Capítulo 9 Quédate conmigo
28 de julio de 2025, 11:30
Zoey, embriagada por las emociones de la noche, estaba junto a Mystery en la terraza de la casa, apoyada en la barandilla. Bajo la luz de la luna, el cabello del demonio brillaba con un tono platino. Solo a ellos dos los habían atraído las estrellas; los demás la estaban pasando bien viendo una película. O más bien, la mitad restante de su compañía, porque Romance y Baby roncaban abrazados a los 10 minutos. Normalmente los demonios no necesitaban dormir, pero resultó que cuanto más tiempo pasaban en el mundo humano, más se "humanizaban". El mundo material parecía quitarles la energía vital. Los dos alborotadores estaban agotados, además de haber preparado sus juegos.
Faltaba una hora y media para el amanecer.
Los dueños de la casa habían acondicionado la terraza como un espacio adicional para relajarse. En el piso más alto había una pequeña habitación que conducía al tejado. Allí, normalmente guardados bajo un toldo, había: un pequeño sofá, una mesita y sillas, y en el fondo se escondía una barbacoa con todo lo necesario. Mystery se había sorprendido de que Romance y Baby no hubieran incluido un asado en su programa, o quizás todos tuvieron suerte de que se durmieran.
En macetas en las esquinas de la terraza crecían un par de ficus y palmeras que Zoey observaba con interés. Contra una pared, en un lado, había uno de los sofás; sentada allí, podía mirar al este y disfrutar de la vista, pero a la chica le apetecía contemplar la ciudad. Era una zona tranquila; de vez en cuando, coches pasaban volando por la autopista a enorme velocidad.
— De las plantas se ocupa Romance — Mystery siguió la mirada de la chica. — Pasamos la mayor parte del tiempo en el mundo de los demonios, y allí la flora es completamente diferente, pero a él le gusta jugar con lo verde.
— Los chicos... Son divertidos y terriblemente activos — Zoey en realidad estaba minimizando sus méritos.
Romance y Baby habían hecho de esta noche algo mágico, realmente un cuento de hadas, pero los invitados no tuvieron ni un segundo de descanso. Las cazadoras habían corrido por todos los pisos, bailado rumba y claqué en los concursos, sin contar el debut de dos DJs que ese mismo día decidieron montar un rave.
Hasta la urraca y el tigre habían participado. Llevaban auténticos collares con corbatas. Los espíritus cumplían varios roles importantes a la vez: vigilaban la entrada, como seguridad ahuyentaban a los vecinos que venían a quejarse del ruido, y además hacían de camareros.
— Perdón, es que se nos va la olla. Es muy raro caminar como zombis durante siglos y ahora sentirse vivos — Mystery le cubrió los hombros con una manta y añadió para sus adentros: — "Especialmente cuando la persona querida está cerca".
— Ojalá pudiera ser así siempre — suspiró soñadora la cazadora, apoyándose en su hombro.
— ¿Te gustó tanto? — Mystery la apretó más fuerte contra su costado.
— Fue divertido — asintió Zoey, sin aclarar que lo que más deseaba era quedarse así con el chico toda la vida.
El demonio deslizó su brazo más abajo, rodeándole la cintura. Permanecieron así, callados, absortos en sus pensamientos, sin atreverse a hacer preguntas. La noche y el cielo estrellado, la luna casi llena. Ambos deseaban congelar ese instante.
Mystery, aprovechando las ventajas de su flequillo, no una ni dos veces había observado a la cazadora, y hoy tampoco pudo contenerse. Zoey parecía una ninfa de antiguas leyendas. El corpiño del vestido ceñía su cuerpo como una segunda piel, acentuando su cintura, sus hombros descubiertos, y un par de lazos cerca del escote destacaban su delicado pecho. De la cintura con cinturón caía una falda acampanada que escondía sus caderas redondeadas. Una elegante combinación de retro y romántica levedad.
— Pareces un hada — Mystery hundió la nariz en su coronilla, rompiendo el silencio establecido.
— Tengo mucho miedo de que desaparezcas, disolviéndote en la oscuridad de la noche.
— No cuentes con eso — Zoey se acomodó mejor a su lado. — No te librarás tan fácilmente.
— Era lo que esperaba — sonrió Mystery.
— ¿Sigues pensando que mi rider está incompleto? — preguntó la chica; en sus ojos bailaban las luces de las farolillas, y su astuta mirada entrecerrada la hacía aún más atractiva.
— Ya mejor, pero todavía insuficiente — respondió serio el demonio.
— Estoy abierta a sugerencias — Zoey fingió un suspiro profundo.
— ¿Puedo besarte? — preguntó el chico, mordiéndose el labio al instante.
La cazadora se acercó más, poniéndose de puntillas, rozando sus labios con los suyos, y fue arrastrada por un torbellino de emociones. Mystery la besaba con insistencia, como si fuera lo más importante de su vida. Agarrándola por los muslos, hizo que la chica le rodeara la cintura con las piernas. El demonio la sostenía en el aire con tanta facilidad como si no pesara nada. El instante se alargó, el beso se volvió más ardiente, los labios le hormigueaban agradablemente. La chica se apartó un poco, recuperando el aliento.
— ¿Te quedarías conmigo? — preguntó Zoey y, poniéndose roja, empezó a justificarse. — Quiero decir...
— Sí — soltó Mystery de golpe.
Sus vacilaciones eran una tortura para él, causándole casi una molestia física. Quería verla feliz. Ni siquiera él mismo entendía del todo cómo se había enamorado de ella, pero negar sus sentimientos era inútil.
— ¿Incluso si solo nos tomáramos de la mano? — Zoey se mordió el labio, apartando la mirada; sus manos en los hombros de Mystery se apretaron involuntariamente.
— Me gustaría simplemente estar contigo — asintió el chico.
El demonio iba en serio. Deseaba pasar la eternidad con esta chica. Zoey le hacía algo increíble: encendía su alma y sacaba de las profundidades de su conciencia toda la gama de emociones olvidadas hacía tiempo. Y ahora, sin miedo, le acariciaba la cabeza como a un perrito doméstico, domesticándolo aún más. Él se frotó involuntariamente contra su palma, suplicando cariño. Sentía ternura por ella, deseos de complacerla, y también... amarla noche tras noche, llevándola al éxtasis.
A nadie se le permitía tocarle el pelo, porque escondían un secreto del demonio, pero con Zoey, las obsesiones centenarias pasaban a un segundo plano. La chica apartó su flequillo de los ojos, peinando su cabello hacia atrás con los dedos.
— Guau, ¿ojos azules? — se quedó petrificada, con los labios ligeramente abiertos, y el demonio no pudo contenerse, acercándose a ellos.
Esta vez el beso fue más duro. Mystery se permitió morderla, como marcándola, mientras Zoey se retorcía: ella también quería más. El chico con una mano le acariciaba el muslo, con la otra la apretaba por la cintura más cerca, dejando que la cazadora sintiera su deseo. Sentía que la chica también intentaba presionarse más contra él, cruzando los tobillos tras su espalda. Era como una danza primitiva, en la que cuerpos embriagados de pasión se seguían el uno al otro.
Irónico, un demonio con ojos azules claros. Ese color se había quedado con él incluso después de la transformación y de robar almas humanas. El tinte amarillo diabólico no había podido opacar su pureza, convirtiéndolo en un paria entre los suyos.
La chica en sus brazos no era un demonio. Mystery recordaba que a muchos humanos les gustaban los ojos azules, pero era la primera vez en cientos de años que se enfrentaba a una adoración tan evidente. Zoey le miraba con ternura y admiración, pero parecía que no se trataba en absoluto de sus ojos. Todo el cuerpo de la cazadora respondía a sus caricias. Lo deseaba y no se avergonzaba de ese anhelo.
— Eres exactamente mi tipo — Zoey exhaló con fuerza.
Lo que siguió fue muy rápido. Con las manos ligeramente temblorosas de excitación, el demonio la apretó contra la pared, sacando un preservativo del bolsillo trasero derecho de sus vaqueros. Mystery abrió el envoltorio crujiente con los dientes, mirando a los ojos de Zoey y viendo allí un deseo creciente. Milagrosamente, con una mano desabrochó el cinturón y bajó sus pantalones; con la otra apartó la ropa interior de la chica, abriendo acceso a su entrada húmeda.
El olor de la excitación de Zoey le volaba la cabeza. Quería morderla en la nuca y lamer largamente la marca dejada. Quería entrar y moverse bruscamente... Tenía que refrenarse recordándose que era Zoey quien tenía delante, y con ella quería ser más suave.
— Estás muy mojada — el demonio le lamió la concha de la oreja con la lengua, oyendo jadeos convulsivos que le excitaban aún más.
Mystery tomó a la cazadora de pie. Sin querer romper el abrazo ni por un segundo, entró en su sexo húmedo de una sola embestida. Unión de cuerpos, sentimientos, deseos. Las paredes de su vagina palpitaban, apretando su miembro erecto. El chico necesitaba tiempo para acostumbrarse a ese estrecho calor. Estaba a punto de gemir por lo increíble que se sentía dentro.
Zoey y Mystery respiraban pesadamente al unísono. Ella miraba sus ojos, hechizada por su brillo. El placer en el rostro del demonio y el rubor en sus mejillas parecían una obra de arte, y la cazadora era la única espectadora de esa belleza. La sola idea de que solo ella le veía así le provocaba un hormigueo bajo la tripa.
— Increíble — Zoey acarició su rostro con los dedos mientras él presionaba su mejilla contra su palma y besaba su muñeca.
La cazadora se movió sobre su miembro, viendo cómo las pupilas del demonio se dilataban aún más. Él se quedó inmóvil, observando cómo la chica intentaba darse placer a sí misma, y esa era la imagen más asombrosa de su vida. Sus tatuajes afloraron en la piel. Mystery ayudaba, moviéndose a su encuentro, empujando la cabeza hacia dentro, deslizándose entre sus labios. Al principio se saborearon lentamente bajo el cielo nocturno, pero las embestidas lentas eran el tormento más exquisito, haciendo que a la chica se le encogieran los dedos de los pies y que el chico viera estrellas que no estaban en el cielo.
El ritmo de las embestidas aumentó. El latido de sus corazones se fusionó en un único compás. La manta hacía tiempo que había caído a los pies del demonio, pero el chico y la chica no sentían el fresco nocturno. Estaban calientes el uno con el otro.
— Te quiero — confesó Mystery, continuando sus rítmicas embestidas dentro de ella. — Me enamoré a primera vista. Quédate conmigo.
El demonio no le dejó responder: penetrando especialmente hondo, expulsó de la cabeza de Zoey cualquier pensamiento coherente. Los dedos de la chica se deslizaban por los brazos del demonio, sintiendo sus músculos abultados; en los momentos de sensaciones más intensas, sus uñas largas arañaban su piel. Su agarre de acero en su cintura hacía que las mariposas en su estómago aletearan con el doble de fuerza.
— Solo di que sí — susurraba él, tentándola y mirando sus ojos castaños que se ponían en blanco de placer.
Mystery pensó que esos ojos serían su tumba. Porque si iba a ser querido de verdad, sería por toda la eternidad.
— Sí — gimió la chica.
La excitación los atravesaba a sacudidas. El nuevo encuentro de sus labios fue abrasador. Ahora Mystery no pensaba apartarse. Como si con su "sí", la chica le hubiera entregado su alma, y él, que solo esperaba eso, la tomaba por completo. El demonio, como un perro, cubría el cuello de la cazadora de besos, lamiendo y mordisqueando su piel.
Zoey se perdió en las sensaciones; sus ojos océano volvían una y otra vez a su rostro, la traspasaban con la mirada, y sus hábiles caricias le regalaban éxtasis. Quería tocarse y llegar finalmente al clímax, pero Mystery seguía empalándola rítmicamente, acertando en sus puntos sensibles y alargando su placer. Quería gimotear y morderse los labios, apretarse más, ensartarse con más fuerza, pedir más...
— Vamos, Zoey, acaba — escuchó ella una voz ronca a través de la niebla.
— Mystery — gritó la chica, como si a su cuerpo solo le faltara su permiso.
Pequeñas descargas eléctricas sacudieron su cuerpo. Zoey sentía un orgasmo por primera vez con tanta intensidad y nitidez. Justo después, un gemido escapó de los labios del demonio. Se hundió en las caderas de la cazadora con especial profundidad, alcanzándola en el placer.
Durante unos minutos no se movieron, intentando recuperarse. Luego Mystery simplemente la observó, acarició su cintura delgada, recorrió sus costillas con los dedos como si fueran las cuerdas de una guitarra. La chica estaba demasiado relajada, y eso lo excitaba, pero sin querer asustarla, salió de ella. La llevó en brazos hasta el sofá y, sentándola, le arregló la ropa.
— Realmente eres un hada — Mystery le dio un besito en la mejilla y trajo la manta caída para arropar a la cazadora.
— Y tú eres un auténtico tentador — ella se pegó a él en cuanto el chico se sentó a su lado.
Una Zoey cansada, con el cabello ligeramente despeinado, estaba sentada bajo el brazo del demonio, apoyada en su hombro. Mystery la observaba con una sonrisa satisfecha. En el horizonte, el amanecer teñía el cielo de rojo.
Llamaron a la puerta unos 10 minutos después, y Romance, tapándose los ojos con las manos, entró en la azotea, bañada por una luz escarlata.
— Espero que no estéis follando aquí — dijo Baby en voz alta, asomándose por detrás de él.
— ¿Cómo que "no"? — Romance apartó las manos de sus ojos, examinando a la feliz pareja en el sofá.
Todo estaba dentro de los límites de la decencia, aunque sus sonrisas beatíficas y su aspecto un poco desaliñado los delataban. Romance y Baby se chocaron los cinco.
— Habéis llegado a tiempo. Está saliendo el sol — Mystery no comentó las bromas de sus amigos, solo le acariciaba el hombro a Zoey, que se había ruborizado, dándole su apoyo.
— Es verdad — Baby corrió hasta el borde de la azotea, sin intención de seguir avergonzando a la cazadora. Pero más tarde, junto con Romance, seguro que le darían un repaso a su amigo por casi congelar a la chica. — ¿Hemos visto alguna vez el amanecer aquí?
— Nop — Romance puso sus manos en la barandilla a ambos lados del demonio, atrapándolo en un círculo de abrazos improvisados.
Se oyeron pasos desde la escalera. Rumi subió a la terraza, seguida por Jinu.
— Oh, ¿estabais aquí? — se sorprendió el líder de Saja Boys.
— Ajá, ¿qué tal la peli? — respondió Zoey.
— Interesante — Rumi se sonrojó.
Ninguno de los presentes recordaría siquiera su título. Todos estaban ocupados pasando tiempo con sus parejas. La cazadora tenía razón al decir que el evento era dudoso, pero todos estaban en un estado de euforia y no se quejarían.
— ¿Y dónde están Mira y Abby? — preguntó Zoey.
— Probablemente durmiendo en su habitación — sonrió pícaro Baby.
— Buena noche — Romance apoyó la barbilla en su coronilla.
Los chicos asintieron en silencioso acuerdo.
Ante ellos se abría una vista impresionante del disco dorado del sol alzándose perezosamente. De repente, un portal azulado apareció en la azotea, y de él surgió el sombrerito de una urraca: era el tigre azul que subía. El pájaro graznó en señal de saludo. Una luz rosada con matices morados inundaba el espacio a su alrededor. El gato demoníaco se acostó a los pies de Zoey, también disfrutando del amanecer y permitiéndole rascarle detrás de la oreja.