ID de la obra: 273

Amor del ángel caído

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5 páginas, 1 capítulo
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Capítulo 1

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La obra de dios es siempre perfecta, eso es un hecho. Pero también es un hecho que algunas creaciones son más perfectas que otras. Lucifer era un claro ejemplo de eso, con su cuerpo bien moldeado por las manos del padre, su cabello jengibre ondulado que llegaba hasta su cintura y caía como una cascada y sus ojos marrones que brillaban como el ámbar bajo la luz celestial del señor. Él era, sin duda, la creación más perfecta de Dios. O al menos lo fue hasta que Miguel fue formalmente presentado como el comandante supremo de las fuerzas celestiales. Por primera vez, Lucifer conoció la admiración y la admiración se tornó en amor. Una sonrisa se formó en sus labios, ¡qué afortunado era el arcángel Miguel! Había sido honrado con ser el objetivo del afecto del ángel más perfecto del reino celestial. Solo tendría que esperar el momento ideal para confesar su sentir y entonces los demás ángeles agacharon la cabeza al sentirse indignos de mirar a la pareja más perfecta de la creación 

*** 

—No. Lucifer parpadeó tres veces, mirando con incredulidad la expresión aún serena de Miguel. —¿Cómo has dicho? —He dicho que no. No correspondo tu afecto de esa manera. No pudo evitar soltar una risa de confusión. —Pero ¿cómo puedes rechazarme sin miramientos? Eres perfectamente de quien soy, ¿no? Miguel asintió. —Lucifer, algunos te llaman Lucero del Alba, por el brillo que desprendiste cuando te presentaste por primera vez. —¿Entonces por qué me rechazas?  El comandante supremo inclinó la cabeza y su expresión mostraba una leve confusión. —¿Acaso necesito una razón? Lucifer quedó frío, su boca se abrió queriendo protestar pero no salieron las palabras. Miguel esperó un poco más a que volviera a ser capaz de hablar pero su tiempo era limitado. —El señor me espera, nos veremos en otro momento, Lucifer. Dijo antes de emprender el vuelo dirigiéndose a la fuerte luz que brillaba en el cielo, la luz de Dios. Cuándo quedó solo Lucifer soltó un grito de rabia, por primera vez maldijo a la creación. La ira hervía en su interior, rechazado, lo había rechazado, a él, la creación más magnífica de Dios.  Pero eso no acabaría ahí, haría que Miguel se arrepintiera de haberlo rechazado, le demostraría lo que había perdido hasta que él viniera arrastrándose a él pidiendo otra oportunidad.

*** 

Los ángeles veían con incredulidad a Lucifer al pasar. Las joyas que adornaban su cuerpo sonaban al chocar entre sí lo que hacía que fuera imposible no notar su presencia. Lucifer se pavoneaba con la atención que recibía de los otros ángeles y cómo estos se cubrían los ojos para protegerse de su luz que ahora brillaba con mayor intensidad. A la distancia vio a Miguel y se adelantó con un batir de sus alas para quedar solo a unos pasos de él. —Miguel, que agradable coincidencia encontrarte aquí. Miguel hizo un gesto saludo con su cabeza pues sus manos estaban ocupadas cargando una espada. —También es un gusto para mí encontrarte aquí, Lucifer. Lucifer esperó a que Miguel dijera algo con respecto a su apariencia o al menos una reacción por estar en presencia de su luz cegadora. Pero no hubo nada, Miguel se mantuvo firme ante él, viéndolo directamente a los ojos sin hacer una mueca y sin ningún deseo reflejado en sus ojos de adularlo por su magnificencia. Esto lo alteró, pero mantuvo la compostura pensando que aún podía cambiar la situación. Hizo un movimiento exagerado con su mano para ordenar su larga cabellera, agitando la joyería en su brazo. —Escuché que tuviste otra reunión con el señor, es raro que aunque pases tanto tiempo con él siempre te muestres sereno al respecto, muchos en tu lugar agitarían las nubes con alegría por tener tan honor. Miguel se encogió de hombros. —Tal vez, pero yo sirvo fielmente al creador con solemnidad, pues sé que este me confía grandes responsabilidades y debo tomarlas con la seriedad que se merece. Miguel sonaba tan... complaciente, y eso lo molestó, Miguel era casi tan perfecto como él y aquí estaba comportándose como un simple sirviente que sólo reacciona cuando su amo le da una orden, ese pensamiento despertó algo oscuro en su espíritu. —Siempre tan servicial, pero dime ¿esa espada te fue entregada por el señor? —Así es, me dijo que como el líder de su ejército necesito un arma que me ayude en mi misión de enfrentarme a aquellos que se atreva a intentar destruir el orden del mundo que creó, así que él forjó esta espada para mí, para que encaje perfectamente en mis manos. Eso despertó un gran interés en Lucifer y esperó a que Miguel se ofreciera a enseñarle tan sublime creación, pero al no recibir la pregunta que quería tuvo que pedirlo directamente. —Un arma creada por el padre... ¿me permitirías el honor de verla? —Puedo hacerlo, pero te pido que te abstengas de tocarla o podrías salir herido  En cuanto Miguel desenfundo la espada un potente brilló cegó a Lucifer por unos segundos. Cuando pudo recobrar la visión sus ojos se abrieron con sorpresa, la espada ardía intensamente con llamas sagradas. En ese momento, Lucifer conoció una nueva emoción, el terror absoluto, algo muy profundo en él se retorcía de miedo al estar en presencia de tal tesoro celestial. Pero sabía que un arma es inútil sin unas manos hábiles que puedan manejarla y cuando miró a Miguel el miedo se convirtió en una certeza de que estaba ante uno de los seres más letales del cielo. Lucifer apenas y podía mantener los ojos abiertos por el brillo del fuego de la espada, Miguel no parecía inmutarse en lo absoluto. Miraba fijamente su arma como si la estuviera analizando, tal vez pensando en cuáles serían los mejores movimientos para blandirla contra los enemigos del cielo. Lucifer tragó seco de solo imaginarse en el lugar de los pobres desgraciados que tuvieran que enfrentarse a él. Miguel entonces volvió a enfundar su arma y la luz desapareció. —Fue una buena conversación, pero me temo que tengo prisa ahora mismo, Gabriel me ha de estar esperando. —¿Gabriel? ¿Pero para qué necesitas encontrarte con ese simple mensajero? La mirada mordaz que Miguel le lanzó fue suficiente para hacerle retroceder y agachar la cabeza. —Agradecería que mostraras más respeto hacia él y tengo que encontrarme con él porque prometí enseñarle la espada creada por dios en cuanto tuviera tiempo. El ego de Lucifer recibió otra herida por sus palabras. Miguel ni siquiera había mostrado interés en mostrarle esa arma sin que él se lo pidiera ¿pero a Gabriel incluso le prometió llevarla hasta él para enseñársela? Apretó los dientes con rabia, ahora más que enfadado estaba celoso, sentía celos de Gabriel. ¡Qué absurdo! El era perfecto, él no debería envidiar a nadie, en todo caso Gabriel debería envidiarle, pero aunque eso fuera lo más lógico no borraba el hecho de que Gabriel, parecía ser del agrado de Miguel y tener su atención. No tenía sentido. Miguel merecía una pareja a su altura, lo merecía a él, Lucero del Alba, no a un pobre mensajero que solo llevaba los recados de dios. No pudo evitar preguntarse. —¿Por qué el si y yo no...?

*** 

Lucifer volaba por el cielo buscando con la mirada aquella melena pelirroja. No había visto a Miguel en un buen tiempo y necesitaba contarle sobre su nuevo objetivo para pedirle que se uniera a su causa, pues con él a su lado el cielo no tendría oportunidad ante ambos. Finalmente cerca del árbol de las almas, comenzó a descender para encontrarse con él pero se detuvo al notar que no estaba solo. Gabriel estaba con él. Aterrizó entonces a una distancia segura en la que no podrían detectarlo pero él todavía podría verlos.  Podía ver que ambos estaban muy juntos aunque Gabriel se movía un poco incómodo a lo que Miguel le daba una mirada curiosa.  —Así que no soy el único que desea poseer al arcángel amado por todos —pensó en voz alta conteniendo sus celos. Gabriel entonces tomó sus manos y se acercó al oído del comandante supremo, susurrándole algo que solo ellos y dios podrían saber. Su reacción desconcertó a Lucifer en gran medida, él sonrió. Nunca nadie había visto sonreír a Miguel antes. Miguel y Gabriel entonces unieron sus cuerpos en un abrazo y envolvieron sus alas alrededor del otro. Quedando ocultos a la vista de Lucifer que ahora mismo derramaba lágrimas de frustración. —Entonces solo perdería mi tiempo preguntándote, esta vez seremos enemigos, Miguel. Y así emprendió el vuelo para unirse a sus ángeles rebeldes.

*** 

Las cosas no habían salido como esperaba. Sus tropas caían a montones y sus alas quedaban rotas cuando el ejército de dios marchaba sobre ellas, haciéndolos gritar de dolor. Incluso aquellos ángeles a los que había subestimado atravesaban a sus ángeles traidores con gran facilidad. Había juzgado más a Gabriel y Rafael, que ahora contaban sus bajas en miles. Lucifer voló a través del caos, intentando ganar tiempo en lo que pensaba en alguna manera de remontar. Pero sintió que alguien lo golpeó desde arriba y terminó cayendo en un charco de sangre de los caídos. Levantó con dificultad la cabeza y sus pupilas se agrandaron al verlo frente a él, Miguel, en toda su gloria, llevaba puesta su armadura, manchada con sangre pero sin ningún rasguño, señal de que nadie había podido siquiera llegar a atacarlo. Y en su mano estaba su flamante espada. Supo que ya no había escapatoria para él. —Entonces así es como termina. Venga, hazlo, ¡descarga sobre mí todo el odio que me tienes! —Grito poniéndose de pié con los brazos abiertos. La expresión siempre serena de Miguel parecía imperturbable, lo miró a los ojos y Lucifer casi tambaleó al no ver ni un solo sentimiento negativo en ellos.  —Yo no te odio, Lucifer —dijo con su voz suave como la seda incluso en una situación tan desesperante como esta—, al contrario, siento misericordia por ti. El orgullo de Lucifer terminó por quebrarse ante esas palabras. Misericordia... Sentía misericordia por él, aun luego de todo lo que había hecho. ¿Qué tan patético tuvo que verse en ese momento? Derrotado, perdido y sin esperanza alguna. Que insultante. Con firmeza tomó su propia espada y se abalanzó sobre Miguel, en un último esfuerzo por hacer valer toda la guerra que había comenzado. Pero de un solo movimiento, tan rápido que apenas pudo percibirlo, Miguel lo inmovilizó en el suelo y puso su pie sobre su cabeza, aplastándolo con la suficiente fuerza como para sentir que la sangre salía por sus oídos debido a la presión. Dirigió su mirada hacía él y lo último que puedo procesar su vista fue el hermoso rostro de Miguel, iluminado por el fuego de sus espada, sus perfectas facciones y su mirada piadosa quedaría grabada para siempre en su memoria. Entonces vino el infinito dolor de ser atravesado por su espada que lo hizo gritar con tanta agonía que hizo eco en la creación, pero no llegó el confort de la muerte, solo la sensación de caer desde lo alto, acompañado por los gritos de desesperación de sus aliados que tuvieron la mala suerte de sobrevivir. Y ese dolor y humillación se quedarían con él, hasta la batalla final en el fin de los tiempos.
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