Capítulo 1
22 de octubre de 2025, 10:37
The President, The Stripper, and The Good Girl
Por shouldbecleaning
[El presidente, la estríper, y la chica buena]
.
De pie en la entrada de su nueva oficina, Edward Cullen se sentía abrumado por el orgullo… y por alguna otra emoción indescriptible. Por el olor de la habitación, parecía que alguna vez había sido un pequeño cuarto de aseo, ahora reconvertido en la oficina del presidente del consejo estudiantil. Todavía le costaba asimilar su nuevo título. Todo había ocurrido tan rápido que incluso horas después seguía sintiéndose mareado. Pero ahí estaba.
La anterior presidenta había decorado el lugar lo mejor que pudo con libros sobre administración y carteles inspiradores con frases ingeniosas. Bella Swan había sido la primera presidenta del consejo estudiantil en segundo año en toda la historia de Forks High. Hija del jefe de policía, Bella sabía más que la mayoría sobre reglas, normativas y cómo sortear la burocracia. Había sido una presidenta muy dedicada, que trabajó duro para abogar por sus compañeros.
En su primer año, logró una donación que casi duplicó la cantidad de libros en la biblioteca escolar. La biblioteca siempre había sido pequeña, abastecida con muchos restos de ferias del libro y lo que los adultos del pueblo decidieran donar. Desafortunadamente, había una sobrecarga de novelas de misterio y romance, pero gracias al esfuerzo de Bella, ahora había más libros de consulta, no ficción y clásicos.
Bella Swan se postuló sin oposición en su penúltimo año. Primero, porque nadie más quería el cargo, y segundo, porque había hecho tan buen trabajo el año anterior que la volvieron a elegir. Pero a pesar de todas sus cualidades como líder estudiantil, Bella Swan no tenía muchos amigos. Se la veía corriendo de clase en clase con una pila de libros apretados contra el pecho. Si alguien quería hablarle, se detenía a escuchar y siempre ofrecía una sonrisa brillante. Sin embargo, casi siempre era la última en ser elegida para equipos o proyectos. La pasaban por alto con frecuencia, almorzaba sola en su oficina todos los días y no se quedaba en el local de comidas con los demás después de clase. Bella era inteligente, buena estudiante y muy trabajadora. Simplemente no era popular.
Edward Cullen, en cambio, era un estudiante perezoso que apenas se esforzaba, pero sacaba excelentes notas. Era popular, tenía muchos amigos y siempre estaba en los lugares adecuados. En su primer año, Edward había sido algo bajito y robusto. A veces se desquitaba con chicos más débiles solo por diversión. Bella fue su blanco en más de una ocasión. Él no pensaba que estaba siendo cruel ni nada por el estilo; solo se divertía y hacía reír a los demás cuando la molestaba o le ponía una zancadilla. No lo hacía con mala intención y ella nunca decía nada; solo lo miraba con esos enormes ojos marrones suyos y se marchaba con pasos firmes.
Durante el verano entre primer y segundo año, Edward creció diez centímetros. Se dejó crecer el cabello y aprendió a usar gel como se debe. También empezó a afeitarse dos veces por semana. Se volvió aún más deseado. Dejó de hacer tropezar a la gente por diversión y comenzó a usar su ingenio seco, el sarcasmo y un sentido del timing perfecto para provocar carcajadas. Creía que solo estaba siendo gracioso, y por lo general, la gente reía con su ingenioso intercambio de palabras.
Durante las vacaciones del verano siguiente, alcanzó el metro ochenta y cinco, y pasó todo el verano nadando, así que sus hombros se ensancharon mientras su cintura se afinaba. El sol aclaró su cabello y lo tiñó con tonos dorados, cobrizos y bronce. No se afeitaba tan seguido como debería, así que su atractivo rostro solía estar enmarcado por una barba incipiente de tono oro rosado. Ese verano, Edward también perdió la virginidad y adquirió un aire de experiencia y conocimiento que lo hacía sentirse varonil, incluso sofisticado.
En una fiesta de regreso a clases en la playa, a finales de agosto, Edward bromeó con sus amigos Emmett y Jasper sobre postularse para presidente del consejo estudiantil, ahora que era un «hombre de verdad». Ellos se lo tomaron en serio y empezaron su campaña. Él siguió el juego por diversión, sabiendo que jamás ganaría contra Bella Swan. Puede que ella no fuera popular ni explosivamente sexi, pero cumplía con su deber. Edward no tenía ningún interés en la política, aunque sería un buen punto para agregar a su hoja de vida cuando empezara a aplicar a universidades.
Emmett y Jasper comenzaron la campaña de Edward al día siguiente del inicio de clases en septiembre. Convencieron a sus novias para que hicieran carteles y volantes, dieran apretones de manos vestidas con sus uniformes de porristas y ayudaran a que su nombre se hiciera conocido. Las chicas ayudaron a elevar el perfil de Edward, especialmente entre los chicos. La plataforma de Edward era inexistente; tenía poco planeado más allá de una vaga idea de incluir bebidas energéticas en el menú de la cafetería. Desde una perspectiva estrictamente parlamentaria, perdió todos los debates. Pero con un nuevo aire confiado en su andar y su atractivo rostro pegado por todo el colegio, no importaba. El día de las elecciones fue tres semanas después de comenzado el año escolar, y Edward no estaba preocupado. Sabía que perdería contra Bella; tenía sentido reelegirla. Ella sabía lo que hacía y era buena en ello, pero más importante aún, quería el puesto. Él no tenía idea de nada, no quería el cargo y estaba seguro de que sería un desastre.
Ese año, el profesor asesor asignado era nuevo en la escuela y le dieron el cargo porque nadie más lo quería. James Berty se consideraba un hombre renacentista, un tipo moderno… y feminista. Estaba emocionado por moldear las mentes jóvenes de hoy, convertirlas en pensadores brillantes y adultos productivos. Escuchaba hip hop y heavy metal para captar el sentir actual de los adolescentes. Se había graduado de la universidad hacía cuatro años, pasó un año en Seúl enseñando inglés conversacional a hombres de negocios y los dos últimos años fue sustituto en Tacoma. Forks sería su primer salón de clases a tiempo completo, y estaba encantado.
El día de las elecciones fue un jueves normal. La votación se realizó después del periodo de grupo. Cada candidato tenía tres minutos para dar un discurso a través del sistema de altavoces antes de emitir los votos. Edward quedó impresionado por la inteligencia y aplomo de Bella mientras la observaba dar su discurso desde la pequeña oficina donde vivía el viejo sistema de sonido. Sus propias manos temblaban incontrolablemente mientras leía las tarjetas con apuntes que la novia de Jasper, Alice, había preparado para él.
El Sr. Berty y dos estudiantes de primer año contaron los votos durante el almuerzo, y fue reuniéndose con los candidatos individualmente a lo largo de la tarde. Bella fue llamada en medio de la clase de Biología, justo después del almuerzo, entre silbidos y vítores. Se sonrojó intensamente y salió del salón, pero no regresó. Durante la siguiente hora, en la clase de Español, Edward fue llamado para reunirse con el Sr. Berty. Su clase lo aplaudió al salir, mientras él hacía una reverencia y lanzaba besos al aire. Se reía camino a la oficina de Berty, sabiendo que no había ganado, pero que se había divertido perdiendo.
Bella Swan fue la primera persona que vio al entrar en la habitación. A Edward le sorprendió un poco que la ganadora estuviera ahí para darle las malas noticias. Le pareció de mal gusto, pero tampoco sabía muy bien cómo funcionaban esas cosas. Tenía la cabeza agachada, el rostro oculto tras la cortina de su largo cabello castaño. Sus brazos estaban envueltos alrededor de su cintura, haciendo que sus pechos se destacaran. Edward se quedó impresionado. No se había fijado realmente en los pechos de Bella antes, y en ese momento le parecieron bastante encantadores. Un poco más que un puñado, se veían firmes y bien puestos. Por primera vez en su vida, Edward vio a Bella como una chica… una chica de verdad con la que podía imaginarse haciendo cosas.
El Sr. Berty carraspeó y Edward perdió el hilo de sus pensamientos traviesos.
—Edward… ah, ahí estás —dijo Berty, poniéndose de pie y extendiendo la mano para estrechársela. No estaba seguro de si era mejor un apretón o un choque de puños, pero se fue por lo tradicional—. Felicitaciones, señor presidente. Has sido elegido para liderar al Consejo Estudiantil este año. La señorita Swan te ayudará en la transición de la oficina. Yo estaré aquí para asesorarte si lo necesitas. Tómate unos minutos y luego regresa a clase. Asumes oficialmente el cargo el lunes. Buen trabajo. —El Sr. Berty apiló unos papeles, los alineó sobre el escritorio y salió del salón sin mirar a ninguno de los dos.
—¿Qué carajos? —Edward se pasó una mano por el cabello, despeinando aún más su ya alborotado look—. En serio, no creí que fuera a ganar.
Bella levantó la cabeza y lo miró directo a los ojos. Edward tenía una mano en la nuca, dejando visible una delgada franja de abdomen tenso sobre sus jeans de tiro bajo. Bella le dirigió una mirada que quemaba, llena de odio y dolor.
—Voy a exigir un recuento y una revisión por parte del Consejo Escolar, así que no te acomodes en mi oficina —dijo, mientras se recogía el cabello detrás de las orejas y comenzaba a irse.
—Vaya, ¿algo ardida la perdedora? —replicó Edward con tono burlón. Bella se giró bruscamente y lo fulminó con la mirada antes de hablar.
—Ganaste por defecto. Hubo un voto especial que anuló todos los demás, y fue el del Sr. Berty, que al parecer tiene más peso que el resto, aunque ni siquiera debería votar o interferir. Yo obtuve la mayoría de los votos de los estudiantes, pero el Sr. Berty decidió que, como ya he ocupado el cargo los dos últimos años, lo justo era darle la oportunidad a otra persona, especialmente a un hombre. Y en nombre de la igualdad, según él, yo debía cederte la victoria y apoyarte en tu rol. Discutí con él, pero no quiso escucharme. Cree que su idea es lo más feminista que se puede hacer. —Su voz era calma y medida, sin delatar la evidente rabia que debía estar sintiendo. Edward sabía que, en su lugar, él estaría furioso.
No supo qué decir, así que le extendió la mano. Bella la miró como si estuviera cubierta de mierda de perro y salió de la habitación.
Edward pensó en ir tras ella para disculparse, pero no había hecho nada malo. No era culpa suya, y había recibido algunos votos, así que al menos algunos estudiantes sí querían que los representara. Sabía de cinco, por lo menos. Tal vez no tantos como Bella, pero ella ya había tenido su turno.
Al volver a la clase de Español, la Sra. Cope, administradora del colegio, habló por el altavoz para anunciar oficialmente a los ganadores de las elecciones. Su clase estalló en vítores y aplausos. Emmett se levantó de un salto para darle un abrazo varonil y una palmada en la espalda. Incluso la profesora, la Sra. Goff, parecía feliz por él. Edward se dejó llevar por esa euforia el resto del día.
Sus padres estaban encantados y lo llevaron a cenar para celebrarlo. Se sintió algo incómodo por no mencionar el enojo de Bella ni el recuento que ella estaba exigiendo. Estaba disfrutando demasiado ser el centro de atención y recibir todos los elogios. Edward se mantuvo en esa nube de triunfo durante todo el día siguiente, sin que Bella ni las razones por las que había ganado cruzaran de nuevo por su bonita cabeza.
El día siguiente fue perfecto. Se despertó con suficiente tiempo para hacerse cargo de su erección matutina y desayunar. Imágenes de los pechos de Bella le rondaban por la mente mientras se masturbaba. Era una incorporación nueva a su repertorio, y tal vez se ganara un lugar permanente en él. Nunca le había prestado mucha atención; era solo una de esas chicas que siempre estaba ahí. Hizo una nota mental para observarla mejor.
Su mamá estaba tan orgullosa de su hijo que se lo dijo mientras le preparaba un desayuno de verdad. Sabía mucho mejor que las cuatro Pop Tarts frías que usualmente comía de camino al colegio.
Edward se olvidó por completo de su plan de observar a Bella tan pronto como llegó al colegio. El reconocimiento y la adoración por su nuevo título continuaban, y pasó el día entero agradeciendo a todos. A él -y a su entrepierna- le gustaron todos los abrazos que recibió de las chicas del colegio, salvo de las de primer año; ellas lo ponían incómodo por parecer demasiado pequeñas y risueñas. Pero Edward (y el pequeño Edward) disfrutaron de todas las tetas que se le pegaron durante el día. Para cuando terminó la jornada, le dolía la mano de tanto estrechar, los hombros de tantos golpecitos y la cara de tanto sonreír.
No había visto a Bella en todo el día.
Emmett, Jasper y sus novias lo llevaron al restaurante después de clase para comer algo. Después de una hamburguesa, papas fritas, aros de cebolla, deditos de pollo, tarta de frutas y helado, Edward se sentía el rey del mundo. Jasper y Emmett hicieron planes con él para verse más tarde porque le tenían una sorpresa. Mientras conducía de regreso a casa para cenar, esperaba que no fuera una cita a ciegas con alguna amiga de las chicas. En realidad, quería mantenerse soltero ese año y ver cuántos beneficios podía obtener con su nuevo título sin compromisos.
Sus padres seguían irradiando orgullo por su pequeño, y su mamá le había preparado su cena favorita: Yankee pot roast con puré de papas. Repitió tres veces hasta quedar casi a reventar, antes de que su mamá trajera un enorme pastel de chocolate decorado con montones de chispas rojas, blancas y azules. En glaseado blanco decía: Presidente Cullen. Logró comerse dos pedazos y se sintió debidamente celebrado por su familia.
Mientras se alistaba para salir con sus amigos, Edward volvió a pensar en Bella. Se preguntó cómo estaría y si ya habría sacado sus cosas de su oficina. Le gustaba pensar en su oficina, en su nuevo rol y en lo que podría hacer con todo eso. No solo por las chicas que tal vez se ligara, sino porque quizás sí podía generar un cambio real para sus compañeros. Música en la cafetería durante el almuerzo o en los pasillos entre clases sería genial. Tener casilleros que no fueran verde vómito también. Quizás, si se lo proponía, podrían tener una banda de verdad en el baile de graduación en lugar de un CD mezclado que grabara Eric Yorkie.
Edward se preguntaba cómo haría para pedir esas cosas y que se las aprobaran. No sonaban como grandes cambios, pero no tenía idea de a quién debía acudir. Tal vez al Sr. Berty. Pero después de lo de ayer, Edward ya no pensaba muy bien de él. No parecía justo ni para Bella, ni para él, ni para el resto del colegio, que el Sr. Berty fuera quien realmente decidiera las elecciones. Edward estaba un poco confundido con todo eso del feminismo, pero que te obligaran a ceder tu puesto solo porque un chico lo quería… no le parecía nada feminista.
Se quedó mirando su reflejo en el espejo. Mientras se pasaba el peine por el cabello, tomó una decisión. No iba a ir en contra de un profesor ni a causar problemas, pero iba a buscar a Bella… y no solo por sus pechos. Iba a pedirle que fuera su vicepresidenta. Podían compartir la oficina y ella podría tomar la mitad de las decisiones. El colegio siempre había sido demasiado pequeño para tener presidente y vicepresidente, pero ahora era el momento perfecto. Asintió con satisfacción ante su pensamiento tan adulto. Se sentía como un hombre nuevo. El poco remordimiento que quedaba era como un granito insignificante en la base de su sistema emocional.
Con un pequeño salto en el paso, Edward salió corriendo de la casa para encontrarse con los chicos. Pasó por Jasper primero. Su amigo, que normalmente era tranquilo y relajado, tenía la sonrisa más boba y enorme del mundo, pero no soltó prenda sobre el motivo. Cuando recogieron a Emmett, este se metió en el asiento trasero con su mochila, le dio una palmada en la oreja a Jasper por hacerlo ir atrás, y le gritó a Edward que arrancara.
—¿A dónde vamos?
—Hermano, es una sorpresa. Pero empezamos en el cole. Estaciónate en el parqueadero de los profesores.
Edward obedeció a sus amigos y aceleró por la ciudad. No entendía por qué iban a pasar el rato en el colegio un viernes por la noche, pero le daba completamente igual. Sabía que se divertirían sin importar lo que fueran a hacer.
Casi todas las luces del colegio estaban encendidas. Edward nunca había pensado realmente en lo que pasaba en la escuela después de clases. Jamás se le ocurrió quedarse en el edificio más tiempo del que le exigía la ley.
—Le pasé un billete de cien al conserje y dijo que se haría el de la vista gorda si estábamos aquí esta noche, siempre y cuando no dejemos un desorden ni lo molestemos. Hay un curso de clases nocturnas en uno de los salones del primer piso hasta las nueve, así que tenemos que ser sigilosos, ¿ok? —Emmett se acomodó la mochila al hombro y lideró el camino hacia el interior del colegio.
Jasper tarareaba el tema de Misión Imposible mientras subían las escaleras a hurtadillas. Emmett se aseguraba de que cada puerta que atravesaban se cerrara en silencio detrás de ellos. Llegaron a salvo a la nueva oficina de Edward, aunque un poco más sudados de lo esperado.
Emmett abrió su mochila con un rápido movimiento y sacó dos six-packs de Bud Light de su interior, además de tres bolsas de papas fritas.
—¿Bud Light? ¿En serio? —se quejó Jasper.
—Es todo lo que pude «liberar» de la casa de mi mamá, hermano. Y la normal tiene muchas calorías. Tengo que cuidar la figura para atraer a las chicas —Emmett sacó cadera y se pasó la mano por el costado como si modelara.
En un movimiento sincronizado, los tres abrieron sus latas y dieron un trago.
—Lo único que atraes son moscas, bro —dijo Jasper, y Emmett le dio un puñetazo en el hombro como respuesta al insulto. Jasper le lanzó un beso en el aire.
—Entonces, ¿este es mi festejo? ¿Cerveza light, papas fritas y ustedes dos? —Edward se recostó en su nueva silla y giró con los brazos alzados.
—No, idiota. Hay algo especial en camino, pero tenemos que esperar a que se acaben las clases nocturnas —Jasper se quedó en una esquina y comenzó a toquetear uno de los carteles—. Este está ingenioso. Pero creo que te inspiraría más tener un buen póster de una nena. Quizás una clásica como Farrah Fawcett con su traje de baño rojo o Halle Berry saliendo del agua como chica Bond. Ver eso todos los días sería muy motivador.
—Esas mujeres son como… súper viejas, Jasper. Tipo, más-viejas-que-mi-mamá, ¿sabes? —Emmett se estremeció solo de imaginarlo.
—Sí, pero no lo eran cuando tomaron esas fotos, así que todo bien —Jasper se encogió de hombros, ignorando el desagrado de Emmett.
—A Jasper le gustan las chicas con experiencia, Emmett. Después de Alice, se va a enredar con la señora Cope de la oficina del director —Edward se unió a las bromas.
—Nah, hermano. No hay nadie para mí que no sea Alice. Y ella es mayor que yo —Jasper fingió lanzarle algo a Edward, que dio un salto.
—Por dos meses, enano de mierda —Edward se sacudió la ropa por si acaso era real… o un moco o algo así.
—Bueno, por más divertido que sea esto, ya son las nueve y diez, las clases nocturnas deben haber terminado, así que ¿qué carajos estamos haciendo? Porque esto apesta. —Edward se tomó lo que quedaba de su segunda cerveza y eructó.
—Hermano, ¿recuerdas la despedida de soltero de mi hermano Peter el mes pasado?
—No, imbécil, no recuerdo. ¡No nos dejaron ir!
Jasper continuó como si nadie hubiera dicho nada.
—Conseguí que viniera la misma estríper para que baile para ti, señor presidente. Nada de toqueteo, pero vas a estar dándole al ganso por meses con ella. Peter todavía piensa en ella de vez en cuando.
Emmett se levantó de un salto y abrazó a Jasper con fuerza. Edward permanecía sentado, negando con la cabeza.
—¿Trajiste una estríper aquí? ¿Al colegio? ¿Estás mal de la puta cabeza, idiota?
—Relájate, no seas tan puritano. No se te van a enredar las pantaletas. Nadie se va a enterar —Jasper le guiñó un ojo.
—Jesús. —Edward se llevó las manos al cabello, tirando de los mechones. Estaban muertos, lo sabía. Los iban a descubrir, sus padres lo iban a matar… y luego los profesores lo rematarían.
—En unos minutos, vamos a disfrutar del dulce talento dancístico de Cookie —dijo Emmett mientras corría al salón contiguo para agarrar la primera silla disponible. El cuartito era algo estrecho y quería tener la vista perfecta para el espectáculo de la noche.
Edward estaba convencido de que esta era la idea más estúpida que sus idiotas amigos habían tenido jamás… pero había una parte muy masculina en él que estaba bastante intrigada con el plan. Se llevó el pulgar a la boca y empezó a morderse el borde de la uña, perdido en sus pensamientos.
La oyeron antes de verla. El clic-clac de sus zapatos anunció su llegada. El pasillo estaba iluminado a la vuelta de la esquina, pero la sección donde ellos estaban permanecía casi en penumbra. Observaron su silueta mientras caminaba hacia ellos. Avanzaba despacio, poniendo un pie delante del otro con deliberada lentitud, haciendo que su falda corta se meciera de forma hipnótica. La falda era amplia justo por encima de la rodilla, y ajustada en la cintura. Llevaba algo en una mano y la otra la tenía alzada, tocándose la nuca. Era bajita y delgada, pero con curvas provocativas. Los chicos no podían esperar a ver su rostro y, más importante aún, el resto de ella.
Colectivamente, todos se quedaron sin aliento y tragaron en seco cuando ella entró al círculo de luz que emanaba desde la pequeña oficina. Su estríper, la chica sexi que habían estado mirando embobados mientras se acercaba, era Bella Swan. La ex presidenta del Consejo Estudiantil, Bella Swan. La solitaria, la chica buena, la hija del jefe de policía, Bella Swan. Quedaron impresionados al instante… e increíblemente intrigados.
Bella vestía un impermeable negro, hasta la rodilla y ajustado con un cinturón, con la capucha caída. Parecía que no llevaba nada debajo, aunque eso tal vez era solo un deseo ferviente en la mente de los chicos. Los tacones le daban unos cinco centímetros más de estatura, pero seguía viéndose pequeña y delicada. Llevaba el cabello recogido en un elegante moño y tenía maquillaje en el rostro. No mucho, solo lo justo para que sus ojos se vieran más grandes y sus labios más carnosos. Edward intentó recordar si alguna vez había visto a Bella con el pelo recogido y maquillaje… pero no logró visualizarlo.
Los cuatro se quedaron mirándose unos segundos antes de que Jasper se atreviera a hablar.
—¿Tú eres «Cookie»?
—Um… supongo. Mi mamá me decía Cookie cuando era chiquita. ¿Por qué? —Bella balanceó el objeto que tenía en la mano, un pequeño aparato que parecía una mezcla entre reproductor de CD y radio antiguo.
Los chicos se miraron entre ellos. No había forma de que ella estuviera ahí para bailarles, ¿o sí? Y, sin embargo, ahí estaba, respondiendo al nombre de Cookie y cargando un pequeño estéreo como en las películas de estríperes. La idea de que una de sus compañeras de clase trabajara como bailarina exótica era extraña… pero extrañamente excitante. Pero no había manera -ni en mil años- de que Bella Swan fuera una estríper. Edward no podía procesar la idea de que ella bailara sensualmente y se quitara la ropa con música, por dinero y para entretener a hombres desconocidos.
La visión de Edward se volvió un poco borrosa y Jasper y Emmett desaparecieron de su mente. Empezó a imaginar cosas, porque de pronto el rostro de Bella se transformó, adoptando una expresión oscura… hambrienta.
—He estado esperando el día en que pudiera bailar para ti, Edward —ronroneó, con una voz suave como el whisky, baja y envolvente. Una de sus manos comenzó a jugar con el cinturón de su abrigo, tirando suavemente de la cinta, pero sin desatarla. Sus ojos recorrieron la longitud de su cuerpo; los tacones plataforma eran rojo sangre y hacían juego con el labial que resaltaba sus labios llenos y besables. Estaba de pie frente a él, con los pies separados, sus piernas luciendo larguísimas. Un ritmo lento de música electrónica comenzó a latir en el aire que los rodeaba.
»Solo aprendí a bailar para poder hacerlo para ti, Edward —dijo mientras giraba de lado y se inclinaba desde la cintura, deslizando los dedos lentamente por sus piernas hasta que ambas palmas descansaron sobre sus rodillas. Bajó de golpe, abrió las piernas y las volvió a cerrar antes de que él pudiera asomarse a lo que había entre ellas. Una guitarra quejumbrosa se unió a la música que crecía a su alrededor. Bella se incorporó, le dio la espalda y volvió a inclinarse. Se quitó el cinturón del abrigo y lo agitó como un látigo, haciendo chasquear la punta. El ruido retumbó por toda la sala como un disparo.
Bella giró la cabeza, aún inclinada, y atrapó la mirada de Edward por encima del hombro. Al incorporarse, dejó que el abrigo se deslizara por sus hombros y cayera a sus pies. El vestido azul eléctrico que llevaba debajo apenas cubría sus pechos y se ataba detrás del cuello, dejando completamente descubierta su espalda. La falda apenas tapaba su trasero y se movía en pliegues suaves mientras ella giraba lentamente las caderas de un lado a otro. Bella alzó los brazos por encima de la cabeza, haciendo que el vestido subiera aún más por su cuerpo. Giró lentamente, mostrando todo su cuerpo. Una vez de espaldas a él, bajó las manos hasta la nuca y desató el pequeño lazo del cuello, dejando caer las tiras sobre sus hombros. Luego, sin darse vuelta, tomó los palitos que sostenían su cabello recogido y los dejó caer al suelo con un tintineo. Una cascada de rizos castaños oscuros se soltó por su espalda desnuda, rebotando al ritmo de la música.
Edward sintió un escalofrío recorrerlo. Casi podía sentir el roce de su cabello deslizándose por su pecho… o, Dios, aún mejor, por su entrepierna. Gimió y se mordió la punta de la lengua.
Ella se volvió a girar, sujetando el vestido contra su pecho. Echó la cabeza hacia atrás y alzó las manos para tomar las tiras del vestido. Dolorosamente despacio, fue bajando la tela por su cuerpo hasta quedarse en la ropa interior más pequeña que Edward hubiera podido imaginar: una diminuta tanga negra.
Bella alzó un brazo, lo extendió y curvó un dedo hacia él. Edward no necesitó más invitación. La tomó por las caderas y la giró hasta que le dio la espalda, con su trasero presionado contra su erección palpitante, su falda mágicamente de vuelta en su sitio, bloqueando su urgencia. Su mano instintivamente se posó sobre sus pechos mientras la guiaba más adentro del cuarto, cerrando la puerta de un portazo tras ellos. La empujó contra el escritorio y la inclinó hacia adelante. Con una mano la sostuvo mientras ella fingía resistirse, encendiendo aún más su deseo; su mano grande sobre su espalda ardía. Lentamente, recorrió con los dedos cada curva de su columna hasta llegar al final, haciendo que su piel temblara y su respiración se entrecortara. Le separó los pies con la rodilla y le levantó la falda con la otra mano. Ella gimió y se estremeció de placer. Un triángulo mínimo de encaje negro, con finas tiras como hilo dental sobre sus caderas, era lo único que separaba a Edward de la tierra prometida. Deslizó un dedo bajo una de las tiras… y la tanga desapareció. Le acarició una de las nalgas… y luego la golpeó fuerte. Bella soltó un grito. Edward bajó la mano a su bragueta y empezó a bajarla, escuchando cómo los dientes del cierre chasqueaban uno a uno.
—¿Hermano? ¿Qué carajos? —Emmett le dio un golpe en el hombro antes de que pudiera bajar el cierre del todo. Edward parpadeó, confundido, hasta que notó que tenía la mano sobre la entrepierna, casi listo para sacar al monstruo de sus pantalones.
Bella y Jasper conversaban; ninguno se había dado cuenta de que Edward se había perdido en su fantasía. Él respiró hondo e intentó calmarse.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, con un tono mucho más brusco del que pretendía, y más duro de lo que debía haberle hablado.
—Oh, eh… mi papá me trajo. Me prestó este radio de la estación para poner música mientras limpio mi oficina. Me llevó a cenar a un lugar elegante esta noche por lo de las elecciones. Menos mal que no subió conmigo… los habría arrestado por esas cervezas, chicos. —Bella se echó a reír, y ese sonido fue directo a la entrepierna de Edward. Él metió las manos en los bolsillos y se encogió de hombros.
—¿Así que no te vas a quedar? —La voz de Jasper estaba notablemente aliviada. Bella le lanzó una mirada.
—No, solo vine a dejar esto. No puedo limpiar con este vestido —dijo, tirando del cuello del abrigo para mostrar el borde de su vestido. Era del mismo color que Edward había imaginado, y se dejó caer en la silla con un golpe seco. Parecía a punto de vomitar.
—Perdón por interrumpir tu celebración, señor presidente. Espero que disfrutes el momento —dijo Bella, clavando la mirada en Edward. Tenía demasiado estilo para enfrentarlo delante de sus amigos, pero por el tono de su voz, ese estilo solo duraría hasta el lunes.
Edward carraspeó e intentó sonreírle. Le salió una mueca torcida y un poco dolorosa.
—Lo disfrutaré mientras pueda, gracias, Bella —respondió Edward.
Ella asintió y le entregó el radio a Jasper. Se alejó tan lentamente como había llegado, y Edward se dio cuenta de que no era un paseo seductor, sino una caminata cautelosa sobre unos zapatos extraños. Él se había probado los tacones de su mamá cuando era más joven, mucho más joven. Esos malditos dolían y te destrozaban los tobillos. No entendía por qué las chicas los soportaban, pero agradecía a Dios que lo hicieran. Disfrutó mucho verla alejarse… y su entrepierna también.
Jasper y Emmett se reían de la idea de Bella Swan -o de cualquiera de sus compañeras- trabajando como bailarina exótica. La conversación derivó en una lluvia de especulaciones sobre si alguno de sus profesores se había pagado la universidad bailando en clubes. Edward asentía y sonreía en los momentos correctos, pero su mente no estaba en la charla. Su mente seguía en Bella Swan.
El sonido de tacones interrumpió de nuevo a los chicos. Nerviosos, los tres se tomaron su tercera cerveza y le pasaron las latas vacías a Emmett para que las escondiera en su mochila.
Fue un déjà vu cuando una silueta femenina se acercó por el pasillo moviéndose con gracia. Notaron de inmediato que no era Bella volviendo a molestarlos. Esta mujer llevaba el cabello recogido en dos coletas altas a los lados de la cabeza. Su falda no era suelta sino ajustada al cuerpo, mostrando cada curva. Emmett se frotó las manos con entusiasmo.
Una voz algo chillona y nasal los llamó:
—Hola, chicos.
Cada uno logró articular un saludo mientras la joven se acercaba a la luz. Su cabello era rubio platinado y sus ojos azules eran demasiado perfectos para ser reales. Tenía una sonrisa brillante como chicle rosa y un lunar dibujado sobre el labio. Su vestido era de vinilo rosa neón, con cintas que cruzaban por los costados y ojales metálicos en el escote y el dobladillo. Los zapatos se ataban cruzados por sus pantorrillas hasta justo debajo de las rodillas. Llevaba una mochila pequeña tipo cartera en la espalda, con tiras finas sobre los hombros.
»Lamento llegar tarde. Me perdí un poco. Una chica muy amable me ayudó. Sabía exactamente dónde encontrarlos. Me pidió que le pasara un mensaje a Edward. ¿Cuál de ustedes es Edward?
Tragando saliva, Edward levantó la mano. Jasper y Emmett intercambiaron miradas. Si Bella se había cruzado con Cookie, ¿le habría contado a su padre? Jasper y Emmett cuchichearon entre ellos y decidieron que era mejor no arriesgarse a que los atraparan con una estríper en la escuela.
»Veamos si lo recuerdo bien. Dijo que seas más Nixon y menos Clinton, o que el lunes terminarás como Harrison*. ¿Eso significa algo para ti? —le preguntó con una sonrisa burlona.
Cookie estudiaba Ciencias Políticas y estaba tomando un semestre sabático para ahorrar para la escuela de posgrado. Había estudiado danza y gimnasia desde niña, estaba segura de su cuerpo y no tenía vergüenza de mostrarlo. Además, entrenaba jiu-jitsu y sabía que podía dejar en el suelo a cualquier tipo que se pasara de listo.
—Después de investigar un poco lo tendré más claro, pero creo que entendí la idea. Gracias por el mensaje.
—Bueno, chicos, cuando acepté este trabajo, creí por error que ustedes eran profesores. Y hay una patrulla estacionada afuera. Saludé a mi viejo amigo Charlie Swan al entrar, así que probablemente el lunes pregunte quién fue el que organizó la fiesta. Me temo que voy a tener que retirarme. Pero pueden llamarme dentro de un par de años, ¿sí?
—¿Sabes qué? Justo pensábamos lo mismo —dijo Jasper, dando un salto para acercarse y extenderle la mano—. Gracias por venir. Un placer conocerte. Permíteme acompañarte. —Señaló hacia las escaleras que llevaban a la salida, al tiempo que le deslizaba un par de billetes doblados. Emmett los siguió detrás, algo cabizbajo.
Edward se quedó ahí un buen rato, pasándose los dedos por el cabello. Se levantó y devolvió la silla que Emmett había tomado prestada. Sacó un par de hojas del contenedor de papel reciclado y se sentó en su nuevo escritorio. Escribió dos notas muy breves. Luego, tomando la mochila de Emmett, se paró en la puerta y echó un último vistazo a su oficina, sintiendo orgullo… y una emoción difícil de describir.
En el centro del escritorio, con letras gruesas y negras, una nota decía: Bienvenida de nuevo, señorita presidenta.
La otra nota, su renuncia, la guardó en el bolsillo. Edward se la entregaría al director Greene el lunes y le contaría todo sobre el Sr. Berty y su peculiar concepto de feminismo. También se lo confesaría a sus padres, y los animaría a hablar con el consejo escolar y la dirección sobre Berty. La persona correcta había tenido el cargo desde el principio.
Y entonces, en unas semanas, cuando todo se calme… Edward pensaba invitar a Bella a salir.