ID de la obra: 300

Paternidad complicada

Gen
G
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7 páginas, 1 capítulo
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Capítulo 1

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El Emperador es alguien bastante ocupado, el imperio necesita de toda su atención. La humanidad se estaba acercando al futuro brillante que tanto soñó. Con el apoyo de sus primarcas y los astartes poco a poco la humanidad volvía a unirse una vez más bajo la luz y orden del imperio. Pero todavía intentaba tener un espacio para sus hijos los primarcas, por difícil que fuera la paternidad. —Padre —una suave voz lo llamó desde la entrada del salón del trono—. Perdón por interrumpirte pero necesito preguntar algo. —Pasa, Sanguinius, sabes que siempre estoy dispuesto a escuchar. —Gracias padre —su hijo le sonrió de una manera angelical—. Umm, lo que sucede es que... Como tengo alas de ave por mi... mutación. Es posible asumir que puedo compartir otras características con las aves ¿no? El Emperador lo pensó. Había usado el ADN de varios animales para la creación de sus hijos, y estaba seguro que Sanguinius tenía los genes de más de un ave. —Si, no sería inusual que presentarás otras cualidades relacionadas con ellas. —¿Entonces es posible que yo entre en celo? Carajo. El Emperador no pensó tener nunca "la charla" con sus hijos. —... Es posible. ¿Pero por qué preguntas tal cosa? Las mejillas de Sanguinius se tiñeron de carmín mientras intentaba ver a cualquier lugar menos a su padre. —Últimamente me he sentido extraño. Magnus me dijo que me estaba comportando como un pájaro de verdad y cuando investigué al respecto todo coincidía con el celo de las aves. Sobre todo la muda del plumaje alternativo durante la época de reproducción. Sanguinius extendió tímidamente sus alas. Sus plumas pasaron de ser de un blanco inmaculado a tener una coloración rojiza en la punta, viéndose, cuando menos, llamativas. —Padre, ¿esto es normal? ¿Estaba planeado que yo fuera así? Maldita sea ¿dónde estaba Malcador cuando más lo necesitaba? —Mira hijo. Es algo natural en tu caso, cada uno de tus hermanos tiene su propia peculiaridad y no hay nada de malo en eso. —puso su mano sobre su hombro—. Está bien que tengas dudas al respecto pero puedes contar conmigo para resolverlas y no sentirte inseguro de ti. Sanguinius sonrió tan dulcemente que el Emperador no pudo evitar devolver la sonrisa. —Gracias padre, significa mucho para mi el poder contar con tu apoyo. —No tienes nada que agradecer. Es mi deber como padre estar para ustedes. ¿Tienes más preguntas al respecto? —En realidad... si. Desde que empecé con esto cada vez que veo a Horus mis alas... Por el trono dorado, esta va a ser una larga conversación.

***

—Konrad, abre la puerta de una vez. Volvió a golpear la gran puerta del cuarto de su hijo más joven. Cuando los creó nunca pensó que tendría que lidiar con actos de rebeldía juveniles como este. —Lárgate ¿no tienes otros hijos a los que molestar? —Si, tengo más hijos pero ellos sí están cumpliendo con su deber en la cruzada. En vez de encerrarse en su habitación y negarse a salir. Un gruñido sonó dentro de la habitación antes de que se escuchará el cerrojo de la puerta abrirse. Entró a la oscura y desordenada habitación de Konrad que lo miraba desde su cama. —¿Satisfecho? —preguntó con molestia. —Bastante, ahora ¿por qué ahora te niegas a dirigir tu legión? —Porque los odio —el desprecio en su voz era palpable—. Son lo peor de Terra y Nostramo, y me niego a trabajar con ellos. —Pero todos tus hermanos han sabido trabajar con sus hijos, tú también puedes hacerlo. Konrad se carcajeó sin alegría alguna. —Yo no soy ellos, padre, mis "hijos" no son como la legión de Fulgrim o Guilliman. Son criminales que crecieron en el pozo más oscuro de Terra y los callejones más sucios de Nostramo. ¡Son criminales, son sádicos! —agachó la cabeza y fijó su mirada en el suelo—. Son iguales a mi... El Emperador lo miró sin saber qué decir. Sabía que Konrad era uno de sus hijos que se podría considerar... defectuoso. Pero era la primera vez que se mostraba abiertamente descontento consigo mismo por eso mismo. —Hijo... —No me vengas con eso. Tu no me ves como un hijo, a lo mucho me ves como tu arma de terror para lograr tus objetivos. El Emperador se arrodilló frente a su cama para quedar a su altura, pues sin su servoarmadura Konrad era mucho más bajo que él. —No es así, Konrad, tu no eres ningún arma. Eres uno de mis hijos y te quiero como tal. —¿Quererme? Oh claro, ahora resulta que tú corazón es tan grande como para querer a un monstruo como yo. —¿De dónde sacaste esa idea? ¿Quién te llamó así? —¡Todo el maldito mundo! —gritó lleno de rabia—. No soy ingenuo, he escuchado lo que dicen de mí. Mis hermanos me critican, piensan que debí ser borrado como nuestros dos hermanos. Mi legión me ve como un sádico que persigue el derramamiento de sangre . Los humanos dicen que soy un error que nunca debió salir de Nostramo —se abrazó a sí mismo mientras temblaba por las emociones que lo superaban—. Al final todo se resume en el mismo concepto, me ven como un monstruo.  Las uñas de Konrad comenzaron a clavarse en su piel por la fuerza con la que se sujetaba a sí mismo. Pero antes de que pudiera hacerse sangrar unas grandes manos sostuvieron las suyas. —Tu no eres un monstruo. Eres mi hijo. No importa lo que otros piensen o digan de ti, yo sé la verdad y es que tus intenciones son nobles, buscas la justicia y en tu corazón deseas lo mejor para la humanidad. Un verdadero monstruo jamás podría tener tales bondades en su corazón. Konrad intentó liberarse de su padre pero su agarre era firme. —No quiero que me des palabras bonitas por lástima. —No es lástima en lo absoluto Konrad, es solo el amor que un padre siempre le tendrá a sus hijos. Acercó su mano al rostro de Konrad y limpió una lágrima que había resbalado sin que él se diera cuenta. Konrad escondió su rostro tras su cabello sucio y se limpió sus propias lágrimas con su mano que ahora estaba libre. El Emperador pensó que lo mejor sería darle un descanso a su hijo, nada bueno saldría de mandarlo a la cruzada en ese estado. Tal vez podría incluso dejarlo bajo el cuidado de alguno de sus hermanos. Vulkan podría ser una buena opción.

***

—Y este cuadro lo hice en honor a la victoria que Horus y tú compartieron sobre los orkos. Puse un gran detalle en la luz sobre ustedes, pues son él faro de la humanidad en la gran cruzada. —Pusiste un gran esfuerzo en esta pintura Fulgrim, no hay ni un solo desperfecto en ella. —Claro que no. Eres el epítome de la perfección padre, cometer un solo error al querer representarte sería un insulto a tu persona. —Es bueno saber que me ves con tal estima hijo mío —miró a su alrededor en la galería privada del fénix y analizó cada obra de arte en ella—. Aunque le das el mismo cuidado y detalle a todas tus obras. Todas son perfectas. Fulgrim infló su pecho con orgullo. —Te agradezco por tus palabras padre. Yo busco la perfección que tú me mostraste el día que viniste por mí por sobre todas las cosas. ¡Que tú veas esa misma perfección en mis creaciones demuestra que voy por el buen camino! —¿Entonces me trajiste aquí para escuchar mi aprobación? La seguridad de Fulgrim pareció flaquear por un momento ante su pregunta. Como si hubiera sido atrapado haciendo algo indebido —No fue como tal por eso, padre, yo de verdad quería mostrarte esté cuadro que hice en tu honor. —Entonces ¿por qué no invitaste a Horus? Tu mismo lo dijiste, fue una victoria compartida. Fulgrim tropezó con sus propias palabras mientras intentaba buscar alguna excusa al respecto. El Emperador esperaba pacientemente a su respuesta hasta que vio una manta cubriendo un objeto bastante alto al fondo de la habitación. —¿Es un nuevo trabajo? —preguntó mientras se acercaba. —¡¿Eh?¡ ¡Si, pero aún no está terminado, no es necesario que lo veas! —corrió tras él intentando evitar que se acercará más—. No, en serio, no es más que un proyecto personal ¡nada interesante! No como otras cosas que aún puedo enseñarte padre. Aún con sus intentos por distraerlo el Emperador continuó avanzando hasta ponerse frente a la manta y quitarla de un jalón revelando un bloque de mármol a medio cincelar. —Mhm, ciertamente parece bastante personal —pasó sus dedos por las partes ya esculpidas. Un rostro aun sin facciones definidas, la parte superior de un torso musculoso y unos brazos fuertes que todavía tenían sus manos atrapadas en el mármol—. Déjame adivinar ¿Ferrus? Su hijo no podía siquiera mirarlo. Tenía sus manos cubriendo su rostro pero todavía era evidente el color rojizo de sus orejas. —Te dije que no necesitas verlo... —¿Por qué? Estoy seguro que el resultado será espléndido. A Ferrus también le encantará. —No quiero que Ferrus lo vea, no quería que nadie lo hiciera en realidad—se acercó a la estatua y volvió a cubrirla con la manta—. No hay ninguna razón para esculpirlo y mucho menos para enseñárselo a alguien. Solo era algo que quería hacer para mí mismo, por más ridículo que sea. El Emperador lo miraba intrigado por sus palabras y preguntó. —¿Te avergüenzas de tus sentimientos por Ferrus? —¡Claro que no! ¡Mi amistad con Ferrus es sumamente preciada para mí! —No hablaba de tu amistad, Fulgrim. El color dejó el rostro del primarca en un instante. —¿Cómo te enteraste? ¿Usaste tus poderes psíquicos? —Por favor hijo mío. He vivido por muchos siglos y he experimentado toda clase de emociones. Se reconocer el enamoramiento cuando lo veo. Podrás haberlo ocultado de tus hermanos y tus hijos, pero jamás pasaría desapercibido para mí. Fulgrim se sintió estúpido por preguntar, claro que su padre, el hombre más sabio de todos, lo sabría. —Aún así no es que sienta vergüenza de eso, padre... —¿Entonces qué es?  —Debilidad —contestó sin dudar—. El amor es una debilidad, y en esta guerra que libramos en nombre de toda la humanidad no hay espacio para eso. —Entiendo tu punto hijo mío. Pero me temo que te has equivocado al tener tal idea.  —¿Equivocado? ¿Cómo podría ser eso padre? Si lucho sin distracciones ni dudas podré cumplir a la perfección con la misión que me has dado. El Emperador negó con la cabeza. —¿Pero qué sentido tiene luchar por algo que no amas? Cuando inicié la gran cruzada lo hice por amor a la humanidad. Cuando te busqué a ti y a tus hermanos a través de la galaxia fue porque los amo. ¿No lo entiendes Fulgrim? El amor no es una debilidad. Es la razón que nos impulsa a dar todo de nosotros y romper nuestros propios límites. No es una imperfección ni mucho menos y no deberías negarte tus propios sentimientos por eso. Los ojos de Fulgrim estaban abiertos por el impacto. Jamás esperó que su padre pudiera expresarse de tal forma de un sentimiento que ante sus ojos era una pérdida de tiempo. —¿Alguna vez te enamoraste? —Si. Varías veces en realidad. Y aún ahora atesoro esos sentimientos y recuerdos —se puso enfrente del cuadro que Fulgrim le había mostrado en un inicio—. Ahora respondeme ¿Por que solo me trajiste a mí para ver tu pintura? —... Quería ver que te sintieras complacido. Ver que estás orgulloso de lo que hago... —Siempre estoy orgulloso de ti Fulgrim, eres no solo un gran hijo sino también un gran hombre. Fulgrim tenía los ojos llorosos y podía verlo moverse inquietamente sus manos. —¿Puedo...? No necesitó terminar su pregunta para que su padre lo entendiera. —Ven aquí hijo —extendió sus brazos y Fulgrim saltó a sus brazos abrazándolo fuertemente.

***

—Por última vez. Esto es por su bien. —¡Tonterías esta solo es una horrible forma de castigo! —Me temo que por esta vez estoy de acuerdo con Perturabo. Esto es simplemente cruel padre. El Emperador se frotó la cara con cansancio. —Ustedes me han orillado a esto. Siempre peleando el uno con el otro sin siquiera intentar hablar civilizadamente. Por eso es que ahora tendrán que llevar esto con ustedes —señaló los refinados brazaletes que tenían cada uno en una mano—. Esos brazaletes son tecnología que sobrevivió a la vieja noche. Están hechos para evitar que se alejen más de seis metros el uno del otro. —¡Esto es una estupidez! —Perturabo comenzó a tirar del brazalete intentando quitárselo—. ¡No pienso quedarme pegado a este cretino! —No creas que yo también aceptaré estar atado a un envidioso como tú —Dorn perdió la compostura y también tiró de su brazalete. El Emperador solo los vio actuar como niños y se preguntó por qué no podían llevarse bien con lo parecidos que eran. —Nada de eso funcionará. Yo se los puse y solo yo puedo quitárselos. —¿Y qué quieres que hagamos para hacerlo? —Ya se los dije. Quiero que trabajen juntos. Ambos estarán a cargo de la remodelación de la zona sur del palacio y trabajarán en conjunto como un equipo. —¡¿Equipo?! —gritaron los dos al unísono. —Eso mismo dije. —¡Ni hablar! —la furia de Perturabo estaba a flor de piel—. No pienso trabajar en un proyecto donde al final todo el crédito se lo darán a este creído cerebro de aserrín.  —Y yo no creo poder concentrarme con los llantos constantes de un hombre bebé que no sabe pensar sin una estúpida computadora pegada a su cabeza. —¡Escúchame bien estúpido hijo de...! —¡Silencio los dos! —la voz de su padre resonó por toda la habitación y ambos primarcas agacharon la cabeza instintivamente—. Ninguno de ustedes es mejor que el otro. Ambos ahora mismo están actuando como unos niños malcriados en vez de unos adultos. ¿De verdad creen que esa es la actitud propia de un primarca? Ambos quedaron mudos por el peso de la mirada molesta del Emperador sobre ellos  Dorn fue el primero en hablar. —... No, padre...  —Eso pensé. Ahora escuchen bien, le he preparado una habitación compartida que usarán durante todo el tiempo que duren las remodelaciones. Hasta entonces ustedes tendrán que comportarse y al menos intentar llevarse bien. Perturabo, no quiero que destruyas el trabajo que Dorn haga. Y Dorn, no vayas a ignorar las ideas y sugerencias de Perturabo. Ambos serán un equipo, no lo olviden. —Si, ya entendimos padre ¿ya podemos irnos? —preguntó Perturabo todavía molesto por toda la situación. —Pueden irse. Pero a la primera que escuché que ustedes volvieron a iniciar una pelea yo mismo los traeré de regreso aquí así sea a rastras. Los hermanos asintieron y salieron del salón del trono. Aunque todavía podía verlos murmurarse cosas molestos el uno al otro y empujándose con los hombros antes de cerrar las puertas tras ellos. El Emperador se recargo contra el trono y suspiro cansado. Poner a esos dos a trabajar juntos era un movimiento peligroso. Eran como una bomba de tiempo esperando a estallar. Pero si todo salía bien no solo tendría a sus hijos trabajando más armoniosamente, sino que también podría aplicar ese método con sus otros hijos. Leman y Magnus sin duda lo necesitaban.
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