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Las manos de Asmodeus recorrieron el cabello castaño con suavidad. Rafael suspiró cómodo ante la sensación. Tenía su cabeza recostada en el hombro de su compañero mientras le hablaba un poco sobre su día. —Entonces Jofiel volvió a insistir sobre la idea de retratarse todos juntos, pero Gabriel volvió a negarse pues Dios aún no trae a la vida al séptimo integrante. —Seguramente será un ángel excepcional para que aun después de todos estos años él no haya dicho nada al respecto. ¿Seguro que sigue en pie el plan de ser siete arcángeles? —Claro que sí. Si el altísimo aún no ha revelado nada al respecto seguramente es porque está destinado a ser hecho con el mayor de los cuidados. —Tal vez, aunque yo creo que ustedes funcionan muy bien siendo seis. Aunque bueno, podrías ser el único arcángel principal y seguiría pensando que así está perfecto. Rafael se rió divertido por sus palabras. —Dios, me halagas demasiado. Si sigues así parecerá que me harás un club de fans. —Lo haría con mucho gusto y yo obviamente sería el líder. La risa del ángel fue más sonora esta vez. Rafael levantó la cabeza para mirarlo a los ojos y le sonrió. —Pues entonces yo también haré uno para ti, aunque ningún miembro te admirara tanto como yo claro. El rostro de Asmodeus se puso rojo de la vergüenza. No esperaba que el arcángel le siguiera el juego así. —Vaya, solo Dios ha de saber que cosa tan buena debí hacer para que pienses tan bien de mi —¿Cómo no hacerlo? Tu eres realmente un ángel ejemplar y sobre todo un gran compañero. Disfruto mucho del tiempo que pasamos juntos. Una leve corriente eléctrica recorrió el cuerpo de Asmodeus y apenado solo pudo desviar la mirada. —Yo también disfruto de tu compañía, más que la de cualquier ángel en el cielo... Rafael se veía contento con sus palabras y volvió a recostar su cabeza en su hombro. Asmodeus. Momentos como este hacían que Asmodeus deseara cada vez más la cercanía y el contacto con el arcángel.***
—¿Deseas pretenderme...? —El arcángel lo miraba con los ojos bien abiertos y un leve rubor en sus mejillas. —Así es... Sé que puede ser bastante pronto, pero no puedo ignorar la atracción que siento por ti. Asmodeus se estaba arriesgando aquí. Dejó expuesto su corazón ante Rafael y proclamó sus intenciones. Rezaba al altísimo para que le diera su bendición y su cariño fuera bien recibido. —Tú... Tú bien sabes lo que esto conlleva ¿verdad? Él asintió. —Si. Sé que una vez que te entregue todo mi afecto no podré dárselo a nadie más y que si tu después correspondes a mis sentimientos tampoco podrás querer de la misma manera a otro nunca más, sin importar si nuestro vínculo prospera o no. Rafael asintió. —Por eso ahora te pregunto ¿de verdad deseas pretenderme a mi de entre todos los ángeles? —¡Si! —exclamó exaltado, pero luego se avergonzó al notar lo mucho que se había emocionado— Si... yo me comprometo a procurarte, quererte y respetarte como es debido si aceptas mi intención de pretenderte. Dedicare cada una de mis mañanas, tardes y noches a demostrarme que mi amor es sincero y que tu amor estará seguro en mis manos si llegas a corresponder mis sentimientos. Rafael se sentía superado por el peso de sus palabras. Pero mantuvo la compostura para responder. —Tus palabras me halagan, pero son las acciones las que realmente muestran las verdaderas intenciones. ¿Puedo confiar en que no fallarás a tú palabra? —Que el suelo se abra bajo mis pies y me deje caer al abismo si llegó a faltar a mis juramentos hacia ti. Pues realmente no anhelo otra cosa más que dedicar mi vida inmortal a demostrarte lo honesto que es mi amor por ti. El arcángel lo miró antes de darse la vuelta para meditar acerca de su propuesta. Asmodeus podía sentir como su espíritu pendía de un hilo y el temor a ser rechazado se asentaba en su mente. —En el tiempo que llevamos juntos nunca me has dado una sola razón para dudar de tu honestidad —respondió suavemente antes de darse la vuelta para mirarlo—. Has sido un ángel ejemplar que ha llegado a ser importante para mi y realmente creo en que tienes la mejor de las intenciones. Los ojos de Asmodeus brillaron con esperanza. —Entonces ¿aceptas mi intención de pretenderte? Rafael asintió. —Así es y yo también me comprometo a corresponder a tus acciones si mi cariño hacia ti empieza a crecer cada día. El ángel estaba que no cabía en su emoción. No pudo evitar levantarse para abrazar al arcángel mientras agradecía una y otra vez. Pero cuando se dio cuenta se apartó rápidamente luciendo avergonzado. —Lo siento... Creo que me emocioné un poco de más... El arcángel ahora se veía más colorado que antes, más no molesto en lo absoluto. —No tienes que disculparte. En realidad me parece encantador lo honesto que eres con tus sentimientos. —Es un alivio, pues a tu lado es difícil contener estos sentimientos que tengo por ti. Y eso era una gran verdad. Pues con cada día que pasaba cerca de Rafael sus emociones y sentimientos se desataban más y más. Una parte de él no podía evitar preocuparse por ese cambio progresivo en su interior pero en su mayoría no le molestaba este cambio, pues era provocado por su querido Rafael y no le molestaba quedar las noches en vela pensando en él a causa de esta situación.***
—¡Asmodeus! El ángel miró hacia arriba y vio al arcángel castaño volar hacia él. —Oh, hola Rafael, ¿qué te trae aquí? —Me dijeron que aquí es dónde podría encontrarte, pues tengo un obsequio para ti. Rafael se meneaba con nerviosismo mientras mantenía ambas manos juntas. Eso despertó la curiosidad de Asmodeus. —Para que te tomarás las molestias de venir hasta aquí debe de ser algo especial, ¿qué es exactamente? —Primero voy a necesitar que cierres los ojos, sería más fácil así. La mente de Asmodeus iba a mil por hora, barajando las distintas posibilidades del que podría ser. Parte de él fantaseaba con que fuera un beso, pero sabía que eso sería demasiado. Aún así terminó obedeciendo. Sintió como Rafael tomaba su mano y soltó un suspiro de manera involuntaria, pero si el arcángel lo notó no dijo nada, para su suerte. Le siguió la sensación del metal alrededor de su dedo medio y supo inmediatamente de que se trataba. —Listo, abre los ojos. Lo primero que vio fue el precioso anillo en su mano, hecho de oro y adornado con una esmeralda. El diseño era simple pero elegante, una pieza de lo más bonita. —¿Te gusta? —preguntó con evidente nerviosismo el ángel. Asmodeus lo rodeó con sus brazos y pegó sus cuerpos en un abrazo gentil. —Me encanta, Rafael. Es un regalo magnífico. El arcángel correspondió el abrazo con gran alegría, aliviado de que su regalo hubiera sido bien recibido. Tan entrado estaba en su felicidad que no notó las leves caricias de Asmodeus. El ángel dejó que sus manos se movieran por la espalda expuesta en la parte de las alas de Rafael. La sensación de la suave piel lo emocionaba de una forma que no podía describir y el aroma del ángel era embriagante, trabajaba tanto con aceites esenciales que el aroma de los mismo quedaba en él. Quería tenerlo así para él por siempre. Sus manos bajaron por su espalda hasta casi rozar la curvatura de su trasero. Pero un repentino sobresalto de Rafael lo hizo levantar las manos del susto. —¡Ay! ¡Ajajaja! Asmodeus no hagas eso me da cosquillas. —¿Ah? A si, lo siento, no pude evitar juguetear un poco contigo —la sonrisa en su rostro era tenso pero se sentía aliviado de que Rafael no hubiera notado el deseo en su toque. —Vaya, si así me agradeces por mi regalo entonces no te daré otro obsequio nunca más —le reclamó con un tono de falsa molestia pero sus ojos lo delataban con esa mirada juguetona. —Oh no seas vengativo conmigo Rafael, sabes que yo te aprecio mucho. Asmodeus tomó su mano y besó el dorso de su mano y le dedicó una mirada traviesa. Pudo ver un leve sonrojo en el rostro del ángel que lo hizo sonreír. —Bu-bueno, tal vez podría perdonarte si me invitas a una cena en tu casa. —Lo que sea por ganarme tu perdón, mi preciado ángel.***
Asmodeus se sentía honrado cada que Rafael lo invitaba a su hogar. La idea de pasar tiempo a solas con él sonaba a toda una bendición, aunque a veces Rafael lo invitaba para probar "cosas nuevas". —¿Baile? El castaño asintió. —Si, es algo que aprendí junto a Gabriel en uno de los libros de la biblioteca de Stolas. Parece que es una actividad muy común en los dominios de otros dioses. —Por lo que me explicas necesitas música para bailar ¿vas a traer un serafín para que cante o...? —Para nada, puedes bailar sin música, Gabriel me dijo que así lo hizo con Miguel y fue igualmente divertido. —Gabriel y Miguel ¿uh? El comandante no tiene mucho que fue creado pero esos dos ya son como uña y carne. —Y que lo digas, tengo la teoría de que ese par tienen algo especial. Se nota a leguas. Pero bueno, ya nos pondremos un poco chismosos después, por ahora... —Rafael le extendió su mano al ángel más alto— ¿Me concederías esta pieza? Asmodeus soltó una risa por verlo seguir la cortesía de lo que hablaba el libro. Aún así aceptó su mano gustoso. —Sería un placer. Rafael puso su mano libre en el hombro de Asmodeus y este puso la suya en su cadera. El arcángel intentó marcar el ritmo pero sus pasos eran torpes y los dos no estaban nada coordinados, pero lejos de desanimarlos ambos rieron por lo tontos que se veían. Tropezaban, se pisaban y se movían en direcciones contrarias. Era una danza desastrosa pero eso lo hacía divertido. —¡Dios, nos vemos ridículos! Rafael se secó una lágrima de la risa y le sonrió. —¿Qué dices? Pero si lo estamos haciendo muy bien para ser nuestro primer intento, Asmodeus. —Si esto es hacerlo bien no quiero saber que es pésimo —bromeó ante la situación. —Oh, cállate. El arcángel golpeó su pecho de manera juguetona y siguieron bailando mientras seguían riéndose. No se permitirían hacer algo como esto frente a nadie más, pero cuando estaban juntos simplemente se sentía tan natural solamente dejarse llevar. Cuando su pecho dolía de tanto reír se tomaron un momento para recuperar el aliento. En ese momento sus miradas se encontraron y ambos se perdieron en los ojos del otro. Asmodeus se sentía hipnotizado por ese hermoso color ámbar de sus ojos. La necesidad de tenerlo se volvió aún más grande. Quería a Rafael para él. Sujetarlo con fuerza para dejar marcas en su piel, morder su carne hasta hacerlo sangrar. Confesarle todos los sentimientos que desbordan de su alma por él. Quería hacerlo suyo. Rafael notó que la mirada del otro parecía oscurecerse y no pudo ignorar el escalofrío que le causaba la forma en la que lo veía. —¿Asmodeus...? —... Yo también he aprendido algunas cosas en la biblioteca. ¿Sabes como en otros reinos divinos expresan su amor? La mención del amor lo tomó desprevenido y se sintió cohibido por la implicación que traía su mención. —¿Q-qué dices? —Déjame enseñarte. Sin darle tiempo al arcángel de reaccionar lo tomó para unir sus labios en un beso brusco. Rafael abrió los ojos con sorpresa, puso algo de su fuerza para zafarse de su agarre sin herirlo pero eso solo hacía que Asmodeus lo sujetara con más fuerza. La mente de Rafael empezó a nublarse. Sentía que esto estaba mal pero a su vez quería seguir solo porque era Asmodeus quien lo besaba. Intentó dejar que su cuerpo se relajara y quiso seguir el ritmo del beso, pero la rudeza con la que el ángel más alto lo hacía era difícil de igualar. Se aferró fuertemente a la túnica de Asmodeus pues sentía que sus piernas le faltarían en cualquier momento. ¿De verdad era así como otras entidades ajenas al cielo mostraban cariño? Soltó un quejido ahogado al sentir que su túnica era levantada. Como pudo logró separarse para intentar hablar. —A-Asmodeus... no... —¿Qué dices? Pero si hace un momento estabas siguiendo mis pasos. Solo relájate, querido, ya verás como empezará a sentirse mejor. Cuando levantó lo suficiente su túnica no se contuvo un momento más y comenzó a tocar su piel expuesta. Acarició sus muslos suaves y subió hasta su trasero para apretarlo con firmeza. En ese momento Rafael no pudo más. Ahora sin contenerse agarró a Asmodeus por el cabello y lo tiró al piso. El ángel parecía conmocionado por el repentino cambio del arcángel y lo miró desde el suelo con los ojos bien abiertos por el miedo. Por primera vez sintió temor de Rafael. Rafael solo lo miró con pura angustia reflejada en sus ojos. Lo soltó y se apartó de él —... Sal de aquí, ahora... Él intentó levantarse y acercarse a él. —Rafael, yo-. La mirada afilada que Rafael le dio lo hizo detenerse. —He dicho que te vayas. Asmodeus sabía que no tenía oportunidad contra él. Agachó la cabeza derrotado y salió de la habitación. Intentó ignorar el sonido del llanto que escuchó tras de él.***
El hogar de Asmodeus era un desastre, pero él no tenía los ánimos para limpiarlo. Ahora se la pasaba en su cama, frotándose a sí mismo de vez en cuando cuando recordaba la sensación de la piel de Rafael solo para sentirse asqueado consigo mismo al recordar el rechazo del arcángel ante su toque. A sus ojos todo había salido bien, era un momento agradable para ambos y Rafael incluso había correspondido su beso. ¿Entonces por qué lo había alejado tan abruptamente? Tan sumergido estaba en su autocompasión que ni siquiera prestó atención al sonido de la puerta principal abrirse seguido de unos pasos que se acercaban a su habitación. Se escucharon tres golpes a su puerta —Asmodeus. Escuché que estás pudriéndote ahí adentro, ¿me permites intentar animarte? —Déjame en paz Lucifer... Ignorando lo que le dijo su viejo amigo igualmente entró a su cuarto pero él estaba demasiado cansado para hacer algo al respecto. —Oh, ¿qué pasa con esa expresión sombría? Si tu eres de los ángeles más brillantes que conozco. —Ve al maldito grano, Lucifer, tú y yo sabemos que no estás aquí para darme apoyo moral o una estupidez así. El ángel pelirrojo sonrió mostrando los dientes. —Vaya amigo mío ¿dónde aprendiste ese lenguaje? Pero está bien, seré directo, últimamente hay una idea en mi mente que no me deja en paz. Es algo que revolotea en mi cabeza manteniéndome despierto día y noche. Asmodeus se quejó desde su cama. —¿Y eso que tiene que ver conmigo? —A eso voy, se paciente. Para cumplir esta idea necesito todo el apoyo posible, ya tengo de mi lado a Beelzebub, Stolas, Belphegor y muchos más, pero todavía estaría feliz de tener tu ayuda. —¿Y cual es el motivo de ese plan para que necesites tanto apoyo? La sonrisa de Lucifer se volvió aún más amplia. —Tomar el trono de Dios para acabar con su dominio. Asmodeus se sentó de golpe en ese momento. La mera idea de enfrentarse al creador lo estremecía del terror. —¡¿Has perdido la cabeza?! —No hay razón para alarmarse —le aseguró— si queremos un mundo que sea moldeado a nuestro gusto entonces vamos a necesitar todo el apoyo que podamos conseguir, por eso he venido a ti. Tu eres cercano a Rafael, él seguramente te ha dicho cosas de los arcángeles que nos puedan servir a nuestro favor. Él ángel se levantó de la cama y se puso cara a cara con su amigo luciendo enojado más allá de las palabras. —¿Insinúas que levante mi espada contra él? —¿Acaso es un problema? Los rumores vuelan, Asmodeus, hay muchas habladurías sobre lo que ha pasado entre tú y Rafael, ninguna de ellas buena. Asmodeus intentó abalanzarse sobre él pero Lucifer se hizo a un lado con gran gracia dejando que se diera de cara con el suelo. —Estas fuera de forma, querido amigo. Mejor escucha la propuesta que tengo para ti. Si me apoyas en esta rebelión podrás disfrutar de los beneficios de la victoria, podrás reclamar parte del cielo como tuyo e incluso tomarías posesión de los ángeles que quieras, eso incluye al encantador Rafael obviamente. La idea era terrible por donde lo mirase. Enfrentarse al creador no traería nada bueno para ellos. Pero aún así las promesas de Lucifer eran tentadoras. La idea de tomar a Rafael como su propiedad y terminar lo que dejó pendiente lo hacía estremecer. No podría negarse, estaría indefenso ante él esta vez, podría dar rienda suelta a esos deseos que lo consumían. —¿Y bien? ¿Te interesa mi propuesta? —... ¿Prometes que no dejarás que otro lo reclame antes que yo? Lucifer soltó una risita maliciosa. —Tienes mi palabra.***
El sonido de la sangre goteando en el piso era casi relajante. Asmodeus miraba al techo perdido en sus memorias, ignorando el cuerpo roto de su amante que yacía a su lado. Era una pena que nunca le durarán más de una noche. Con lo difícil que era conseguir amantes con las características angelicales que buscaba. Simplemente le era difícil controlarse cuándo los comparaba con él. Se levantó de su cama golpeando el suelo con sus pezuñas con molestia y se dirigió a un pequeño joyero que tenía en una estantería, de la que sacó un viejo anillo de oro con una esmeralda agrietada en él. El anillo ahora se veía diminuto en sus garras, casi se perdía entre el pelaje de las mismas, pero todavía admiraba su belleza como la primera vez en la que lo tuvo en sus manos. Ahora el anillo estaba muy desgastado pero aún era hermoso y recordaba a mejores épocas, a los tiempos en los que él aún era un ángel hermoso y no un hombre viejo y feo con rasgos de animales. El recuerdo de ése día volvió a brillar en su mente y la visión de la sonrisa del ángel lo hizo sonreír también. —Rafael... Pudo sentir cómo se volvía a emocionar. La sangre volvía a bombear hasta su miembro poniéndolo duro. Dirigió su mirada hacia el cuerpo que aún seguía en su cama. Se acercó para tocarlo y mirarlo con atención. Los rasgos de aquél ángel caído eran muy similares a los del arcángel, pero sin ser tan divinamente hermoso como él, aunque aún podía saciar su anhelo por el arcángel con él. —No está tan mal el cuerpo. Todavía puedo usarlo un poco más. Ni siquiera le importaba lo grotesco que era el acto de profanar así un cadáver, había perdido cualquier sentido de decencia hace mucho tiempo, incluso antes de haber caído del cielo. Ya no quedaba nada de aquel hermoso ángel que solía ser. Ahora solo era una bestia en un celo perpetuo que lo llevaba a cometer los actos carnales más decadentes. Humano, bestia o demonio, no importaba que fuera, solo quería satisfacer sus deseos a costa de otros. Pero siempre buscaba los mismos rasgos. Cabello castaño y ojos ámbar. Es una suerte que el cielo y el infierno están separados. Para que así el arcángel Rafael no tenga que ver en lo que se transformó el ángel al que tanto cariño le tuvo. Ya fue suficiente dolor para él el cargar con la vergüenza de la forma en la que casi lo mancillo y posteriormente tener que ser él quien lo expulsara del cielo luego de su traición. Ahora mientras uno anhela tenerlo una vez más entre sus brazos, el otro no desea otra cosa que no verlo nunca más.