ID de la obra: 549

Number 3

Het
G
En progreso
0
Fandom:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 4 páginas, 1.588 palabras, 1 capítulo
Descripción:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

Prologo

Ajustes de texto
Prólogo Onigashima era un mar de fuego. Heridos por todas partes, personas buscando desesperadamente a sus seres queridos, cuerpos inmóviles esparcidos por el campo de batalla… y una opresión en el pecho que lo ahogaba como nunca antes. Sanji había recobrado la conciencia hacía apenas unos minutos, gracias a una mujer que lo llevó a un lugar seguro y vendó sus heridas. Él le agradeció de la mejor manera que pudo, pero su mente estaba en otra parte: en sus amigos, en Nami… y, sobre todo, en Luffy, que aún luchaba contra la bestia llamada Kaido. Se puso en pie, recogió su camisa y su chaqueta, y salió tan rápido como le permitían sus piernas para encontrarse con los demás. Por suerte, su rostro era conocido en el lugar, así que no tardó en localizar a Chopper. El pequeño médico estaba atendiendo a los heridos con la ayuda de Usopp y Franky. Brook tocaba una melodía suave para reconfortar a los caídos. Robin cuidaba de Zoro, aún tan maltrecho como cuando Sanji lo había dejado, y además ayudaba a Nami a repartir comida entre los heridos que podían comer, o consolaba a quienes aún buscaban a sus compañeros. Sanji sonrió. Maldita sea, los había echado de menos. Caminó hacia ellos con lentitud. La pierna le ardía, no por su Ifrit Jambe, sino por el daño interno que Queen le había provocado. Sus huesos parecían al borde de romperse. Aun así, cuando cruzó la mirada con la de Chopper, su sonrisa no desapareció. —¡Sanji! —exclamó el pequeño reno, sorprendido. Sanji esbozó una sonrisa más abierta, pero su cuerpo cedió y cayó de rodillas. Apenas sintió las manos firmes de Robin sosteniéndolo, y un segundo después, se encontró siendo depositado con cuidado frente a Nami. —Sanji-kun… —susurró ella, con la voz temblorosa—. ¡Estás vivo! —¿Lo dudabas? —contestó él en un murmullo cargado de calidez. Nami le sonrió, visiblemente aliviada, y lo ayudó a caminar hasta que Franky intervino, cargándolo con más facilidad hasta un sitio donde pudiera descansar. Chopper se colocó a su lado en un abrir y cerrar de ojos. Como Sanji no llevaba camisa, era fácil ver dónde estaba herido, aunque Chopper lo conocía demasiado bien como para detenerse solo en lo visible. Un simple toque en las costillas bastó para que Sanji contuviera un grito de dolor, consciente de que Robin, Nami y muchos otros heridos estaban cerca. —Sanji… ni siquiera entiendo cómo estás vivo —dijo Chopper, ceñudo. —Lo sé —susurró él, justo cuando Franky le pasaba una inyección—. Supongo que eso es algo bueno. —No, no lo entiendes. Queen te destruyó. Tu cuerpo estaba completamente destrozado y luego te golpeó en la cara con su espada… pero algo en ti la partió en dos. No deberías estar vivo. Sanji cerró los ojos. No porque no le importara, sino porque estaba agotado. No vio la expresión de horror de Nami, ni la de Franky. Solo se dejó llevar por la voz de Chopper, que continuó su trabajo en silencio. Con esfuerzo, entreabrió un ojo y miró a Zoro. No necesitaban palabras; ambos ya se habían dicho todo lo necesario. Luego dirigió la mirada a Robin y Brook, que estaban cerca, y les dedicó una sonrisa cansada. —Gracias por salvarme de Black Maria —murmuró. —Gracias a ti por confiar en mí para hacerlo —respondió Robin, sonriendo—. Fue la mejor estrategia, aunque no lo hayas planeado. Ella tenía una forma de meterse en la mente, pero sé que me llamaste porque no querías romper tu código moral… y porque sabías que yo podía enfrentarla. —Nunca podría levantar la mano contra una mujer —dijo él, casi con un hilo de voz. Sintió una mano suave en su hombro. Alzó la mirada y se encontró con los ojos de Nami. Jinbe también había llegado y lo observaba con preguntas silenciosas en la mirada, pero ese no era el momento para respuestas. Sanji deseó perderse en los ojos de Nami para siempre. Su corazón latía tan fuerte que dolía, pero no trató de detenerlo. Conocía demasiado bien el efecto que ella tenía en él. La quería… ahora más que nunca. Pero el miedo a perder sus emociones por completo, a dejar de ser él mismo, lo frenaba. Si cambiaba… ¿ella lo rechazaría? Y aún peor: la única razón por la que seguía con vida era también la razón por la que nunca podría acercarse a ella. Hizo un esfuerzo por levantar la mano y tomar la de Nami, colocándola en su regazo. —No te preocupes, Nami-san. No es nada grave. La genética Germa se activó a tiempo… ahora tengo la misma resistencia que mis hermanos, pero adaptada a mi habilidad. Por su expresión, no la tranquilizó en lo absoluto. Tampoco a él. Apretó su mano con cariño y luego miró a Chopper, usando su mano libre para acariciar al pequeño médico. —Atiéndelos a ellos. Yo estaré bien, solo necesito... Una explosión lo sacó de sus pensamientos. Sanji abrió los ojos con fuerza. Sintió una presión brutal, proveniente de lo alto del castillo. Luffy. Todavía estaba peleando. Trató de incorporarse. Zoro estaba fuera de combate, tan vendado que apenas se le distinguía el rostro. Jinbe también parecía exhausto. No podían ayudar. Soltó la mano de Nami y apartó a Chopper con cuidado. Sus piernas temblaban, pero dio un paso hacia la puerta. Tenía que encontrar a Luffy. Dio otro paso… y volvió a caer. ¡Maldita sea, Germa! ¡Ayúdame por una vez en tu vida! —¡Sanji-kun! Nami estuvo a su lado en un instante. Lo ayudó a incorporarse, pero Sanji vomitó sangre. Su cuerpo ardía por dentro. Las modificaciones genéticas lo estaban desgarrando. Su corazón dolía aún más. Había prometido no fallarle a Luffy de nuevo… y sin embargo... —¡Sanji! La voz de Nami era diferente esta vez: aterrada. Sanji iba a preguntarle qué ocurría, cuando notó la sangre en su brazo y en la ropa de Nami. Se sorprendió. Ella no parecía herida antes. —¡Chopper! ¡Chopper, ven rápido! —gritó Nami con desesperación—. ¡Vamos a averiguar qué pasa, tranquilo! Oh… pensó Sanji, al entender. Era su sangre. Sanji sonrió, en cierto modo, se alegró de que así fuera. Otra explosión sacudió el lugar. Trató de levantarse, pero esta vez Nami lo detuvo con firmeza. Chopper llegó por el otro lado y, entre los dos, lo recostaron con cuidado. Sanji solo pensaba en Luffy. Estaba solo. ¿Podría ganar? ¿Podría sobrevivir? Luffy era el corazón de todo. Si algo le pasaba… —Luffy... —susurró Sanji, escupiendo sangre. Nami pareció entender y le apretó el hombro con cariño. Sanji sentía una deuda terrible con él. Luffy lo había perdonado con una sonrisa cuando él mismo no se perdonaba aún. Y ahora… El tercer estruendo fue diferente. Miraron hacia la ventana rota. Una figura azul descendió como una sombra. Era un dragón, sonriendo con crueldad. —El Sombrero de Paja está muerto —anunció Kaido—. Y ahora, me desharé de todos ustedes. Sanji quiso gritar, lanzarse hacia él, pero fue Nami quien lo hizo. —¡Mentira! —exclamó con lágrimas en los ojos—. ¡Luffy no está muerto! ¡Siempre vuelve! ¡¡No se dejaría vencer por ti!! Kaido la miró. Sanji forzó su cuerpo. Si ese monstruo pensaba tocarla, iba a llevarse una sorpresa. —¡Luffy! —gritó Nami—. ¡¡Levántate!! Kaido sonrió. Sanji se incorporó. Vio a Zoro mover apenas los dedos. Ironía pura: los dos que siempre estaban al frente del combate, ahora postrados. Y una rabia fría lo envolvió. —Tú debes ser la escoria del Germa —dijo Kaido. Sanji no respondió de inmediato. El fuego azul de su pierna comenzó a encenderse. Tosió sangre. Su ceja cambió de forma. Sabía que no iba a tocarlo. Ni siquiera rozarlo. Pero necesitaba ganar tiempo. —No sé qué vio en ti ese idiota... —No te atrevas a decir su nombre —gruñó Sanji. El fuego se avivó. Su cuerpo temblaba, pero el corazón le ardía más que nunca. Por favor… si hay un dios allá arriba… llévame a mí. Pero no te lleves a Luffy, sin él, no hay sueños. No hay futuro. No hay vida. Y si de verdad estaba muerto... Una lágrima rodó por la mejilla de Sanji. No, no iba a dejarse convencer. Respiró hondo, concentrando todo su poder, y se inclinó hacia adelante, dispuesto a correr, pero antes de que pudiera hacerlo, Nami lo detuvo. Lo miró directamente a los ojos. No hacían falta palabras para entender lo que le pedía:no lo hagas, por favor, no vayas contra Kaido. Pero si no lo hacía… todos morirían allí. Sanji le dedicó una sonrisa suave, como si ya supiera la despedida que eso significaba, y se soltó de su agarre. Entonces, sin dudar, se impulsó hacia Kaido, su pierna envuelta en fuego azul. Kaido sonrió con fiereza al verlo venir. Abrió la boca, dispuesto a lanzar su bola de fuego, justo como Sanji lo había esperado. Si podía interceptarla, desviaría el impacto antes de que alcanzara a los demás. —¡Ifrit… Jambe! —gritó Sanji con toda la fuerza que le quedaba. Era una locura. Se lanzó con todas sus fuerzas, dispuesto a detener el ataque. Alcanzó a ver a Jinbe y Brook tomando la delantera, arrastrando al grupo hacia atrás. El impacto sería brutal. Cuanto más se acercaba, más sentía el calor consumirlo. Sabía que si no escapaban a tiempo, todos se carbonizarían con él en ese infierno. Forzó su cuerpo al límite y sintio el momento justo cuando su pierna impactó contra la bola de fuego un segundo antes de que la bola de fuego lo envolvió. Escuchó un grito. Un llanto. Una llamada desesperada. Y luego…nada.
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)