Bajo un cielo que cambiaba de color,
Más allá del horizonte desconocido,
Hacia la luz que llene mi corazón.
(c) TAEMIN – Rise 이카루스
Los cuatro días que Min prometió ausente se alargaron como condena infinita para Jimin. Por un tiempo creyó que su necesidad de contacto físico disminuiría; tras todo el tiempo que pasó en el Manor, pensó que se saturaría. Estaba equivocado. Casi al final del plazo, Jimin estaba en su cocina, moviendo la cuchara de un lado a otro en un plato casi intacto. Convenciéndose de que fingir comer era equivalente a alimentarse. No tenía apetito. Su piel era tan hipersensible que hasta el roce de la ropa le dolía como si fuera abrasado con arena. Terminó en calzoncillos, agotado. No logró comer. Se sentó en un sofá cuya textura le recordaba al papel de lija. Debatía mentalmente entre mandar una lechuza a Min o no parecer un desesperado moribundo. De pronto, el olor familiar invadió la estancia. Min había transgredido directamente a su apartamento. Antes de reaccionar, Jimin saltó del sofá y se abrazó a Min con toda su fuerza, envolviéndolo. Sintió un alivio inmediato: el ardor de su piel desapareció, su pulso se estabilizó. El aroma de Min lo envolvía, como una droga vital. —No esperaba que estuvieras tan mal —murmuró Min, notando el temblor de Jimin. Pero no devolvió el abrazo; así que fue Jimin quien, después de unos segundos, lo soltó. —Necesito una cerveza —pidió Min con voz ronca—, urgente. Lucía agotado, con la camisa remangada y gesto sombrío, como si acabara de volver de enterrar a alguien. Jimin, medio desnudo, comenzó a reírse por dentro al darse cuenta. —¿Estoy demasiado desnudo? Sirvió cerveza en jarras corrientes —lo único que le quedaba en el apartamento—. Dada la reacción que Min le provocaba, quedarse en calzones era imprudente. Se cubrió con una bata. —No voy a quedarme mucho, Park —dijo Min, con voz apagada—. Pero prefería tomar algo contigo que con los elfos. —¿Me han ascendado? —bromeó Jimin, arrepintiéndose al instante—. Discúlpame, me alegra que estés aquí. ¿Adónde fuiste? —A Singapur —respondió Min, más sombrío todavía—. A ver a mi prometida. La jarra cayó de las manos de Jimin. La cerveza manchó la alfombra. Él ni se inmutó. No era la bebida, era la palabra. ‘Prometida’. El elfo conjuró el charco y Min le trajo otra cerveza. —Tiene prometida. —resonó en la cabeza de Jimin como un disparo—. Está comprometido. —Pareces un fantasma —comentó Min con una voz más preocupada de lo habitual—. ¿Te sorprende? —No sabía que estabas comprometido, lo siento. —Pues obviamente no lo sabías —Min respondió con irritación—. No aparezco en primera plana. O al menos no tanto como otros... lo dejó entre líneas. Jimin intentó un saludo formal, algo para felicitarlos; pero no pudo. No le salió. —Entonces supongo que voy a morir pronto. El comentario salió con calma. Pero la rabia lo consumía: Min solo para él. Nadie más. Mini-crisis emocional autoprovocada. Porque Min nunca le perteneció, y no lo haría. —Escucha —intervino Min, con voz finalmente suave—. No creo que a ella le molestaría lo de los saludos, ni los abrazos tontos. Si tu veela interna gana a tu rígido Gryffindor, tú vivirás. Incluso cuando cambie mi estado de “prometido” a “marido”. —¿Le dijiste? —preguntó Jimin, dándose cuenta de que cruzaba una línea. —No hay “nosotros”, tonto —replicó Min, embistiendo la tercera jarra—. A ella no le importa nada: ni dónde estoy, ni con quién. —¿La amas? —preguntó Jimin con voz seca, temiendo la respuesta. —Eso no importa —contestó Min friamente—. Pero... después deslizó una mano al antebrazo de Jimin. Un contacto leve, suficiente para encender una llama interior. Tenía más poder que cualquier poción. Quería saborearte, — Parecía incorrecto, Parecía bien.Besé a un chico, y me gustó.
(c) Jupither – I Kissed a Boy
Jimin gruñó y con un solo movimiento abrió la bata. Lanzó un beso intenso sobre Min. El sabor metálico del beso despertó en él una urgencia feroz. Quería más. Su cuerpo tembló de deseo. —Puedes… desabrocharlo —musitó Min en medio del beso. No necesitó que se lo repitieran. Jimin quitó corbata, chaqueta. Desabrochó camisa con dedos ágilmente nerviosos. La euforia lo envolvió cuando apoyó ambas manos sobre la piel perfectamente delineada del torso de Min. Min dejó escapar un gemido apenas audible. No se resistía. Entonces Jimin bajó las manos al abdomen plano y empezó a acariciar el miembro de Min a través de los pantalones aún abrochados. Para su alivio, Min estaba más que excitado. Con besos ligeros besó los pómulos del rubio, se desabrochó los pantalones e introdujo una mano debajo de los boxers de marca. Rozó la firmeza pulsante. Su respiración comenzó a fallar. El huracán de sensaciones que antes lo dominaba por sus labios ahora lo superaba. Levantó la cabeza y miró a Min con hambre. Nunca deseó a nadie tan intensamente. Todos sus recuerdos previos se desvanecieron frente a ese resplandor incontrolable. La postura de Min se relajó hacia atrás, su cabello platino alborotado, ojos apagados. Sus labios entreabiertos, casi temblorosos... tan tentadores. Puro deseo. Sintiendo su mano apretando con fuerza el miembro, Min emitió un gemido claro. Sus caderas se movieron ligeramente, presionando contra la mano de Jimin. —Eres tan hermoso... no puedo dejar de mirarte —susurró Jimin, abrazando sus labios con otro beso abrupto.