Capítulo 1
2 de julio de 2025, 21:54
Decir que Konrad odiaba el contacto físico era quedarse corto. Lo aborrecía. La mera idea de que alguien lo tocara activaba todas sus alarmas de huir o luchar. Él tampoco había deseado tocar a alguien, a menos que fuera algún criminal que mereciera ser castigado.
Pero aún con su desprecio por el contacto ajeno, se encontraba anhelando el toque de Vulkan. A veces él acercaba su mano a la suya para rozar sus dedos. O permitía que Vulkan acomodara su cabello. No importaba que tan insignificante o corto fuera el contacto, producía un estremecimiento por todo su cuerpo. Y él lo disfrutaba.
Pero se pregunta qué tan lejos podría llegar. Que se sentiría un contacto más cercano con Vulkan.
Fue entonces cuando mandó a uno de sus hijos a que le enviara una carta a su hermano para que se encontrara con él en su habitación. Si su legionario iba a hacer alguna clase de pregunta al respecto esta no pudo ser expresada al ver a su padre haciendo una mueca irritada que mostraba sus dientes afilados.
Cuando Vulkan tocó a su puerta Konrad no perdió el tiempo con saludos y lo arrastró al interior. Su habitación como era de esperar era completamente oscura. De las pocas que no tenían un balcón y las ventanas que tenía estaban tapadas para no dejar entrar la luz. Era lúgubre e inquietante como el propio primarca.
Llevó de la mano a Vulkan y lo sentó en su cama que crujió bajo su peso. Aunque estuvieran en la oscuridad Konrad podía ver su expresión confundida con claridad. —Konrad, hermano, ¿ocurre algo para que me permitieras entrar a tu cuarto?
—Quiero que hagas algo por mi —Konrad se acercó más a Vulkan, hasta que pudiera distinguir vagamente su silueta en la oscuridad—. Quiero que me toques...
En realidad Konrad no sabía qué esperar de tal petición, pero no esperaba ver a su hermano moverse incómodamente en su lugar. —Uhm... ¿Exactamente a qué te refieres con "tocarte"?
—A cualquier cosa. No me importa, puedes hacerlo de la forma que quieras —agacho la cabeza en un gesto que casi parecía de sumisión—. Solo quiero sentir tu tacto, tu calor...
En cuanto terminó de hablar Vulkan entendió la necesidad de Konrad y su expresión se suavizó. Sus manos encontraron las de Konrad y por primera vez las sujetó por completo en vez de solo rozarlas. Konrad sintió un hormigueo en sus manos ante el tacto pero no puso resistencia y se dejó guiar hasta las piernas de Vulkan.
Aunque Konrad le hubiera dicho que podía tocarlo como Vulkan más quisiera él conocía los límites de su hermano. Sabía hasta dónde podía llevarlo sin hacerlo sentir amenazado y una vez que lo tuvo sentado en su regazo llevó una de sus manos hasta sus labios y la besó. Se preguntó qué cara tendría ahora su hermano, era una lástima que él no pudiera ver tan bien como Konrad en la oscuridad.
No se detuvo ahí. Dejó que sus dedos vagaran un poco más por su piel, subiendo por su brazo hasta su hombro, sintió unos delgados tirantes que asumió que serían de su camisón. Eso agitó las cosas en su interior. Vulkan lo acercó para besar su cuello y Konrad suspiró en respuesta.
Nunca había escuchado a su hermano así, se preguntó qué otros sonidos podría obtener de Konrad. Tomó su rostro entre sus manos, y sintió sus mejillas arder, no era difícil imaginar que ahora su piel pálida estaba teñida de rojo. Cortó la distancia de ambos y lo besó por primera vez. No fue algo muy pasional, fue un beso corto que no quería presionar de más a su amado.
Konrad puso sus manos en los hombros de Vulkan y lo jaló hacia él. —Más. Quiero más de esto.
Vulkan no dudó en obedecer. Volvió a besar a Konrad otra vez. En sus labios, sus mejillas, en el cuello y su pecho. Quería besar cada parte de él, quería que aún cuando estuviera separados durante la gran cruzada Konrad todavía pudiera recordar sus labios sobre él, amándolo por completo.
Dejó que sus manos acariciaran las delgadas piernas de Konrad. Su piel era fría al tacto y Vulkan lo adoraba. Sus caricias subieron hasta llegar al borde de su camisón y sus manos comenzaron a vagar debajo de la tela. Exploró su pecho con avidez, memorizando con su memoria perfecta cada detalle, incluido el relieve de cada cicatriz.
—Eres hermoso —afirmó Vulkan con un suspiro—. El más hermoso de nuestros hermanos.
Konrad rio sin humor. —Fulgrim es hermoso, Sanguinius también. ¿Por qué serían menos bellos que yo?
—Porque ellos no son tú —respondió sin dudar.
Konrad ya no discutió al respecto. Pero aunque no lo admitiría en voz alta se sentía feliz. Se sentía amado como nunca creyó que lo sería. La sinceridad y seguridad en las palabras de Vulkan lo hicieron sentir que se lo merecía.
—Te quiero... Vulkan, te quiero en verdad.
Las manos de Vulkan se detuvieron. Era la primera vez que Konrad admitía sus sentimientos tan claramente. La pasión creciente en su pecho fue reemplazada por puro amor y envolvió a Konrad en un abrazo. —También te quiero, Konrad. Más de lo que puedo expresar con palabras.
Su hermano correspondió a su abrazo y se aferró a él. El ánimo de ambos se calmó hasta que solo quedó la satisfacción de su compañía. Vulkan besó su coronilla y sonrió. —Deberíamos tener más momentos así. Me gusta poder abrazarte de esta manera.
—Todavía nos queda tiempo en Terra —Konrad acariciaba el pecho de Vulkan distraídamente—. Podemos repetirlo en otra ocasión.
Vulkan sonrió y volvió a besar los labios de Konrad. —La siguiente vez podríamos hacerlo en un lugar más iluminado. Quiero poder verte cuando te bese.