Capítulo 1
26 de julio de 2025, 3:37
Las hojas de los árboles se marchitaron y cayeron. El parque está solitario y el tabaco sabe insulso. En sus manos sujeta un café negro y un chocolate caliente y el único ruido que percibe es el de la lluvia cayendo sobre las hojas, el suelo terroso, el hormigón... Pega un respingo cuando siente a su novio a su lado. De inmediato deja caer el cigarrillo de sus labios y le entrega su chocolate caliente junto a una cálida sonrisa.
—Debí saber que iba a llover —Langa dice en voz baja —. Te hice esperar yendo por el paraguas...
Ainosuke pisa el cigarrillo con el pie mientras rodea la cintura del chico con su brazo y ambos se refugian bajo el paraguas. Ahora es el sonido de las gotas chocando contra el paraguas lo que más escucha.
—No te preocupes, Snow —contesta calmo, sin borrar la sonrisa de su rostro —. No me molesta esperar por ti.
Langa sonríe suavemente. La calma con la que su pareja le habla hace que todas sus preocupaciones se esfumen sin más.
Mira hacia arriba, preguntándose en silencio cómo un hombre como él puede amarle tanto. Al notar los ojos del joven sobre sí, Ainosuke sigue bebiendo su café, fingiendo que no se ha dado cuenta. Apega más al otro a su cuerpo, haciendo contacto visual cuando este menos se lo espera. Ambos se sonrojan hasta las orejas, embelesados el uno con el otro.
— ¿Hoy no luzco bien? —inquiere, a modo de juego, tratando de no sentir los nervios característicos de alguien enamorado como lo está. Langa, en contestación, hace una mueca y niega con frenesí.
—Todos los días luces bien —parece que le reprocha —. Por eso te miro tanto.
El heredero de la familia Shindo se pone más colorado, tosiendo y atorándose con su café que por poco se le sale por la nariz. El muchacho se asusta ante esta inesperada reacción, dejando caer su chocolate caliente. Aunque en otro momento se hubiese lamentado, está demasiado preocupado durante los instantes en los que sigue viéndole toser y respirar agitado, para luego taparse la cara con el antebrazo en un intento de ocultar su vergüenza. Hasegawa entiende y, con un suspiro pesado, le acaricia la espalda. Acto seguido, se recarga en su hombro y cierra los ojos, concentrado en el sonido de la lluvia y en el aroma del petricor...
—Me quedaré callado hasta que termines tu café —anuncia de pronto —. Así no te quemas al distraerte.
—Snow, tu chocolate... —señala apenado Ainosuke, sin darle ninguna relevancia a que la garganta le arde y su lengua duele —Vamos a comprar otro, ¿sí? Me parece que tendremos que tener nuestra cita en una cafetería —le ofrece, y si bien Langa quiere replicar, no es que la idea de otro chocolate caliente y un pedazo de tarta le disguste. Todo lo contrario, de hecho —. ¿Eso estaría bien?
En silencio, el joven asiente y se da media vuelta, caminando a paso rápido lejos de Ainosuke. Este, sobresaltado, corre tras su muchacho, no sin antes arrojar a la basura el café negro, gritando su nombre y mojándose toda la ropa.