ID de la obra: 224

Hermione y el Plan Temporalmente Cuestionable

Gen
G
Finalizada
8
El trabajo participa en el concurso «Harry Potter: El Capítulo Perdido»
Fechas del concurso: 26.06.25 - 13.08.25
Inicio de la votación: 12.07.25
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Promocionada! 1
Emparejamientos y personajes:
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2 páginas, 1 capítulo
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Capítulo 1

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Era una tarde nublada en Hogwarts, de esas que hacen que hasta las gárgolas bostecen. Hermione Granger estaba sentada en su lugar habitual de la biblioteca, rodeada por no menos de siete libros abiertos, cuatro plumas, una taza de té que ya estaba fría y una lista de fechas históricas que parecía más larga que la barba de Dumbledore. - El Tratado de Paz entre duendes y magos de 1634… no, ¿o era 1643? - murmuró mientras subrayaba con tanta furia que la pluma se rompió y le dejó una mancha de tinta en la nariz. Madam Pince pasó por detrás y frunció el ceño. Hermione la ignoró. No tenía tiempo para preocupaciones menores como su dignidad facial. Mañana era el examen de Historia de la Magia, también conocido como la siesta anual colectiva de tercero. Justo cuando pensaba que su cerebro iba a explotar como un caldero mal agitado por Neville, sintió un ligero peso moverse en el interior de su túnica. Era el giratiempo. La profesora McGonagall se lo había entregado al principio del curso, junto con una expresión severa y la advertencia de que "el Ministerio no estaría nada contento si alguien lo usaba para… fines cuestionables". Naturalmente, Hermione no tenía intención de usarlo de manera indebida. Pero ahora… - Una horita más no le hace daño a nadie, ¿verdad? - dijo en voz baja, mirando alrededor como si esperara que Dobby saliera de entre los libros a acusarla. Cerró los ojos, sostuvo el giratiempo y lo hizo girar una vuelta. ¡WHOOOOSH! Hermione sintió el ya conocido mareo, como si hubiera dado tres vueltas completas en una escoba conducida por Ron con resaca. Cuando abrió los ojos, la biblioteca estaba vacía. Incluso Madam Pince había desaparecido. - Perfecto, una hora extra para estudiar. Pero algo no cuadraba. Un sonido agudo interrumpió su pensamiento. ¡Cling-cling-cling! Giró la cabeza. Detrás de una estantería, ella misma estaba sentada, concentrada, escribiendo frenéticamente en un pergamino. - ¡Ay, Merlín, me he clonado! - susurró. Se agachó tras una pila de libros, temblando. McGonagall había dicho que no debía verse a sí misma. Si lo hacía, podría causar un colapso temporal o, peor aún, provocar que la propia Hermione le diera un sermón sobre ética mágica a la otra Hermione. Y eso, según cálculos teóricos, podría durar horas. - ¡Piensa, Hermione, piensa! - dijo mientras su yo alternativo suspiraba y murmuraba algo sobre la rebelión de los trolls de montaña. Y entonces… la tentación. - Podría… entrar antes al aula… ver el examen… regresar… y escribir las respuestas perfectamente. Un plan tan brillante que hasta Salazar Slytherin habría dicho: “Eso es pasarse un poco”. Imaginó la escena: entrando en la clase con una sonrisa diabólica, escribiendo cada respuesta sin dudar, recibiendo un “Excede expectativas de lo esperado de alguien que ya excede lo esperado”. ¡Sería glorioso! Pero luego pensó en McGonagall, con esa mirada que podía atravesar paredes y corazones. Y en Harry, que definitivamente no podría guardar un secreto así más de cinco minutos. Y en Ron, que seguramente le pediría que retrocediera en el tiempo solo para repetir el desayuno. Hermione suspiró profundamente y miró el giratiempo. - Soy Hermione Granger. Yo no hago trampa. Yo estudio hasta que los libros me pidan piedad. Con decisión, giró el giratiempo hacia adelante, regresando al momento presente, justo cuando su versión original se levantaba para irse. De vuelta en su cama aquella noche, agotada pero tranquila, Hermione sonrió. - Puede que suspenda por culpa de los duendes del siglo XVII… pero al menos tendré la conciencia limpia. Y entonces se quedó dormida, soñando que la historia mágica la explicaba Gilderoy Lockhart vestido de unicornio.
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