambiado y sin duda no le importaba que ella se acabara de quebrar frente a sus ojos.
El silencio volvió a caer sobre ellos, ahora no quedaba más que el sonido de la respiración pesada de Zelda mientras intentaba recuperar la compostura.
Pero entonces Ganondorf volvió a hablar.
—Podrías aprender a usar el poder con el que naciste, de nada te sirve tenerlo si no sabes usarlo correctamente.
—¿Qué te hace pensar que tú podrías enseñarme sobre un poder que solo las mujeres de la familia real comparten?
—Porque te conozco.
—Apenas supe de tu existencia hoy.
—No hablo de ti, hablo del persistente espíritu que se encarna siempre en ti.
Ahora ella estaba intrigada con sus palabras.
—En cada vida siempre encarna el espíritu del héroe, eso es un hecho, pero tu espíritu también vuelve cada vez y con él viene un poder inimaginables, una poder capaz de repeler a las fuerzas del mal, te e visto usarlo en repetidas ocasiones a lo largo de la historia y se de primera mano de lo aterrador que puede llegar a ser, después de todo eres tu la que en más de una ocasión a quemado hasta mi espíritu en mis últimos momentos.
Zelda no sabía qué contestar, este hombre estaba hablando de cómo ella lo había hecho caer en el pasado y del cómo quería enseñarle a controlar esa misma fuerza para repeler al monstruo que había nacido de él.
—¿Por qué quieres ayudarme? ¿No sería mejor para ti que yo perdiera y tu ganarás por una vez?
—¿Te parece que ganaría algo si pierdes ahora? Princesa, estoy muerto, esa bestia que intentas contener ya no soy yo, no es más que la forma física de los sentimientos de ira, avaricia, venganza y deseos de destrucción ¿De verdad crees que ganaría algo mientras mi espíritu permanezca atado a esa cosa?
¿El realmente lo decía en serio? En la oscuridad de sus ojos no había una sola pizca de duda y la firmeza en sus palabras era digna del más grande de los gobernantes.
Ganondorf le extendió su mano y continúo.
—Sería mejor para todos si pudieses sacar el máximo potencial de tu poder, por eso te pido que me dejes enseñarte.
Esto podría ser un error, podría estar caminando directamente a la boca del lobo y caer en la trampa del enemigo ¿Pero qué otra opción tenía? Ahora ya no tenía a su padre para que le diera órdenes, ni tampoco tenía a su caballero que la proteja del peligro inminente, ahora solo le quedaba ella misma.
Y ahora también Ganondorf.
Ella aceptó su mano y en el momento en el que sus palmas se tocaron no se sintió en lo absoluto como pensó que sería tocar un fantasma, podía sentirlo de verdad, como si estuviera sosteniendo la mano de otro ser vivo y esa sensación vino con un sentimiento, uno muy antiguo y que no lograba entender, como si se hubiera encontrado con una persona de su pasado nuevamente.
—Acepto tu ayuda Ganondorf y... Espero poder formar un equipo contigo.
—Gracias por tu confianza princesa, sé que haremos esto funcionar.
—Por favor, llámame Zelda, ya no tengo una corona de todas formas.
—Como gustes, Zelda.
Por más arriesgado que fuera ella quería confiar, ella elegía confiar en él.
"En todas las viejas historias el siempre desempeña el papel del villano al vencer, pero te diré un secreto hija mía, hay evidencia que podrían probar que en el cataclismo de hace diez mil años, el portador de la trifuerza del poder de aquel entonces luchó por Hyrule para detener la Calamidad, aunque bueno, eso ya será una historia para otra noche."