ID de la obra: 267

Un molesto mensaje

Slash
G
Finalizada
1
Promocionada! 0
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
10 páginas, 1 capítulo
Descripción:
Notas:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
1 Me gusta 0 Comentarios 2 Para la colección Descargar

Capítulo 1

Ajustes de texto
El cielo de Yavé era bastante distinto a otros reinos celestiales. Ahí vivían los ángeles, los guardianes de la creación y de la pureza de la misma que ellos mismos representaban. Por eso pocos podía entrar, pues no iban a permitir que el hogar de los ángeles fuera perturbado por la entrada del pecado que pudiera venir con visitantes indeseables. Pero claro, los dioses y espíritus mensajeros eran una de las pocas excepciones a la norma. El sonido de los aleteos resonó cerca de las puertas doradas del cielo, custodiadas por querubines y San Pedro, que se paraba frente a estas con una expresión de resignación al oír el sonido acercarse. —Solo serán unos cuantos minutos —se dijo a si mismo— puedo aguantar una corta conversación con él otra vez. —¡Hola Pepe! —Lo llamó una inconfundible voz desde arriba. La voz del dios mensajero Hermes— ¡Cuánto tiempo sin verte! El seño de Pedro ya había comenzado a fruncirse, pero aún así levantó la vista para mirar al dios alado encima de él. Hermes se movió para colocarse a su lado, poniendo su codo sobre su hombro. —¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Un siglo? ¿Dos tal vez? —Han sido casi un milenio, Hermes. El dios le dedicó una mirada divertida. —¡¿Tanto tiempo?! —Exclamó con falsa sorpresa— el tiempo si que vuela, ni siquiera lo noté. La paciencia de Pedro se agotaba con cada palabra. —Solo dí a que viniste. —Oh, que gruñón eres, pero esta bien, eso me agrada —se elevó un poco con la ayuda de las alas en su cabeza y sus tobillos antes de mostrarle un pergamino en su mano—. Zeus quiere proponerle un tratado a tu dios. —Si es otra vez su idea de hacer un "intercambio cultural" para recibir a ángeles hermosos en su corte de una vez te digo que la respuesta volverá a ser no. Hermes soltó una risa. —No, no. Esta vez es algo serio, no tanto como la vez que todos se pusieron de acuerdo para dejar caer un diluvio, pero igualmente es importante. Pedro suspiro resignado y levantó las llaves de oro y plata que siempre cargaba consigo. —Será un viaje de entrada por salida, ¿entendiste? —Claro, ¿por quien me tomas? Soy un mensajero honrado y eficiente. El apóstol rodó los ojos y se acercó para abrir las puertas al cielo donde habitaban los ángeles y su señor. Y antes de que pudiera decir algo más solo vio una figura borrosa pasar a su lado a gran velocidad. —... ¿Por qué el señor deja que él también pase en vez de solo permitir a Iris? Los querubines inclinaron sus cuatro cabezas mientras se encogían de hombros.

***

Voló por encima de la cabeza de los hogares de los ángeles a gran velocidad. Sabía que más de uno de sus hermanos se moriría por tener esta visita y se encargaba de restregar se lo en sus caras cada que podía. Pero también tenía trabajo que hacer, así que se elevó por encima de la bóveda celeste y subió lo suficiente para ver el palacio de piedras preciosas de Yavé, rodeado por el mar primordial que brillaba de hermosos colores. Se acercó hasta llegar a sus puertas, custodiadas por querubines. Se detuvo e hizo una reverencia. —Traigo un mensaje de Zeus, soberano del Olimpo y sus cielos, para Yavé, señor del paraíso y el infierno. Sin hacer pregunta alguna los querubines se apartaron y las puertas se abrieron para él. —Siempre es un placer conversar con ustedes, muchachos. Avanzó por los pasillos hasta llegar al salón del trono. De manera instintiva, las pequeñas alas de su cabeza cubrieron sus ojos para protegerlo de la luz del señor que pueblo descendiente de Abraham y los hombres por los que su hijo murió. Con sus ojos cubiertos solo pudo escuchar el canto de los serafines y la calidez de su presencia rodeando su cuerpo. Se arrodillo ante él y levantó el pergamino de su padre. —Señor, mi padre me envía para entregarle su mensaje. Sintió el pergamino ser retirado de su mane, seguramente por uno de sus ángeles. —Conozco bien cueles son la palabras de tu padre. Y ten por seguro que pronto Gabriel será enviado en mi nombre para hacerle saber mi respuesta. Hermes no pudo evitar sonreír divertido. —Lo suponía, porque usted todo lo sabe y todo lo ve ¿no? —Hermes —lo llamó la inconfundible voz de Metatrón—. Recuerda donde estas parado, no quieras pasarte de imprudente. —No tienes por qué alterante, Metatrón. Su sarcasmo es parte de su esencia, y no es como si hubiera dicho una mentira. Al escriba del señor no le quedó otra opción que suspirar y seguir anotando todo lo que él altísimo decía. —Hermes, has cumplido tu deber, ahora puedes volver al Olimpo sabiendo que he recibido el mensaje de Zeus. —Lo se, por algo mi padre me envía a mi más que a Iris —soltó con orgullo. Pudo escuchar a alguien resoplar a su lado, seguramente el ángel que elevó su mensaje. —Mi ángel, Rafael, te escoltara a la salida del cielo. ¿Rafael? Ese nombre era nuevo, normalmente era Raziel el que lo acompañaba o a veces Gabriel. Igualmente no es como si se fuera a quejar. Agradeció el tiempo que le brindó y salió del salón, sintiendo en todo momento la presencia del ángel. Cuando sintió que estaba lejos de la luz cegadora de Yavé dejó de cubrirse los ojos y entonces, lo vio, el rostro más hermoso que alguna vez había tenido la dicha de ver. Rafael. Su cabello castaño caía sobre sus hombros y sus ojos anaranjados lo veían fijamente. Hermes había visto seres hermosos. Afrodita, Penelope, Ganimedes, Narciso o los ángeles como Gabriel o Raziel. Pero el ángel que tenia frente a él era totalmente distinto, como si hubiera sido hecho únicamente para que incluso dioses como Hermes quedaran sin palabras al verlo. ¿A caso por eso Yavé lo eligió como su escolta? —¿Piensas mirarme así hasta que suenen las siete trompetas? —¿Eh, qué? —Sé supone que tengo que sacarte de aquí. No puedo dejar que te quedes ahí parado como si te hubiera caído un rayo que te atravesó hasta la médula. Bueno, eso era nuevo. Los ángeles qué el conocía no solían tener un carácter tan marcado. Raziel siempre lo guiaba con paciencia y en un silencio cómodo. Y Gabriel lo hacía avanzar sin retraso con una sola mirada helada y en un silencio tenso. No era usual que le dirigieran la palabra. —¿Eres el arcángel Rafael? ¿el que agitaba las aguas y todo eso? —Vaya sabes algo de historia, encantador. Pero si, lo soy, así que ahora agita tus alas y avanza. —... No es por nada, pero, ¿estas molesto conmigo por algo? Rafael se cruzó de brazos mientras lo miraba. —¿Esperabas que me tomara bien tu sarcasmo al hablar con mi padre? —Si, me esperaba que fuera eso. Pero hey, el mismo dijo que ninguna mentira salió de mi boca, y eso debe de valer para algo ¿no? —Claro, porque eres el dios de los mensajeros, viajeros, ladrones y mentirosos, es un milagro que no hayas intentado mentir ante el Altísimo. Hermes se rasco la nuca. —Si lo dices así hasta suena feo. El arcángel solo rodó los ojos. —Solo camina, no hay que hacer que esto dure más de lo necesario. El Dios hizo caso, al menos al inicio, y siguió al arcángel por los pasillos en dirección a la salida. Pero él simplemente no soportó más y comenzó a hablar de nuevo. —Entonces, ¿tu eres el ángel de los viajeros del que e escuchado? —Algunos me conocen así. —Ya es algo, desde aquí podemos trabajar para llevarnos bien. El ángel se detuvo en seco y volteo para verlo. —¿Llevarnos bien? —Pues claro —afirmó, elevándose con el rápido aleteo de sus alas para ponerse al lado de Rafael— tú y yo tenemos el mismo dominio. Seguro podremos entendernos bastante bien, incluso podría invitarte a mi residencia en el Olimpo para conocernos mej- Rafael le puso una mano en su boca para que dejara de hablar. —Escúchame con atención —dijo con voz serena—. Reconozco tu dominio sobre los caminos y tu puesto como deidad. Pero más allá de eso no estoy interesado en reconocer más de tu existencia, mucho menos de visitarte. Así que no hagas que te saque del cielo de mala gana y compórtate al menos hasta llegar a las puertas del cielo. Hermes lo miró con ojos muy abiertos y asintió lentamente. —Mucho mejor. Ahora continúa andando, ya casi salimos del palacio. El castaño siguió andando y Hermes lo miró quedándose atrás por un momento. Rafael no lo sabía, pero había encendido la llama competitiva del dios. —... Realmente eres un ángel muy interesante —dijo con una sonrisa ladina antes de seguirle el paso. El resto del camino hasta la salida fue Hermes intentando hacer platica y Rafael mandándolo a callar porque ya estaban tardando demasiado. Cuando finalmente llegaron a las puertas Hermes las cruzo con algo de desanimo, pero en un último intento se dio media vuelta para ver a Rafael antes de que estas se cerraran. —Sabes, me pareciste un ángel interesante, ¿tal vez podríamos vernos de-? —No. Fue todo lo que dijo Rafael antes de que las puertas se cerraran justo en su cara. Incluso Pedro y los querubines se quedaron mirando la escena. —... Rafael. ¿En serio? —¿Qué? ¿Ahora también es pecado intentar ser amistoso con los ángeles? —En tu caso debería ser pecado y contra las normas del consejo de los dioses. —Ja. Ja. Muy gracioso Pepe. —¡Deja de llamarme así! —Mmmh, lo pensaré. ¡Nos vemos, Pepe! Exclamó Hermes antes de salir disparado, dirigiéndose al plano del Olimpo, con una misión en mente clara. Hablar con Eros.

***

Eros estaba haciendo un poco de jardinería. Recortando las hojas de sus laureles y mirtos. Pero ni el sonido de las tijeras fue suficiente par ignorar el sonido de aleteo acercándose. —Vaya, suena a que tiene más prisa de lo usual. Un borrón se acercó a gran velocidad por el horizonte antes de que Hermes se detuviera frente a él. —Quiero tú concejo. —Hola, Hermes. Si, yo estoy muy bien, gracias por preguntar, ¿y tú? —le respondió con burla ante su falta de modales. —Eros, amigo, hablo en serio. —Lo se, pero los modales también son cosa seria ¿lo sabías? En fin, en que puedo ayudarte amigo mío. —Necesito que me digas como te hiciste amigo del arcángel Chamuel. El dios del amor dejó de trabajar en su jardín. —Muy bien, ese tipo de consultas son nuevas. ¿Pero a que se debe el repentino interés? —Hoy conocí al arcángel Rafael. Fue refrescante, es el primer ángel con verdadero carácter que conozco y me ha interesado un poco. —Despertar nuestro interés no es tan simple, Hermes —afirmó con una sonrisa descarada—. ¿Era lindo? —Oh, lindo se queda corto. Si fuera un mortal ya lo hubiera levantado en mis brazos para pasar con el una solitaria noche. —Espero que no te estés ilusionando tu solo, los ángeles no son precisamente conocidos por ser receptivos ante los avances más personales. —Lo se, lo se, precisamente por eso te estoy preguntando sobre tu amistad con Chamuel. ¿Me vas a decir cómo lo hiciste o no? Eros se burló ligeramente ante su pregunta. —Hermes, mi amigo. Lo que a mi me funcionó para acercarme a Chamuel puede no funcionarte a ti con el lindo ángel enfermero. Créeme, los ángeles son más complejos de lo que asumimos, no son parte de una gran mente colmena que actúa solo por las órdenes de su Señor. —... ¿Osea que no vas a ayudarme? —Nunca dije eso. Te puedo dar consejos, ya dependerá de ti si me haces caso o no. —No es como si tuviera muchas opciones. —Muy bien, entonces escucha con atención. Si tanto quieres acercarte a él podrías intentar ser menos tú. No me lo tomes a mal, simplemente eres demasiado caótico para los entandares del cielo. —¿Tu de verdad me quieres ayudar o estabas esperando este momento para insultarme? —Hablo en serio. No estoy diciendo que cambies toda tu personalidad, solo digo que te moderes. Nada te travesuras, nada de hurtos y por favor nada de chistes verdes. El dios se había mantenido muy calmado hasta esa última parte. —¡¿Por qué no me pides que también deje de respirar?! —Por favor, no seas dramático. Eso déjaselo a mi madre y a Ares. —Muy bien, muy bien. Ya me las arreglaré yo con tus consejos, gracias de todas formas Eros se despidió con una mano mientras Hermes salía disparado, ya pensando en sus siguientes movimientos.

***

Rafael tenía una rutina estable. Trabajaba en sus ungüentos e infusiones para tratar dolencias por la noche. Se sumergía en oración durante el amanecer. Por el día enseñaba a los ángeles a su cargo todo sobre las enfermedades que afligen el mundo mortal y sus remedios. Y por la tarde disfrutaba de la paz y alegría, ya fuera solo o con sus amigos. Y así en un ciclo constante que nunca se rompía ni se alteraba. Al menos hasta hoy. Estaba sentado en su estudio en el segundo piso de su hogar, haciendo unos apuntes sobre su día, hasta que uno golpeteo en su ventana llamaron su atención. Y cuando abrió las cortinas se encontró con Hermes recargado contra el vidrio del mismo. —Hola angelito, ¿tienes un momento para hablar? Y si dudarlo cerró nuevamente las cortinas en su cara. —¡Que grosero! ¿No se supone que los ángeles también respetaban las normas de hospitalidad impuestas por su Señor? Se quedó ahí esperando un momento, agitando sus alas esperando a que volviera a acercarse a su ventana. En cambio, escuchó la puerta principal abrirse en el piso de abajo. Rafael caminó a su dirección con clara frustración. —¿Se puede saber que haces aquí? Hermes descendió. Con una sonrisa pícara en su rostro. —Vine a verte, por supuesto. —¿Y como lograste que Él te permitiera entrar? —Pedí permiso —dijo como si fuera demasiado obvio. —... ¿Y el te lo concedió? —No estaría aquí de no ser así. Rafael se frotó el puente de la nariz. —Tunes qué estar bromeando. —Para nada, estoy siendo muy honesto. Y de estar mintiendo pues que mi padre haga caer un rayo sobre mi —hizo una pequeña pausa expectante, pero nada ocurrió—. ¿Ves? Hablo con toda honestidad. El ángel no pareció divertido con su broma. —Muy bien. Entonces si viniste a verme ya lo hiciste, ahora puedes retirarte. Se dio la vuelta para retirarse pero Hermes no iba a irse sin discusión. —¿Y no me vas a mostrar un poco de hospitalidad? ¿Así como Abraham te acogió a ti junto con Miguel y Gabriel en su hogar? Rafael se detuvo en seco. Podía verse como sus hombros se tensaban antes de volver a relajarse con un suspiro. —... Puedes pasar lo que queda de tarde en mi hogar. Antes de que tengas que volver al Olimpo. Hermes sonrió con una expresión triunfal. —Agradezco mucho tu recibimiento. Al entrar al hogar de Rafael este le indicó a Hermes que se sentara y trajo un cuenco con agua. Se arrodillo ante el para empezar a limpiar sus pies, que aunque no estaban sucios pues el sobrevolaba por los caminos aún era su deber como anfitrión de un visitante que venía de lejos. El dios lo miró con algo de curiosidad. Era la primera vez que se le daba este trato tan personal al venir al cielo. No se quejaba, el arcángel movía sus manos con una delicadeza que hizo que por un momento sus párpados se sintieran pesados. —No duermas todavía, Hermes, que aún no te invito a la cena. Una ves terminado Rafael llamo a los ángeles qué lo asistían en su hogar, para que preparen las mesas para su invitado mientras el lavaba sus manos. —Realmente te tomaste en serio lo de la hospitalidad. —Lo hago porque a si fue ordenado por Él. Y yo no voy a menospreciar sus enseñanzas. —Oh, que encantador de tu parte. Ustedes los ángeles si que son los niños buenos del barrio. Rafael rodó los ojos. Pero lo guió al comedor donde ya los esperaba una mesa servida con varios alimentos. Vino, quesos, carne de borrego, pan y frutas frescas. —... ¿Siempre esperas visita o te comes eso tu solo normalmente? —preguntó mientras recargaba contra la pared su caduceo. —No seas ridículo. Yo no necesito comer, simplemente soy precavido. —Claro, claro. Lo que tu digas. Ambos se sentaron a la mesa. Rafael dio un agradecimiento por la comida mientras Hermes ya estiraba el brazo para cortar un buen trozo de ese borrego. —Esto se ve exquisito. Si Tántalo hubiera servido esto es su banquete en vez de a su hijo probablemente ahora estaría en los Campos Elíseos en lugar del Tártaro. —Asumo que Deméter aun se ha de estremecer cada que recuerda el sabor del hombro de Pélope. —Totalmente, pero nadie la culpa por eso. La pobre aún estaba afligida porque Perséfone estaba desaparecida. Pero no se compara con el desastre que fue la infertilidad de la tierra una vez que supo que fue Zeus quien la entregó en matrimonio sin consultarla. Rafael dio un trago a su copa antes de hablar. —Me atrevo a asumir que algunos vieron su pena como un despropósito, según algunas opiniones de los dioses qué he escuchado. Hermes alzó una ceja con una sonrisa pícara en el rostro. —¿Es esa una indirecta para Atenea? Me sorprende que estés al tanto de lo ocurrido en el juicio de Orestes. —El cielo puede tener puertas pesadas, imposibles de abrir sin las llaves del cielo. Pero no es tan hermético como para mantener fuera los escándalos de otros reinos por mucho tiempo. —¿Qué no se supone que los chismes estaban condenados por tu Señor? —Pregunto con diversión, al ver este lado del ángel. —No cuenta como chisme si es algo tan público que todo el mundo sabe. Hasta Kokabiel y Rahtiel supieron de lo ocurrido con el ciclo de venganzas, aún cuando ellos pasan más tiempo entre estrellas que en la tierra. —Oooh, ¿así que conoces los vacíos legales? Ahora me interesas aún más que antes. —Si tu interés en mi es como el que tuviste con los mortales y dioses que dieron luz a tus hijos entonces te digo de una vez que ni lo sueñes. Hermes fingió indignación, llevándose una mano al pecho. —¿Qué imagen tan pobre tienes de mi? Hablo desde un lugar de honestidad. Me interesas, Rafael, no como amante, sino como amigo. —Entenderás que, debido al historial de tu familia, es bastante difícil de creer. —No sabía que podías ser tan prejuicioso, angelito. —¿Puedes culparme con el número de vástagos que tuvieron la sangre de los dioses del Olimpo en sus venas? Y por favor no me llames angelito. Hermes dejó su plato de lado. Y miro a Rafael con una expresión demasiado calmada para un dios tan enérgico como él. —La verdad es que no. Pero estoy seguro que tu sabes de la amistad de Eros y Chamuel. Si él ángel del amor divino y el ángel del frenesí del amor pudieron ser amigos, ¿por qué tu y yo no? Rafael lo miró directamente a los ojos. Como si buscará la más mínima señal de engaño en sus palabras. Era difícil creer en lo que saliera de la boca de un dios d ellos engaños. Hubo un momento de silencio antes de que Rafael también dejara de lado su comida. —Casi admiro la forma tan casual en la que formas lazos afectivos. Esa confianza en otros y en ti mismo es admirable. —¿Significa que me darás el beneficio de la duda? —Significa que, al menos, ya no te cerraré cosas en la cara. —Con eso me basta, puedo trabajar con eso —se levantó de la mesa y tomó su caduceo—. Fue una comida deliciosa, pero ya se está haciendo tarde y uno nunca sabe cuando Zeus o algún otro dios necesite de mis servicios. —Te deseo suerte en tu viaje. —¿Por cortesía o porque realmente te preocupas? —Porque no puedo pedirte que te parta un rayo —dijo, pero la sonrisa que tiraba de la comisura de sus labios lo delataba qué era una broma. —Oh, eres cruel. Y eso que pareces un blanco cordero. —Y tu parecías un indefenso bebé cuando naciste. —Touché. Una vez cruzó la puerta principal Hermes se dio la vuelta para hacer una reverencia exagerada. —Fue una buena tarde ¿podemos repetirlo en otro momento? —Si empieza a abusar de mi hospitalidad, no. —Entonces hay probabilidad de un "si" mientras me comporte, anotado —las alas de sus tobillos y cabeza se agitaron rápidamente, alzándolo un poco sobre la tierra—. Nos veremos en otra ocasión, angelito. Y despegó rápidamente en cuanto vio a Rafael hacer una mueca, dejándolo sin la oportunidad de responder. El arcángel lo vio perderse en el horizonte y negó con la cabeza. —Los dioses extranjeros son tan extraños, menos mal es Gabriel quien lidia con ellos y no yo. Pero aún con sus quejas un atisbo de una sonrisa permanecía en su rostro. Al final había disfrutado de la visita sorpresa de Hermes más de lo que estaba dispuesto a reconocer.
Notas:
1 Me gusta 0 Comentarios 2 Para la colección Descargar
Comentarios (0)