Nos vamos juntos Haciendo viejos Algunos sueños Toda la piel
El primer encuentro, fue desastrosamente triste. Es, como se lo imagino Loki, una situación extraña, ajena e inconexa. Ese no es su Thor y él no es el Loki que el otro esperó. No son, de ninguna manera, lo que sea que deberían ser, ni están tan cómodos como deberían serlo; si algo puede leer en los compañeros terrícolas de su hermano y su comportamiento. Porque sí, a pesar de todo, es su hermano. Porque cuando lo ve, aunque lo niegue, sus piernas se sienten flaquear y quiere correr a abrazarlo con fuerza, para corroborar si hay, en medio de todo eso, un poco del calor que se les escapó hace tan relativamente poco. Él no viene, Loki no va. No hay abrazo, ni discusión, ni intrigas. No hay preguntas. Y quizá, eso es lo que pese más, a Loki siempre le parecieron exageradas las muchas preguntas de Thor, ahora las extraña. Hay un hueco ahí, entre sus verdades, entre el destino del que no puede evadirse, entre los secretos de la TVA que no sabe muy bien como compartir con los hombres y mujeres que se reúnen alrededor de la mesa para pensar en cómo vencer a Thanos de forma permanente. Da lo que puede, intenta explicar cómo y porqué está allí. Al principio es horrible, es como una cachetada a todas las decisiones que ha tomado. Tanto Rogers como Stark parecen tirar en direcciones opuestas, aunque igualmente convencidos de la necesidad de tenerlo de su lado: uno lo quiere con esposas, otro una negociación. Thor, no dice nada, salvo que la tierra, como su ahora hogar, debe decidir. Loki, como no ha hecho nunca, baja la cabeza y acepta la decisión de su rey. Ha aprendido demasiado bien el peso de sus decisiones en el tiempo, en la vida de los demás. —Aceptaré lo que sea que quieras —comenta, frente a las demás personas—. Siempre que la sentencia que se dicte la ejecutes tu. Si va a morir, si va a ser encarcelado, si va a pasar la eternidad en exclusión, más le vale a Thor que pueda mirarlo a los ojos. ¿Le ha dolido tanto como a él? Tal vez sí, pero aún es la vida de Loki y no ha vuelto para ser arrancado de ella sin más. Thor lo mira, por fin, el azul en su único ojo es más eléctrico que nunca. Odín estaría orgulloso. —Así será —afirma, volviendo la vista a un mapa elaborado por Stark en el que intenta descifrar lo que podrían hacer con Thanos, como acorralarlo. Los planes a medias de los Vengadores son ridículos, un amasijo de ideas inconexas basadas en su fuerza bruta. Shuri y el elegante Pantera Negra lo intuyen y lo hacen saber. —Podríamos fracasar, es mucho lo que arriesgamos por una pequeña ventana —comenta el rey, mirando a sus compañeros—. Thanos ha estado delante de nosotros por años, seguramente tiene una idea clara de cuándo y cómo lo atacaremos, se preparará para ello. Loki también lo imagina, incluso si lo derrotaran, seguramente tiene un plan. Y, si está seguro de cómo es él —así como lo vio en la TVA—, el plan es que ya habrá destruido las gemas para sentarse apaciblemente mirando el horizonte, con la firme convicción de que ya ha cumplido su misión a cabalidad. Es una victoria que no quisiera darle, no otra vez, no en esta realidad donde Thor está respirando tan cerca. —Hay otra manera —afirma—. Hay otras formas, otras gemas. No en esta realidad, no en este universo. Podríamos traerlas por un pequeño periodo de tiempo —Banner y Stark abren los ojos, como si acabara de derribar una puerta que no sabían abrir—, pero ir entre una realidad y otra cuesta, necesitamos otros recursos. —Sí, claro —la Viuda Negra balancea su cabello claro con sorna—. ¿Puedes saltarte la realidad sin más? —Sí —afirma, poniendo su mejor sonrisa—. Podría hacerlo. Es un truco nuevo que he aprendido hace poco. —No te creo —reta ella, más como diversión que un enfrentamiento real—. No han pasado ni dos meses desde tu aparente muerte y hoy. ¿Qué se puede aprender en ese tiempo? —No han pasado dos meses —reniega, mirando a Thor, que le sigue con la mirada—. Ha pasado toda una vida, para poder escapar, tuve que tomar un camino bastante largo. Solo entonces, en el delicado equilibro del espacio-tiempo, siente un tirón, uno que pega en su inconsciente como pocos. Es la mirada, no la del ser corpóreo, sino la del dios que hay dentro de Thor que se fija en él y lo escudriña, buscando alguna señal del dolor, de la perdida, de las torturas. Algo debe ver, porque se va de la habitación antes que el resto.***
Mordiendo el tiempo Lamiendo el aire No nos buscamos para evitarnos
No quiso escucharlo cuando llegó, no quiso abrazarle, ni celebrar, ni mucho menos pensar en la posibilidad de una continuidad. No puede, su corazón está demasiado dañado como para comprobar la posibilidad de que esto, lo que sea que haya pasado, es real. Loki está allí, pero prefiere fingir que no lo es, que solo es otra más de las muchas criaturas que han llegado a Wakanda a buscar un refugio y planear un asalto. Eso intenta decirse, hasta que aparece ella. Rubia, alta, elegante, lo mira sin parpadear, por un tiempo que parece extenderse sin consecuencias. Él se quedó atrás, dejando que los demás miembros de su grupo se disgregue por las realidades que Loki dice conocer, en busca de las gemas que pueden alterar las cosas para siempre. Tiene ante sí una pila de documentos que Shuri intenta explicar cómo deben llenarse, en ellos el Reino de Noruega le cede parte de sus tierras altas, permitiendo las modificaciones necesarias para que el Pueblo Asgardiano detente su territorio y gobierno, así como le permite ejercer sobre Loki el equivalente a la ley, siempre y cuando esto mantenga la paz en el mundo. Es una situación complicada, cuando los demás países le piden que lo ponga en una cárcel o lo extradite —una palabra cuyo significado aprendió hace solo dos horas— para ejercer sobre él cargos sobreestimados. Allí, en medio de toda esa papelería, aparece ella, de una ventana en la realidad tan frágil como la que se llevó a sus amigos. Se viste igual que Loki, lo mira igual que lo miraría Loki si estuviera tan ansioso como él de volver a encontrarse. —Hola, Thor. —Hola, Loki. —No…. Sylvie. Mi nombre es Sylvie —su tono, aunque más suave, tiene el mismo timbre, sus facciones son idénticas, el mismo aire de realeza—. Estoy buscando a… —Loki. Se fue hace un momento… puedes esperarlo aquí. Ofrece una silla cercana, nada elegante, solo una de las funcionales herramientas del laboratorio que sirve de base a los vengadores. Ella duda, mira en todas las direcciones. —Esto no es Asgard. —No, fue destruido. Esto es la tierra, Wakanda. Un amigo me da protección mientras arreglo todo con los terrícolas —no sabe si debería sentirse incómodo, o cohibido, pero esta es Loki, y Loki sea cual sea su aspecto es su hermano. La mira un momento, intentando adivinar qué quiere, ¿llevarse a Loki?—. ¿No tienes un hogar? Escuchó un poco de la historia de Loki, lo que quiso compartir. Sabe que hay otros como él, descarriados, personajes que se salen del molde. Otros Loki, entendió Thor. Seguramente intentó hacer cosas diferentes en todas las realidades, cambió, como cambia siempre, y puso el universo de cabeza. —No —contesta ella, sus ojos verdes sin ápice de miedo—. Hace mucho que no tengo uno. —¿Querías ver Asgard? —pregunta, pensando en su propia nostalgia del hogar. —No… sí. No sé. Quería ver a Loki. —lo dice con anhelo, esa marca de inconfundible pesar por un amante que se ha marchado. La ve y sabe que se siente sola, que hay en ella una búsqueda infructuosa… quizá se trate de que ahora es el Padre de Todo, o el hecho de que sea quien sea es Loki; sin embargo, le duele verla así, quiere hacer algo para remediar su corazón roto. —Quédate hasta que vuelva —ofrece, con una mueca que pretende ser una sonrisa—. Aunque, te pediré que me ayudes a escribir todas estas solicitudes. Resulta que Sylvie tiene la misma caligrafía que conoce de Loki, que escribe con el mismo esmero y que, así mismo, puede imitar su firma a la perfección. No cree que el otro se enoje al saber que lo ha hecho por el bien de los asgardianos, para que una vez establecido su lugar fijo de residencia, se considere a la familia real con las mismas prerrogativas que se le da a la familia real Noruega; por esto mismo, Loki se considerará en detención domiciliaria dentro de los confines del Reino de Asgard, de manera indefinida. Es lo mejor que pueden lograr. Es más de lo que deberían esperar. Sylvie lee con cuidado todo, pregunta por las leyes de Asgard y la compatibilidad con los sistemas terrícolas, sabe mucho sobre ello, imagina que, al igual que su hermano, ha burlado al sistema legal de varios planetas, sistemas y ¿realidades? No quiere ahondar allí, no cuando la culpa por la pérdida se frota de nuevo en el rescoldo de su corazón, atrapado por la culpa y el frío ego. O la idea nefasta de que no servirá de nada. Lo va a perder una vez más. Está destinado a andar solo, sin Loki, a verlo solo en las sombras juguetonas de la magia, en el verde esperanzador de las esmeraldas y en la infinita posibilidad del seiðr que se desliza por el universo. Loki es ahora una idea intangible, abstracta, que no responde más que al destino y sus propios deseos, que pertenece tan poco a Thor como lo fue el trono de su patria. Está irremediablemente lleno de pérdidas. —Eres excelente en estas cosas, hermana —felicita a Sylvie, sin prestarle importancia al título que le ha dado o a la forma en que ella reacciona. —No soy tu hermana, Thor. —Todos los Loki dicen eso, pero no les creo —bromea, intentando que sea verdad. Ella suelta una risita, ocultándose un poco detrás de sus mechones negros y rubios: —Ahora entiendo porque te llaman insufrible —la escucha murmurar.***
Y sin embargo aquí estoy Y sin embargo no me voy
Para recuperar el Éter y el Teseracto, es necesario ir a Asgard. La alternativa es ir a las realidades donde estos objetos terminaron en manos de los Jotnar. Loki no se siente preparado de ninguna manera para remover su pasado de esa manera, para conocer las posibilidades de ser el mimado príncipe del Jötunheim o el descarriado enano de las llanuras. Sabe lo que significaría para la frágil percepción de sí mismo. Aunque su control sobre el seiðr de su apariencia ya no depende de Odín y su propio control de ella ha mejorado, no sabe lo que pasaría al estar expuesto a su tierra natal. Por eso, elige una realidad sencilla, una donde las Valquirias no murieron por Odín, dónde Thor es el hijo menor, donde Hela no está encerrada en un pozo sin fondo, donde la guerra con Jötunheim se decidió en un tratado de paz más amigable y floreciente. Un lugar donde no levante sospechas, donde las cosas sean tan perfectas que la desaparición momentánea de dos poderes no sea más que una minúscula preocupación. —¡Loki! —la voz de su madre lo detiene. Está al final de las escaleras. Un vestido azul profundo, joyas doradas, dorado cabello, ojos tan incisivos como lo recuerda. Una princesa de Vanaheim, la reina de Asgard. —No dijiste que aquí nadie conocía a Loki —cuestiona Rocket, mientras intenta esconder el Teseracto en una caja. —Se… supo… nía —su madre camina hacia él, con la misma cadencia real, la misma mirada firme. Tiene ganas de llorar. La vio morir en la cinta. Sabe que ella, en su realidad, o la realidad de la que lo arrancaron, ya no está más. Pero aquí está tan viva, respira, se mueve, quiere regañarlo. —Loki, Loki, Loki —ella viene, lo abraza, un abrazo fuerte, enorme, como si llevara toda la vida esperando verlo. —¡Madre! —acepta, por instinto—. ¡Madre! —se aferra a ella, sin saber si pide disculpas, pregunta por algo perdido o solo busca consuelo. El mundo es el pequeño espacio con olor a rosas frescas, el calor maternal, las manos que lo acunan y el dorado que opaca su visión de todo lo demás. —¡Mierda! —escucha murmurar a Rocket—. Mi señora, es un placer conocerla. Resulta que su madre no se espanta al saber que hace allí, ni porqué; él recuerda sus enseñanzas sobre ver más allá de las apariencias y los ojos del universo que ella trajo de Vanaheim y él nunca logró dominar. —Tuve una niñita como tú a la que me arrebataron —dice, con lágrimas igual de grandes que las suyas—. Thor la adoraba… Entonces lo entiende, entiende porque a Sylvie la quisieron tal como era, porque era hija de Asgard sin renunciar a Jötunheim, porque podía saber tantas cosas y fue tomada en cuanto pensó en ser una Valquiria. No podía ser una Valquiria, porque iba a ser Reina de Asgard. La idea es tan escandalosa en su cabeza, tan inconexa, tan… Thor habría sido feliz con ese arreglo, Thor se habría casado con él si eso arreglara cualquier cosa rota, Thor… Thor aparece por esas escaleras con el mismo porte de impresión que lleva siempre. No sonríe, este Thor no tiene ese aspecto de sonreír tanto, tampoco es tan musculoso ni parece obsesionado con verse bien, pero es Thor: rubio, divino, viril. Es más como el Thor que vio por última vez en las cacerías de Niflheim, hace casi medio milenio, lleno de vida, pero serio y entregado a su tarea, demasiado joven para entender qué su deber era más grande que sí mismo. Extraña un poco la ingenuidad de aquellos tiempos. —No soy ella —declara, mirando a su madre y luego a Rocket. —Ni me mires, no entiendo lo que está pasando —reprocha el mapache, rascándose una oreja—. Esta fue tu idea. —No te preocupes —dice su madre—. Se que no eres ella, pero te pareces a ella. Hace unos meses comenzamos a recordarla, algo como una neblina se disipó de nuestras mentes… Incluso en Jötunheim hubo una revuelta por su princesa perdida. No supimos qué pasó, solo que la recordábamos sin saber a dónde había ido y porqué no hicimos nada. Thor llega hasta ellos, mirándole con una pizca de sospecha que le escuece. Nunca Thor lo ha mirado así, SU Thor no se atrevería a desconfiar tan claramente de él, Thor lo ama. Sí, lo ama y lo conoce. ¿Por qué le duele entonces que este desconocido con la cara de su hermano parece no reconocerlo? ¿Es porque es demasiado semejante a la actitud displicente que han tenido el uno con el otro en las últimas semanas? —¿Quién es éste, madre? —pregunta, Mjölnir cuelga en su cadera como una amenaza. —Es tu hermano, Thor, no te preocupes —dice, acariciando la mejilla de Loki—. O una versión de nuestra Loki que ha sufrido mucho. Pobrecito mío. No sabe que ve, pero no le importa. Es su madre, siempre su madre. A ella no podría tenerle secretos de verdad. —Sylvie, ella prefiere que la llamen Sylvie —no sabe porque lo aclara, o si es adecuado hacerlo, pero siente que tiene un deber aquí. Los están robando. Y Sylvie está tan sola—. Si vuelvo a verla, le diré que los encuentre, que la están buscando. Los ojos de Frigga se llenan de más lágrimas, suelta su rostro de la manera en que se abandona un objeto preciado. Sabe que no lo dejarán ir de allí hasta que dé algunas respuestas. —Amigo, esto no es lo que planeamos —se queja Rocket—. Hubiésemos ido a tu desierto helado.***
Vivimos juntos En infiernos mutuos En mentiras humanas, eternas hermanas
Verse a sí mismo es extraño. También es extraño darse cuenta que se siente algo reconfortado con el hecho de que Sylvie no corra a los brazos de este Thor con alegría, como si la desconfianza de ella le diera algo de revancha a su frío trato con Loki. Es un poco verse en el espejo. El otro Thor tampoco se ve impresionado por la chica, la mira dos segundo y luego procede a preguntar si es su hermana con una indiferencia práctica. Ninguno de los dos se conoce, ninguno tiene algo que esperar del otro. Loki, su Loki, le mira desde lejos. Tiene el Teseracto en la mano, su dedos se están haciendo azules allí donde el seiðr se deteriora por el contacto con el objeto; también tiene los ojos rojos de lágrimas y un temblor inusual en el cuerpo. Rocket se aparta de su lado con algo parecido a la pena. Thor no puede guardarlo más. Deja los papeles y pasa al lado de los invitados imprevistos para abrazar a su hermano. Lo estrecha en un lío de sus propios llantos, llamando y pidiendo perdón como si los errores cometidos durante milenios agolparan la culpa en un único sentimiento aplastante. La respuesta que tiene es parecida, un maremoto de dolor, consumido en palabras a medias. Loki llora lágrimas frías, sus manos frías queman contra la espalda de Thor, su temperatura desploma y es lío de emociones dispersas. Colapsa, de llanto y dolor, en los brazos de Thor. Shuri es quien llega a auxiliarlo, sorprendida de ver su cuerpo a medias azul, lleno de runas antiguas por toda la piel. Los jötnar son seres de la tierra, conectados con las fuerzas primigenias que dieron origen al todo; no sabe que le ha pasado, pero siente dentro de sí la responsabilidad de intentar hacer algo, lo que sea. Explica brevemente a la joven humana lo que sabe sobre el pueblo de su hermano, que en ese momento descubre es más bien poco, y se ayuda de Sylvie, más conocedora de su propia biología, para explicar sus funciones vitales. —Lo mejor sería mantener la superficie en que se recueste fría —sugiere Sylvie, probando la temperatura de la camilla—. Es muy sofocante cuando se va el seiðr y tienes telas encapsulando el calor por todos lados. Banner llega después, él y los demás Vengadores consiguen las demás gemas sin ningún contratiempo. Todos excepto Barton, quien llegó cargando a Natasha. —Esa estúpida gema requería de un sacrificio —dice—. Intentó lanzarse al vacío, tuve que hacer las cosas diferentes… Después, sabe que Loki les dio un par de pases extra, por si ocurría algo y debían tomar una puerta trasera. Barton lo había hecho. Barton noqueó a su compañera y llevó hasta allí a la única persona cuya muerte sería sincera, sin afectar el curso de ningún tiempo ni ninguna realidad: Visión. Después, regresó con la gema y con Natasha aun desmayada. Algo en todo eso se siente mal, Vision es el único ser en todo el universo capaz de levantar al Mjölnir y, aunque no sea ahora, se siente mal de que su vida se entregara de esa manera. Natasha, por su parte, es puesta al lado de Loki en la enfermería. Banner se encarga de revisar a ambos, mientras Tony se lleva su nueva captura para diseñar el guante y definir cuál sería el movimiento a seguir. ¿Evitar el alzamiento de Thanos? ¿Echar atrás el chasquido? ¿Evitar la primera invasión a la Tierra? ¿Hacer que Thanos nunca exista? Las posibilidades son bastas, con implicaciones inimaginables. ¿Habría dos Loki entonces? ¿Tres, si cuenta a Sylvie? Se siente estupido, de pie, en la vera de la sala de curación. Quisiera servir para algo más que para mirar con desánimo la piel cada vez más azul, los movimientos cada vez más lentos en el pecho y la casi culpa en la cara de Sylvie. Es peor entender que está solo de nuevas formas, porque no se puede quedar, no mientras Tçhalla le explica que deben ocuparse de asuntos burocráticos extensos para salvaguardar a su gente en la tierra. El hombre es un rey digno, amable, familiar, mira a Thor con una pena inmensa, como si entendiera en realidad lo que significa perder a alguien con quien imaginaste, compartirías todo hasta el último respiro. A Thor le enseñaron demasiado bien que Loki sería siempre su hermano, que no habría nada que pudiera hacer sin él —incluso cuando Odín era reacio a hablar sobre favoritismos, siempre terminaba empujando a Thor para que llevase a Loki a donde fuese porque “no debes dejar nunca a tu hermano atrás”— y ahora parece que se lo ha creído demasiado. —Shuri dice que el doctor Banner no encuentra nada inusual en tu hermano, así que ha enviado a llamar a algunos de nuestros sanadores para que lo revisen —le informa el hombre, cuando toman un descanso de una extensa llamada con Naciones Unidas y el Reino de Noruega. Wakanda se comprometió a ser un reino aliado de Asgard en cuanto a política se refiere, T’Challa e insinuó que su pueblo tenía más en común con ello que con el resto de naciones propensas a la guerra que viven en el planeta. Thor no se atrevió a mencionar de nuevo a su hermana Hela y a la matanza que dio origen al poder de su padre. —Gracias, realmente no estoy seguro de que podría estar haciendo ahora si no estuviera aquí —seguramente llorando y lamentándose. —No hay por qué agradecer, si tu hermano ha resuelto el problema con Thanos, todos estaremos en deuda con él de por vida. Esto es lo mínimo que podemos hacer por él. Loki, Loki como el héroe final. —Sí, supongo que eso es algo que le agradará oír. Una sonrisa burlesca sale de la boca del otro rey. —Además, eso de que haya dos tú y dos él es un poco raro para todos. Al parecer el Thor de la otra dimensión habló con alguien de su compromiso con su hermana, Sylvie dice que no cree que se quiera casar y él le contestó que tenía mucho tiempo para esperar —casi puede verlo, la fácil soltura que tiene con su propio hermano para recordarle que puede jugar a los mismos juegos que él.***
Juntos buscamos La eterna pareja Después de amarnos nos odiamos Y sin embargo aquí estoy Y sin embargo no me voy
La visión de un jötun es abrumadora. Loki no ha hablado nunca de ello con nadie —no tiene realmente con quien—, pero cuando el seiðr cae, los ojos reales con los que nació le desvelan un mundo al que pocos tienen acceso. Viviendo en el frío, su especie usa los infrarrojos y ultravioletas para localizar presas, encontrar refugios y distinguir el hielo de otras construcciones. Además, su oído está afinado para encontrar voces incluso en medio de las tormentas más agrestes. Ver, realmente ver, es una cosa confusa. Loki observa las luces del techo, que bailan en el espectro y trata de acostumbrarse a ello. La magia, que bulle en sus venas apenas contenida, lucha por recuperar su aspecto acostumbrado. Pero se siente débil, no como la debilidad de una enfermedad, sino más bien algo en su mente no le deja acceder a sus habilidades. —Necesita descansar, su alma está agitada. Hablé con una sanadora asgardiana que sobrevivió, ambas coincidimos en que es necesario que pueda quedarse así por un tiempo —la voz es vieja, pastosa, llena de una sensación que Loki cataloga como miedo. Es extraño, pareciera que las vibraciones de su voz hicieran algo en su cabeza, como si descompusieran la intención para hacerla clara. —No se ve como alguien que vaya a morir… y el azul le va —la voz a su izquierda es reconocible. Al girarse, el rostro de la asesina compañera de Thor le saluda. Natasha. Sylvie está sentada entre sus camas, con un libro en el regazo. —Preferimos el verde, pero definitivamente el azul es una buena cosa —aunque está intentando ser graciosa, hay algo ahogado en su mirada que duele en el pecho de Loki. ¿Tiene Sylvie la misma culpa estancada en el pecho? ¿También se siente al borde de una fantasía demasiado maravillosa para ser verdad? Se siente indigno, traicionado, vuelto del revés, igual que en su caída del Bifröst. Finge no estar despierto, no escuchar. Parece ser que la Viuda Negra es ahora infinitamente diferente de la mujer ahogada en el miedo que conoció hace tanto, poco, está segura de enfrentarse al peligro, al futuro, confía en sus compañeros, sobre todo en el Capitán y no se ve desesperada por salir corriendo como la última vez. ¿Thor también ha cambiado tanto? ¿Loki ha avanzado lo suficiente? Tendría más sentido morirse de una vez, no asomarse a su propia existencia de forma tan mediocre. O, al menos, estar realmente preparado para el sentimiento aplastante que es el enfrentar a su hermano sin nada más que la desgracia por compañera. Y Sylvie, ¿qué puede decirle a ella? ¿Qué le ofrece que no sea simplemente una parodia de sus reales sentimientos? —Deberías descansar —es la voz de Thor, el otro Thor, el que es prometido y no hermano de Sylvie—. Las sanadoras han dicho que se encuentra en perfectas condiciones, solo cansado. —Quiero quedarme. Hay un suspiro, uno que no ha escuchado en años. Un suspiro que siempre ha significado que él gana, que Thor hará lo que quiera. —Te acompaño entonces. Cuando abre de nuevo los ojos, Loki encuentra a Sylvie sentada en una silla alta entre su cama y la de Natasha, donde la espía mira con diversión hacia el Thor que se recuesta en la pared en una actitud de protección descarada. Todo en él dice que piensa que Sylvie es de alguna manera su pertenencia. —Y Thor me decía que él no era sobreprotector —se burla Natasha, tirando un poco de la vía que conecta a su brazo—. Supongo que es algo que viene con la personalidad de Príncipe de Asgard. —Mi madre dijo que debía asegurarme de que Lo… digo, Sylvie, llegué a casa en plenas condiciones —recita el hombre, tirando de su cabello largo sobre uno de sus hombros—. Como princesa de dos reinos, no puedo permitir que algo, ni siquiera ella misma, se haga daño. Loki, sin quererlo, se ríe. Suena tan convencido, tan real. Un Thor que está dispuesto a todo por su Loki, aunque este sea una chica esquiva que lo mira como si sus palabras fuesen un galimatías imposible de asumir. Suena demasiado al hermano que ya conoce, al que vio llorar más de lo necesario: al caer al vacío, al ver morir a su otra versión. ¿Cómo se ha atrevido a volver luego de eso? Siempre fue imperfecto, indigno y una mancha para todo Asgard, no puede hacer más daño a Thor. —Madre le decía lo mismo a Thor cuando me dejaba ir a jugar con sus amigos fuera del palacio —menciona, doliendo aún el recuerdo de una madre que ha perdido sin poder ver una última vez y por su propio rencor—. Por eso lo apuñalé una vez convertido en serpiente. Sylvie se ríe, Natasha también, el otro Thor frunce el ceño y no dice nada. —Me alegra que despiertes —Sylvie se acerca, pone la mano sobre su frente, volviéndose tan azul como él. Es un alivio saber que ella no se quemará al acercarse—. Parece que tu energía se ha estabilizado. —Supongo que ser un Jötun con habilidades inusuales es demasiado para el seiðr asgardiano —comenta con jocosidad—. No recordaba que pudiese ver tan bien, es escalofriante saber que en este momento tu cuerpo está acelerando sus latidos. —Hace años caí en un mundo oscuro donde solo los ultravioleta eran visibles. —Sylvie no se ve contenta cuando lo menciona, su ritmo cardíaco parece estabilizarse—. Tuve que dejar mis ojos reales para poder sobrevivir, pero era tan caliente que se quemaron un poco. Creo que ya no veo tan bien con ellos. Diablos.***
Vamos a abrazarnos A crecer en paz Vamos a olvidarnos de flagelarnos Para querernos
Sylvie viene a buscarlo más tarde, sus ojos están marcados por una risa continua. Thor ha visto esa expresión miles de veces, es la del mentiroso que conoce de antemano el resultado de una broma. Como todas las demás veces, sabe que él es el receptor de esa broma, el tipo a ser convertido en una conversación jocosa durante la próxima borrachera en un bar. Algo de nostalgia vuelve sobre su pecho. —Voy a ir con mi Thor a su realidad —comenta, casual, como si aquella señal de pertenencia no hiciera un hueco en su propio pecho—. Me ha convencido de que no está tan mal. —Nunca me dijiste por qué te llevaron —reclama, siente la necesidad de conocer esa otra parte de Loki que nunca se le permite, la que tiene sueños vagos, lejos del poder, la que tiene heridas aún frescas de una niñez aporreada. Ella lo mira un momento, más sorprendida que otra cosa: —Quería ser una Valkyria. Una Valkyria está al servicio de Odín, una Valkyria va a la guerra. Una Valkyria, no daría hijos a la corona hasta que se le quitara el yelmo y se le permitiese la vida de una esposa. Una guerrera no sabe cuando volverá, una madre siempre debe estar. La propia madre de Thor no usó su cota de malla nunca más después de llegar a Asgard. —Cuidate, Loki —dice, ofreciendo un abrazo que ella rechaza—. Asgard es una tierra llena de promesas y también de mentiras. —Ya me han advertido de ella —confiesa, haciendo una reverencia en broma—. Ve a ver a tu Loki, creo que ya está lo suficientemente bien como para perdonarte. Cuando ella se da la vuelta, se da cuenta que el otro Thor espera en la puerta, mirando hacia ellos con duda. ¿Qué haría él por Loki si se lo encontrase de pronto, sin ninguna relación de por medio? Se van, junto con todas las ganas de Thor de enfrentar su destino. No puede ir a mirar a este Loki, que no es la persona que perdió, así como no puede dejarlo allí, siendo a su vez el hermano que no pudo salvar a tiempo, antes de que la soledad y la cárcel lo hicieran aún más cruel. Deja su escritorio, donde cuelgan las últimas respuestas sobre Nueva Asgard y camina hacia la enfermería, como caminaría un hombre hacia el patíbulo. Dentro de la habitación, descubre a Natasha, Shuri, y el doctor Banner. Hay algunos cables conectados al cuerpo de Loki. Es azul, un poco más alto de lo que lo recuerda, con las manchas en forma de líneas propias de su raza expuestas por toda la piel. Es y no es la persona que ha conocido toda la vida, nunca lo ha visto realmente como es y, con sinceridad, le eriza la piel, de la manera en que lo haría cualquier doncella de una estrella lejana que llegase para hablar con él por primera vez. Es exotico, llamativo, se eleva entre los demás con su cabello negro como la noche y sus ojos de rubí. —¡Thor! —Shuri se ve emocionada, mientras le muestra su tableta electrónica—. ¿Por qué no dijiste que Loki tenía un factor de regeneración tan bueno? Ni siquiera he visto estos valores en los Pantera Negra. Le gustaría decir que lo ocultó para cuidarlo y no porque en realidad no sabe nada de Jötunheim o de su gente, al menos no lo que no tiene que ver con matarlos. Asgard los correteó por milenios como los humanos han correteado animales salvajes. —No le preguntes a ese idiota sobre cosas de las que no tiene idea —el que lo insulten lo llena de orgullo, quiere decir que Loki ya no planea ignorarlo. —Pero podría aprender —sugiere, sin atreverse a entrar en la habitación. Natasha, que ya puede caminar, se gira para mirarlo. Banner, concentrado en revisar con el interior de Loki con un aparato de ondas, no les presta atención. —Creo que necesitas hablar urgente con tu hermano —la espía se ve alegre, más de lo que estuvo en los últimos días. —Gracias por todo, Natasha. Sé que intentaste sacrificarte. —Alguien que está dispuesto a morir por el universo, merece la gratitud infinita del Padre de Todo. Ella se encoge de hombros, como si se tratase de algo simple—. Deberías hablar con el Capitán, igual que con Barton… ambos están preocupados por ti y dolidos, a veces sacrificarse no es tan valiente… es doloroso. Ella le da una significativa mirada, el azul en sus ojos es temerario. —Hace años que tomé mis decisiones, Thor, no espero que nadie las cuestione. —La gente que te ama, siempre las va a cuestionar. Se despiden con un abrazo, ella es menuda y firme bajo sus manos, una mujer preparada para enfrentar la muerte, pero no la vida. Debería presentarla con Brunilda, se llevarían bien. —Tus órganos internos están bien —escucha decir a Banner—. Al parecer tienes un útero, lo cual no esperaba ver. —Los jötun son hermafroditas —contesta Loki, alzando los hombros en un gesto universal de no saber que más contestar a una obviedad—. Quien sea que esté en su etapa reproductiva, almacena al feto. —Esa es una solución inteligente de la naturaleza para una especie que se reproduce poco y, además, vive en un ambiente hostil —El doctor Banner parece genuinamente fascinado por este descubrimiento—. Cuando todo esté resuelto, me gustaría poder hacerte unos estudios. Loki lo mira como si fuese un loco. Tal vez lo sea, quizá Loki sea el primero de su especie en ser revisado a profundidad por sanadores con alta tecnología. —Podría ayudar con eso —ofrece Shuri, con una sonrisa—. Estaría más que feliz de crear un programa de ayuda médica entre Wakanda y Nuevo Asgard.***
Vayamos juntos Haciendo besos Yo te daré mis ojos para que llores
Estar solos es complicado, estar solos es asumir que Loki está aquí porque quiere. Y él quiere. Quiere tanto que Thor haga las cosas terribles que piensa que puede hacer, al mismo tiempo que ansía solamente su mano amable arrastrando a un abrazo soporífero. Tiene tantas contradicciones en la cabeza cómo es posible, dados los antecedentes directos de ambos. Creía odiarlo, pero no puede resistirse a ese rostro aporreado, sin un ojo, que brilla al pensar que es, y no es, el hermano que ha perdido. Loki quiere ser tan bueno como Thor cree que es. —Thor… sabes… —No importa, estás vivo. —Una fe inquebrantable y un espíritu abierto, el Rey de Asgard debe ser más que simplemente un buen hombre—. No necesito saber porqué o cómo… excepto si necesitas ayuda con algo. Escucharlo es peor que imaginarlo, es un golpe al ego que no ha acabado de hundirse por el peso de las circunstancias. ¿Qué más esperaría de su hermano? Realmente no ha habido un real odio, o temor hacia él nunca. Nada ni de cerca intimidante, que resulte como la mecha suficiente para el odio que aún rasga dentro de su corazón; un odio a Odin, a sus métodos, a sus miedos, a su franca estupidez. Pero no es un odio a Thor. Odiarlo sería el equivalente de asumir por él las culpas que no le pertenecen. —Lo sé —deja que el seiðr caiga una vez más sobre su apariencia. Dejar que Thor lo vea como es, como el monstruo que es, le lastima demasiado—. Pero… No importa, quiero que sepas que lo lamento. Yo lo vi. Es mi culpa, cuando me llevaron… yo ya sabía lo que pasaría, conocía a Thanos. Estaba en su cabeza, en sus sueños inquietos, en las miradas detrás de los vidrios demasiado reflectivos de los humanos. La destrucción. El equilibrio. La paz a fuerza de guerra. ¿Odín no había hecho lo mismo? ¿No se habían arrasado pueblos en nombre de la paz y el equilibrio desde el inicio de los tiempos? Thanos solo lo hacía de forma equitativa, pero el principio siempre fue el mismo. El mismo poder, la misma misión de salvación que nadie había solicitado, la misma soledad al final del camino, donde no hay más que un símbolo devorado por su propia ambición. Espera que Banner y Stark remedien eso ahora, lo conviertan en polvo, en tiempo, en una ilusión momentánea, que sea una advertencia terrible para la megalomanía congénita del universo. Su hermano camina más cerca, se sienta en el borde de la cama. Todo cruje bajo su peso. El cabello corto, el ojo que no está, las manchas rojas y azules en la piel. Un guerrero, un hombre, un ser digno. Mjölnir no está allí, sin embargo, puede saber que el martillo elegiría a Thor miles de veces después de esto. Es amable, justo, acepta sobre sí las pesadas cargas del deber y del amor. —Loki… —comienza, con un tono suave que pretende evitar que huya—. ¿Vas a quedarte? ¿Vas a huir? No sé qué haría realmente si no quieres… —¿A dónde más iría, Thor? —pregunta, con real inquietud. Mira sus manos, con sus uñas largas y sus venas azules bajo la piel blanca—. ¿Qué lugar en el universo estaría bien ahora? He visto todo lo que podía ver. No quiero ir a otro sitio. El azul eléctrico en el único ojo real lo persigue, una profunda investigación sobre sus intenciones. Tal vez la queja que nunca llegó sobre sus secretos, sobre sus verdades a medias y sus mentiras demasiado elaboradas. —Loki… cásate conmigo. —Tiene que parpadear dos veces. Tiene que tirarse hacia atrás en la camilla, recoger sus piernas y mirar con sus ojos reales para evaluar la veracidad de esas palabras en el tiempo. —Estás loco —¿Qué más espera que diga? ¿Qué otra respuesta quiere? Piensa en levantarse de inmediato, en saltar hacia el vacío, en abrir un agujero en el espacio tiempo solo para desaparecer, no ser alcanzado. ¿Por qué Thor tiene que mirarlo de esa manera triste, acongojada? ¿Por qué él se siente culpable? —Si nos casamos. No tendrías que responder ante la justicia, estarías atado al Poder del Rey. —Si nos casamos. Serás toda la vida perseguido por la ignominia de haber sometido a tu hermano y además defender a un enemigo —Puede verlo, puede escuchar lo que se dirá sobre él, sobre su origen, sobre sus tácticas, sobre la forma en que siempre ha convencido a Thor de hacer las cosas. Nunca limpiarían el nombre de Thor. —No me importa —conoce esa determinación. Thor ya lo ha pensado, ya cree que es una realidad. —No me puedes obligar —intenta negociar, como lo haría con cualquiera—. No sería ético, no estaría bien. Odín… —Odín está muerto —dice, restando peso a sus palabras—. Y madre estoy seguro que no diría que no mientras ambos estemos de acuerdo. ¿Estar de acuerdo? Loki volvería a donde sea por Thor. Thor se asomaría al final del universo por Loki. Los matrimonios reales se han concertado por menos: por odio, por dominio, por alianza, por miedo, por poder… ¿cuándo por un sincero deseo de protección? ¿Y cuándo alguien dudaría que ellos podrían hacerlo? Todos piensan mal de Loki, todos saben que Thor haría lo que sea por él. Además, lo único que queda de magia estelar lo tiene él, la magia terrenal de Thor puede traer abundancia, pero no buenos presagios. —Vuelve a preguntar, cuando todo haya pasado.***
Me voy yendo Como el mar Lento y salvaje como tú
—¿Te vas a casar conmigo? —Nuevo Asgard refulge en su pequeño lugar en la bahía. Loki se encargó de concretar algunas conexiones internacionales a cambio de tecnología y magia Asgardiana. Su gente, la gente que pudieron traer de vuelta después del chasquido y la destrucción de Thanos, se apacenta en una ciudad tres veces más pequeña, pero igual de abundante de la que perdieron hace tiempo. Además, a muchos nórdicos antiguos descendientes de casas nobles y guerreros, se les concedió el permiso de residir y convivir con Asgardianos. También los Wakandianos pueden ingresar en el reino sin controles estrictos, un favor a Shuri y su interés genuino por conocer todo sobre la gente de las estrellas. —¿De verdad? ¿Ahora? —Loki se mueve incómodo en su asiento, dentro del gran salón, a la derecha de Thor. Viste como un príncipe, con su cabello largo de nuevo y sus botas relucientes. El resto de la estancia está vacía, no tiene peticionarios hoy, están a la espera de una delegación de las Naciones Unidas para monitorear las condiciones generales del lugar, así como el comportamiento de Loki. A quien han dado el beneficio de la duda, en favor de la ayuda que prestó para solucionar el problema universal que representaba Thanos. Bhrunhilde, como la nueva encargada de la seguridad el Bifröst, espera en la lejana entrada… armada como en sus mejores días, dirigiendo a las nuevas Valkirias en su deber. —Dijiste que cuando todo hubiera pasado —le recuerda, levantándose de su trono; es modesto, solo una silla dorada donde Stormbreaker tiene un pedestal al lado. Loki, a su derecha, usa una de las sillas de madera del consejo. —Pensé que lo olvidarías o te darías cuenta que es una tontería —dice, mirando hacia una de las salidas laterales, su largo cuerpo se distiende en el espacio como un hoja que flota—. No hay motivos para hacer algo como eso, Thor. El que Sylvie lo hiciera no es una pauta universal a seguir. El hecho de que no se atreva a mirarlo, el que no juegue con ello. Es tan anticlimático. Se para frente a él. Sus manos encajando en los reposabrazos del otro. —¿La amas más que a mí? —¿Qué clase de pregunta es esa? —Loki se revuelve, sus ojos por un momento son rojos y de nuevo verdes—. ¿No tienes vergüenza de aseverar cosas así? La cercanía no es una cosa extraña entre ellos, han estado pegados por la cadera desde siempre, Thor lo ha considerado nada más que una manía más agregada a todas las que ha construido para que Loki no le odie. Sabe que ha sido vista con extrañeza por los demás, que es obvio que siempre tuvo preferencias y que Loki se aprovechó de ello, entonces, ¿Por qué se resiste de esa forma? No se va a enojar si dice que en verdad ama más a Sylvie, no podría culparlo. Se inclina un poco más, asegurándose de que su hermano no pueda escapar. —No es una vergüenza saber que has sido derrotado —menciona—. Sylvie me cae bien, es como tu, no sería raro que te enamorarás de ti mismo. Antes de poder detenerlo, Loki le da una palmada en la cabeza como reprimenda. Su mirada de halcón juzgando duramente. —Sigues diciendo tonterías. —De pronto parece haberse encogido en el espacio, su mirada menos agreste—. Si digo que sí, ¿vas a dejar de pensar que voy a huir? Aunque quiere acercarse para abrazarlo, retrocede por todo el peso que viene con esa declaración. Con la plena constancia de que el otro sabe tan bien como él mismo, el miedo primigenio que corre por sus venas ante el futuro, ante Loki, ante la pequeña pero insensible idea de la pérdida. —¿Vas a dejar tu de pensar que te puedes ir? Un gruñido, un empuje, Loki lo abraza —es la primera vez en meses— y esconde su rostro en el hueco de su cuello. No llora, pero tiembla. —Hay cosas allá afuera mucho más grandes que Odín o que el Yggdrasil, cosas a las que no les podemos hacer frente. No puedo prometer que me voy a quedar, si hay cosas que pueden arrancarme de aquí sin más. Loki solo, flotando en el espacio; Loki solo, saltando entre tiempos y realidades; Loki solo, con su cabeza, tratando de saber si hay algún otro secreto que lo redefinirá todo. Thor es su rey, podría aliviar algo de eso. Toma a Loki por la cintura y lo levanta, lo carga como lo haría con una novia. Él se revuelca, exige que le deje tener algo de dignidad. A Thor hace mucho que la dignidad le importa poco. Lo sienta en su trono, lo deja allí y lo mira. —Siempre vas a pertenecer a Asgard, como su príncipe —promete—. Pero, como su reina, serías la única otra persona que puede tomar decisiones si no puedo tomarlas yo. Confío tan poco como tú lo haces en el destino, o en el universo, o en las fuerzas ocultas que lo constituyen. Loki se revuelve, sus uñas se clavan en el pan de oro de los reposabrazos. El verde en sus ojos es temeroso. —Thor, si te llegara a perder, si tuviera que enfrentar el destino solo. ¿Crees que lo haría en paz? —No lo sé —confiesa, no quiere pensarlo—. Pero podemos hacer arreglos para que eso no sea tan nefasto. Loki sonríe, lo vuelve a atraer hacia un abrazo. Esta vez, tiene que agacharse frente al trono para poder envolver a su hermano entre sus brazos. —Me casaré contigo —dice, poniendo un beso en su frente—. Me casaré contigo y cuando todo fracase, te echaré la culpa por ser un pésimo marido. —Está bien —resuelve, poniendo un beso a su vez en el puchero caprichoso que se forma en los labios de Loki.