ID de la obra: 208

Creo en ti

Gen
G
Finalizada
1
Emparejamientos y personajes:
Fi, Link
Tamaño:
2 páginas, 1 capítulo
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Capítulo 1

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Era demasiado, el tener que salvar a Hyrule, a Zelda, los espíritus de sus amigos, todo. Sentía que el peso de su, "destino", lo iba a terminar aplastando. Link no quería ser un héroe, no quería tener que cargar con todas las vidas a su alrededor, no quería ser el elegido de la diosa. Quería ser él, poder explorar el mundo sin sentir que estaba perdiendo el tiempo mientras que Zelda sufría en el interior del palacio. Quería que la gente dejara de verlo como la persona que alguna vez fue, cuando era un caballero del que ahora solo tenía recuerdos fragmentados e incompletos. El ya había fracasado una vez en su misión ¿Por qué sería distinto en esta ocasión? ¿Por qué todos ponían sobre él una carga que nunca pidió? ¿Por qué tuvieron que traerlo de la muerte solo para volverlo a arrojar a una batalla que seguramente sería su fin? El no era un arma, era una persona ¿A caso eso siquiera les importaba? Abrazó sus piernas debajo del árbol en el que se encontraba mientras las calientes lágrimas ardían en sus ojos. Su cuerpo temblaba, se sentía débil, pequeño y asustado, todo era demasiado. Solo quería desaparecer, que naciera otro héroe o alguien que pudiera soportar toda esta carga, el simplemente ya no se sentía capaz. —Soy una decepción... El sonido de una campana sonó justo a su lado. Era la espada maestra, que descansaba a un lado de él. Una suave luz azul la cubría, dándole una imagen etérea, no era como su brillo al estar en presencia de malicia o algo parecido, era algo más, un brillo extrañamente reconfortante. Link tomó la espada en sus manos y acarició su filo con la punta de sus dedos, se sentía cálido, no era en lo absoluto como el frío metal que siempre tocaba al limpiarla después de una batalla. Tal vez se había vuelto finalmente loco de soledad y pena y ahora estaba imaginando cosas; pero esto se sentía real, demasiado como para ser solo un truco de su propia mente. Esa calidez que emanaba de la espada maestra se sentía reconfortante, como si de alguna manera quisiera consolarlo en su tristeza y ahora mismo eso era lo que más necesitaba. Tomó su espada y la sostuvo entre sus brazos, no le importaba que fuera un arma lo que estaba abrazando, no quería soltar esa luz y calidez que parecía envolverlo a él también. Cerró los ojos con fuerza enfocándose únicamente en esa sensación, antes de que un segundo sonido viniera de la espada, ahora más fuerte, acompañado con de una presencia frente a él.  Aún así se negó a abrir los ojos y solo se aferró más a su espada. Sabía que debería actuar conforme a sus instintos y abrir los ojos para hacer frente a lo que sea que ahora estuviera con él. Pero no quería, no sabía porqué, pero algo muy profundo y arraigado en su alma le decía que esa presencia no era ninguna amenaza para él. Lo que sea que ahora estuviera con él fue acortando la distancia entre los dos hasta quedar a unos centímetros de él, no podía sentir su respiración o escuchar ningún sonido proveniente de su parte. Pero sabía que si abría los ojos le vería frente a frente.  Hubiera podido esperar muchas cosas de esta situación, la mayoría en lo absoluto buenas, pero sin duda no esperó sentir algo parecido a unas mantas cubrir su cuerpo en un abrazo. Quedó frío sin saber siquiera cómo reaccionar hasta que otra voz habló. —Usted no es una decepción, es mi maestro y yo confío plenamente en usted y sus capacidades, estaré siempre dispuesta a pelear a su lado, maestro Link. La voz era femenina pero con un eco metálico, era en realidad inhumana pero sonaba muy familiar, como si ya la conociera de tiempo atrás ¿tal vez de su vida antes de la calamidad? En realidad no importaba, ahora mismo ella parecía ser su único sostén en este momento de debilidad. Finalmente soltó la espada maestra y se aferró fuertemente a la mujer junto a él. Escondió su rostro en su hombro y sollozó soltando todos los sentimientos que hace unos momentos lo ahogaban, ella no dijo nada más, solo se quedó totalmente quieta mientras lo sostenía y Link estaba tan agradecido por eso. Link no supo cuánto tiempo estuvo llorando o cuando empezó a ganarle el sueño. Lo último que recuerda es sentirse terriblemente cansado, sus párpados sintiéndose pesados y finalmente la voz de la mujer que lo tenía entre sus brazos. —Por favor maestro, descanse un poco, puede confiar en que yo estaré aquí para cuidar de usted mientras duerme. Eso era desconcertante, normalmente era él quién siempre cuidaba de los demás, pero la idea de que por primera vez alguien también quisiera cuidar de él se sentía... Bien... En su cansancio solo pudo asentir en respuesta antes de que esa mujer lo ayudase a recostarse cómodamente contra el tronco del árbol, despojándolo de todo su equipo en el proceso. Antes de finalmente caer dormido miró con sus ojos entreabiertos a quien tenía enfrente. Su visión no era muy clara, pero pudo distinguir una figura humanoide, su cuerpo era únicamente de colores violetas y azules, con lo que parecía ser una gema en su pecho. Aún si no la conocía, un sentimiento de felicidad sin igual floreció en su pecho, como el que sentía al reencontrarse con los espíritus de los campeones, era la sensación de volver a ver una vieja amiga. —Descanse, maestro, yo aquí estaré siempre para usted.
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