Capítulo 1
14 de julio de 2025, 21:02
Cuando no puede dormir, Lu Guang se pone a ver el techo del cuarto que comparte con Cheng Xiaoshi.
Tiene que ladear un poco la cabeza para alcanzar a ver el techo oculto detrás de la cama de la litera en la que duerme Cheng Xiaoshi, el colchón del cual no para de rechinar suavemente con sus movimientos durante toda la noche. A veces Lu Guang encuentra que la inquietud de su compañero tiene un efecto calmante, un sonido que le recuerda que no esta completamente solo con sus pensamientos, pero también hay veces en las que ese mismo recordatorio lo hace sentir incluso más aislado.
En esas noches se siente como una isla en el medio del océano, rodeado por agua ultramar —el color de las luces de la calle difundidas a través de las cortinas— cuya marea susurra a la par con el movimiento de las cobijas en la cama de arriba. A veces se le acerca un pequeño barco de vela negra, su madera chirriando sobre las olas con un rechinido familiar, pero nunca llega lo suficientemente cerca como para arribar en sus arenas blancas. Lu Guang solo lo puede ver de lejos, envidiando la libertad con la que recorre el océano, hasta que la marea sube e inunda su playa, tapándole la vista, dejándolo solo una vez más.
Así que Lu Guang ladea la cabeza y se pone a ver el techo hasta que empieza a salir el sol.
La luz de la calle se refleja en el techo blanco, tiñéndolo de varios tonos de azul durante la noche, con uno que otro destello blanco o amarillo cuando pasan los coches con sus faros deslumbrantes como estrellas fugaces a través del firmamento. Cuando empieza a amanecer, los azules se aclaran, convirtiéndose en morados, rosas, y finalmente los amarillos suaves del sol de madrugada, como si estuviera viendo el mismo cielo más allá de su ventana entrecerrada. Mirar ese paisaje empíreo logra calmarle la mente cuando los sonidos del joven arriba de su cabeza le fallan.
A veces siente la tentación de despertar a la persona que se encuentra a menos de un metro de distancia, pero siempre acaba fallándole la voz, quedando en su garganta como agua estancada. Así que Lu Guang se traga sus palabras, sintiendo como se deslizan por su garganta y quedan en el fondo de su estómago con el resto de los secretos que dejará sin decir, llenando su interior con agua, ahogándolo poco a poco.
Lo deja todo sin decir por que la verdad es que no envidia al pequeño barco de vela negra — lo ama. Ama verlo deslizarse sobre las olas sin ninguna preocupación, ama ver el movimiento de su vela ondeándose con el viento, ama oír los chirridos de felicidad que suelta con cada viaje que hace a su alrededor. Si Lu Guang quisiera, con las palabras correctas podría construir un puerto en su playa y atracar al pequeño barco a él de forma permanente, pero nunca lo haría.
Nunca podría negarle a ese pequeño bote su libertad. Nunca podría decirle a Cheng Xiaoshi lo que causaron con sus errores.
—Lu Guang, ¿sigues despierto? —una voz callada interrumpe sus pensamientos.
Lu Guang considera no responder, pero decide aclarar la garganta y hablar.
—A penas. ¿Quieres algo?
—Ah, lo siento —Cheng Xiaoshi saca la cabeza por el lado de la litera para verlo, tapándole la vista del techo—. Voy por un vaso de agua a la cocina, ¿te traigo uno también?
Lu Guang frunce el seño y no responde por un momento. Sabe que Cheng Xiaoshi no tiene sed, solo no puede dormir. Ha tenido problemas desde el día que regresó del salto después del terremoto, no siempre, y al parecer no muy graves, pero lo suficiente como para darle a entender a Lu Guang cuanto le había afectado el evento a Cheng Xiaoshi.
—Voy contigo —Lu Guang se quita las cobijas de encima y se incorpora en el borde de la cama.
—No te tienes que parar —Cheng Xiaoshi saca una mano como para detenerlo, y baja las escaleras de la litera rápidamente—. Solo estaba preguntando.
—De todos modos ya estoy despierto —se pone las pantuflas que tiene a lado de la cama y ve de reojo a Cheng Xiaoshi, quien da unos pasos al lado para dejarlo pasar sin decir nada más al contrario.
Lu Guang iría con él incluso si de verdad hubiese estado dormido, después de todo, fue su culpa por haber aceptado el trabajo, y por no haberle advertido a Cheng Xiaoshi antes de que fuera demasiado tarde.
Los dos bajan las escaleras hacia la cocina sin hablar entre si, oyendo solo el ruido de sus pasos y de los coches pasando por la calle afuera del estudio.
Cuando llegan a su destino, Cheng Xiaoshi saca dos vasos de vidrio y los llena con agua de la llave, dándole la espalda a Lu Guang, seguro todavía sintiéndose culpable por haberlo despertado.
—Toma —Cheng Xiaoshi le pasa un vaso medio lleno y se recarga contra la mesa de la cocina.
—Gracias —Lu Guang agarra el vaso y bebe un trago.
Se quedan parados en silencio por unos momentos, bebiendo el agua en sorbos pequeños sin verse a los ojos.
—Cheng Xiaoshi —Lu Guang finalmente rompe el silencio—, ¿estas bien?
Cheng Xiaoshi lo voltea a ver con ojos de perrito pillado.
—Si claro, todo bien.
Lu Guang sabe que no es completamente la verdad, pero tampoco completamente una mentira. Cheng Xiaoshi es una persona de carácter infinitamente fuerte, alguien que no deja que los contratiempos le impidan, que mantiene su sonrisa por los demás. Pero también es una persona increíblemente sensible al dolor de otros, quien hace el trabajo por un deseo de ayudar a la gente, así que no le sorprende a Lu Guang que el hecho de no poder cambiar nada —de no deber cambiar nada— le pese más y más con cada caso nuevo que ven.
—Ah —Lu Guang inclina la cabeza—. Bien.
Abre la boca de nuevo como para decir otra cosa, pero cambia de opinión y bebe otro trago de agua en su lugar.
Cheng Xiaoshi lo mira con ojos que reflejan la luz pequeña encima del fregadero, como estrellas en un vacío negro.
—¿Lu Guang? —finalmente pone su vaso en la mesa y baja la vista a sus manos.
—¿Si? —Lu Guang le copia y baja su vaso, sintiendo que debería prestarle mucha atención.
—¿Nunca lo has intentado? —Cheng Xiaoshi sube la mirada por un momento, y añade—: Cambiar el pasado, el futuro, ¿nunca has querido hacerlo?
—Mi poder solo me deja ver el pasado, no cambiarlo. —Ignora intencionadamente la segunda pregunta—. Además, hay cosas en el pasado que no se pueden cambiar. Lo que hacemos por nuestros clientes es todo lo que se puede.
Cheng Xiaoshi asiente como si se estuviera esperando esa respuesta, aún viendo sus manos.
—Pero… —después de unos segundos, Lu Guang continúa—, supongo que si. Te estaría mintiendo si dijera que no hay momentos en el pasado que quisiera cambiar, así es la naturaleza humana.
Al oír sus palabras, Cheng Xiaoshi alza la cabeza para verlo, mirándole a los ojos como si estuviera intentando leerle la mente.
—Bueno, si algún día quieres traerme una foto, yo te ayudo con eso —le ofrece una sonrisa pequeña—. A precio reducido, claro.
—¿Precio reducido? —Lu Guang se ríe—. ¿Por qué no gratis?
—Así me sustento —Cheng Xiaoshi le da un puñetazo suave en el brazo—, no puedo andar regalando mi trabajo.
—Y yo creyendo que era una excepción —Lu Guang finge estar herido.
—Claro que eres una excepción —en vez de mirarlo cuando dice esas palabras, Cheng Xiaoshi se voltea y agarra su vaso de nuevo, tomándose el resto del agua de un solo trago.
Lu Guang no sabe como responder a eso, sintiendo que hay un mensaje oculto en su reacción. Afortunadamente, no tiene que responder, ya que Cheng Xiaoshi aclara la garganta y cambia de tema.
—Bueno, ya se me quitó el sueño —voltea a la sala, y luego de regreso a Lu Guang—. ¿Quieres ver algo en la tele?
Lu Guang hace una mueca incrédula.
—Son las tres de la mañana.
—¿Y? —Cheng Xiaoshi encoje los hombros—. Los canales transmiten las veinticuatro horas.
Lu Guang no sabe si reírse de nuevo o desviar la mirada, así que solo se toma el resto del agua en su vaso y sigue a Cheng Xiaoshi hacia la sala.
Cheng Xiaoshi prende la tele y se sienta en el sillón con el control remoto en la mano, dejando un espacio para Lu Guang mientras se pone a explorar los canales. Lu Guang se sienta junto a él, dejando un poco de espacio entre los dos, y espera a que Cheng Xiaoshi encuentre algo que le interese.
Después de unos minutos, Cheng Xiaoshi encuentra una película vieja que no tiene mucho de haber empezado, y Lu Guang afirma su interés cuando le pregunta si la quiere ver con él.
Los dos se ponen cómodos en el sillón y empiezan a ver la película, no hablan mucho a parte del comentario ocasional de lo que esta pasando en la trama, o cuando Cheng Xiaoshi reconoce a algún actor de otra obra. Así pasan casi treinta minutos, y Lu Guang ve como Cheng Xiaoshi se queda más y más callado, y como se le empiezan a cerrar los ojos con sueño.
En lugar de preguntarle si se quiere ir a dormir, Lu Guang disimula seguir viendo la película y sube un brazo al respaldo del sillón, mirando a ver si Cheng Xiaoshi reacciona.
El joven no se da cuenta —o no dice nada— y continúa viendo la televisión.
No pasa mucho tiempo cuando a Cheng Xiaoshi finalmente le gana el sueño y se desploma hacia atrás, cayendo justamente sobre el hombro de Lu Guang, quien se queda completamente quieto por unos momentos mientras esa cabeza de pelo negro se acomoda sobre él.
Cuando por fin esta seguro de que Cheng Xiaoshi esta profundamente dormido, Lu Guang baja su brazo del respaldo del sillón y lo pone alrededor de Cheng Xiaoshi, asegurándose de que no se fuera a caer con un movimiento repentino. Luego saca el control remoto de entre sus manos, le baja el volumen a la tele, y lo pone en el otro lado del sillón.
Es en momentos como este en los cuales Lu Guang desearía poder anclar a Cheng Xiaoshi a él.
¿Quién sería si no lo hubiera conocido?
A veces intenta imaginarse una vida en la que nunca se encontró al joven en la cancha de básquetbol, pero es como intentar leer un cuaderno en blanco. Lu Guang nunca antes había tenido problemas planeando para el futuro o para circunstancias diferentes, pero se encuentra completamente incapaz de pensar en una vida sin Cheng Xiaoshi — su otra mitad, en casi todo sentido de la frase.
De vez en cuando incluso se atreve a pensar que Cheng Xiaoshi siente lo mismo.
Pero luego recuerda los secretos que tiene guardados, recuerda el gran océano que yace entre los dos, y recuerda que los barcos nacieron para navegar el mar, y las islas para quedarse en su lugar y darles a los barcos a donde volver entre cada viaje.
Por mayor parte, a Lu Guang no le molesta la idea. Si todo lo que quiere Cheng Xiaoshi es resguardarse con él en noches como estas, Lu Guang sería más que feliz abriendo sus brazos y dejándolo pasar cuantas noches él quisiera dentro de ellos. Lo único que le molestaría en ese caso sería la idea que Cheng Xiaoshi se iría en algún momento, pero él nunca lo detendría.
Solo lo vería zarpar hacia el horizonte, llevado por el viento y la marea.
Lu Guang sigue viendo la tele, aunque no esta poniendo mucha atención. Así pasan las horas, los azules obscuros de la noche cediendo a morados, luego a rosas, y finalmente a los amarillos suaves de la madrugada cuando al fin se hace temprano.
Cuando siente que el joven en su hombro se empieza a despertar, Lu Guang cierra los ojos y finge también estar dormido.
Siente como Cheng Xiaoshi mueve la cabeza, se da cuenta en que posición esta, y se incorpora lentamente como para no despertarlo. Oye como se levanta del sillón, agarra el control remoto, y apaga la tele antes de irse, seguramente a la cocina a buscar su desayuno.
Después de unos minutos, cuando Lu Guang supone que sería buena idea hacer como si por fin él también despertaba, se queda quieto al oír pasos cuidadosos acercándosele nuevamente, y siente algo suave y cálido cayendo sobre sus hombros.
—Gracias —Cheng Xiaoshi susurra tan suavemente que casi no lo oye—. Buenas noches.
Los pasos se alejan. Lu Guang entreabre los ojos y ve la cobija de Cheng Xiaoshi cubriéndole el cuerpo, luego los cierra de nuevo y se acomoda mejor en el sillón.
Supone que puede dormir al menos un par de horas antes de tener que abrir el estudio, y no duda que Cheng Xiaoshi le va a guardar desayuno para cuando de verdad despierte.