ID de la obra: 326

Una liebre para un Weasley

Het
PG-13
En progreso
2
El trabajo participa en el concurso «Harry Potter: El Capítulo Perdido»
Fechas del concurso: 26.06.25 - 13.08.25
Inicio de la votación: 12.07.25
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planificada Mini, escritos 4 páginas, 1 capítulo
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Encuentro en el Lago Negro

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Harry Potter: el capítulo perdido. Una liebre para un Weasley. Encuentro en el Lago Negro. Habían pasado unos cuantos meses desde la muerte de Cedric Diggory, y todo el mundo mágico estaba aterrorizado ante la idea del posible regreso del Señor Tenebroso. Por supuesto, había quienes no confiaban en la palabra de Harry Potter y optaban por creer en el Ministerio de Magia. Aquellos que sí temían por el inminente regreso de Voldemort eran quienes, desafortunadamente, tuvieron algo que ver con él, ya sea directa o indirectamente. Ron Weasley fue uno de los pocos (al principio) que creían en El-niño-que-sobrevivió, y no es para menos: el pobre Harry necesitaba que lo apoyaran para poder afrontar aquella cruda realidad. Tras estos desafortunados eventos, sumados los de años anteriores (prácticamente desde primer año), el más joven de los Weasley varones comenzó a cuestionar la forma en la que su comportamiento (él suyo y el de Harry) había afectado no solo su reputación académica, sino que también sus vidas se vieron expuestas en un enorme peligro. Por esto, Ron sentía que las aventuras tenían que parar. No era nada relacionado con la madurez de los adolescentes de quince años, sino que tenía el presentimiento de que en aquel curso iban a ocurrir cosas grandes, ya sea para bien o para mal. Y esta sensación no era nada nueva: incluso en el reciente cuarto año, se veía que este caldo se cocinaba a fuego lento. Por ejemplo, Ron, totalmente confundido, creyó que había perdido la amistad de su mejor (y única) amiga; debido a que la chica pasaba tiempo con Víctor Krum. Hasta aquel momento, Ron pensaba que Hermione era la única chica que andaba por su mente, hasta que una mañana durante el almuerzo y que estaba sentado junto a Harry en el Gran Comedor, vió a su hermana menor, Ginny, y a una chica que no conocía despidiéndose y cada una yendo a la mesa de la casa que le correspondía. La desconocida se sentó en la mesa de Ravenclaw. A Ron le pareció muy bonita: cabello rubio, ojos grises y, sobre todo, su expresión que detonaba serenidad, confianza e inteligencia. El chico no pudo contener la curiosidad, así que preguntó a Harry mientras se servía más puré de papa: -Oye, Harry, ¿sabes quién es la chica que estaba hace un momento con Ginny? -No sé muy bien a quién te refieres -respondió Harry distraído con el huevo que consiguió en una de las pruebas del Torneo de los Tres Magos, ajeno a su comida que seguía llena en el plato-. Pero si era una chica rubia, y estoy seguro de que era ella, lamento decirte que no sé su nombre. Pregúntaselo a Ginny. El brillo ilusorio en los ojos de Ron se apagó. Sin embargo, aquella no sería la única vez que vería a la rubia. Después del primer vistazo en el Gran Comedor, Ron la volvió a encontrar en los pasillos, mientras él y Harry se dirigían a sus clases de Pociones. En otra ocasión tuvo la oportunidad de distinguirla en los patios del colegio, junto al Lago Negro. Fue ahí donde Ron confirmó sus sospechas de que la chica cursaba, en aquel momento, su tercer año. Antes de que terminara el curso, Harry y Hermione notaron algunas anomalías en el comportamiento de Ron, mostrándose incluso más ido de lo normal. El susodicho se la pasaba preguntando mentalmente en cómo era posible que una chica, que encima ni conocía de nada, le llenara de intriga con sólo ver su rostro. Era como si, de repente, los rostros de aquellos compañeros aledaños resultaran invisibles para su vista, y las caras fueran desdibujadas por algún hechizo especial de invisibilidad facial. Nada, excepto ella, tenía forma. Una noche antes de terminar el curso escolar, Ron se encontraba recostado en su cama de dosel rojo, mirando con la dirección a la ventana, sin observar realmente nada en concreto. Harry al parecer no había logrado conciliar el sueño y, para distraerse un rato, le sacó plática a Ron. -¿Vas a contarme qué es lo que te trae tan fuera del mundo real? -preguntó Harry en tono despectivo y esperó por una respuesta. Al no conseguir contestación alguna, agregó-: Se trata de aquella chica, la rubia, ¿no es así? -¿Cómo es que…? -empezó Ron ligeramente sorprendido y, a la vez, acalorado. -Lo sabía, además, no eres bueno disimulando siempre que estamos en la misma habitación o pasillo con ella. Las orejas de Ron adquirieron una tonalidad carmesí después de escuchar esto, y en aquel momento agradeció que estuviera oscuro. Decidió responder apresuradamente para no hacer más vergonzosa la situación para él. -Bu…bueno, ti…tienes razón. Admito que he estado últimamente muy distraído por esa chica. No pienses que me gusta o algo así -agregó rápidamente al sentir la mirada de Harry clavada en él. Aunque el tono que empleó para esa aclaración no fue del todo convincente. -Ya…seguro que no. ¿Al menos sabes su nombre? -Eh… -Ron vaciló un poco antes de responder, respondiendo finalmente con la verdad (no podía mentirle a su mejor amigo, incluso aunque quisiera)- no, no lo sé. En ninguna sola de las veces que había estado relativamente junto a ella, jamás, en ningún momento se le ocurrió preguntárselo. Harry le aconsejó que lo hiciera antes de irse para que, según él, no se fuese con las manos vacías. -No estoy seguro si tendré valor -objetó Ron, cayendo en cuenta que nunca en su vida se había relacionado con otras chicas que no fueran su hermana o Hermione. Y a ésta última estaba empezando a ver simplemente como una amiga, o incluso una segunda hermana. Pero nada más. Después de lo de Krum, aprendió a que no debía comportarse de esa manera con nadie. De alguna manera, entendió que no era correcto comportarse así con Hermione. No tenía sentido. Sólo eran amigos y él estaba empezando a entenderlo. -Sólo relájate y actúa casual -le atajó Harry-. No solo sabrás su nombre, sino que, también, vas a tratarla y ya verás que le caerás muy bien. -¿Cómo estás tan seguro? -preguntó Ron. Harry le dedicó una ligera sonrisa antes de responder, siendo sus ojos verdes el único resplandor chispeante entre la penumbra de la noche: -Porque eres Ron Weasley. Aquella respuesta, aunque simple y ambigua al mismo tiempo, dejó pensando un rato al pelirrojo. Cuando despertó, a la mañana siguiente, no pensó ni tuvo el presentimiento de que su corazón le diera un enorme vuelco; >>¿Por qué a mí, por qué yo, un simple muchacho, me tiene que pasar esto?<<, se preguntaba para sus adentros mientras sentía la sudoración recorrer por sus manos y su larga nariz. Era el día… debía serlo. Todo o nada. Se puso su túnica negra y salió corriendo a desayunar. Allí lo esperaban Harry y Hermione, quienes ya estaban devorando todos los alimentos que se servían en el Gran Comedor. Ninguno de los dos pareció poner cuidado al hecho de que su amigo, el cual comía nerviosamente, estaba más distraído de lo que podría estar nunca, ni que agarraba la cuchara con manos ligeramente temblorosas. Incluso parecía confundirse de plato y tomar porciones de sus amigos por mera inercia. Y es que allí estaba ella, tan serena y taciturna como siempre, desayunando en su mesa, sin saber que, a pocos metros, un delgaducho de quinto año se le acercaría para entablar conversación, así como así, de la nada. O eso pensaba Ron, pues no tenía ningún plan de acción, pero la intención estaba allí, y ya vería la manera de resolverlo. Cuando los tres hubieron terminado de desayunar, pasaron la mayor parte de la mañana jugando al ajedrez mágico o a los naipes explosivos, en la sala común. Pero cuando llegó la tarde, los tres amigos salieron a dar una vuelta por los terrenos de Hogwarts, que estaba abarrotado de estudiantes. El trío de oro se sentó bajo un árbol, muy cerca del Lago Negro. Ron pudo distinguir de entre la multitud de alumnos, que estaban contemplando la grandeza del calamar gigante, a la chica rubia que por obra suya le había hecho pasar una no muy cómoda mañana aquel día. -Ve a hablarle -dijo Harry cuando notó que Ron miraba a la chica. -¿Hablarle a quién? -intervino Hermione, que ya estaba intentando seguir la mirada de Ron-Oh… ¿te refieres a Lu…? No pudo terminar la frase porque Harry la calló colocando su mano en la boca de la Granger. -Chsst, no le digas. Dejemos que él lo averigüe por sus propios méritos -dijo Harry alejando su mano de la boca de Hermione y acomodándose nuevamente a como estaba antes. Ron iba a reprochar, pero, antes de que pudiese decir nada, una voz lo sacó de sus pensamientos. Una voz dulce y tranquila, de aquellas que inspiran plena confianza y ganas de simplemente recostarse en el pasto y escuchar una linda historia, de su parte, durante largas horas. -¿De casualidad no han visto a Trevor? El muchacho se volvió detrás de sí y, ya sea para su fortuna o no, la persona que estaba atrás de él era la rubia de tercer año. -¿Trevor? ¿El sapo de Neville? -preguntó Hermione, siendo la primera en romper el corto silencio. -Sí, ese mismo. Parece que ese animalito no le quiere, porque constantemente le abandona. Ron seguía callado y Harry parecía querer decir algo. Sin embargo, antes de que pasara nada más, se oyó el grito de un chico que se acercaba desde un extremo del Lago Negro. Aquel chico era Neville Longbottom. Neville parecía algo alterado porque venía corriendo, pero a la vez aliviado; ya que llevaba entre sus manos al pequeño sapo Trevor. Llevaba las mangas arremangadas. Parte del brazo descubierto y las manos estaban mojados. Cuando hubo llegado hasta los cuatro chicos, junto al árbol, exhaló algo de aire y exclamó por fin: -¡Al fin lo encontré! -anunció señalando con la cabeza al sapo en sus manos- estaba dentro del lago, muy cerca de la orilla- ¡Vaya a saber Merlín qué demonios hacía ahí! Pero lo importante es que le he encontrado y ahora está a salvo -dijo y se sentó junto a Hermione, contemplando al animalito. Estuvieron hablando durante un buen rato (Ron no habló casi nada) hasta que llegó la hora de partir de Hogwarts a King’s Cross. Los cinco chicos se levantaron del césped y comenzaron a caminar hacia el castillo para recoger sus cosas. Durante todo aquel rato en el que estuvieron conversando, nadie nunca mencionó el nombre de la chica. Ron creyó que todos se pusieron de acuerdo para que no se enterase. Vaya suerte la suya, pensó. La misteriosa muchacha seguía su andar con sutil parsimonia. Nada parecía perturbarla. Ron miraba fijamente, con los ojos clavados en su larga melena de oro, que parecía mecerse al ritmo del ligero viento que soplaba desde el oeste. No podía postergarlo más. No, no quería ser un perdedor, ni arrepentirse de esto por el resto de su vida. Si algo había aprendido en los últimos años, era que, en situaciones de alto riesgo, lo único seguro era el fracaso. ¿Qué más tenía que perder? Viéndolo así, sonaba lógico en su mente. Así pues, sus pies se despegaron del suelo y, adelantando una sobre el otro, empezó a caminar con dirección a ella. Y detuvo su caminar para que la rubia llegara a estar a la par con él. Cuando llegó el momento, Ron suspiró y empezó. -Oye… -dijo, y sabía que no se escuchaba del todo seguro, pero decidió continuar al ver la mirada curiosa que su interlocutora le dirigía. Sus grises ojos penetraban con los de él y eso le intimidaba- creo que no nos hemos presentado formalmente. Soy Ronald Bilius Weasley. Pero todos me llaman Ron. Pareció que la rubia le había encontrado la gracia a todo el asunto; pues enseguida, cuando Ron hubo acabado de decir su nombre, la chica rio ligeramente. -Tranquilo, Ron, no tienes que ser tan formal conmigo -dijo para luego mirar hacia arriba (el cielo estaba de un color lila) y, después de unos segundos, volver la vista al chico-. Yo soy Luna, Luna Lovegood -y estrechó su mano con la de Ron. Luna Lovegood. Ese era el nombre de la chica que le había robado gran parte de su atención durante el último rato. Aquel era el nombre de la chica que, por alguna razón que él desconocía, le robó toda su atención al primer encuentro, como si de una veela se tratase. Una veela que, incluso, le hacía olvidar que estudiaba en Hogwarts. Un par de meses después de ese momento, Ron regresaría a su amado colegio para cursar el quinto año. Después de entrar en el tren, junto a Harry, Hermione y Ginny, se separaron él y Hermione para ir al compartimento de los prefectos. El menor de los varones Weasley empezaría una nueva etapa y año escolar en su vida. Tras haber sobrevivido exitosamente a la primera interacción con Luna, no sabía qué esperar. Tantas cosas habían sucedido en este cuarto año, y quizás para cualquiera la visión más pesimista se le cruzaría e instalaría en la mente sin oponer la menor resistencia. Pero, para él, en ese momento que tomaba asiento frente a Hermione en el compartimento del tren, sólo la calidez del regreso a su hogar podía consolar su ansiosa y pesada ánima. Nota: Si encuentran este fic en Wattpad o en FanFiction es porque ya lo había subido anteriormente en estas plataformas. Yo soy el autor; releí y reescribí este primer capítulo.
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