Cada vez que cierro los ojos

Poco después de la guerra contra Cronos y el sacrificio de Luke, Percy se encontraba sentado junto al lago, observando el reflejo del sol. Todo estaba en silencio; solo se podía oír el viento. —Percy —dijo una voz detrás de él. Era Hermes. El dios tenía el rostro serio. Parecía que quería ocultar su tristeza. —Sé que tal vez no te gustaría saber nada de Luke, pero... —dijo con la voz un poco cortada— cuando Cronos tomó el control sobre su cuerpo, te escribió una carta. Hermes le entregó una carta algo desgastada y arrugada. Percy la tomó y la observó con cuidado durante unos segundos. Cuando volvió la vista hacia el dios, este ya no estaba allí. Le temblaban las manos, pero aun así decidió romper el sello y empezó a leer.   --- Mi querido Percy he estado pensando… nunca tuve idea de lo que sentías cada vez que teníamos un duelo. ¿Te sentías enojado? ¿O te sentías triste? ¿Aún me odiabas por haberte traicionado y abandonado aquella noche? En el fondo, todavía esperaba que sintieras algo por mí. Supongo que mi corazón se aferraba a la idea de que, algún día, podríamos ser felices. Tal vez era porque había un único lugar donde podíamos ser nosotros: desde que el sol se despedía hasta que volvía a acariciar mi rostro por las mañanas. Sé que no era real… pero cada vez que cerraba los ojos, era como si estuvieras aquí conmigo. Como si viajara en el tiempo a aquel verano en que te conocí. Intentaba disculparme, pero no podías oírme. Era un sentimiento agridulce verte frente a mí y no poder tocarte. Si tú te llevaste la parte difícil de la traición… ¿por qué me cuesta tanto soportarlo a mí? Sé que todo estaba en mi mente, repitiéndose noche tras noche. Pero me gustaba, porque solo ahí… parecíamos felices. Sé que no era real, pero todo se sentía tan real. No sabía dónde estabas, realmente. Pero sabía que, al cerrar los ojos, estarías ahí. En mis sueños. En el único lugar donde no lo arruiné todo. —Luke   --- Cuando terminó de leerla, Percy no sabía cómo sentirse. Pero su cuerpo sí: las lágrimas salían silenciosas de sus ojos y sentía un gran nudo en la garganta. —Si me soñabas cuando me extrañabas… tal vez yo aún pueda soñarte, ahora que te perdí —murmuró, tratando de fingir una sonrisa para obligarse a no llorar más, mientras abrazaba la carta contra su pecho. Miró por última vez hacia donde el sol se ocultaba y secándose las lágrimas susurró: —Te veo pronto, Luke. Y con eso se fue, con una sonrisa de esperanza en el rostro. La esperanza de volver a ver a Luke.