ID de la obra: 289

Los Herederos de Hogwarts

Het
NC-17
Finalizada
4
El trabajo participa en el concurso «Harry Potter: El Capítulo Perdido»
Fechas del concurso: 26.06.25 - 13.08.25
Inicio de la votación: 12.07.25
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Promocionada! 1
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25 páginas, 7 capítulos
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Capítulo 5 Papa Black

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AL PRISAR LA PRISION, NOTARON EL HORROR LA MAYORÍA DE LOS PRISIONEROS ESTABAN DORMIDOS. SIN EMBARGO, UNO DE ELLOS PERMANECIA DESPIERTO, UN HOMBRE DE CABELLOS NEGROS, QUIEN PERMANECIA DESPIERTO ESTANDO ACURRUCADO EN UNA ESQUINA DE SU SUCIA CELDA.Los únicos sonidos que se escuchaban eran las cadenas siendo arrastradas junto con el goteo incesante del agua que se filtraba entre las gritas de las rocosas y húmedas paredes del lugar, por lo cual nadie vio que los Aurores del Ministerio guiaban a cuatro pequeños niños que miraban con terror y desconcierto. Uno de los Aurores abrió la puerta de la celda, generando un horrible chillido que rompió el silencio, al oír el sonido, el prisionero de aquella celda se encontraba en una esquina; levanto la cabeza para observar que estaba pasando, notando los Aurores se habían retirado, creyendo que habían dejado a un nuevo prisionero, la luz que se filtraba desde el pasillo hizo notar a solo cuatro pequeños, temblorosos, siendo aferrados unos a otros. —¿Quiénes son ellos? —preguntó una voz áspera desde el otro lado de los barrotes. La mujer asomó la cabeza por los barrotes, sus ojos posándose en los niños siendo su rostro iluminado por una sonrisa cruel y burlona. Su voz áspera había despertado a algunos prisioneros que prefirieron guardarse sus comentarios al saber quién hablaba, mientras que Sirius Black observaba a los pequeños por un instante, cambiando su expresión fría llena de culpa por una de sorpresa que rápidamente se transformó en un leve gesto de compasión. Al verlos noto el color de sus ojos tenían un brillo familiar, que le recordaba a personas que no hace mucho veía, de un pasado doloroso, de pérdidas que aún no había logrado superar. Siendo incapaz de poder llegar a olvidar los bellos ojos de cuatro chicas que podrían hipnotizar a cualquier persona, que ellas desearan. Entonces, comprendió quienes podrían ser estos niños, Sirius sonrió levemente manteniendo su mirada fija en los rostros de los pequeños. —¡Son los que destruirán a tu querido Señor Tenebroso, querida prima! —exclamó Black, dirigiéndose a la mujer que lo miraba desde la otra celda. Desde una celda cercana, otro prisionero, un hombre de cabello desordenado y expresión furiosa, lanzó una carcajada amarga desde su celda. —¡Son los hijos de esos asquerosos traidores! —gritó, provocando varias miradas que se volvían sobre él. —Esos malditos... —¡Cierra tu maldita boca de una vez, Lestrange! —le interrumpió Sirius, haciendo que su voz con furia asustara a los niños que retrocedían. —Tranquilos..., aquí están seguros, no les pasara nada mientras y este cerca. La risa de Bellatrix Lestrange, fría y burlona, se extendió por la prisión, llenando el ambiente de un aire casi de locura. —¿De verdad crees eso, Sirius? —se burló desde su celda, sin dejar de mirar a los niños. —¿Que estos mocosos serán aquellos que destruyan a mi querido amo? o ¿Que acaso tienen algún poder que acaso pueda ser eso? ¡Son sólo unos estúpidos niños! Sirius observó a su prima con una expresión dura en sus ojos había una determinación firme, una fuerza de voluntad que ni años de encierro habían logrado quebrar. El esposo de Bellatrix, Rodolphus Lestrange, se unió a la conversación, su tono impregnado de un desprecio oscuro. —¿A quién obligó acostarse Blent, o Bourousis, o Baird asi tambin tu querido amigo Keiths? —preguntó con una sonrisa cruel, mientras Sirius lo miraba con frialdad. Sirius sonrió, recordando a las familias de los niños, linajes que poseían una historia tan antigua como la magia misma. Los cuatro niños, a pesar de estar asustados y con confusión, se acercaron al hombre Black con cierta timidez. Uno de los ellos, de cabello castaños y rizado, se aferró al brazo de una niña de ojos verdes, que apenas lograba contener las lágrimas. Pero la presencia de Sirius les daba consuelo, sintiendo que, de algún modo, podían confiar en él. Quizás era la seguridad en su voz, o el modo en que los defendía, pero en ese oscuro lugar, Sirius era la única figura que parecía estar de su lado. —Contra todo lo que tú representas, Rodolphus, ellos no obligaron a nadie. Y será mejor que cierres tu maldita boca. —amenazo Black, acercándose con lentitud a los niños. Quienes no entendían de lo que hablaban. — Y si tanto estu curiosidad, ellos son hijos de brujas y magos verdaderamente nobles, como Isabella Lombard, Elena Lexington, Emma Grellert y Victoria Snow... todas de linajes antiguos y poderosos, creo yo, que solo con sus apellidos sabes quienes son o ¿no? —¡¿Cómo!? ¡No es posible! —exclamó Rodolphus, incrédulo. — ¿Cómo fue posible?, esas familias son de las más influyentes en el mundo mágico, ser parte de su familia es todo un honor, ¿De seguro estás mintiendo como de costumbre, Black? —Como lo acabas de escuchar, Lestrange. Y esos pequeños. — Sirius sonrió hacia los pequeños. — Son la más grande bendición que el mundo mágico haya tenido, más de lo que tú podrías entender Pensó Black del cual podrían ser el motivo del que estuvieran encerrados, pues la mayoría de las personas que estaban ahí, eran asesinos o ex mortifagos que habían asesinado o que cometieron crímenes atroces de los cuales ni el mismo podría saber cuáles eran. Pero la verdad era que aquellos cuatro, pagan crímenes de los cuales no eran culpables, pero al no estar las personas de dichos autores de tales delitos, el ministerio decidió que era mejor que ellos pagarán. Ese era el motivo inicial del por qué los habían acusado de ser culpables. —¡No digas estupideces! —exclamo el hombre Lestrange con demasiada fuerza, haciendo que los cuatro niños empezarán a llorar. —¡Que alguien calle a esos niños! —gritó un prisionero a lo lejos pudiendo escuchando el lloriqueo proveniente de los niños. —¡Silenció! —gritó un hombre entrando a la zona, de inmediato el silencio se hizo presente al ver al Auror. El cual recibió varias miradas de los prisioneros, deteniéndose frente a la celda del hombre Black. —¡Black! —corto sus palabras al mirar a los niños llorando. —Serás el encargado de cuidar de estos...pequeños mocosos, entre todos de aquí, eres el más decente que todos estos idiotas que te rodean. Un murmuro de burlas se levantó entre los prisioneros. Uno de ellos soltó una carcajada amarga. —¡¿Decente?! ¿Llamas a Black decente? El mismo que traicionó a sus mejores amigos, ese hombre no merece ninguna confianza. —gritó aclarando un prisionero. —¡No fui yo quien los traicionó! —exclamó Sirius, su voz rompiéndose al recordar a su mejor amigo James. —¡Fue Peter, no yo! El Auror lo observó con indiferencia, como si las palabras de Sirius fueran simplemente ruido en el ambiente. —Si, bueno lo que digas Black. —dijo el Auror estándole importancia a sus palabras. —Espero que sepas cuidar niños y si no. —sonrió este con burla. —Desde hoy, son tu responsabilidad. Arréglatelas como puedas... —¿Pero porque yo? —preguntó Sirius, aún sorprendido. —Porque los demás son unos incompetentes idiotas. Y tú al menos pareces tener algo de decencia, pero muy poca, solo cuídalos y podrás bañarte una vez a la semana.—respondió el Auror con una sonrisa burlona antes de retirarse. —De acuerdo. —aceptó Black observando cómo el Auror se retiraba de aquella celda. Bellatrix, que había estado observando la escena con diversión, volvió a hablar desde su celda. —¡Oh, primito! ¡Qué honor debe ser para ti! Seguro que tu madre estaría orgullosa...pero desde que quedaste en Griffyndor toda la familia le dabas asco, ¡si tan solo no fueras la deshonra de los Black! —grito la mujer de alborotados cabellos negros, riendo de manera maniaca. —¡No me importa, Bellatrix! —afirmó Black, rodeando los ojos cansados. —Tranquilos pequeños, aquí está papá Black. Lo niños se acercaron a él, para ellos esa palabra les permitía tener una persona de la cual podrían llamar y tener amor, no recordaban haber sido protegidos jamás y menos ser amados. Otro prisionero lanzó una carcajada sarcástica desde una celda lejana. —Buena suerte, Black. —dijo, burlándose. —Te las verás muy mal con esos mocosos. Sirius observó a los cuatro niños, estos estaban tranquilos en sus brazos, pero aun así seguían sintiendo temor de lo que ahora sería su nueva vida. Por su mente paso los recuerdos de su ahijado Harry, quien debía tener más o menos la misma edad que estos pequeños. No pudo evitar recordar cómo sus amigos calmaban a su pequeño hijo, un dolor en su pecho lo sacó de sus recuerdos. Seis años transcurrieron desde que los perdió a manos del que creía que era su amigo, pero todavía le seguía doliendo con solo recordarlo, ya que se sentía culpable de haberles dicho que escogieran a Peter en vez de a él. Mientras los miraba, un sentimiento de responsabilidad empezó a brotar en su interior. No importaba si eran solo niños o los futuros héroes del mundo mágico; aquí y ahora, estaban a su cuidado, y él no fallaría esta vez. —¿Sabes que, Rodolphus? —Sirius volvió a hablar, su voz estaba llena de esperanza —. Creo que estos pequeños, algún día, se reirán de todos nosotros. Porque ellos tienen algo que ninguno de nosotros tiene aquí, esperanza. Rodolphus soltó una risa amarga. —¡No digas tonterías, Black! Estos niños pertenecen a nuestra causa, a la de mi señor... ¡el verdadero poder está en nuestra sangre! —dijo el hombre Lestrange, con orgullo. —¡Solo no los vallas a convertir en unos patéticos débiles, Black! —¡Cállate! —respondió Sirius, empezando a molestar. —Algún día estos niños saldrán de este agujero y tendrán una vida mejor. Y yo estaré ahí para asegurarme de que puedan vivirla. Observo a ambos niños varones, la bella que poseían recordaba sus viejos tiempos cuando era un poco más joven y estaba más arreglado de lo que estaba el día de hoy. - Algún día ustedes dos serán como yo, deberán seguir mi legado de mujeriego más cotizados por todas. -dijo a ambos niños para luego dirigir su mirada a ambas niñas. - Y ustedes pequeñas, no se dejen engatusar por los mujeriegos, no, no. Ustedes serán niñas buenas y decentes, aunque no estaría mal que fueran de esas chicas inalcanzables. Si mejor sean chicas inalcanzables, ustedes serán hermosas sin duda alguna. -Sirius guiño el ojo a las pequeñas junto con él, estas sonrieron como respuesta.- Sus madres lo eran, aunque sus padres de ciertas maneras también. -Para mí que ser un idiota viene de nacimiento. -comentó el esposo de su prima. -¡Nadie pidió tu opinión idiota! - exclamó el hombre de cabellos oscuros, rodeando los ojos al escuchar la insoportable voz del marido de su prima. - Siento que si conocieran a mi ahijado Harry se llevarían bien con él, en este momento creo que tiene su misma edad. - No digas estupideces Black. - Exclamó uno de los prisioneros. - ¡La pequeña Snow comparte sangre con mi Señor, esta corre por sus venas! ¡Mientras que los otros tres niños no se merecen estar con alguien tan bajo siendo ellos demasiado poderosos, merecen estar con personas de su mismo nivel! ¡Como por ejemplo nosotros! - ¡Mi tesorito oscuro, jamás se llevarían con ese mocoso! ¡Es el enemigo! ¡Por el mi señor está muerto! - Cállate, maldita sea. - Pidió Sirius, exhausto de los comentarios de sus compañeros. -Ustedes cuatro adorables niños algún día saldrán de este asqueroso lugar y podrán estar con conmigo. Y puede que seamos una familia junto con Harry. Los cuatro pequeños solo sonrieron por aquellas palabras dichas por el hombre Black, tal vez al final tendrían a alguien que pudiera amarlos como tanto esperaban serlo. No importaba si tendrían que compartirlo con ese niño llamado Harry, lo único que importaba era que no estarían solos. 27 MAYO 1992 Pero el tiempo para ellos había pasado casi demasiado rápido en aquella celda, pues ese día cumplían seis años desde que pisaron Azkaban. Aquel lugar se había vuelto su hogar en los últimos años, todo mago sabía que azkaban era conocido por sus prisioneros más peligrosos y despiadados que habían existido en la historia. Al igual que los horrores que pasan a través de las paredes sucias de piedra, los lamentos y el constante ambiente frío y tétrico podrían convertir a cualquiera en una persona totalmente diferente a la que era antes de pisar este lugar. Eso era la esencia de aquel lugar que para muchos evitaban estar ahí, pero para otros se había convertido en su "hogar", solamente los que visitaban la prisión por su mente pasaba una sola pregunta: ¿Qué hacían cuatro niños dentro de ese lugar? ¿Qué era lo que habían hecho para estar en ese horrendo lugar? la respuesta era tan sencilla e incomprendida, la condena principal había sido por matar a más de diez perdonas muggles y por casi haber revelado la existencia del mundo mágico cómo lo conocían. Pero de todas maneras ellos estaban pagando actos que sus padres habían cometido antes de nacer, lo cual hacía que su sentencia fuera mayor que todos los que se encontraban ahí y lo más malo era que su mayor delito fue haber nacido siendo hijos de aquellos que casi terminaban con el mundo mágico y a la vez salvarlo de la perdición que trajeron con sigo mismos. Dentro de esa celda la vida era dura, pero al tener a Sirius con ellos esta se había convertido en algo agradable, ya que era lo más cercano que tenían a una familia, siendo este una figura paterna para los cuatro. Ambos barones se encontraban recibiendo una golpiza a lo muggle por el Auror más corrupto de Azkaban. El joven Jack se encontraba levantándose del frío suelo después de haber recibido un golpe fuerte por parte de este, así había sido durante estos 6 años, no sabían porque solamente a ellos los llamaban para ser golpeados. Si no hubiera sido por Sirius quien estaba ahí posiblemente ellos se había vuelto personas completamente locas sin ninguna esperanza por seguir aquí. Sirius les había enseñado la manera de amar y ser amados por lo que su lazo de padre s hijos se volvió algo irrompible, también les había estado contando sobre el mundo mágico con la esperanza de que un día pudieran salir los cinco. Cuando empezaron los golpes el único que hacia sus pesadillas realidad era Dorian Montgomery, aquel hombre que se encargaba de mantener a los cuatro chicos ocultos en la celda más profunda que había en azkaban. -Sabes, ¡¡Golpeas como una niñita!! - afirmó el chico, sonriendo de una manera un tanto burlona. -Pero si tú, ni siquiera como una niña sabes golpear. - comentó observándolo Damián para luego escupir sangre de su boca, con su mano la limpió el restante de sus labios. - Tal vez lo hace, porque es 30 años menor que usted. - mencionó algo agotado Jack, recargado se en la pared. - Es cierto mocoso. - decía dándole la razón por primera vez al chico. - Aprenden rápido eso me agrada, lo malo es que es la única manera de que puedan defenderse, ya que no tienen varita es una lástima. - sonrió al decir lo último. - Es nuestro cumpleaños número doce. - dijeron ambos chicos al mismo tiempo. Podrían sentían como su enojo empezaba a hervir su sangre, por lo que intentaron calmarse apretando los puños, sintiendo como su enojo se iba poco a poco. La única manera de que sus poderes no se descontrolasen era estar tranquilos. - Por derecho nos tocaba tener una, pero sé que nos la negaron al igual que nuestra carta de Hogwarts. - No nada más a ustedes dos se les negaron también a ellas, todo por lo que hicieron. - Aclaró el hombre de cabellos castaño oscuros, sabía perfectamente que a ambos no les gustaba que hablarán sobre Athena y Lyssa. -Saben el sufrimiento de ellas es más divertido que el de ustedes... sus dulces gritos pidiendo que pare acompañado de sus lágrimas que caen es algo grandioso poder ver como piden su ayuda. - Pagarás por todo lo que nos has hecho maldito idiota. - decía mientras apretaba los puños Damián con una mirada desafiante, estaba muy enojado con solo escuchar la manera en cómo hablaba de ellas. - ¡Juro que te voy a matar! - Jajaja por favor mocosos no me hagan reír. - respondió el hombre, dedicándole una sonrisa burlona como tanto hipócrita - Primero acabaría contigo antes que tú acabarás conmigo. -¿Por qué no terminas ya de una vez con nosotros? - preguntó Jack cansado. - Me encantaría, pero no tengo permitido acabar con sus patéticas vidas. pero si por mi fuera ya hubiera terminado con ustedes desde que entraron a Azkaban, solo lo hago por lo que sus padres le hicieron a mi esposa. - Si bueno, no nos interesa tu esposa. - Comentó algo burlón el chico Lombrad. Los cuerpos de aquellos dos chicos se encontraban nuevamente en el piso recibiendo varías maldiciones si no fuera por sus poderes estos hubieran muerto desde la primera vez, sus cuerpos se llenaban de dolor no recordaban el número de veces que utilizaban las maldiciones con ellos, pero aun así sabía que un día tendrían su venganza, sus cuerpos estaban llenos de sangre como moretones. Se rindieron al momento de tocar el frío piso de la celda a la que ellos pertenecían. - ¡Damián! ¡Jack! - Escucharon la voz de ambas chicas que se encontraban a su lado, sintieron dolor al momento que las chicas pusieron su cabeza de ellos en sus piernas. - Por Merlín están sangrando ¿Ahora que le dijeron a Montgomery? ¡Cuántas veces les hemos dicho que lo dejen de retar! - Dijo Lyssa observando al par de jóvenes. - Tiene razón Lyssa. - Pero no pasa nada estamos bien. - dijo Damián, levantándose de las piernas de Athena. - Fue el más doloroso regalo de cumpleaños que hemos tenido. - Ustedes no están bien, tienen muchos golpes. -- Pero miren sus caras y sus cuerpos ustedes tampoco están bien. - dijo Jack algo angustiado observando a ambas chicas. - Yo estoy bien, gracias a mi regeneración, pronto se me irán las marcas, aunque tardará más de lo debido por lo grandes que son. - Desde que llegaron unos meses después, el hombre Black le ayudaba en sus transformaciones para que un día pudiera transformarse voluntariamente. - Por mí no te preocupes, estaré bien gracias a mi poder. - Decía mientras bajaba la mirada, dejando salir un suspiro. - Se supone que un niño con sangre magia al cumplir sus once años recibe una carta a Hogwarts, en cambió nosotros recibimos golpes junto con maldiciones. - No te preocupes por eso Athena - decía Damián colocando un mechón del cabello de la joven por detrás de su oreja para luego besar su frente provocando una sonrisa por parte de esta. - Eres lo que más quiero. - comentó en un susurro inaudible. - ¿Dónde está Sirius? - preguntó Jack interrumpiendo aquella escena. - Los Aurores se lo llevaron para bañarlo. - comentó Lyssa. - En fin, feliz cumpleaños chicos son todo lo que tengo y los quiero mucho. - Nosotros igual te queremos, feliz cumpleaños. - Respondieron los tres al mismo tiempo, provocando una sonrisa junto con unas lágrimas en ellos. - Te amo Athena. - Dijo Damián, haciendo que la nombrada se sonrojara. - No quiero que a ninguno de ustedes les pase algo somos una familia. Siempre y para siempre. - Damián yo también te amo, pero .... - Fue interrumpida antes de poder terminar de responder. - Algún día ustedes terminarán juntos. - Dijo Jack, provocando unas risas en los chicos. - Es que esto ya se estaban poniendo pegajoso jaja - rio. - Eres realmente un tonto. - Dijo Damián con una sonrisa burlona. - Así me quieren. - respondió alzando los hombros. - No tememos de otra. - Murmuró con burla Lyssa. - Eres mala. - Respondió fingiendo estar ofendido. Los cuatro chicos sonrieron divertidos no les importaba estar en esa asquerosa celda rodeados de personas tan despiadadas, lo único que le importaba era poder estar juntos junto con Sirius. Aunque fueran diferentes del resto de personas se tenían a ellos para poder aguantar todo lo que les rodeaba, sin saberlo sus destinos nuevamente iban a cambiar, ya que aquel el destino no le gustaba que fueran feliz al contrario le parecía divertido todo el dolor y tristeza que pudieran tener.
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