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Los primarcas eran seres perfectos que no necesitaban cosas como descansar o dormir, pero aún así incluso Fulgrim sentía una gran necesidad de dejarse caer en su cama y recobrar fuerzas luego de todo el arduo trabajo en la forja. Pero no podía darse ese lujo, no hasta presentar su más hermosa creación a su hermano con manos de metal. Fulgrim estaba centrado en su propio trabajo, que poco a poco iba cobrando la forma deseada. Pero sus ojos aún así se deslizaban de vuelta a la creación de Ferrus. Definitivamente el arma perfecta que su hermano tenía en mente iba a ser una espada, mientras que él se había decantado por un martillo. Su mirada subió por los brazos del hombre que tenía delante de él, estudiando cada parte de su pecho desnudo, cada cicatriz, cada mancha de hollín y cada gota de sudor que se deslizaba por su piel. Sin duda él era un primarca, pues Ferrus parecía un verdadero dios de la forja mientras moldeaba su arma con sus propias manos en vez de usar las herramientas a su disposición. Tres semanas pasaron, tres semanas en donde los hermanos conectaron de una forma inesperada, ambos podían ver en el otro un compañero que podía entender sus ideales y su competición en donde ambos intentaron superarse mutuamente no hizo más que fortalecer tal vínculo. —Realmente has creado el arma más perfecta de todas... —Las palabras de Fulgrim fueron genuinas, mientras veía la espada que su hermano, Ferrus, sostenía en sus manos, "Filo de Fuego", un nombre adecuado para tal impresionante arma. —Eso es un gran halago, pero honestamente creo que el claro ganador eres tú con tan magnífica creación —Ferrus señaló el martillo de guerra que Fulgrim aún tenía en sus manos, Rompeforjas, un arma de un poder sin igual que solo podía ser manejada por un primarca. No necesitaron más palabras entre ellos para entregar su arma al otro declarándose ambos ganadores. Filo de Fuego solo podría brillar con belleza y elegancia en las manos de Fulgrim. Rompeforjas sólo podría liberar su gran poder en el campo de batalla en las manos plateadas de Ferrus. Y con este intercambio fue sellada la amistad entre ambos primarcas. Puede que fuera solo la adrenalina que aun corría por sus venas, pero Fulgrim podría jurar que la mirada de Ferrus sobre él ardía más que las llamas de su nueva espada, unas llamas de deseo desenfrenado. Sacudió esos pensamientos de su cabeza tan rápido como vinieron, él no iba a pensar en esas cosas ahora que había encontrado a alguien con quien pudo formar un vínculo mucho más profundo que cualquier otro que hubiera podido tener. No pensaría en que Ferrus también lo amaba de una forma tan simple.***
Se supone que los primarcas eran humanos, eso es algo que siempre se dejó en claro, pero era innegable que ellos no eran vistos así, aun cuando las creencias en las deidades estaban prohibidas era obvio para cualquiera que los primarcas eran vistos como semidioses por los humanos comunes. Nadie se atrevía a hablar con honestidad ante Fulgrim por miedo a poder desatar su ira, si pedía una crítica sobre su arte no recibiría más que alabanzas por parte de los artistas que traía a su estudio para mostrarles su trabajo, aún cuando podía ver en sus ojos la clara mentira. Si, su trabajo era perfecto, pero era esa misma perfección la que lo alejaba de la belleza del verdadero arte, la que la hacía ver inhumana y artificial, aun cuando él dejara un poco de su alma en cada trazo, en cada cincelada, simplemente no podía ser tan bello como Fulgrim tanto anhelaba. Por eso la cruda honestidad de su hermano era algo que él tanto agradecía. —Honestamente, tus estatuas siguen sintiéndose demasiado extrañas cada que las miro, es una sensación hasta molesta. —Rozan mucho el valle inquietante, ¿no? mis creaciones aún están bastante lejos de ser consideradas verdadero arte —suspiró con cansancio, a veces era agotador trabajar tanto tiempo en proyecto solo para que al final no estuviera satisfecho con los resultados—. Pero eso no significa que sea imposible, ya verás que un día haré una obra de arte que ni tú, con lo denso que eres, podrás evitar alabar su belleza. —Realmente te tomas muy personal esto de "inculcarme el amor por las artes" pero el único arte que puedo admirar es el de la guerra. —Y ahí está, un comentario brusco digno de la gorgona de la décima legión. —Sigue diciéndome Gorgona todo lo que quieras, seguiré tomándolo como el mayor cumplido de la galaxia. —Solo tú podrías tomar un apodo como ese como algo bueno. —¿Por qué no lo sería? Fuiste tú el que me llamó así en primer lugar, y si el glorioso Fénix dice que soy una Gorgona, entonces lo soy —Ferrus colocó su mano en el hombro de Fulgrim, ahora cualquier interés que pudiera tener en la estatua hecha por él se había esfumado por completo, sus ojos grises ahora estaban fijos únicamente en él, con una profundidad que dejó a Fulgrim anonadado—. Además, eso hace que sonemos como un equipo más intimidante, el Fénix y la Gorgona, doblegando a todo ejército enemigo que se les ponga enfrente. —Ciertamente sonamos como un magnífico dúo, y verdaderamente lo somos, no puedo siquiera pensar en una batalla en la que tu no estés a mi lado... —Y nunca tendrás que pensarlo, pues yo estaré ahí contigo para alzarnos juntos a la victoria —la mano de Ferrus dejó el hombro de Fulgrim, quien se sintió decepcionado por no poder disfrutar del contacto reconfortante un poco más—. Entonces ¿qué piensas hacer ahora que terminaste con tu escultura? Fulgrim lo meditó un momento, todavía se sentía algo frustrado por no conseguir la perfección que tanto buscaba. Y entonces una idea llegó a su mente, trabajar con algo de gran valor para él, algo que pudiera llenar su trabajo de pasión y sentimientos. —Podría intentar con un retrato esta vez, pero antes necesito preguntarte ¿aceptarías ser mi modelo esta ocasión? El primarca más alto quedó impactado ante su petición y sus palabras casi fallaron al responder. —¿Quieres retratarme? ¿A mí, de entre todas las personas? —Sí —respondió Fulgrim sin titubear—. Quiero que mi arte desborde sentimientos que puedan llegar a cualquiera que lo vea, pero no puedo hacer tal cosa si no tengo algo que me inspire, por eso te pido que modeles para mí, quiero que seas mi musa. Fulgrim tomó la mejilla de Ferrus y pudo sentir un leve estremecimiento ante su tacto pero no hizo ningún comentario al respecto. Su hermano lo miró directamente a los ojos, gris contra violeta y por un momento solo fueron ellos dos en ese momento, sin nadie más que importara. Ferrus finalmente suspiró, como si aceptara la derrota esta vez. —Está bien, modelare para ti, confío en tus manos para crear una verdadera obra de arte. —No dudes que así será hermano.***
Debería de estar orgulloso, había cumplido la promesa que le había hecho a Ferrus. El retrato que había hecho de él era precioso, incluso su hermano lo había halagado, no por vanidad sino por verdadera admiración por el resultado. El retrato era de él trabajando en la fragua, Ferrus solo tuvo que mantener la pose como si estuviera a punto de golpear el metal con sus puños y Fulgrim se encargó de plasmar los recuerdos de su tiempo juntos forjando sus armas. Las manchas de hollín cubriendo su rostro, las cicatrices en su pecho desnudo, sus orejas pequeñas, su cuello ancho, su frente arrugada por la concentración, el sudor resbalando en su piel, sus puños plateados brillando con la iluminación de las llamas de la fragua y sus ojos grises desbordantes de pasión. Por primera vez él mismo se sentía satisfecho con el resultado final, era totalmente perfecto y puso cada parte de su corazón y alma en él, pero su corazón tembló al darse cuenta de lo que esto significaba. Solo pudo encontrar la perfección es Ferrus, con todos sus defectos, él era precioso a sus ojos, era perfecto. Y su corazón lo anhelaba. Este pensamiento lo congeló hasta la médula y una vez que se retiró a su habitación se dejó caer sin fuerzas sobre la cama. ¿Cómo pudo permitir que estos sentimientos florecieran en él? Ferrus era un alivio en su vida, alguien con quien sentía un vínculo único y real, con quien no tendría que pensar sobre cuándo haría el siguiente movimiento para meterse en su cama pues su amistad era genuina. Fulgrim quería que siguiera así. Siempre había tenido un leve temor de que esto no fuera diferente y que Ferrus solo lo quisiera por su apariencia y no por compartir un genuino aprecio por los ideales, sueños y pasatiempos del otro. Pero el pensamiento de que podría ser él mismo quién pudiera derrumbar su preciada amistad era aún más aterrador, si perdiera a Ferrus él sería un desastre andante... Se cubrió con las suaves mantas hasta la cabeza, en un inútil intento de esconderse de la realidad de la que había caído en cuenta. No quería pensar en eso, quería que las cosas estuvieran como antes y mantener su valiosa amistad con su Gorgona por siempre. Su Gorgona... —Por el emperador, de verdad que no tengo salvación...***
Ferrus no era alguien que se preocupara mucho por decorar su espacio, pero por el cuadro de Fulgrim esta vez haría una excepción y se aseguró de colgar su retrato en un lugar visible para cualquiera que entrara a su habitación. Jamás lo admitiría en voz alta, pero se sentía profundamente orgulloso de modelar para Fulgrim, cuando su hermano trabajaba en su arte toda su atención se centraba únicamente en eso y tener toda la atención de su precioso hermano era más de lo que podría desear. El golpe en su puerta lo sacó de sus ensoñaciones. —Ferrus, ¿puedo hablar contigo un momento...? La puerta se abrió ante su solicitud y Fulgrim por primera vez se sintió apenado al ver a su hermano quien le hizo un gesto para que pasara. —¿Te sientes bien hermano? Te ves agitado. En vez de contestar el Fénix le hizo otra pregunta. —¿Consideras que nuestra amistad es muy valiosa? —¿Qué clase de pregunta es esa? Claro que lo es. —¿Y aunque me equivocara tu todavía te quedarías a mí lado? Esto empezó a preocupar a Ferrus, no era normal ver a Fulgrim tan ansioso sin motivo. —Fulgrim, dime qué ocurrió, si hay algún problema puedo ayudarte a resolverlo pero dime qué es lo que te tiene tan nervioso. Fulgrim pareció pensarlo un momento, antes de finalmente responder débilmente. —Estoy enamorado de ti... Oh. Esa no era la respuesta que él esperaba y Ferrus no sabía bien cómo responder, se quedó mudo y Fulgrim se retorció incómodamente bajo su mirada, luciendo casi... Arrepentido, como si no debiera haber venido a su habitación en primer lugar. Al demonio. Las palabras nunca fueron el fuerte de Ferrus, él era un hombre que hablaba a través de sus acciones y así seguiría. Tomó a Fulgrim por los hombros y los unió en un beso, torpe y algo brusco, pero dejando salir en el todo las ansias que había reprimido de hacerlo hasta ese momento. Cuando se separaron Fulgrim había perdido toda compostura. Su pálido rostro ahora estaba teñido de rojo, sus ojos abiertos por la sorpresa y los labios entreabiertos y ligeramente hinchados. Ferrus atesoraría esa imagen por siempre en sus recuerdos. —Incluso ahora que estas tan rojo como un rubí eres tan encantador. Fulgrim no respondió, solo ocultó su rostro en el pecho de Ferrus mientras murmuraba algo que no podía entender, seguramente maldiciéndolo por haberle hecho perder su buena imagen. Envolvió sus brazos alrededor de su hermano, disfrutando del calor de su cuerpo antes de hablar. —Quédate conmigo hoy, quiero que duermas a mi lado —pudo sentir a Fulgrim tensándose ante sus palabras y rápidamente añadió—, no busco tocarte bajo tu ropa, solo quiero tenerte conmigo, quiero disfrutar de tu compañía. Finalmente Fulgrim accedió y dejó que lo condujera a la cama, todavía algo nervioso, como si esperará que Ferrus cambiara de opinión y empezara a desvestirlo en ese momento. Su precioso Fénix, Ferrus juró internamente que se encargaría de enseñarle a su amado que podía ser querido sin necesidad de desnudarse. —Entonces, ¿también me amas? —Acabo de besarte en los labios. —Pero aún no me lo dices directamente... Sabía que discutir sería inútil, pues Fulgrim era bastante obstinado, así que solo volvió a darle un corto y gentil beso en los labios antes de añadir. —Te amo Fulgrim, desde el momento en el que me entregaste a Rompeforjas no he hecho otra cosa que amarte con pasión, te amo Fulgrim, ahora y siempre. Su confesión pareció estar a la altura de su perfeccionista hermano, quien ahora fue quien se arrojó sobre sus labios para besarlo con gran emoción y Ferrus no dudó en seguirle el ritmo.