ID de la obra: 274

Abrazo de ángel

Slash
G
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3 páginas, 1 capítulo
Descripción:
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Capítulo 1

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Notas:
En los primeros años de la humanidad, cuando la tierra aún era virgen y el mundo no sufría los daños de la mano humana los cielos y la tierra estaban más en contacto de lo que parecía. Los seres celestiales bajaban y se regocijaban con la obra del señor. Invisibles para los ojos humanos, pero no para las otras formas de vida. El batir de las alas de los ángeles sobresalía entre el suave vuelo de las aves pero esto no las asustaba, al contrario, iban a su encuentro por lo reconfortante que era su presencia para todos los seres. Esta vez la tierra fue bendecida con la llegada de un arcángel. El arcángel Gabriel. Volaba cerca de la superficie. Su largo cabello de un rubio cenizo estaba atado para no interferir en su visión mientras buscaba con la mirada algo o alguien. —¿Ahora dónde te metiste? Con el cargo que tienes no deberías escaparte. —Voló un poco más alto para tener una mejor vista y el alivió llegó a su espíritu cuando vio una cabeza rojiza en un prado. Descendió y exclamó con entusiasmo —¡Miguel! Al fin te encuentro. El hombre pelirrojo se volteó para verlo. Gabriel casi se paraliza, no por miedo, sino porque Miguel lo seguía maravillando como la primera vez que se vieron. Su rostro siempre era sereno, incluso en los tiempos de guerra su presencia era reconfortante para los demás seres celestiales; su cabello rojizo y rizado hasta los hombros lo hacía resaltar naturalmente y sus ojos oliva eran de lo más hermosos. —¿Sucede algo Gabriel? Te ves preocupado. —Claro que estaba preocupado, estabas perdido. Miguel levantó una ceja. —No estoy perdido, sé perfectamente dónde estoy. —Pero nosotros no, eso nos tenía a todos alterados! Bueno, menos al padre y el sabelotodo Metatron, que escribía todo lo que pasaba en la tierra y en el cielo pero no se molestó en darle su ubicación. Miguel bajó la mirada, casi pareciendo apenado. —Era un chiste... Como los que hacen los humanos. —Oh... —Gabriel ahora se sentía mal porque debía reírse— pues es una broma ingeniosa, pero fue... —¿Demasiado formal? —Es una forma de decirlo. —Se acercó a él y miró el paisaje con él— ¿Bajaste a la tierra solo para ver este lugar? Miguel asintió. —La creación del señor es hermosa, el cielo es maravilloso, pero la tierra es única, todo a nuestro alrededor está vivo. Es perfecto, no se como hay seres que quieren corromperlo. —Las criaturas celosas siempre buscarán que todo a su alrededor sean miserables y se ahoguen en su propio odio como ellos. Como, ya sabes, él. —¿Lucifer? —Gabriel lo miró horrorizado de que ese nombre saliera tan fácil de sus labios— Tranquilo Gabi, decir su nombre no es lo que le da poder, pensar que él puede hacer algo si lo hace. Gabriel estaba a punto de responder pero se quedó en blanco cuando procesó la forma en la que lo llamó. —¿Me llamaste Gabi?  —Si, es algo que aprendí de los humanos. Llaman con apodos cariñosos a sus parejas. El rostro de Gabriel estaba en llamas. A veces no podía creer que él y Miguel fueran pareja y en consecuencia se le olvidaba y lo trataba como su general incluso en la privacidad. —Parece que has aprendido bastante de las costumbres humanas. —Bastante. Ahora entiendo porque son las creaciones favoritas del señor, son muy divertidas de ver y tienen costumbres muy curiosas, ¿sabes que más hacen con las personas que les gusta? El arcángel se puso un poco tenso. Sabía de los peligros de convivir de más con los humanos y seguir sus costumbres. Lo había aprendido de primera mano en su lucha contra los hijos de los vigilantes. —¿Ellos fornican? El rostro del arcángel pelirrojo se torció en una mueca de disgusto. —Vaya forma de matar el momento. Me refería a lo que ellos conocen como beso. —dijo señalando sus labios. La mirada de disgusto de Miguel le pesó. Desvió la mirada y unos mechones ondulados de su cabello cubrieron la vergüenza en su rostro. —Lo siento si mi suposición te ha ofendido de alguna manera, esa no era mi intención. Las manos de Miguel lo tomaron de la barbilla. Sus ojos de un marrón oscuro se encontraron con los de color oliva y el aliento se escapó por su boca. —No tienes que disculparte. Solo no esperaba esa respuesta, te conozco Gabriel, se que nunca dirías algo con la intención de faltarme al respeto. Sus manos subieron un poco para acariciar las mejillas de su pareja. Era una sensación agradable y Gabriel no pudo evitar cerrar los ojos para disfrutar de su tacto. —En ese caso, me gustaría saber un poco más de esa costumbre humana de los besos. —¿Te gustaría una demostración? —Gabriel asintió— Entonces mantén los ojos cerrados. No había mucha diferencia de altura entre ambos, apenas unos cuantos centímetros y Miguel solo tuvo que inclinarse un poco para rozar sus labios con ternura, transmitiendo el cariño que sentían el uno por el otro. Gabriel tenía una sensación de calidez en el pecho. Pero no de esas que consumen a los mortales y los hace entregarse a la lujuria. Era un calor agradable, como la sensación de estar dónde perteneces. Eso era exactamente como se sentía, que su lugar en el gran orden de las cosas hecho por el altísimo era aquí, al lado de Miguel. Sus alas se movieron involuntariamente y rodearon a Miguel en un suave abrazo. Por un momento era como si solo fueran ellos dos en este mundo, sin guerras, sin dolor y sin arrepentimientos. Al separarse se sentían ligeros e incluso Miguel tenía una sonrisa en su rostro que delataba sus sentimientos de felicidad. —Parece que has aprendido de la mejor parte de las costumbres humanas. —Solo de las que me gustaría experimentar contigo —con cuidado acarició con la punta de sus dedos las alas de Gabriel que aún lo rodeaban, sabiendo lo sensibles que eran las alas para un ángel—. Claro, si tu también aceptas. Gabriel alzó levemente la cabeza para besar su frente. —El mundo es joven y aún falta tiempo para el fin de los tiempos. Estaría más que encantado de pasar ese tiempo contigo hasta que el altísimo exija nuestra presencia nuevamente. Miguel sonrió. —Es una promesa entonces.
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