ID de la obra: 411

Ironía ante la desilusión

Gen
G
Finalizada
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3 páginas, 1 capítulo
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Ironía ante la desilusión

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Me encuentro en una ciudad nueva. A mi lado, este ser con forma de gato. —Sakura, es aquí —dijo él con esos ojos redondos, fríos y a la vez vacíos. —Espero que esta vez pueda cazarla —respondí con un tono igual de frío. Invocando mi soul gem a mis manos, comenzamos a caminar en busca de la bruja. Llevábamos ya dos horas de camino y no había ni rastro. —No te desanimes, Sakura —intentó decirme, pero ignoré sus palabras; solo me enfocaba en la búsqueda. La noche era fría y se oía el murmullo de los grillos. El viento, apenas una caricia sobre mi cuerpo, estaba en calma. Me encontraba en un viejo parque donde los árboles daban la impresión de un antiguo bosque. Aquella fuente destrozada era el escenario perfecto para un asesinato. Me levanté y caminé, adentrándome más en el parque. Mi soul gem reaccionó ante una bruja. —¡Te hallé! Es hora de que juguemos —dije. Busqué el portal para adentrarme en su refugio. Convocando el poder de mi soul gem, me transformé y, lista para avanzar, invoqué mi lanza. Miré fijamente aquel árbol y, haciendo una cruz con la lanza, abrí el portal. Una vez dentro, el escenario era simplemente absurdo. A medida que avanzaba, se volvía aún más descabellado: las paredes estaban cubiertas de extrañas líneas que parecían dibujadas con crayones. Algunas formaban patos mal trazados; otras, que quería suponer eran pájaros, tenían picos larguísimos, alas diminutas y patas enormes, de casi dos metros. Entré a un cuarto donde cuadros de frutas representaban figuras de personas matándose. Cansada de los cuartos extraños, calculé que llevaba ya media hora perdida en este mundo de la bruja. Fatigada, me hallé en un bosque hecho de periódico. Hadas hechas con recortes mal pegados revoloteaban, y el agua era papel quemado. Las flores, de papeles de colores, tenían bocas en cada pétalo; unos labios alados volaban. Había animales aún más extraños. El cielo era rojo, y un sol, el rostro de un bebé completamente deforme, parecía como si lo hubiesen bañado en ácido. El suelo era un enorme mosaico de un extraño ojo. De repente, sentí un olor a azufre; luego, otro a humedad. Tapé mi nariz con la mano derecha, pero esos gritos no paraban. —¿Dónde estás, maldita? ¡No juegues y combate! —grité. Caminé más y entonces vi una enorme puerta de papel. Tomé mi lanza y, lanzándome hacia ese trozo de papel, lo corté. Y ahí estaba la bruja: una pequeña niña mal dibujada. Tenía coletas de huesos, el rostro de una muñeca de bebé, manos pequeñas, piernas de avestruz y sus cabellos eran cadenas. Sin pensarlo dos veces, me lancé contra ella, cortando su brazo derecho. Mi rostro se iluminó con una sonrisa muy fría, y mis ojos ardieron con un inmenso calor. —¡Eres mía, maldita cosa deforme! —exclamé. Corrí hacia ella para intentar cortar el otro brazo, pero estiró el suyo rápidamente, tomándome la pierna derecha y alzándome muy arriba. Enrolló todo su brazo alrededor de mi cuerpo; no pude zafarme, era increíblemente fuerte. Me tenía completamente inmovilizada, como una serpiente. Tomó mi lanza con sus extrañas piernas, lista para clavarla en mi rostro. Acercó la punta hacia mí, dejándome verla de cerca, pero no mostré miedo alguno. —¡Ya es todo! ¡Deja de jugar y mátame! —la provoqué. Entonces, ella lanzó el movimiento. Usando todas mis fuerzas, me balanceé y, con un movimiento arriesgado, la lanza le cortó el brazo. Logré liberarme y caí al suelo con apenas una cortada en mi torso derecho. Me levanté invocando varias lanzas. —¡Que el juego comience! Lancé cada una a diferentes partes de su cuerpo; era como ver agujas enterradas en un muñeco. Ella gritaba de dolor y, a pesar de todo, intentaba agarrarme. En un descuido, me atrapó por un brazo, lastimándome gravemente. Ahora, adolorida y con solo un brazo para pelear, la miré fijamente. —¡Eres mía! El ser comenzó a lanzarme ácido desde su boca. Corrí rápidamente, mientras las hadas de papel me seguían y explotaban. Traté de esquivarlas, pero una se posó en mi pierna derecha, inmovilizándome. Aún más lastimada, me arrastré para esconderme, pero esos animales aparecieron frente a mí. Uno con colmillos enormes estuvo a punto de morderme. Tomé mi lanza y se la lancé a las piernas, dejándolo inmóvil. Sin embargo, no podía más; el dolor de mis heridas era inmenso. Los demás me matarían. Miré el extraño cielo e invoqué una lanza, dándole forma de látigo y usándola para impulsarme y caer en otro lado. —¡Cómo duele! —grité. No sabía dónde estaba, pero mi muerte se acercaba. Solo quedaban minutos para que la bruja diera fin a mi vida. Decidí hacer mi último ataque: tomé mi gema, me arrodillé y, concentrando todo mi poder, invoqué una lanza grande con forma de serpiente, y yo, en la punta de la lanza. La bruja me vio, y su ataque, esta vez, era enorme. Así que me lancé contra ella, haciendo que la punta de mi lanza atravesara su estómago y, rápidamente, la enrollara por completo con la lanza, dándole la forma de una serpiente. Ya con la bruja completamente envuelta, concentré lo poco que me quedaba de energía para apretarla. Me enfoqué con toda mi voluntad y, de un tirón, reventó al no poder soportar la inmensa lanza enrollada en ella. Caí al suelo. De nuevo, todo el paisaje volvió a la normalidad. Reía, pero a la vez lloraba por mi victoria, tendida y malherida. Sin poder moverme, solo esperé mi muerte. Volteé la cabeza a la izquierda y ese extraño gato se acercó. —Buen trabajo. Ahora espera que otra chica mágica te cace —dijo. No entendí sus palabras. Un par de tiros se oyeron; cerré los ojos por la reacción y, cuando los abrí, el gato estaba tirado, con agujeros en su cuerpo. Alcé la mirada y vi a una chica de pie frente a mí. Tomó lo que quedaba de la bruja y me lo acercó al cuerpo, y este comenzó a recuperarse de las heridas. Pasaron unos diez minutos y, una vez recuperada, ella solo dijo: —Fuimos engañadas por él. Nuestros cuerpos solo son recipientes; nuestra alma se halla en la soul gem. Con magia podemos recuperar este cuerpo, ya que es más resistente. Desde hace tiempo dejamos de ser humanas. Él, como otros, solo recolecta energía aprovechando la desgracia de la humanidad. Se hacen con ella y nosotras nos convertimos en esas brujas. Su rostro mostraba una especie de pérdida, su mirada vacía. Lo que decía respondía a varias interrogantes. Tratando de razonar, le pregunté: —¿Cómo sabes esto? Ella dijo: —Este no es mi mundo. Tú ya moriste de donde soy. Me quedé perpleja. —No es necesario que lo entiendas. Solo cumplo el deseo de mi amiga muerta. Tú, como otras en mi mundo, fuiste engañada y vine aquí para impedirlo, pero llegué tarde —suspiró ella, viendo al cielo. —¿Quieres ayudarme a impedir que las demás mueran? —se expresó con un tono de voz algo fuerte. Mencionó que en su mundo yo había protegido a una chica de nombre Sayaka. No sé por qué, pero unas lágrimas me brotaron. No lo entendí. —Tu alma la recuerda, pero tú no tienes memoria de ella —dijo ella—. En este mundo ella no existe, murió convertida en una bruja y le di caza. Pensé unos minutos en lo que me propuso. —¿Cómo sé que no me mientes? —pregunté. Ella respondió: —Tan desconfiada como tu padre cuando mató a tu familia y se suicidó. La tomé de la ropa y la alcé con enojo, gritándole: —¡Mátame, anda! ¡Pero así no habrá solución! La solté. Ella solo se levantó como si nada, se acarició el cabello, caminó y desapareció en la niebla. Toda confusa, solo caminé por la ciudad una vez más y traté de olvidar todas sus palabras. Solo me dedicaría a usar los objetos de las brujas y a sobrevivir en este mundo.
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