ID de la obra: 433

Aokigahara no Suena como Transilvania

Het
PG-13
Finalizada
1
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16 páginas, 6.038 palabras, 1 capítulo
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Capítulo Único

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Dennis no podía dejar de mirar su reflejo en el espejo de su habitación, satisfecho porque, sin duda, había tomado una buena decisión con su guardarropa. La chaqueta de cuero negra y los lentes oscuros que decidió utilizar le daban ese aire de chico misterioso que deseaba proyectar. Se supo mucho más arrollador cuando le sonrió a su reflejo y, al hacerlo, sus colmillos brillaron como la luna en el cielo estrellado de esa noche. Su amiga de la infancia, Winnie, le lanzó una mirada de reojo mientras se acomodaba la coleta. —Te ves bien —dijo ella con un tono que mezclaba sinceridad y burla—. Tan peligroso como un vendedor de criptomonedas falsas. —No ayudas —Dennis suspiró—. Esta es mi primera fiesta en Santa Cruz. Si quedo como un tonto, nunca me lo voy a perdonar. Habían llegado a California hace dos semanas. Dennis y Winnie eran tan proporcionalmente conocidos y queridos en su natal Transilvania como eran mirados con recelo en la ciudad natal de Johnny. Ahí nadie les hablaba, y no porque fueran monstruos, sino porque eran… raros. Y no del tipo “cool y misterioso”, raros del tipo “¿por qué solo hablan entre ustedes y, cuando hablan con el resto, usan el mismo slang que sus padres?”. Sabían que todos los miraban para abajo, no solo porque los evitaban, sino porque incluso escucharon a los chicos de la cuadra murmurar "son como… pueblerinos ignorantes." A Dennis le dieron un vuelco en el estómago esas palabras, pero tuvo la presencia suficiente para detener a Winnie antes de que se comiera vivos a aquellos que los ofendían. Pasados los primeros días él y Winnie creyeron que después de las vacaciones de verano volverían a Transilvania con pocas historias y mucho menos ganas de visitar California nuevamente, pero, sorpresivamente, los primos de Dennis, Connor y Parker, los invitaron a una fiesta esa noche organizada por sus amigos de la escuela. —No nos avergüencen. En serio. Nada de arruinar la vibra —dijo uno de ellos como advertencia. —Si alguien pregunta de dónde vienen, digan… Aokigahara. Suena mejor que Transilvania. —¿Aokigahara? —dijo Winnie, arqueando una ceja. Winnie y Dennis salieron de su casa en dirección a la fiesta dos horas después de la hora en que supuestamente empezaría. La reunión era a dos cuadras de su ubicación, así que no tardaron en llegar ahí. —Tranquilo —se dijo Dennis, respirando hondo. Después, entró con paso seguro a la casa y, al hacerlo, tropezó con el primer escalón. Por suerte, la música estaba tan fuerte que casi nadie escuchó el pisotón que dio intentando mantener el equilibrio. Winnie suspiró. Ella, al igual que Dennis, estaba feliz por haber sido considerada digna de una invitación, pero, al mismo tiempo, no sentía que su vida cambiaría si lograba o no impresionar a los adolescentes de California. Para ella, pasar el tiempo a un lado de Dennis era más que suficiente. La fiesta era un caos de luces, risas y olor a pizza. Los primos de Dennis se paseaban entre la multitud saludando a todo el mundo como si fueran realeza. Dennis y Winnie se quedaron cerca de la mesa de botanas, fingiendo que no les importaba estar solos. Hasta que alguien se acercó. —Hey… ustedes son los primos de Connor, ¿no? —preguntó un chico rubio con gorra. —Sí —dijo Dennis, intentando sonar relajado—. Somos de Ao- Aokigahara. El chico lo miró de arriba abajo. —Se nota, — y se fue riéndose con sus amigos. Winnie apretó los puños, los ojos brillándole como linternas. —Me dan ganas de arrancarles la cara a mordidas —murmuró. Dennis la detuvo. —No. Tenemos que encajar. La música siguió sonando y ellos, aunque se movieron lejos de la mesa e intentaron bailar, aún parecían fuera de lugar. Dennis estaba por rendirse y decirle a Winnie que era mejor que volvieran a casa cuando vio a tres chicas humanas en la esquina del salón, mirándolo como si fuera interesante. Una de ellas, de cabello rosa y sonrisa enorme, le hizo una seña con la mano, invitándolo a acercarse. Dennis, al principio dudoso de si la chica intentaba llamar su atención o la de alguien más, le hizo un gesto con la mano. Cuando la chica respondió el gesto, él no pudo evitar sonreír. —¿Qué haces? —murmuró Winnie, cruzándose de brazos, al ver que Dennis dejaba de bailar. Pero Dennis no le prestó atención, en especial cuando las chicas comenzaron a reírse y él interpretó eso como una buena señal. Así que hizo un intento de empezar a caminar en su dirección, pero Winnie lo detuvo. Ella bufó, el pelo erizándosele un poco. —No te atrevas a dejarme sola. Vine hasta aquí solo porque tú querías venir. Dennis se mordió el labio inferior pero al final desistió de separarse de Winnie pues la chica tenía razón. Un par de minutos más pasaron entre música, risas y gritos, hasta que, para sorpresa de el par de monstruos, un grupo de chicas se acercó, la chica de cabello rosa entre ellas. —Hey, ¿ustedes quieren venir al sótano? —dijo ella casi gritando por encima del ruido—. Vamos a jugar Verdad o Reto. Dennis parpadeó, desconcertado. Winnie apretó la mandíbula. —¿Verdad o Reto? —repitió Dennis, intentando sonar como si estuviera acostumbrado a ese tipo de cosas. —Sí. Va a ser divertido —añadió otra chica, guiñándole un ojo—. No sean aburridos. Winnie miró a Dennis de reojo, esperando que dijera que no. Pero Dennis, con la adrenalina de estar en su primera fiesta y convencido de que esta era su gran oportunidad de encajar, simplemente asintió. —Claro. Suena genial —respondió, con una sonrisa nerviosa. La chica de cabello rosa lo jaloneó del brazo para guiarlo, y Winnie, sin decir palabra, los siguió con paso firme, gruñendo apenas por lo bajo. —Soy Amanda —dijo la chica. —Soy Dennis. —Mucho gusto, Dennis. —Amanda le sonrió tan abiertamente que Dennis pasó por alto que ni a Amanda ni a ninguna otra de las chicas les interesó conocer el nombre de Winnie. El sótano estaba iluminado con luces moradas y azules, lleno de cojines y un círculo de chicos y chicas sentados en el suelo. En el centro, una botella vacía esperaba a ser girada. Dennis tomó el asiento más cercano y Winnie se sentó a su lado, con los ojos brillando de una manera que hacía que cualquiera pensara dos veces antes de molestarla. Algo le decía a ella que esto no iba a terminar bien; en especial porque los primos de Dennis brillaban por su ausencia. El juego empezó con retos aburridísimos. Beber tres tragos de refresco de un jalón, mandar un emoji extraño a un contacto al azar, hacer una imitación ridícula de un profesor. Todos se reían, y para alivio de Dennis y Winnie, la botella no apuntó hacia ellos los primeros minutos. Pero cuando por fin se estaban relajando, finalmente, la botella se detuvo apuntando directo a Winnie. Dennis tragó saliva, pues no sabía cómo reaccionaría su amiga. —¿Verdad o reto?—preguntó el chico que giraba la botella, con una sonrisa que no presagiaba nada bueno. Winnie levantó la barbilla. Ella no iba a hacer nada raro ni vergonzoso, no frente a toda esta gente que ya los veía como perdedores. —Verdad —respondió, segura. Por la mirada que le dieron todos, creyó que sería algo fácil, como “¿te gusta la pizza con piña?” o “¿qué película te hace llorar?”. Pero el chico sonrió con malicia. —¿Experimentas celos? —preguntó, alargando la frase para que todos escucharan. El sótano estalló en carcajadas. Incluso algunos aullidos burlones llenaron el aire. Dennis sintió un golpe en el estómago, mirando a Winnie de reojo. Ella no se rió. Se quedó tan seria, tan inmóvil, que las risas empezaron a apagarse poco a poco, hasta que algunos miraron al suelo, incómodos. —No —dijo ella, con voz firme y sin titubeos. Hubo un silencio incómodo. Nadie supo si reír otra vez o dejar el tema. Winnie seguía seria, el ceño fruncido. Se inclinó apenas hacia Dennis, lo suficiente para que nadie más la oyera. —Vámonos de aquí —le dijo con voz baja, pero cortante. Dennis, que seguía intentando mantener esa pose de chico genial, negó con la cabeza. —No, todavía no. Todo va bien —susurró, con una sonrisa fingida—. No podemos irnos así, pareceríamos unos perdedores. Winnie bufó, molesta, pero no dijo nada más. Se limitó a mover la pierna con impaciencia mientras la botella seguía girando, y, entonces, por supuesto, la botella cayó sobre Dennis. Amanda que ahora giraba la botella sonrió como si hubiera estado esperando ese momento toda la noche. —¿Verdad o reto? Dennis, recordando lo incómoda que la opción de verdad había sido para Winnie dijo con seguridad —Reto. Ante su respuesta amanda sonrió con picardía y dijo —Bébe de mi sangre. El sótano entero guardó silencio por un segundo, y luego se escucharon murmullos divertidos. Dennis abrió los ojos como platos y empezó a hablar con rapidez. —¿Qué? No. Nosotros no, los vampiros modernos no hacemos eso. Nunca he bebido la sangre de un humano. La chica se acercó a Dennis, sonriendo como si esto fuera un juego inofensivo. —El problema siempre es el consentimiento, ¿no? Pues yo te doy permiso. Así que no hay problema. El corazón de Dennis se aceleró. —De verdad que no. Es mejor no hacerlo. Winnie aprovechó para intervenir tomando a Dennis de la mano y jalándolo para que se parara. —Vámonos de aquí. —Tan pronto ella habló empezaron las burlas. —Ay, que cobarde. —Sí, mejor que se vayan. Son súper aburridos. —¿Quién los invitó a la fiesta? Dennis sintió cómo le ardían las orejas. Miró a Winnie, que ya estaba de pie, lista para irse. Pero la vergüenza y la obstinación pesaron más que el sentido común. —No nos vamos a ir —dijo y antes de que ella pudiera detenerlo Dennis se inclinó hacia el cuello de Amanda. El sótano estalló en gritos, algunos sorprendidos, otros animándolo como si estuviera por cometer una gran hazaña. Los gritos se intensificaron cuando los colmillos de Dennis hicieron contacto con la piel de la chica. Winnie lo miró con los ojos brillando de asombro, rabia y de algo más que no quería admitir. Dennis nunca había hecho algo así en su vida. En cuanto sus colmillos rozaron la piel de la chica se sintió rarísimo y ni siquiera pudo cerrar la mandíbula. Sus dientes eran filosos así que aunque apenas y rozó la piel de amanda, sí la rasgó ligeramente. Y cuando sus dientes apenas se remojaron con gotas de sangre se apartó de inmediato. Con la cara ardiéndole de vergüenza. Amanda, en cambio, sonrió como si acabara de vivir la mejor experiencia para presumir en la escuela. —¡Eso sí que fue épico! —gritó alguien, y el sótano estalló en aplausos y risas, como si Dennis hubiera ganado un concurso de popularidad. Él intentó sonreír, incómodo, y quiso hacerle un gesto a Winnie que dijera “¿ves? no fue tan grave”. Pero cuando la buscó con la mirada Winnie ya no estaba ahí. Dennis se quedó congelado. Por un segundo, el ruido del sótano desapareció para él. Solo pudo pensar en la forma en que Winnie le había pedido irse, en cómo lo había mirado antes de que todo se saliera de control; y como, finalmente ella decidió irse sin él. Amanda seguía riéndose con sus amigas y por primera vez Dennis se preguntó realmente por qué quería la aprobación de esa gente. Había querido encajar, pero ¿por qué? Se levantó de golpe, ignorando los aplausos y las burlas mezcladas, y salió del sótano con toda la intención de encontrar a Winnie. La música en la planta baja seguía tan fuerte como antes, pero él apenas la escuchaba. Recorrió la sala abarrotada, mirando por encima de la gente, empujando a uno que otro cuando se interponían en su camino. Nada. Ni en la cocina, ni en la sala,ni siquiera en el patio trasero había rastro de Winnie. Entonces salió de la casa y finalmente, la vio. Ella estaba apoyada contra una farola en la calle, con los brazos cruzados y la mirada fija en algún punto lejano. El aire frío agitaba un poco su coleta. No estaba llorando, pero tampoco tenía esa expresión relajada que solía tener con él. Dennis dudó un segundo antes de acercarse. —Winnie… —empezó, la voz baja, casi tímida. Ella ni siquiera lo miró. —No puedo volver a casa sin ti. Tus abuelos y la tía Mavis me interrogarían. —Entiendo. Ya-ya podemos irnos. — ¿Terminaste de divertirte? —No... digo, no me estaba divirtiendo —dijo rápido, dándose cuenta de lo mal que sonaba cualquier cosa que intentara justificar—. Solo… no quería que todos pensaran que… —Que eres un cobarde —terminó ella, con un tono seco. Dennis tragó saliva. —Winnie, yo… no quise ponerte incómoda. Ella finalmente lo miró, con esos ojos brillando gracias a la luz del poste. —No me hiciste nada a mi. Se lo hiciste a tu familia y a tu especie. Las palabras le cayeron como un balde de agua helada. Porque era cierto. Todo el asunto de querer parecer genial solo había logrado que se sintiera más tonto que nunca. —Lo siento —dijo—. Debí haberte hecho caso cuando dijiste que nos fueramos. Winnie suspiró, y por un momento el silencio se llenó solo con la música lejana y el murmullo de la fiesta dentro de la casa. —Vamos a casa —dijo ella al fin, sin mirar atrás. Dennis asintió y la siguió, sintiéndose más pequeño que nunca. El camino a casa fue silencioso. Dennis quería decir algo, cualquier cosa, pero cada vez que abría la boca veía el perfil serio de Winnie y mejor se quedaba callado. Cuando por fin llegaron, la casa estaba en penumbra. Afuera, la luna brillaba enorme sobre las palmeras de California, y a Dennis le pareció que todo era demasiado distinto a las montañas oscuras de Transilvania. Allí la noche siempre había sido su territorio natural; aquí sentía que tenía que probar a todos que también pertenecia a ese mundo. Que era esas dos partes completas. Al entrar agradecieron que nadie los recibió y fueron directo a la habitación que compartían. Era grande, con dos camas separadas, una para Dennis y otra para Winnie, y un ventanal por donde entraba la luz de la luna. Winnie se preparó para dormir en silencio, con el mismo aire distante con el que había caminado todo el camino de regreso. Dennis, incómodo, se cambió a su pijama en el baño y se metió en la cama. Después miró a Winnie quien se acomodaba de espaldas a él, sin decir palabra. —Buenas noches… —dijo Dennis al fin, con una voz que sonó más pequeña de lo que quería. Silencio. Winnie no respondió. Ni siquiera se movió. Dennis se hundió en las sábanas, con una sensación pesada en el pecho. Despertaron hasta la tarde del día siguiente y aun así el sol estaba tan radiante que a Dennis le parecía insultante. Se sentó a la mesa con Winnie, que seguía con su humor frío como la noche anterior, y trató de hablar con ella. —Winnie… —empezó, bajando la voz—. Sobre anoche… Pero antes de que pudiera seguir, su mamá, Mavis, apareció trayendo panqueques, canturreando como si nada malo hubiera pasado en la vida de nadie. —¿Durmieron bien? —dijo, con esa sonrisa brillante. Dennis tragó saliva. Hablar con Winnie frente a su mamá no era opción. Winnie tampoco le dirigió la palabra; solo comía despacio. Entonces tocaron a la puerta. —¿Puedes abrir, Winnie? —pidió Mavis, demasiado ocupada llenando vasos con jugo de sangre sintética. Winnie se levantó con un suspiro y abrió la puerta para encontrarse con Amanda en el rellano, sonriendo y con el cuello descubierto. En su piel se veían claramente las marcas de los colmillos de Dennis. Las marcas no eran profundas y bien podría confundirse con la picadura de un mosquito que la chica había rascado con fuerza, pero Winnie sabía cuál era el origen de la marca. —¿Qué demonios haces aquí? —soltó y luego le señaló el cuello—. Cúbrete, ¿no te das cuenta que eso es ofensivo? La chica arqueó una ceja, sin perder la sonrisa. —Esto no es asunto tuyo. Quiero hablar con Dennis. En ese momento Dennis se levantó de la mesa. Lo primero que vio fueron lás marcas en el cuello de Amanda, como si presumiera un trofeo y se le revolvió el estómago. —Eh… mamá, salgo un momento —dijo rápido, poniéndose un abrigo para cubrirse del poco sol que aún había afuera. Antes de que Mavis pudiera preguntar nada, Dennis ya estaba afuera con Amanda, empujandola para que se fueran y su mamá no los interrogara. Apenas y estaba un par de metros lejos de la puerta cuando se escuchó el golpe de esta azotandose. Winnie cerró la puerta con tanta fuerza que las ventanas temblaron. Dennis caminó con Amanda procurando cubrirse con la sombra de las casas, con su abrigo cubriéndole hasta las manos para no chamuscarse con el sol californiano. El silencio entre ellos se alargaba, y él no sabía si debía romperlo o simplemente seguir andando hasta que todo pasara solo. Finalmente, fue ella quien habló. —Había pensado… —dijo con una sonrisa que ahora parecía más tímida— que tal vez podíamos pasar el día juntos. Ya sabes, conocernos más. Dennis se detuvo, incómodo. —No sé si… —empezó, pero ella captó su expresión y se adelantó, levantando las manos en señal de paz. —Perdón —dijo rápido—. Tal vez es mejor salir hasta que el sol se oculte por completo, ¿no? Aún quedan cuatro horas de luz de día. Dennis negó con la cabeza. —No es por eso. Es que… —respiró hondo— me arrepiento de eso, —la señaló vagamente en dirección al cuello. —Aunque tú lo pidieras, estuvo mal. Ella parpadeó, sorprendida. —No, pero, de verdad, yo quería... —No estuvo bien —interrumpió Dennis, con la voz baja pero firme—. Refuerza esa idea estúpida de que los vampiros somos peligrosos. La chica bajó la mirada y asintió despacio. —Lo siento. De verdad. Yo no… no quería ser tan... ¿insensible? ¿tonta? —Ella suspiró, y por primera vez la sonrisa confiada desapareció. —Solo quería acercarme a ti —dijo, apretando los brazos contra el cuerpo—. Soy humana, Dennis. Y desde que llegaste… no sé, me gustaste. Pero tú siempre estabas con Winnie, y pensé que… si era más atrevida… tal vez así ibas a notar que existo. Dennis parpadeó. No era lo que esperaba escuchar. —Además —continuó ella, con una risita nerviosa— todos te molestan porque te tienen envidia. Vienes de un lugar donde hay más monstruos que humanos. Eso para nosotros es… tan... no sé, quisiera vivir ahí. Y yo quería… no sé, llamar tu atención aunque fuera un poco. Dennis sintió un nudo en la garganta. No sabía si sentirse halagado, más incómodo, o las dos cosas al mismo tiempo. Un largo silencio pasó entre ellos, solo caminaban, cuadra tras cuadra uno a un lado del otro. —Esta noche hay feria. ¿Quieres ir conmigo? — Dijo Amanda de pronto. Dennis dudó un segundo, luego asintió. Aún no sabía si era buena idea, pero no podía simplemente decir que no. Mientras tanto, Winnie había estado en la cocina intentando terminar su comida, pero cada bocado le sabía amargo. La ira de la noche anterior se había acumulado y ahora le ardía por dentro. Se levantó abruptamente y decidió ir al cuarto. Quería estar sola. Pero apenas abrió la puerta y entró, un olor familiar la golpeó de inmediato, el aroma de Dennis. Su ropa, su chaqueta colgada, sus sábanas, todo ahí olía a él. Winnie bufó. Ese olor la irritaba, la confundía y la hacía sentir vulnerable a la vez. No podía quedarse ahí. Así que sin pensarlo demasiado, abrió la ventana y saltó afuera de la casa. Quería huir tan rápido que ni siquiera quiso ir hasta la puerta de la casa y actuar como una monstruo civilizada. Corrió por la calle, sintiendo el viento en la cara, hasta llegar al parque más cercano, donde todavía quedaba algo de naturaleza. El olor a árboles, césped, un poco de aire fresco sin luces de neón ni coches pasando la tranquilizó. Allí podía respirar, pensar y, sobre todo, alejarse de la mezcla de frustración y confusión que Dennis le había dejado. Se detuvo bajo un árbol y pasó largos diez minutos disfrutando la sensación de libertad cuando escuchó pasos acercándose. Frunció el ceño y se preparó para irse, pero una voz familiar la detuvo. —¡Hey! —llamó un chico humano, ella lo reconoció como un amigo del tipo que le había preguntado a ella si tenía celos, y se acercaba con una sonrisa despreocupada y los hombros relajados. —Winnie, ¿verdad? Hola ¿qué estás haciendo por aquí? —Hola —respondió ella con cautela, intentando sonar no tan enfadada como se sentía por dentro, pero tampoco amigable—. Sólo estaba dando una vuelta —y dicho eso emprendió camino para alejarse. —No, espera —dijo él—. Es genial encontrarte aquí. Me dio pena que te fueras de la fiesta ayer. En serio, fue una lástima. Era genial tenerlos a ti y a tu amigo ahí… a ti en especial. Winnie se quedó en silencio, sin saber muy bien cómo reaccionar. Su instinto le decía que se alejara, que no quería tratar con humanos ni con bromas sociales complicadas… pero algo en la manera en que él hablaba, sincero y sin burlas, la hizo titubear. —¿Y qué quieres, exactamente? —preguntó sin rodeos. Él chico dio un paso hacia atrás, claramente asustado, pero al final se armó de valor y habló. —Llevarte a comprar un helado. Si aceptas, claro. Winnie dudó un segundo, pero recordando que Dennis estaba haciendo nuevos amigos y que sería una tontería de su parte seguir esperándo a que él se acordara de que ella existia, asintió. Caminó junto a el humano hasta la pequeña heladería del parque, donde eligieron sus sabores. Se sentaron en un banco bajo la sombra de un árbol y comenzaron a comer, dejando que el helado se derritiera despacio bajo el sol. El chico empezó a hablar sobre su vida, con un entusiasmo contagioso. —Siempre he vivido aquí —dijo. —Me encanta, pero a veces siento que quiero ver más del mundo. Hay tantos lugares que quiero conocer… y bueno, si algún día pudiera, me encantaría visitar tu hogar, Transilvania. Winnie lo dejó continuar pues su tono era sincero y curioso, sin la arrogancia que muchos humanos de la zona mostraban. —Si alguna vez vienes, deberías hospedarte en el Hotel Transilvania —dijo ella al fin, con una ligera sonrisa. El chico se rió nervioso, rascándose la nuca. —Pues… supongo que iré a donde tú estés —dijo, sin querer y un poco apenado. Hubo un pequeño silencio, y luego añadió con un hilo de valentía. —Entonces… ¿qué tal si vamos juntos a la feria esta noche? Winnie lo miró, evaluando por un instante la propuesta. Luego, con una pequeña sonrisa que sólo Dennis había visto antes, aceptó la invitación. El chico se iluminó con la respuesta, y por primera vez en horas, Winnie se sintió un poco más ligera. Dennis regresó a casa, esperando encontrar a Winnie, pero no la vió en ningun lado. Así que no le quedó más opción que dejarse caer en la cama de su habitación, agotado y un poco desanimado. No le gustaba pelear con su amiga. De hecho, no recordaba ni una vez en la que hubieran peleado antes. Encendió la televisión y comenzó a jugar videojuegos para distraerse, dejando que las horas pasaran. Entre un nivel y otro, su mente no dejaba de pensar en Winnie y en cómo todo se había complicado. Al final, el aburrimiento lo venció y se quedó dormido en su cama, con el control aún en las manos. Cuando despertó, la luz de las lámparas en la calle ya estaba filtrándose por las ventanas. Después se incorporó para ver qué Winnie ya había llegado y estaba frente al espejo, arreglándose con cuidado, como si planeara ir a algún lugar importante. —¿Vas a salir de nuevo? —preguntó Dennis sin pensar. Ella lo miró de reojo, dando a entender que escuchó sus palabras, pero no le contestó. El sentido del olfato de Dennis no era tan agudo como el de ella, pero aun así Dennis percibió que la chica desprendía un ligero aroma que no le resultaba familiar. Pero no era de ningún adulto, era de un chico, de su edad. —¿Con quién estuviste? —volvió a preguntar sin pensar, no le sentaba para nada bien que Winnie se acercara tanto a alguien desconocido sin que él estuviera presente. —Con un amigo —respondió ella, ajustándose la chaqueta—. Y no me interrogues. No te estoy preguntando nada sobre lo que tú hiciste. Dennis tragó saliva, sintiéndose un poco atrapado entre la culpa y la sorpresa. Ella estaba seria, firme, y él comprendió que esta vez no podía forzar nada; Winnie no iba a darle explicaciones fácilmente. Solo cuando Winnie estaba por salir de la habitación se apiadó de él y le dijo —voy a la feria. Dennis había tenido la intención de conversar con Winnie, contentarse con ella, y enviarle un mensaje a Amanda diciéndole que no iba a poder ir con ella a la feria, pero ahora, no tenía más opción que ir si quería saber con quién iba a estar Winnie sin parecer un acosador que no respetaba los límites impuestos por su amiga. Dennis llegó a la feria, caminando con lentitud entre los puestos de algodón de azúcar y de comida, fingiendo un aire casual, pero obviamente buscando a Winnie; y sintió una pizca de algo inexplicable cuando por fin la vio riendo con un grupo de chicos que él no conocía. La sonrisa de Winnie era más relajada que la que Dennis había visto últimamente y eso hizo que se le formara un nudo en el estómago. Quiso acercarse, pero no estaba seguro de cómo. Cada paso lo hacía sentir más torpe, más fuera de lugar. Winnie, por su parte, parecía concentrada en sus nuevos amigos, ajena a que Dennis la observaba desde la distancia. Finalmente, Dennis reunió el valor y justo cuando estaba a punto de acercarse, Amanda apareció de repente y se le colgó del brazo como si fuera lo más natural del mundo. —¡Hey! —dijo ella, con entusiasmo—. Vamos a subirnos a los juegos. Dennis suspiró por dentro, resignado. Miró hacia donde Winnie se alejaba con sus nuevos amigos, riendo y disfrutando de la feria. Se subió con Amanda a la montaña rusa, las sillas voladoras, y al carrusel. Intentó sonreír, fingir felicidad, incluso conversar con Amanda sobre su vida y gustos, pero nada parecía hacerlo sentir realmente feliz. Cada risa era breve, cada intento de interacción se sentía forzado; y no podía evitar vagar la mirada en un intento por saber siempre dónde y con quién estaba Winnie. Cuando los amigos de Amanda se les unieron y trataron a Dennis como uno más del grupo, él cayó en cuenta de que aunque por fin sentía que encajaba, nada llenaba el vacío de ver a Winnie con otros, disfrutando sin él. Amanda, aunque divertida y simpática, no era Winnie. Y Dennis lo sabía. —Oye… —dijo una vez que se apartaron de los amigos de Amanda—. Lo siento si esto arruina tu noche. Me agradas mucho… pero creo que es mejor que me vaya. Ella lo miró por un segundo, con sorpresa, y luego asintió lentamente. —Está bien —respondió—. Supongo que lo entiendo. Dennis sonrió un poco, aliviado por no haberla herido demasiado, y se apartó, decidido a encontrar a Winnie y dejar de tener miedo a disculparse y rogarle que ya no se enfadara con él. Caminó por la feria, buscando entre la multitud, los puestos de comida y las luces brillantes. Pero no había rastro de Winnie. Frustrado y preocupado, recordó que podía usar sus sentidos de vampiro. Cerró los ojos por un momento, respiró hondo y afinó su oído sobrenatural. Pronto escuchó la voz conocida de su amiga, cargada de molestia. —¡Déjame en paz! La voz venía de un rincón del parque, más alejado de la feria y de los juegos. Sin pensarlo, Dennis corrió hacia el lugar, con el corazón acelerado, convencido de que alguien estaba molestando a su amiga y que debía protegerla. No se detuvo a pensar en que quizá solo estaba molesta por otras cosas. Solo corrió, impulsado por la mezcla de preocupación, culpa y esa necesidad de estar cerca de ella. Creía que iba a salvarla. Pero al doblar la esquina, se encontró con que Winnie estaba de pie frente a un puesto de disparos, sosteniendo un arma de juguete, frunciendo el ceño con evidente frustración. Sus tiros fallaban todos los blancos y, a su lado, su acompañante la miraba con una risa burlona disimulada. —No te preocupes —dijo él—. Yo te puedo ayudar. Winnie bufó, irritada por la torpeza del momento, y le pasó el arma a su acompañante sin pensarlo. Él no dudó un segundo, los blancos cayeron uno tras otro con precisión, hasta que finalmente ganó el premio mayor. El cual entregó a Winnie con una sonrisa. Ella lo tomó y, fingiendo solo la emoción justa, agradeció. Pero Dennis, que la conocía demasiado bien, vio lo que ella intentaba ocultar. Las orejas ligeramente tiesas, la cola que se movía con nerviosismo, y un sonrojo apenas visible bajo su pelaje. Estaba encantada. Dennis sintió que se le revolvía el estómago. No eran celos… era algo más fuerte, una mezcla de ternura, admiración y un nerviosismo que no podía controlar. Cada gesto de Winnie lo afectaba de una manera que lo dejaba sin aliento. Por un momento, se quedó allí, observando en silencio, dándose cuenta de que a veces, incluso cuando las cosas parecían complicadas, Winnie tenía su manera de brillar, y él no podía evitar sentirse completamente atraído a ella. Entonces el acompañante de Winnie le pasó una mano por la espalda para pegarla su cuerpo y Dennis no lo pudo soportar. Un calor intenso subió hasta su cabeza, una mezcla de celos y protección que solo los vampiros de su familia parecían sentir con tanta fuerza. —¡Winnie! —gritó, adelantándose—. ¡Necesitamos hablar! Antes de que pudiera reaccionar, Dennis la había tomado del brazo e impedido que siguiera avanzando, logrando así que el humano la soltara. Winnie parpadeó, sorprendida y un poco aliviada de estar lejos del humano, pero al mismo tiempo la irritación la recorrió. —¡Dennis! ¿Qué quieres? —dijo, cruzándose de brazos. Dennis la miró, respirando con fuerza, tratando de controlar la rabia que todavía le ardía por dentro. —Tenemos que hablar. Ahora. Ella frunció el ceño, claramente molesta pero también un poco curiosa por su tono serio. —¿Hablar? ¿Sobre qué? —preguntó, con la cola moviéndose ligeramente en señal de impaciencia. —Sobre nosotros —respondió Dennis, con voz firme—. No podemos seguir dejando que todo esto se acumule. Winnie lo miró, con los ojos brillando a la luz de la feria, consciente de que algo estaba cambiando entre ellos, aunque no sabía si estaba lista para enfrentar lo que Dennis quería decir. —Dennis… no tenemos nada de qué hablar —dijo ella con voz firme, lista para marcharse si era necesario. Antes de que pudiera seguir, Dennis la volvió a llamar. —Espera —dijo—. Vamos a subirnos a la rueda de la fortuna. Ella lo miró con sorpresa, pero algo en su tono la hizo finalmente decirle a su acompañante que debía ver qué era lo que ocurría con Dennis, que en cuanto se liberara volvería con él. El humano hizo un gesto de desconcierto y hasta tristeza pero eso no cambió la posición de Winnie ni de Dennis, de hecho, Dennis pensó que nunca iba a liberar el tiempo de Winnie. Ese humano iba a tener que quedarse esperando. Subieron juntos a la cabina de la rueda de la fortuna y, mientras la rueda ascendía lentamente, la ciudad iluminada se desplegaba bajo ellos, brillante y difusa con las luces de la feria. Cuando estuvieron en la cúspide, suspendidos entre el cielo y la tierra, Dennis respiró hondo y decidió abrirse por completo. —Winnie… —comenzó, con la voz temblando un poco—. Sé que dijiste que no era contigo con quien debía disculparme, pero quiero volver a hacerlo. Lo siento. Estaba actuando como un tonto en la fiesta. Ella lo miró de reojo. —Por intentar fingir ser alguien que no soy, por obligarte a estar en la fiesta cuando no querías, y por ignorar que querías irte —continuó, mirando sus manos temblorosas—. Pero, más que nada… me siento estúpido y sucio por haber puesto mis colmillos sobre alguien desconocido, por una razón ridícula. Frente a ti cuando... la única chica con la que quiero estar así de cerca es contigo. Dennis tragó saliva, mirando el horizonte brillante bajo ellos. —Desde siempre, hemos sido tú y yo, y siempre se ha dado todo tan fácil. Siempre supe que hay cosas que hago contigo que no hago con nadie más, pero solo era porque se daban, no porque fuera una decisión real. Pero lo de anoche se sintió tan íntimo, algo que solo quiero hacer contigo y nadie más. Hay muchas cosas que te juro que jamás haré con nadie que no seas tú. Winnie lo observaba en silencio, con la respiración un poco más lenta para controlar su corazón desbocado, sorprendida y sonrojada por la sinceridad y la vulnerabilidad que Dennis mostraba. Dennis la miró, con el corazón también latiendo con fuerza, consciente de que este momento era más importante que cualquier otra cosa. Le estaba diciendo a Winnie que había cosas que a partir de ahora solo reservaría para ella. Casi como si estuvieran en una relación de más que amigos. Claro, no sabía si Winnie estaba lista para decidir lo mismo. —Dennis… dejé de estar enojada contigo por tu tontería de querer impresionar a esos tontos tan pronto nos fuimos de la fiesta—dijo ella finalmente— Yo… también quería que hubiera cosas que solo hicieras conmigo... pero no podía exigírtelo, aunque quisiera porque sé que solo somos amigos. Quería darte espacio. Mi mamá y todos dicen que siempre estoy sobre ti. Al verte intentar estar con más gente, entendí que estamos creciendo y no puedo seguir queriendo acaparartesi no es lo que quieres. —Sí quiero que me acapares—dijo Dennis sabiendo que se escuchaba un poco ridículo. —También quiero que solo estés conmigo. —¿De verdad? —De verdad. Eres mi zing. Winnie se quedó quieta, cuando niños se decían aquello todo el tiempo, pero de unos años para acá dejaron de hacerlo, cuando entendieron el peso de esa palabra y que ninguno estaba preparado para formalizar una relación. Eran apenas unos adolescentes que empezaban a entender sus propios sentimientos. La rueda de la fortuna continuaba su lento giro, suspendiéndolos entre luces y cielo, y en ese instante, todo parecía más claro. No importaba lo que viniera después; lo que sentían el uno por el otro era real, aunque todavía necesitaran tiempo y espacio para comprenderlo completamente y ponerle una etiqueta a su relación. Aún así, cuando Dennis miró a Winnie con intensidad. Ella lo miró de vuelta, con los ojos brillando bajo las luces de la feria y sin decir una palabra más, se inclinaron y se besaron, un beso breve pero lleno de sinceridad y emociones contenidas. Después del beso no dijeron nada. Al bajarse se tomaron las manos y pasaron el resto de la noche juntos, caminando entre luces, juegos y puestos de comida, riendo, compartiendo premios y simplemente disfrutando de la compañía del otro. Nada más parecía importarles. Cuando finalmente regresaron a casa, Dennis no tenía sueño. Había dormido toda la tarde. Winnie, en cambio, estaba cansada. —Yo sí necesito dormir —dijo ella, bostezando mientras se metía en la cama. Dennis, miró su propia cama y decidió que esa noche no dormiría solo. Se metió a la cama de Winnie y se acomodó a su lado, abrazándola con suavidad. —Prometo que no voy a ser un idiota de nuevo —susurró, con la voz cargada de sinceridad. Winnie sonrió débilmente, acomodándose contra él. —Sí, lo serás —respondió—. Pero mientras no olvides qué somos el uno para el otro y no le des mi lugar a nadie más, no importa. Dennis la abrazó más fuerte, sabiendo que, aunque ambos todavía tenían mucho que aprender, aquella noche marcaba un nuevo comienzo para ellos.
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