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Gabriel miraba a Miguel qué estaba sentado en su regazo. Estaba abrazándolo y tenía su cabeza descansando en su hombro. Acariciaba su hermosa cabellera pelirroja y jugaba un poco con sus rizos. —¿Estás seguro de esto? –Lo estoy, pero si tu prefieres esperar a otra ocasión lo haremos. Si necesitas un siglo o dos más para sentirte cómodo está bien. –No es eso, yo también quiero hacerlo, es solo que aun me es difícil de creer que te tengo ahora aquí en mis brazos. –No se me ocurre otro lugar en el qué quisiera estar –con cariño le dio un beso en su mejilla. Gabriel se sonrojo un poco pero devolvió el gesto con el mismo amor y besó suavemente la mejilla de su pareja. –Si cambias de opinión o deseas parar solo dímelo ¿si? Miguel asintió y dejó que Gabriel tomará las riendas, pues él era quien más conocía, de manera teórica, cómo funcionaba la intimidad. Gabriel estaba consciente de la confianza que Miguel depositaba en él en ese aspecto y por eso quiso iniciar con calma. Quería que él se adaptara primero a la sensación de ser tocado por él. Cerró los ojos, concentrándose en las sensaciones más que en la visión de tener a Miguel entre sus brazos. Dejó que su mano recorriera primero su cuerpo por encima de su su túnica. Empezó acariciando su espalda, pasando luego a su estrecha cintura antes de detenerse en sus muslos gruesos y sostenerlo con firmeza. Escuchaba los suspiros de Miguel cerca de su oído y sintió cómo su cuerpo se movía en su regazo en respuesta a sus nervios. Entre abrió los ojos para cerciorarse del estado de Miguel. Vio sus hombros bastante tensos, mientras que él ahora ocultaba su rostro en su hombro y sus alas empezaban a cubrirlos a ambos, una señal de la vergüenza que todavía sentía por ser tocado. —¿Aún quieres seguir? La respuesta tardó en llegar. Gabriel ya estaba retirando sus manos hasta que sintió las manos de Miguel detener las suyas en su lugar. —Continua... —murmuró— te amo Gabriel y quiero que seas uno conmigo... Su respuesta lo tomó desprevenido. Pero todavía notó la tensión en su voz y no pudo evitar bromear un poco con él. —¿Es una orden como príncipe de los ángeles? Miguel se separó para mirarlo a los ojos. —Es una petición como tu amante. Oh, que El Señor proteja el espíritu de Gabriel, pues Miguel siempre puede derrotarlo con sus palabras sin siquiera pretenderlo. Lo acercó más a él y abrazó su cuerpo con infinito cariño. Las alas de Miguel volvieron a acomodarse en su espalda al sentirse más tranquilo. Miró sus blancas plumas y pensó bien su pregunta, sabía lo que Miguel sentía sobre ser tocado en sus alas luego de la guerra pero optó por preguntar con los nervios consumiéndolo —¿Me permites? —tímidamente acercó sus dedos a sus hombros donde iniciaban las plumas de sus alas en lo que esperaba una respuesta. Para su sorpresa Miguel asintió. Teniendo total confianza en Gabriel para que tocara una parte tan sensible de él. Las manos de Gabriel se deslizaron con suavidad por sus blancas plumas, eran agradables al tacto y eso lo impulsaba a seguir acariciándolas con sumo cuidado en la dirección en la qué crecían, evitando tocar la piel bajo estas o presionar más de la cuenta, lo último que quería era causarle dolor a su amado. Miguel se mostró satisfecho por esto. Cerró los ojos y levantó la cabeza de manera involuntaria. Soltaba suspiros placenteros y él mismo empezaba a acariciar con la punta de sus dedos las alas de Gabriel. Sus manos se dirigieron ahora hacia su ropa, para empezar a quitarle su túnica con movimientos suaves, evitando atrapar sus plumas en el proceso. El bonito príncipe no se negó y comenzó también a desnudar a Gabriel. Las suave telas cayeron y Gabriel se quedó admirando el cuerpo de Miguel. No era la primera vez que lo veía desnudo, lo había visto así varias veces, pero esta vez fue distinto. Sus ojos recorrieron cada detalle en su cuerpo. Las múltiples pecas qué tenía en su cuerpo, desde su rostro, hombros e incluso en su pecho. Sus bonitos ojos oliva y labios rosados qué siempre quería besar con amor. Sus caderas con unas curvas femeninas, que se acentuaba más por su cintura estrecha de manera perfecta. Era hermoso, para Gabriel, no había espíritu más admirable en las filas de Dios que Miguel. Puso sus manos en su cadera, sintiendo la calidez de su cuerpo, hundiendo sus dedos en su suave piel. Miró la entrepierna de su amante, donde antes solo había piel lisa ahora había un coño ya algo húmedo. Miguel había cambiado su forma, al igual que Gabriel que ahora poseía un pene firme. —Ahora... ¿Qué sigue? —Todavía no estás lo suficientemente húmedo. Podemos intentar primero sin penetración. El pelirrojo lo miró confundido, así que Gabriel decidió mostrarle. Jaló sus caderas hacía él para juntar su pene con su coño. —Frótate contra mi miembro. Gabriel no se dio cuenta de lo ruda que había sonado su petición hasta que notó la sorpresa de su amante. Iba a disculparse cuando las palabras murieron en su garganta al sentir el primer movimiento de Miguel. —¿Lo estoy haciendo bien? El arcángel rubio no pudo contestar coherentemente. Sólo podía jadear en respuesta. Si por Gabriel fuera se derretiría en halagos hacia él pero era difícil intentar hablar cuando podía sentir su miembro empaparse por los fluidos del príncipe. Miguel subía y bajaba sus caderas cerca de la pelvis del otro para no dejar de frotarse contra él y humedecer su pene con sus fluidos. Entre ratos miraba con atención la reacción de Gabriel, tenía sus ojos cerrados y sus mejillas rojas, incluso mordía sus labios delgados antes de soltar murmullos inteligibles. Esperaba que fueran de aprobación a lo que hacía. Quería hacerlo sentir bien, así como él lo hacía sentir con solo tomar su mano, haciendo que Miguel sintiera una antorcha arder fuertemente en su pecho incluso más que su espada envuelta en llamas. En este momento Miguel pudo apreciar la belleza de su pareja. Sus largos cabellos de un rubio cenizo se pegaban a su cuerpo por el sudor, enmarcando su rostro y acentuando sus rasgos delicados de una preciosa manera. Su cuerpo también era hermoso. Aunque era esbelto como la mayoría de los ángeles Gabriel aún conservaba unos músculos definidos, comparable con un bailarín de ballet humano. Su toque, aunque firme, seguía siendo amoroso. Era maravilloso, Miguel quería aferrarse a él y no soltarlo nunca. El líquido preseminal empezaba a desbordar por el miembro erecto de Gabriel, que tomó al otro arcángel de la cadera para detener sus movimientos. —Espera, quiero intentar venirme dentro de ti... Miguel asintió casi por inercia, oh, así que esta era la emoción que debían sentir los humanos al consumar sus matrimonios. Las manos de Gabriel bajaron al coño húmedo de Miguel y lo acarició cuidadosamente con sus dedos. Masajeó sus labios suaves con dulzura para comenzar a estimularlo, sonrió al ver a Miguel temblar por su toque y, oh señor, se veía tan precioso con su rostro sonrojado y sus labios entreabiertos mientras suspiraba. Lo tomó de la barbilla y lo acercó para besarlo, tomándolo desprevenido, pero su amado no tardó en seguir el ritmo y corresponder con emoción. Los dedos de Gabriel llegaron al clítoris, comenzó a juguetear con él, frotándolo alrededor para acostumbrarlo a esa sensación. Sus dedos se habían humedecido lo suficiente como para deslizarse con facilidad y comenzó a frotar esa zona palpitante suavemente de arriba a abajo buscando llevar un ritmo adecuado para complacer al arcángel más pequeño. —Gabriel... por favor... —la voz de Miguel era débil mientras suplicaba— te quiero conmigo... Él asintió y besó tiernamente su mejilla, antes de tomar su cadera y elevarlo para posicionarlo sobré su pene aún erecto. —Si necesitas parar dilo y yo obedeceré. Presionó su miembro húmedo contra Miguel para penetrarlo con cuidado. La espalda del arcángel se arqueó ante la sensación. Sus uñas se clavaron en la piel del mensajero mientras sentía como seguía penetrando más profundo en él antes de detenerse. —Ah... Du-duele... Gabriel lo abrazó y lo acercó a él para que recostara la cabeza en su hombro, su interior se estremeció al sentir algunas lágrimas mojar su piel. —Lo siento querido, deja esperamos un poco más —comenzó a retirarse con cuidado, pero Miguel tomó su rostro entre sus manos y lo miró a los ojos con una chispa de determinación en ellos. —No. Quiero que sigas… quiero pasar por esto junto a ti aunque sea doloroso. Gabriel se sorprendió por ese contraste, pero pudo ver en sus ojos que hablaba en serio. Miguel era un arcángel valiente, estaba claro que aunque doliera no se iba a echar atrás. A veces podía ser tan testarudo Besó su cabeza mientras murmuraba palabras de cariño y seguridad. —Está bien querido, pero deja que te adaptes y se sentirá mejor, lo prometo Miguel creyó su palabra, colocó sus manos nuevamente en sus hombros y dejó que su respiración se normalizara aunque aún sentía espasmos en su parte inferior que envolvían el miembro de Gabriel mientras volvía a penetrarlo suavemente y Gabriel, a juzgar por cómo ejercía más presión en su agarré con cada espasmo involuntario, podía sentirlos y disfrutarlos. —Voy a empezar a moverme... Volvió a tomarlo por la cadera para moverlo lentamente. Miguel se quejó al sentirlo bajar y luego volver a penetrarlo. Gabriel intentaba marcar un buen ritmo para ambos, subiendo y bajando con cuidado de no lastimarlo. Poco a poco el movimiento fue más natural, la tensión iba desapareciendo de a poco y daba paso al placer. Sus alas se abrieron un poco de manera involuntaria y comenzaba a gustarle de a poco. Miguel se sintió extasiado, Gabriel lo movía con una mezcla perfecta de firmeza y cuidado. Su vista se nublaba por las lágrimas de placer que se formaban en el borde de sus ojos y sus pensamientos quedaron relegados a segundo plano en favor del placer. —Eres tan bonito... Escuchar esas palabras lo sorprendió. Miró a Gabriel que lo miraba con pura admiración. Sus ojos eran cristalinos pero fijos en su rostro, no en su cuerpo desnudo que rebotaba sobre su pene. Sino en su cara hecha un desastre, con su cabello pegándose a su cara empapada en sudor, lágrimas recorriendo su mejilla y la mirada ida. Los ángeles eran incapaces de mentir, tal vez podían evadir verdades, pero nunca mentirle a otro. ¿Entonces de verdad Gabriel podía verlo en ese estado y pensar honestamente que era bonito? Sus emociones estaban desbordando y Miguel terminó llorando, se sentía superado por tantas sensaciones juntas y terminó actuando sentimental. —Te amo... ¡Por el amor de Dios, te amo tanto! —exclamó mientras él mismo empezaba a subir y bajar sus caderas. Quería hacerlo, quería darle a su amante el mismo placer que le había brindado. El mensajero se sobresaltó al oírlo alzar la voz así. Su cara ya de por si estaba ardiendo como el sol por tenerlo así, Miguel siempre lograba ponerlo tan nervioso. —¡Y-yo también te amo! ¡En todo el cielo, tú eres el único para mi! Miguel se inclinó y besó a Gabriel en sus labios, era desordenado y algo difícil, pues él seguía moviendo sus caderas de arriba a abajo sobre él. Pero eso no los detuvo de seguir. Podía sentir la mano de Gabriel en su cabello, enredándose entre sus rizos. No pudo evitar reírse por eso. Era encantador. Su mano libre recorría su espalda y acariciaba sus alas, lo hacía sentir feliz, era tan diferente a la forma en la que se sintió cuando Lucifer se aferró a él. No era un toque lujurioso o agresivo, era gentil y amoroso. Los malos recuerdos relacionados con el toque en sus alas fueron cubiertos de a poco por el cariño que Gabriel le mostraba en cada caricia. Miguel sonrió contento y abrazó a su pareja. Deleitándose con los susurros amorosos y juramentos de lealtad eterna en su oído. Su cuerpo reaccionó a todos esos estímulos y sintió un espasmo que lo hizo arañar la espalda de Gabriel sin querer. El otro tampoco aguanto mucho más y se vino dentro él. El semen caliente desbordaba de su entrepierna y manchaba el interior sus muslos, intentó levantarse pero ambos sintieron un doloroso tirón que lo detuvo. —¡Ach! Mi-Miguel al menos espera a que tu cuerpo deje de apretar. Su cara estaba muy roja e inconscientemente los cubrió a ambos con sus alas. —Lo siento... Los suaves labios de Gabriel besaron su frente y lo sostuvo en un lindo abrazo. —Está bien querido, me gusta poder abrazarte así... Aunque de verdad amaba abrazarlo su cuerpo en realidad ya no soportaba más, sus cuerpo empezaba a sentirse cansado y podía ver que Miguel estaba igual y ambos se dejaron caer en la cama, lo que resultó terriblemente incómodo para Gabriel que quedó boca arriba, aplastando sus alas con el peso de los dos. Pero no se quejó al respecto, dejó que Miguel descansara sobre su pecho mientras su respiración se normalizaba. De todas maneras él también estaba bastante cansado para decir algo al respecto, cerró los ojos para descansar un poco, luego se levantaría para preparar un baño para ambos.***
La bañera del palacio de Miguel era enorme, claro todos los baños privados de los ángeles eran de gran tamaño por el tema de sus alas pero Gabriel estaba muy seguro que podría invitar a los otros cinco arcángeles y aún así cabrían todos cómodamente. Pero eso lo pensaría mejor después, ahora lo importante era ayudar a Miguel a limpiarse. —Muy bien, abre las alas por favor. Miguel obedeció y sus alas se extendieron en toda su envergadura, dándole espacio para frotar su espalda y quitar toda suciedad. El sonido de agrado era suficiente para saber que a él le estaba gustando. —¿Hay otro lugar en el que necesites ayuda? —No, pero aún no quiero salir de la bañera —dijo mientras se recostaba en su hombro. —Está bien, igual no hay prisas, no creo que el señor pida nuestra presencia hoy. Miguel desvío la mirada luciendo apenado. —Por favor no me recuerdes que él era consciente de lo hacíamos... Él no pudo contener la risa. —Ya ya, lo siento, no era mi intención molestarte... Aunque en el momento no parecía importante si alguien más podía escucharnos —dijo con un tono travieso. —¡Gabriel! —se cubrió el rostro con sus manos para intentar cubrir su vergüenza— ¿Que te pasa hoy con las bromas sucias? —Es que me lo pones demasiado fácil, sin mencionar que el rojo te queda bien. —Oh cielos, de saber que luego me tomarías el pelo así no te hubiera propuesto nada —se cruzó de brazos con molestia, aunque eso no silencio las burlas de su pareja—. Pero... ¿Si lo hice como se debe? Gabriel no se esperaba esa pregunta. —¿Eh? Pues no hay tal cosa como un manual de como hacerlo. Pero te puedo decir que disfruté cada segundo porque pude estar más cerca de ti de una forma maravillosa. Pasó su brazo alrededor de su hombro y lo acercó para besarlo, luego otra vez y otra vez. Robando así una linda sonrisa de Miguel que no puso resistencia y hasta lo tomó por las mejillas para besarlo en los labios. —Yo también lo disfruté, Gabriel, porque eras tú quien me tocaba con tanto cariño. Miguel se acercó a su rostro y frotó sus narices. Una forma en la que solían mostrarse cariño al inicio de su relación antes de pasar a los besos, lo que les trajo lindos recuerdos de cuando eran jóvenes ángeles enamorados. Se quedaron acurrucados en la bañera un rato más, solo disfrutando de la compañía del otro, Gabriel jugando con esos húmedos rizos pelirrojos y Miguel haciendo figuras con su dedo en el pecho de este. —El agua se está enfriando —comentó perezosamente Gabriel—, ¿quieres que salgamos? —Ya va siendo hora, las plumas de mis alas se empiezan a sentir demasiado pesadas por el agua —se levantó para ir por su toalla, dejando a Gabriel ver su cuerpo desnudo sin pena alguna, pues su entrepierna había vuelto a estar lisa sin rastro de unos genitales. Igualmente Gabriel pensó que se veía muy bonito. —Muy bien, ¿le pediste a los ángeles del palacio que se tomaran el día no? Si quieres podemos preparar algo para nosotros. —Me encantaría, sabes, hay algunas recetas humanas que me gustaría replicar con ingredientes del cielo, ¿Te animas a intentarlo? —¡Por supuesto! Estoy seguro que si lo hacemos los dos será algo que disfrutaremos sin importar como quede. La comida les quedó terrible, eran ángeles guerreros por algo. Pero aunque no hubiera quedado como esperaban ninguno de los dos se quejó. Pues mientras fueran ellos dos juntos incluso los fracasos como ese se volverían lindos recuerdos.