Capítulo 1
28 de junio de 2025, 19:05
Bigger than the whole sky
Staffa, Escocia - La cueva de hielo
───────── ౨ৎ ─────────
No words appear before me in the aftermath
Salt streams out of my eyes and into my ears
Every single thing I touch becomes sick with sadness
Because it's all over now, all out to sea
Después de destruir el guardapelo de Salazar Slytherin, James y Regulus convirtieron la cueva de Staffa en su lugar de reunión.
Siempre en la noche.
Siempre ellos dos.
Su lugar alejado de la guerra.
Olas rompiendo con rocas, el olor a sal, humedad y el pasto del verano. Hacía frío, siempre hacía frío cuando estaba con Regulus. Por eso había comenzado a abrigarse. A veces usaba los suéteres que había dejado en Grimmauld Place, los pocos que en realidad le quedaban, solo para recordarle a tiempos mejores, a aquella versión suya que no había tenido que envenenarse en una cueva para salvar al mundo mágico, y para recordarle que seguía siendo suyo, siempre suyo.
—¿Cómo sigue Sirius?
James le dió un sorbo a su chocolate caliente y sonrió de lado.
—El nuevo álbum de ese cantante muggle que le encanta acaba de salir. Así que… ¡Genial! Sirius sigue siendo Sirius.
James omitiría las noches que pasaba en vela buscando información sobre los Horrocruxes y la historia de Voldemort o Tom Riddle (Como sabían ahora que se llamaba en realidad). Omitiría como su relación con Remus había envejecido diez años en solamente uno. Como había dejado de hacer bromas o de responder audazmente con comentarios ingeniosos, porque no le parecía que reír era justo en un mundo en el que la mayor parte de las personas lloraban todo el tiempo.
El peso del mundo estaba sobre sus hombros porque tomó la responsabilidad que en algún momento fue de Regulus, pero James no diría nada de eso, porque solo lo haría sentir culpable.
—No ha venido a verme —murmuró Regulus por lo bajo. Su mirada fija en el horizonte de montañas rocosas—. Aún no me ha perdonado…
—¡No! No, por supuesto que no. Solo es más difícil para él… estar distanciados por ahora. Aún no ha tenido tiempo de lidiar con lo que pasó.
Regulus bufó por lo bajo y su expresión cambió a aquella que utilizaba cuando estaba disconforme.
—Cada cosa que toco se enferma de tristeza, deberías dejar de venir también.
Un escalofrío cruzó su semblante. No era el frío de la noche. A veces pensaba que podía sentir el dolor físico de la tristeza de Regulus, como si fueran dos almas compartiendo el mismo cuerpo. Tal vez era James la razón por la que no se había marchado para siempre, la razón por la que aún seguía con un pie en la guerra y el otro en una mejor vida muy lejos de allí, donde nadie lo pudiera alcanzar.
—No lo haré. Esta vez no podrás alejarme.
Quería poder ser capaz de tocarlo, abrazarlo, besarlo y prometerle que una vez que la guerra terminara todo volvería a la normalidad, que irían a algún lugar juntos con Harry y pasarían el resto de su vida como debieron de iniciarla: juntos. Pero Regulus aún lucía las cicatrices y moretones de las manos de los inferis en su pálida piel, y eran su mayor advertencia para no intentar hacerlo.
Sacó un papel doblado en cuatro del bolsillo de su pantalón y lo extendió en el pasto.
—Lo hizo Harry, me pidió que te lo trajera.
Regulus observó los trazos del rudimentario dibujo de Harry en donde estaban ellos tres. Analizándolos, aprendiéndolos de memoria para no olvidarlos, porque una vez que James se fuera todo habría parecido un sueño para él.
La distracción no duró mucho tiempo. El pelinegro desvió la mirada de nuevo hacia el mar. Distante y silencioso.
—Hubo un tiempo en que esta jaula era cómoda. Ahora solo sueño con romper cerraduras y arrojar mi vida a las piedras en el océano.
La tristeza de Regulus corría profundo. Contagiaba todo aquel lugar en el que vivía como si lo atormentara. La culpa de no haber podido terminar el trabajo que comenzó, de habérselo tenido que heredar a Sirius, quien estaba haciendo un trabajo maravilloso con cuatro horrocruxes destruidos hasta el momento y la victoria de la guerra mágica asegurada en su bolsillo.
—Pronto —le aseguró James.
Pronto estarían juntos de nuevo. Una vez que la guerra terminara, Regulus volvería a casa.
Did some bird flap its wings over in Asia?
Did some force take you because I didn't pray?
Los meses pasaban como capítulos efímeros en un libro de memorias. Rápido. Demasiado rápido. Harry crecía aceleradamente, pronto cumpliría tres años. Regulus no había podido conocerlo aún. Lily no pensaba que fuera buena idea exponerlo de esa manera, considerando los peligros de la guerra.
—Solo cambiaría una cosa —reflexionó James. Bajo el cielo estrellado, sobre la alfombra verde de la naturaleza que los rodeaba, yacía junto a Regulus—. Tengo la teoría de que si te hubiera dicho que te amaba antes de irme de Hogwarts nada de esto hubiera pasado.
Regulus negó con la cabeza, sus pies descalzos sintiendo el pasto bajo sus dedos, caminando con un pie a la vez, tras uno de los Diriwals que había venido a visitarlos. Solo salía de su escondite cuando James venía a verlo, el resto del tiempo lo pasaba encerrado.
—Todo hubiera sido igual —contestó con seguridad.
James levantó la cabeza.
—¿Cómo lo sabes?
—Debes saberlo ya...—su voz tranquila, como si fuera lo más normal del mundo—, que todo lo que hice fue porque yo los amaba a ustedes, y que estaba dispuesto a sacrificar lo que fuera para que vivieran.
—Lo lograste, estamos vivos, ¿no es así? Lo hubiéramos logrado juntos también.
Regulus lo miró con lástima, pero le regaló una de sus raras medias sonrisas. Se quedaron en silencio de nuevo. Regulus a sus espaldas aún persiguiendo al Diriwal hasta que terminó por tomar vuelo lejos de allí.
Esperaba que el final llegara a tiempo, pero ahora temía que no fuera así.
—También quisiera haberlo dicho antes —le confesó.
Los ojos de James brillaron con esperanza.
— Te amo —le dijo con firmeza. James siempre creía ver un leve rubor en sus mejillas cuando lo decía.
La única respuesta de Regulus fue el silencio y una sonrisa llena de anhelo. Aún no podía decirlo. ¿Algún día sería capaz? ¿Cuánto tiempo antes de que siguiera adelante?
Su vida no tenía que seguir siendo una tragedia. Estaban allí, juntos, y podían ser felices con lo que sí podían tener. Conversaciones en las madrugadas y miradas furtivas, rememoraciones de sus mejores momentos y risas de aquellos en que actuaron como idiotas. No podían cambiar lo que había sucedido, pero podían al menos imaginarlo, y eso era algo que sí podían tener.
Every single thing to come has turned into ashes
'Cause it's all over, it's not meant to be
So I'll say words I don't believe
Sirius no era capaz de verlo más a los ojos. James nunca pensó ver odio dirigido a él desde los ojos de su hermano, pero la guerra no perdonaba a nadie. Fue Remus el encargado de decírselo. Le había pedido que dejara de ir a ver Regulus.
—Te estás poniendo en peligro cada noche —intentó razonar con él.
James se sentía traicionado. ¿Cómo podía pedirle eso? ¿Cómo podía pedirle que dejara de ver a Regulus cuando era, además de Harry, la única razón por la que aún no perdía la cabeza? Sus escapadas nocturnas eran, muchas veces, lo único que lo mantenía de pie.
—Todo lo que sabemos de los Horrocruxes ha sido gracias a Regulus —refutó con intensidad.
—Es cierto —respondió diplomáticamente—, y ahora que ya tenemos esa información es un buen momento para darle su espacio.
—¡Já! —se rió con veneno, sarcásticamente—. Lo que quieres decir es que ahora que hemos sacado toda la información que podemos de él… ¡No! Ahora que yo les he dado toda la información que podía de él, es un buen momento para abandonarlo —James golpeó la pared de su habitación, aquella que conectaba con la de la biblioteca, en donde estaba seguro de que Sirius se encontraba—¡Sé que estás escuchando! —gritó en su dirección—. ¡Pensé que después de haberlo abandonado una vez habías aprendido la lección, Sirius!
—James… no —Remus se acercó y puso una mano en su hombro, tratando de calmarlo—. Lo que estás haciendo no es justo.
—No hablemos de maldita justicia —se retiró la mano de Remus de encima de un jalón—, si existiera Regulus estaría aquí, con nosotros, y no escondido bajo tierra en la otra parte del país.
—Entiendo como te sientes, de verdad lo hago. ¿Crees que no estaría en tu misma situación si se tratara de Sirius? Pero sé que tú hubieras estado ahí para decirme que me detuviera, aunque fuera una pastilla difícil de tragar. James… te necesitamos aquí —le suplicó—, con la mente en el presente. Eres nuestro mejor volador y… eres nuestro mejor amigo. Te necesitamos.
La respiración de James se agitó. No sabía si era la ira, la tristeza o la impotencia. Lanzó uno de los jarrones de flores contra una pared y los ojos se le humedecieron.
Solo quería salir de allí, no estar teniendo esa conversación con alguien a quien había amado tanto. Remus siempre fue la voz de la razón, la amistad que lo mantenía responsable de sus decisiones, siempre había sido uno de sus mejores amigos. Era injusto, que ahora tuviera que ver lo mucho que toda esa situación lo había convertido en una persona rota e irracional. No podía verlo así, no podía o entonces dejaría de creerle cuando le prometiera que todo estaría bien.
—Lo siento, Prongs.
—¿No he hecho suficiente, Remus? —le preguntó al borde de la frustración y las lágrimas— ¡DIME! ¿No he hecho suficiente? —Al diablo, a quién le importaba si lloraba una vez más. El grandioso James Potter podía darse el lujo de hacerlo si quería—. Les he dado todo lo que tengo, ¿Qué más quieren? ¿Qué-más-quieren?
—¿Qué hay de Harry?
—¿Crees que no pienso en Harry? ¡Estoy haciendo esto por Harry! —gritó desesperado.
El rostro de su mejor amigo se descompuso con tristeza y decepción.
Odiaba hacerles eso. Odiaba ser otra de las razones por las que tenían que sufrir en un mundo en donde había tan pocas para ser feliz.
—No, James —le dijo contundente, como si sostuviera el secreto que no quería escuchar—. Estás haciendo esto por tí.
James soltó una risa amarga y tiró una de las sillas de madera al suelo.
—Vete a la mierda, Lupin.
And I've got a lot to pine about
I've got a lot to live without
Esa noche se encontraban en la entrada de la cueva. La apertura entre las piedras y el camino de rocas que, de seguir, los llevaría sólo a la oscuridad. James prefería estar encima del acantilado, donde podía ver las estrellas, escuchar a las ovejas y el mar, y sentir la cama de hojas bajo su cuerpo.
El lugar en donde aún había una vida que admirar.
Dentro, todo era frío y filoso, listo para herirte si lo dejabas. La cueva le traía recuerdos horribles de manos putrefactas tratando de despedazarlo y el sabor a muerte en la punta de su lengua.
Los inferis seguían allí, presos del hechizo de magia oscura que los ligaba a ese lugar, seguirían allí hasta que Voldemort muriera. Algunos tenían los rostros de personas que conocía. Voldemort depositaba en ella todos los cuerpos de sus víctimas: Marlene, Dorcas, Evan, Fabian y un centenar más que no conocía. Los podía escuchar gruñir en busca de algo que llevarse con ellos a la profundidad de sus aguas.
—Tal vez tienen razón. ¿Cuánto tiempo podemos ser una canción triste? ¿Hasta que estemos demasiado lejos para volver a la vida?
—Olvida que dije algo…
No sabía por qué esperaba que Regulus dijera otra cosa, siempre estaría del lado de las personas que lo incitaban a dejarlo, siempre queriendo escapar de lo que pensaba que no merecía.
—Lo siento, James. Siento no poder ser todo lo que necesitas.
James cerró los ojos con pesar y su mano rozó el contorno de su rostro. Frío, como el resto de su cuerpo.
—No es tu culpa… —suspiró con cansancio— ¿Cómo es que siempre terminamos aquí?
Se agacharon sobre la arena oscura y Regulus dejó que llorara en silencio. Se dejaron sentir lo que en su momento no hicieron. Una tristeza tan profunda que viajaba a través del tiempo, al momento en que se conocieron siendo solo unos niños, inocentes ante lo trágico que sería su final.
¿Cuándo acabaría la guerra? ¿Cuándo acabaría el sufrimiento de saber que hubieron cosas que no pudieron hacer y personas que no pudieron salvar?
La mirada de Regulus se posó en la entrada de la cueva.
—A veces recuerdo nuestra habitación en Hogwarts, y cómo nos encantaba la luz en ella. Ahora, me siento en la oscuridad y me pregunto si es hora…
No.
—No lo es —le prometió con seguridad.
I'm never gonna meet
What could've been, would've been
What should've been you
Nadie podía obligar a James Potter a hacer algo que no quería, pero tampoco era una persona irracional, sabía que Harry necesitaba a su padre, por lo que limitó sus reuniones clandestinas con Regulus a solo una vez a la semana. No terminaba de agradarle, pero no quería levantar más sospechas. En el cumpleaños de Sirius de ese año, James prefirió escaparse de los compromisos y pasarlo con Regulus.
—¿Qué le dirías a Sirius si tuvieras la oportunidad de hablar con él?
Regulus se quedó callado, con los labios apretados y la frente arrugada.
—Tal vez que lo siento —comenzó valientemente—, que todo lo que hice… todo lo que dije… solamente fue para protegerlo, fue sangrar mientras intentaba ser el soldado más valiente. Que nadie nunca podría haberlo reemplazado, que estoy agradecido por todo lo que hizo por mí, y que lamento que no podamos haber tenido lo que queríamos y mucho menos lo que merecíamos. Que tal vez en otra vida, si es que nos depara alguna, cuando seamos otras personas, podamos hacer las cosas diferentes. Le diría que aún lo estoy esperando, para comenzar esa otra vida.
Cada reunión, encontraba la tormenta en sus ojos y se preguntaba: ¿Cómo puedes decir que amas a alguien y no darte cuenta de que está muriendo? James no quería seguir viviendo esa vida, pero quería seguir viviendo, y no existía nada más desgarrador que eso.
Goodbye, goodbye, goodbye
You were bigger than the whole sky
You were more than just a short time
Dos meses después las cosas comenzaron a mejorar, y para el invierno, James había encontrado la respuesta a todos sus problemas.
—¡Tengo una buena noticia! —exclamó con emoción, casi gritando mientras caminaba hacia él—. Sirius encontró el anillo. ¡El último Horrocrux! —Regulus abrió los ojos de par en par, sorprendido. Una sonrisa se extendió por su rostro, tan amplia y radiante que era hermosa. James no lo había visto reír en tanto tiempo que había olvidado que esa era la razón por la que se había enamorado de él en primer lugar—. Eso no es todo —continuó, con la voz vibrante—. Hay algo más...
No recordaba haber sido así de feliz nunca. En ese momento volvía a ser el James de diecisiete años, y cuando Regulus volvió a reír, Merlín , su risa lo hizo tocar el cielo que no sabía que había perdido de vista.
—¿Qué es? ¿Va a venir a verme? ¿Sirius?
James sonrió inconteniblemente.
—No, pero tal vez puedas ir a verlo a él.
Regulus lo miró con sospecha.
—No entiendo…
—Después de que Sirius destruyó el último horrocrux, el anillo de los Gaunt, encontró algo dentro de él —James se rió maravillado—. No lo vas a creer… es como si todo nos hubiera llevado a este momento. Dentro del anillo estaba la última reliquia de la muerte: la piedra de la resurrección.
La sonrisa de Regulus se había desvanecido, dejando paso a un ceño fruncido que surcaba su frente.
—Sigo sin entender…
—¿No lo ves? ¡Podemos traerte de regreso, Reggie! Puedes volver con nosotros. No tienes que seguir ligado a este lugar, atormentandolo o… él atormentandote a tí. Podrías estar con nosotros en Grimmauld Place. Todo cambió durante estos años y se no ve nada como la casa en la que crecieron tu y Sirius, podrías conocer a Harry y podríamos estar juntos de nuevo, es una oportunidad para comenzar de nuevo.
La figura espectral de Regulus retrocedió y se miró a sí misma. Los rasgos espectrales, aunque indistintos y borrosos, llevaban un dejo de su antiguo yo. Su postura antes orgullosa ahora se encorvaba con el peso de la pena, sus ojos, antes ventanas de un espíritu rebelde, ahora nublados por el remordimiento. Los rastros persistentes de su rostro juvenil insinuaban una vida truncada, una vida marcada por elecciones que ahora lo perseguían en su existencia espectral.
—No.
—¿No?
—No, no puedo regresar —dijo con un hilo de voz, como si las palabras le rasgaran la garganta.
—¿No puedes? ¡Claro que puedes! ¡Regulus, soy yo! Podemos volver a estar juntos, puedes volver a ver a Sirius y arreglar todo…
James avanzó hacia él, extendiendo la mano para tomarlo del hombro. Pero solo encontró aire frío. Nada más que aire gélido dejando tras de sí una estela de ectoplasma que se esfumó como la niebla.
—Esto ya fue demasiado lejos, ¿no crees?
—No tienes que ser un fantasma. No tienes que quedarte en la cueva por siempre. Si te quedas… ¿Cuánto tiempo pasará? Creceremos, envejeceremos y tú seguirás aquí para siempre. ¿En verdad quieres eso? —bufó con frustración—. No parece justo que después de haber hecho tanto por el mundo mágico ese sea el final de tu historia. Reggie… eres más grande que el cielo, eres mucho más que el corto tiempo que te dejaron estar con nosotros, si alguien se merece esta oportunidad, si alguien merece regresar, ese eres tú.
Regulus lo miraba como si no lo conociera.
Y dolía.
Quemaba y congelaba al mismo tiempo.
—No puedes jugar con las leyes de la vida. ¿En serio? ¿James? Sabía que los leones eran impulsivos pero esto… Lo que estás proponiendo es… Estoy seguro de que ni siquiera sabes qué estás diciendo.
—Sé que no todo sería perfecto, pero lo arreglaremos en el camino. Se que no serías la misma persona, pero ¡tampoco lo somos nosotros! Esta estúpida guerra nos había cambiado a todos —lo miró con tristeza y una sonrisa temblorosa en los labios, tratando de ocultar el dolor que sentía—. No lo entiendo, ¿por qué no querrías regresar?
—¿Sabes cuál fue la razón por la que me enamoré de ti, James? —preguntó con la voz entrecortada, sus ojos traslucidos se llenaron de lágrimas y brillo salino—. Me enamoré de ti porque iluminabas cada rincón que yo había oscurecido. Eras la personificación de lo que significa vivir una vida plena. Tu fortaleza era admirable y también tu mayor debilidad, pero todos cargamos con un peso en la vida, y el tuyo... —Regulus le dedicó una sonrisa melancólica y su mano fantasmal, que no podía sentir pero que enviaba un escalofrío por su cuerpo, rozó la suya—. Tu carga era la más hermosa que he visto jamás. Viniste a este mundo para hacerlo mejor, para guiar a personas como Sirius, como yo, que te necesitábamos más que nunca para mostrarnos que había algo más allá de las paredes de una casa embrujada —James ya no podía contener las lágrimas, no entendía qué estaba pasando—. Lo siento. Debí haber hecho esto antes, debí haberte dicho esto hace mucho tiempo, pero siempre he sido egoísta... —El miedo se apoderó de él, recorriendo su cuerpo desde la cabeza hasta los pies—. Debí haberme ido hace mucho tiempo.
—Sí, debiste hacerlo ——susurró la voz de Sirius detrás de él. Ambos se giraron sobresaltados ante su repentina entrada. Regulus encontró primero la mirada de su hermano—. Prongs —extendió la mano frente a él—, la piedra. Dámela.
—No —James dio un paso atrás y lo miró desafiante. Si la quería tendría que quitarsela a la fuerza.
—James…
—No.
—Regulus, dile que me la de.
El fantasma de Regulus permaneció inmóvil, con la mirada clavada en su hermano como si este fuera la verdadera aparición y él, un chico de carne y hueso. Sus ojos intercambiaban emociones indescifrables silenciosamente, una negociación que solo ellos podían comprender. Sirius parecía descoserse poco a poco, incapaz de contener la tormenta de sentimientos que lo embargaban al ver a su hermano menor después de más de cinco años.
—Estaba esperando que vinieras —le susurró Regulus con rencor.
Sirius asintió con la cabeza.
—C'est un peu déprimant de votre part d'utiliser James pour m'amener ici.
“Es un poco deprimente de tu parte, haber utilizado a James para traerme aquí.”
—Hubiera hecho lo que fuera para verte una vez más —aunque sus palabras estaban cargadas de odio, había solo amor escondido en ellas—. El nombre que grité por años bajo el agua, cuando la oscuridad era lo único que quedaba para darme consuelo, era el tuyo.
Sirius reprimió un bufido, luchando contra la tristeza que amenazaba con brotar de sus ojos.
—Tu l'aimes aussi — “También lo amas a él”, movió la cabeza hacia James—, no me vas a decir que no has disfrutado tenerlo por un tiempo más.
Regulus desvió la mirada hacia el mar que golpeaba las rocas enojado. El Regulus que estaba frente a él no era el mismo de antes. No era el hermano que dejó en Grimmauld Place.
—Je suis désolé, Sirius — “Lo siento, Sirius”, dijo después de unos segundos.
—No puedes sentirlo, no eres realmente mi hermano, solo un eco de lo que alguna vez fue. La realidad es que él no lo hubiera sentido. Les choses qui doivent être faites sont impossibles à fuir.
“Las cosas que necesitamos hacer son imposibles de escapar”.
—Al menos entiendes por qué era necesario.
—Y tú entiendes por qué nunca te perdonaré por las decisiones que tomaste, y aún así —se detuvo para tomar aire, juntando fuerzas para seguir—, y aún así siempre serás mi hermano, y aún así… aún así me encargaré que el mundo sepa sobre lo que hiciste para salvarlo.
Regulus asintió con un gesto mesurado y lleno de tristeza. No dejaron de mirarse, como si estuvieran peleando por ver quién desaparecía primero, tan acostumbrados a que alguno de los dos lo hiciera. Regulus cedió primero, reubicando su mirada en la cueva, porque después de años de esperar a Sirius, lo único que quería era abrazarlo, se lo había confesado a James, y ya no podía hacerlo.
Llegaron a un entendimiento tácito.
—Te ayudaré a marcharte —le prometió. Luego, una sonrisa familiar se dibujó en su rostro, uniéndose en un instante de complicidad silenciosa.
—James, dale la piedra —le pidió el fantasma de Regulus.
—¿Qué? No, Reggie…
—Es tiempo —dijo Sirius—, de que deje de atormentar este lugar y siga adelante. Luego tú y yo destruiremos la piedra.
Con pasos lentos, Regulus se aproximó a James. Una sonrisa reapareció en su rostro, una mezcla de nostalgia y tristeza, pero sincera y tan brillante como su estrella.
—Tuvimos más tiempo del que pensamos que tendríamos juntos, ¿no es así, cariño? —le susurró. James no podía contener la tristeza que amenazaba con derramarse de su pecho ante la idea de perderlo para siempre. Lágrimas de tristeza contenidas en años de negación, porque no quería perderlo, no podía perder a nadie más o perdería todo lo que lo mantenía siendo él. ¿Cómo iba a prometerle a los demás que todo estaría bien si no lo creía?—. Recuerda lo que te dije, ¿de acuerdo? Quiero que algún día vuelvas a ser esa persona de la que hablamos. Cuida de Harry, de Sirius, incluso de ese estúpido hombre lobo que tiene como esposo.
—Por favor, no me hagas esto —le suplicó entre sollozos—. Por favor.
—Alguna vez me dijiste que no somos nuestra historias, somos las personas que las viven. ¿Lo recuerdas? —¿Cómo podría olvidarlo?—. No importa lo que hayas tenido que hacer para sobrevivir. Si vas a creer algo, entonces cree que yo te veo como ninguna otra persona lo ha hecho antes y estoy tan, pero tan orgulloso, de haber tenido el honor de conocer al verdadero James Potter.
James bajó la cabeza al suelo y lloró, y lloró, y cuando eso no fue suficiente soltó un grito que retumbó en cada superficie rocosa, en cada esquina de sus pensamientos, cada decisión que tomó en su vida. Porque Regulus estaba repitiendo, palabra por palabra, lo que James le había dicho el día en el que lo hizo prometer que sería su promesa:
“La promesa de que algún día serás lo suficientemente valiente para ser todo lo demás”.
—La rompiste —le recordó con la voz destrozada—, nuestra promesa. ¿Cómo esperas que te perdone después de eso?
—Lo siento —Regulus suspiró—, a veces tenemos que decepcionar a las personas para dejarlas ser libres.
—Aún no estoy listo… —Era esa la razón por la que había estado visitando la cueva todo ese tiempo. Noche tras noche cuando podía permitírselo. Porque no podía dejarlo ir aún, no sin haber utilizado todas las palabras necesarias para explicarle cuánto lo extrañaba y lo poco que significaba su felicidad si él no estaba para presenciarla.
—Nadie está nunca listo, hasta que tiene que estarlo —le recordó Regulus—. ¿Está bien? —James asintió renuentemente—. Tu hermano te necesita —miró de reojo a Sirius y sonrió—, no lo abandones como yo lo hice, ¿de acuerdo?
James se levantó del suelo, limpiándose el rostro de tristeza lo mejor que pudo, y caminó hacia Sirius.
—Tómala —le extendió la piedra que había guardado en su bolsillo de mala gana. Sirius asintió con la cabeza y la tomó con reverencia.
—Lo siento, James.
Se sentó en sobre una de las formaciones rocosas, sintiendo un vacío inmenso dentro de sí, mientras veía a los hermanos caminar hacia la puerta que llevaba al interior de la cueva.
—¡James! —lo llamó Regulus antes de entrar detrás de Sirius—. ¿Recuerdas cuando me preguntaste si te amaba? —sentía un vacío terrible en el estómago—. No necesitas que nadie te lo diga. Siempre fuiste y serás amado.
La figura del fantasma, la última cosa que le quedaba de la mitad de su corazón, se desvaneció por última vez a los pies de esa maldita cueva. “Cada cosa que toco se enferma de tristeza” . Viendo las olas, por la que estaba seguro que sería la última vez porque no volvería a ese lugar, entendió otra cosa. Todo había terminado en el mar, y el agua salada que había estado tragando todo ese tiempo, eran sus propias lágrimas. Se acurrucó en un rincón de la entrada y cerró los ojos, tratando de encontrar consuelo en la oscuridad, en el hecho de que nadie podía verlo desplomarse.
Cuando Sirius regresó, encontró solo el cascarón de lo que era, una bola de extremidades en el suelo intentando recordar cómo respirar. Lo abrazó hasta que los rayos del sol volvieron a iluminar el acantilado.
—Vas a estar bien, James —le aseguró—, era tiempo —una y mil veces hasta que dejó de llorar—. Hagamos esta última cosa por Reggie, ¿de acuerdo? Aún tenemos que terminar lo que empezó.
Sus ojos, vacantes de alma, se encendieron con determinación.
To let go is not to regret the past,
but to grow and live for the future.
To let go is to fear less and love more.
La espada de Godric Gryffindor no aparece ante cualquiera, lo hace ante verdaderos Gryffindors, aquellos que poseen las cualidades que definen a su casa: valor, coraje, determinación, osadía y nobleza. Solo responde al llamado de aquellos que demuestran estas cualidades en sus acciones y decisiones. No se trata solo de ser un miembro, sino de encarnar los valores que la distinguen.
James y Sirius descubrieron ese día que la espada se había parecido a Regulus minutos antes de su muerte, pero que no había sido suficiente para evitarla, y por años había vivido en la orilla de su lago.
Fue con ella que destruyeron la piedra de la resurrección. James lanzó el golpe de gracia. Después de hacerlo, abrazó a Sirius fuertemente una vez más, para asegurarse de que al menos uno de ellos seguía allí.