ID de la obra: 311

Muestra de amor

Het
G
Finalizada
1
Promocionada! 0
Emparejamientos y personajes:
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4 páginas, 1 capítulo
Descripción:
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Capítulo 1

Ajustes de texto
En la disformidad, donde los sueños se materializan convertidos en pesadillas y los horrores acechan desde su profunda oscuridad a los seres del mundo material, esperando un momento de duda para reclamar sus almas y hacerle caer a los pies de las entidades corruptas que gobiernan sobre en el inmaterium. Todavía en un lugar así hay algunos oasis que podrían ser calificados de "hermosos" según los simples estándares de las criaturas mortales.  Un ejemplo era un enorme árbol que crecía en los terrenos del dios de la plaga, uno que permanecía sano aún sobre el suelo contaminado del planeta de la plaga donde se encontraba. Tenía varios nombres, algunos lo habían llamado el árbol de la vida, aunque como tal no poseía un nombre propio. Sus frutos crecían maduros en las ramas de este árbol consagrado a la diosa más hermosa que caminaba por el putrefacto jardín de Nurgle.  Isha. Muchos mitos habían nacido sobre su estancia en el reino del señor de la pestilencia. Muchos clamaban que ella permanecía encerrada en una jaula, pudriéndose en vida bajo las condiciones precarias en las que él dios la tenía. Que ella era usada como un sujeto de pruebas para las nuevas enfermedades de Nurgle. O incluso que él dios la tenía expuesta como un premio para mostrar su victoria sobre Slaanesh. Pero los rumores son solo eso, rumores. Aunque no por eso carecían de un poco de verdad. La verdad es que la diosa aeldari había pasado de captor en captor. Desde Khaine, pasando por Isha y acabando en manos de Nurgle. Y este último había sido más considerado en su trato hacia ella, o al menos todo lo considerado que un dios del caos podía ser. Ella había vuelto de este árbol su hogar, sus días los pasaba cuidando de él para que nunca se marchitara y en las noches dormía en sus ramas más gruesas o recostada a sus pies.  Aún tenía la opción de dormir en la morada de Nurgle, él le aseguró que la recibiría con los brazos abiertos cuando ella quisiera acercarse a su palacio y ocupar un lugar como su pareja, prometiendo que sus hijos estarían felices de llamarla madre. Pero ella lo rechazó cortésmente. Había desarrollado un cariño especial por este árbol que crecía fuerte aún en la disformidad. Nurgle nunca presionó y aceptó su decisión, pero mantuvo las puertas de su hogar siempre abiertas sólo para ella. Isha subió por su tronco, acercándose a una de sus ramas que daba los frutos más grandes y dulces, estiró su brazo para alcanzarlo.  Pero se detuvo al escuchar un aullido cargado de rabia y frustración. Retrocedió en su acción y miró al cielo contaminado del planeta. Habían pasado diez mil años desde que escuchó ese aullido por primera vez y cada vez lo escuchaba más cerca. Su corazón se agitó por la incertidumbre de qué pasaría cuando lo escuchará en la superficie del mundo. —Isha, ¿podrías bajar para verte? Tengo algo para ti. La voz rasposa de Nurgle la sacó de sus pensamientos. Sin dudar fue hasta la rama más baja del árbol y se encontró de frente con el dios de la plaga. Lo miró con sus bellos ojos verdes y la boca del dios se torció en la parodia de una sonrisa de colmillos amarillos y podridos al verla. —Hoy viniste más temprano de lo habitual —le dijo como siempre en un tono amable. —Espero no haber interrumpido nada querida, pero te he traído un nuevo obsequio —el dios extendió sus manos en las que sostenía un tazón sucio y que en su interior tenía un repulsivo líquido verde que burbujeaba y apestaba a muerte—. Es mi más reciente creación. La hice pensando en ti, en que pudieras disfrutar comiendo tanto como yo la disfruté creándola. Los regalos de Nurgle eran como las bendiciones que daba a sus adeptos, una condena a una agonía profunda que enfermaba hasta él alma. E Isha, proclamada como su pareja, era de las pocas con el honor de recibir sus regalos de manos del propio dios. Pero ella había aceptado estas muestras de su aprecio como lo que eran, una oportunidad para entender las plagas de Nurgle y buscar una cura para que sus hijos en el mundo material pudieran sobrevivir a ellas. Hizo un gesto con la cabeza y tomó el tazón con sus manos. La punta de sus dedos estaban a solo unos milímetros de los de Nurgle, pero todavía sin tocarse, aún después de miles de años nunca se habían tocado, o más bien, Nurgle nunca la había tocado. El dios nunca inició el contacto y ella tampoco lo pidió y respetando sus límites mantuvo su distancia del cuerpo de la diosa. —Agradezco tu regalo Nurgle, prometo apreciarlo tal y como lo haces tú. —Tomó la cuchara y la acercó a sus labios, pero antes de probar la sopa otra vez se escuchó el aullido en el cielo y ni Nurgle pudo ignorarlo— ... ¿Sabes a quién pertenece ese aullido? —Pregunto sin ocultar su curiosidad. Nurgle miró el cielo con severidad pero volvió a sonreírle como pudo. —Si, pero no es alguien por quien debamos preocuparnos, no todavía. En cualquier caso, es el campeón de Tzeentch quien debería de estar agitado por la cercanía del lobo. —Para que suene a que se acerca más a este mundo, aún con el reto que eso supone, no creo que sea algo que se pueda ignorar tan fácilmente —replicó— ¿es algún enviado de otros dioses del caos? —No, pero es tan molesto y problemático como cualquiera de sus sirvientes. ¿Pero por qué te preocupa tanto eso querida? Isha puso el tazón en su regazo y se recostó contra el tronco del árbol. —No se como explicarlo, pero es como si supiera que lo que sea que aúlle de esa forma viene directamente al jardín y su llegada puede que signifique un cambio enorme... —¿Y tienes alguna idea de que podría ser ese cambio?  La diosa lo miró directo a sus ojos hundidos y lechosos. —Puede incluso que signifique mi regreso al mundo material. El silencio que siguió a sus palabras pareció afectar a todo el planeta, como si todos los hijos de Nurgle estuvieran expectantes a la reacción de su señor ante esas palabras. Pero la sonora carcajada de Nurgle recorrió toda su tierra.  —¡Oh querida! Es bueno que después de tantos siglos no pierdas el sentido del humor —se acercó más a la rama donde estaba sentada y su rostro quedó a unos centímetros del de Isha. Rodeándola con su olor putrefacto que concentraba el hedor nauseabundo de todos los cuerpos descompuesto de la galaxia—. Aún si ese cánido llegará a la superficie del planeta todavía tendría que enfrentarse a mis hijos más queridos y poderosos. Pero sobre todo ante mi propia presencia, pues aún no es tiempo de que nos separemos. —¿Y cuándo será ese momento? Si dices que ni siquiera ese lobo está destinado a regresarme con mis propios hijos, ¿entonces qué podría ser capaz de dejarme libre de irme? Nurgle río por lo bajo, como si la respuesta a su pregunta fuera obvia. —Cuando el último ser vivo en la galaxia capaz de adorarme caiga muerto y yo ya me hubiera alimentado de la descomposición de su cuerpo. Solo entonces querida Isha, cuando mi poder haya menguado hasta desaparecer, cuando podrás ir a donde tu desees. Los ojos de Isha se abrieron con angustia ante la imagen de tal futuro desolador. —Cuando eso pase... ya no tendré un hogar al cual regresar... —Me temo que no, pero es por eso que no tienes que preocuparte, mis hijos se encargarán de que tal cosa no suceda. Por lo que aún nos quedan muchos días como este para disfrutar de la compañía del otro ¿no suena eso a un futuro mejor? Ella no respondió. Posó su mirada en la sopa que aún tenía con ella y vio su reflejo ondulante en el. ¿A eso se reducían sus opciones? Vivir una eternidad con Nurgle como su captor o vivir en el mundo material cuando todo lo que una vez conoció y amó había muerto. Parecía tan injusto, pero no es como si ella misma tuviera más ideas de qué hacer. —Oh Isha, no dejes que la melancolía ponga una expresión tan triste en tu rostro, vamos, dale una probada a tu sopa, seguro que el amor que puse en ella te pondrá de mejor humor. Nurgle sonaba tan convencido de sus propias palabras, pero es porque así era. Creía firmemente en que estas muestras de su afecto eran la forma más genuina de mostrar su amor y preocupación por ella. Dándole de probar sus nuevas creaciones antes que a sus propios hijos que rogaban por recibir una sola probada de estos regalos hechos por él. No había mayor honor que provocará la envidia incluso en sus seguidores por el favoritismo y cariño que le mostraba tan abiertamente. Era una visión tan torcida de lo que es el amor, no tenía nada que envidiar al entendimiento de ese mismo sentimiento que la propia Slaneesh poseía. Pero no podía hacer nada por cambiarlo, los dioses del caos están más allá de cualquier esperanza de entender lo que la misericordia significaba. Y Nurgle no era la excepción, aún habiendo sido más cuidadoso con ella de lo que hubieran sido sus otros tres hermanos, todavía veía en la agonía que significaba para ella el consumir sus regalos una prueba de un amor sincero. Esa era su vida y ella no podía cambiarlo, solo aceptarlo. Tomó con fuerza el tazón y bajo la mirada expectante del dios lo acercó a sus labios y comenzó a beber de él. Usando toda su voluntad para no dejar escapar un grito de dolor mientras sentía como las piel alrededor de su boca comenzaba a pudrirse y su garganta se derretía con el paso de la sopa por su sistema. Y Nurgle al ver esta reacción sobre su amada sonrió más ampliamente de pura satisfacción.
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