ID de la obra: 495

Jugar rudo

Slash
PG-13
En progreso
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Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escrito 1 página, 555 palabras, 1 capítulo
Descripción:
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Capítulo 1

Ajustes de texto
Sus largas botas negras de látex rechinan por cada paso que da. Y en realidad lo hace todo el traje. Contoneándose, el hombre mayor levanta la fusta que tiene en la mano derecha y la afirma bajo la barbilla del joven Hasegawa, quien está hecho un manojo de nervios. Sus mejillas están calientes; puede sentir la sangre concentrarse en su rostro y también en su entrepierna. No había considerado algo tan atrevido, pero lo cierto es que no le molesta. —Gatito —llama el heredero de los Shindo, con voz de terciopelo —. ¿Te gusta lo que ves? Emocionado, su novio asiente. El apodo envía ráfagas eléctricas por su espina dorsal y provoca que se remueva en su lugar en el sofá donde está sentado, con las piernas tan separadas como sus mandíbulas. Ainosuke se ríe con sorna. Su ego realmente aprecia la embobada expresión que Langa le dedica. Es como si estuviera hipnotizado, se percata, ya que da un respingo cuando sube su pierna izquierda y clava el tacón a centímetros de la semi erección de Langa. Este traga, limpiándose las comisuras de la boca con el dorso de la mano. Su respiración se traba por unos segundos, pero de inmediato se esfuerza en hablar como ha querido desde que el espectáculo de Shindo comenzó. — ¿Puedo... —traga de nuevo —... Puedo tocar, amo? Ahora es el turno de Ainosuke de estremecerse. Su muchacho sí que sabe complacerle, consciente e inconscientemente. — ¿Tocar qué, gatito? —inquiere, con un tono lleno de excitación. Se hace el difícil, sí. Y a Hasegawa le fascina al punto en que suspende las manos en el aire, obedeciendo la orden implícita de rogar por ello. —Tocarte a ti —contesta con voz rasposa. Está seguro que en cualquier momento la baba va a volver a resbalarse por su barbilla —. Por favor, déjame tocarte. Yo quiero tocarte. Ainosuke se balancea, apoyando su peso en su tacón izquierdo. La sonrisa presuntuosa que adorna su rostro se ensancha y, con un movimiento atrevido, su pierna derecha está apoyada sobre el sofá, a un costado de Langa. Se sienta en el regazo del chiquillo como si perteneciera allí, levantando sus caderas para acunar la creciente erección de su novio entre sus muslos. —Bien hecho, gatito —elogia Ainosuke. Su apreciación suena y se siente dulce y hace que tirite de pies a cabeza con las ansias a tope y el hambre de un animal enjaulado —. Puedes hacerlo mejor, pero... —hace una ligera presión y Langa se afirma de su cintura, arañando un poco la piel descubierta. Látex y encaje negros le separan del premio mayor —No puedo torturar a un niño... Bonito como tú. Mi corazón se aprieta... ¡Mh...! Sin ninguna clase de advertencia, introduce sus manos en el excéntrico atuendo de Ainosuke y le atrapa la boca en un beso descuidado que es todo baba y movimientos de lengua torpes. El hombre mayor jadea y lo corresponde con fiereza, moviéndose hacia el toque del otro a la par que sus dedos enguantados en látex se pasean por la nuca ajena y tironean de los cabellos sueltos cuando siente que le muerden el labio hasta que sangra. Da un brusco sentón sobre el regazo de Langa y de inmediato busca la fusta que olvidó, por suerte, no muy lejos. Porque si el niño quiere jugar rudo, van a jugar rudo.
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