Anhelo
22 de octubre de 2025, 10:37
Bella
.
Tenemos una cena muy agradable. Una gran cena. Ese beso… contra el refrigerador parece haber aliviado un poco la tensión nerviosa de ambos lados. Edward parece más cómodo esta noche, menos melancólico y… atormentado. Creo que anoche también nos ayudó a los dos.
Me cuenta un poco más sobre su hermano mayor, Jasper, que es el padre de Mel, y su hermana mayor, Rosalie, la hermosa rubia a quien conocí el otro día. Solo un par de oraciones y es obvio que adoraba a su hermano, mientras que la relación entre él y su hermana parece un poco inestable. Es solamente un vistazo de una vida que apenas estoy empezando a conocer, pero siento que al fin podría dejarme entrar, y es estimulante. Me siento como un niño en una tienda de dulces, pero en lugar de caramelos, el regalo es la vida de Edward.
—¿Entonces eres el bebé de la familia? —me burlo de él.
—Supongo —resopla.
—¿Cómo es tener un hermano y una hermana mayores? Soy hija única. Ni siquiera tengo primos hermanos. Mis padres también eran hijos únicos.
Él sostiene mi mirada mientras toma un sorbo de su vaso de agua. —A veces era genial, creo. Aunque más tarde, Jasper y Rose parecían más mis padres que mis hermanos. Supongo que es por eso que ahora pongo tan nerviosa a Rose. No le puse las cosas demasiado fáciles cuando era adolescente.
—¿Cómo eras cuando eras adolescente?
Edward se frota la mandíbula con fuerza con la palma. Es otra acción que estoy empezando a aprender: significa que está empezando a sentirse incómodo.
—Ya sabes, un poco… salvaje, creo. Jasper me controló, no me dejó enloquecer demasiado. Pero él tenía su propia vida.
—Pero tu mamá… ella todavía estuvo por aquí por un tiempo, ¿verdad?
Niega con la cabeza. Hay una mirada fría e impasible en su rostro mientras mira el vaso que tiene en la mano. Sus nudillos se ven algo apretados y blancos a su alrededor.
—Ella rara vez estaba realmente presente. No en el… —suspira, haciendo una mueca—, sentido emocional, creo que así lo llamarías. Ella nunca superó la partida de mi padre. Él era... bueno, tenía sus propios problemas. Realmente no lo recuerdo.
Se queda callado después de eso.
—Lo siento, no debería haber...
—No. —Aunque todavía tiene la cabeza gacha, levanta los ojos hacia mí, sus largas pestañas revolotean mientras parpadea hacia el presente con una respiración profunda—. No, está bien. Tienes razón. Se siente mejor hablar, incluso sobre esto.
Le ofrezco un pequeño asentimiento y sonrío.
A pesar de su seguridad, es un poco más cuidadoso durante los primeros minutos posteriores a eso. Empiezo a sentir como si le estuviera arrancando palabras nuevamente, pero luego se relaja una vez más, y muy pronto nos reímos y me cuenta más sobre Jasper, pero esta vez hay una sonrisa en su hermoso rostro mientras me cuenta historias de las travesuras que solían hacer juntos.
—No has hablado de él desde hace tiempo, ¿verdad?
Vuelve a estar serio, pero ligeramente. La sonrisa sigue ahí, solamente que más tranquila. —No, no lo he hecho.
—¿Por qué?
No responde de inmediato. —Ha sido… difícil, ¿sabes? Con Mel. Es algo así como lo que hablamos ayer. Ella se molesta cada vez que se mencionan, así que trato de no hacerlo demasiado.
—Edward… tal vez la manera de recuperar su pasado es mencionándolos, recordándolos, incluso si eso le molesta al principio. Los niños no siempre saben cómo manejar las cosas y, a veces… necesitan que los presionen un poco. Quiero decir, así son a veces los niños del estudio. Creen que no pueden hacer algo, así que simplemente los presiono. No demasiado. Lo suficiente para mostrarles que no pueden quedarse ahí sentados y no intentarlo.
Él mira en silencio la mesa entre nosotros, y empiezo a sentir que tal vez debería cerrar la boca y ocuparme de mis asuntos porque no quiero arruinar esta hermosa noche. Pero al mismo tiempo, cuando se trata de Mel, me cuesta no decir lo que pienso.
—A veces es difícil saber cuándo presionar y cuándo no. Cuándo es el momento adecuado, el momento adecuado para decir algo y cuándo simplemente dejarla en paz —al fin murmura, frotándose la cara con una mano antes de pasarla por su cabello.
—¿Y qué hay de Rose? ¿Habla con Mel sobre sus padres? Ella tiene tres hijos, ¿verdad? ¿Te ayuda con consejos y esas cosas? —Me siento como una entrometida, pero maldita sea, las preguntas siguen llegando.
Se ríe sin humor. —Rose y yo tendemos a chocar, especialmente cuando se trata de Mel. Amaba mucho a Jasper y a Alice, pero… creo que está un poco enojada con ellos.
—¿Enojada con ellos? —resoplé con sorpresa—. ¿Por qué?
—Porque no puede entender por qué dejaron a Mel a mi cuidado. —Se revuelve en su asiento antes de vaciar su vaso de agua.
—¿Por qué no? —pregunto—. Eres un hombre soltero, sí, pero no eres el primer hombre soltero al que se le da la tutela total de un niño.
—Es más que eso.
—¿Qué más es?
Debo decir que ha sido bueno respondiendo mis preguntas porque me doy cuenta de que estoy siendo una perra entrometida. No es que no me haya dado cuenta. Pero, como dije, soy una niña en una tienda de dulces, y ¿desde cuándo los niños en las tiendas de dulces han podido controlarse? Me deja entrar por la puerta y tengo el pie encajado allí.
Pero aquí parece ser donde ese pie sale, al menos por ahora. Casi puedo ver la puerta cerrándose suave pero firmemente en mi cara, y quiero patearme.
—Así que cuéntame sobre ti —pregunta, volviéndome todo hacia mí ahora.
—¿Qué quieres que te diga? —cuestiono con una respiración profunda y una sonrisa.
—Todo. —Sonríe—. Empieza por el principio.
Me río, pero por dentro, mi estómago se retuerce en un nudo, y me siento como una idiota y una hipócrita al mismo tiempo. Por supuesto que todo volvería a mí. Quiero que él me lo cuente todo, pero yo no le cuento nada. O sea, lo haré, pero no aún. No todavía.
—Bueno, ya te he contado un poco sobre mis padres y sobre mi infancia.
—Nunca terminaste de decirme por qué dejaste de visitar a tu abuela —dice con una ceja levantada.
Pienso en la conversación que tuvimos hace un par de semanas y me doy cuenta de que tiene razón. Nunca llegamos al final de esa historia. A pesar de los nervios, me marea que recuerde eso.
—Bueno —Me encojo de hombros—, como dije antes, tenía unos doce años la última vez que fui, y esas últimas veces... creo que me sentí resentida por el hecho de que mi madre se había vuelto a casar y se había mudado a Arizona y, nuevamente, no había pensado en mí. No era culpa de mi abuela, ahora me doy cuenta, pero cuando tienes esa edad, cuando tienes todas estas cosas sucediendo por dentro, puedes ser bastante egocéntrico. Y mi papá… quiero decir, tampoco lo culpo porque se acababa de volver a casar y tenía todas estas otras cosas en que pensar, pero tampoco insistió en el tema. En primer lugar, nunca había estado muy feliz de enviarme. Siempre ha preferido vigilarme él mismo.
Extiendo la mano sobre la mesa y entrelazo mis dedos con los suyos. Sus ojos caen sobre nuestras manos, pero luego vuelve a mirarme, escuchando atentamente, y me doy cuenta de que me encanta la forma en que me escucha últimamente, con todo su ser.
»Mira, por eso creo que es importante darle un empujón a Mel, Edward. A veces... a veces no tienes idea de lo que estás haciendo, especialmente cuando eres un niño tan pequeño, y solamente necesitas que alguien te despierte. De lo contrario, vas por la vida con todos estos… arrepentimientos. No quiero que Mel se despierte un día y se dé cuenta de que pasó tantos años resentida por la forma en que creció y que en el proceso hizo cosas que nunca podrá deshacer.
Me estudia pensativamente y puedo darme cuenta de cuán seriamente está reflexionando sobre mis palabras, porque asiente como si hubiera resuelto los problemas del mundo.
—Tienes toda la razón, Bella. —Finalmente, asiente—. Nunca lo pensé de esa manera. Jesús, eso es lo último que querría para ella…
Nos quedamos en silencio durante unos minutos, mientras él mira al vacío, nuestras manos aún unidas. Luego me mira de nuevo.
—¿Entonces no has visto a tu abuela desde que tenías doce años?
Sacudo la cabeza. —A veces hablo con ella por teléfono, pero es un poco difícil debido a la barrera del idioma.
—Pensé que hablabas español.
—Lo entiendo muy bien, pero realmente no lo hablo, al menos no bien. Realmente solo sé algunas frases básicas, muchas maldiciones gracias a Angie. —Me río.
Asiente. —Sin embargo, tu acento es perfecto.
—Bueno, lo llevo en la sangre. —Sonrío—. El acento, el temperamento, el bronceado en el que no tengo que trabajar.
—Es un bonito bronceado. —Sonríe un poco lascivamente, sus ojos claramente me recorren y me hacen temblar.
—Gracias. —Me río entre dientes, sintiendo mis mejillas arder de nuevo, y ahora que sé que él lo nota y le gusta, siento que lo hacen aún más. Quiero decir, nunca me había sonrojado tanto.
—Me encanta tu color —dice como si fuera una señal—. En cuanto a tu temperamento, eres bastante luchadora. Lo he experimentado de primera mano.
Me río de buena gana. —Soy solamente mitad latina, solamente mitad luchadora. Si quieres ver a una luchadora, mira a Angie.
—Prefiero mirarte.
Río a carcajadas mientras cubro mis mejillas ardientes, sabiendo que lo hace a propósito. Este... sentimiento de dulce coqueteo es tan diferente de cualquier cosa que haya experimentado con alguien... con Eli y... los demás. Allí no hubo coqueteo. El coqueteo tomó la forma de anteojeras, correas de cuero y azotes y... y todo terminó en una habitación llena de folladas rápidas y duras.
La idea me devuelve la sobriedad bastante rápido. Con un grito ahogado, dejo caer la cabeza mientras toda la euforia de hace un momento se tambalea.
Y luego, fuera de mi periferia, lo veo inclinarse... me quita una mano de la cara y trato de tragar, pero de repente mi garganta está muy seca.
—Oye —murmura—. Bella. ¿Estás bien? ¿Adónde fuiste?
Obligándome a retroceder, levanto la vista y le sonrío, y la preocupación y el afecto en esos profundos ojos verdes instantáneamente ahuyentan todos los malos pensamientos hasta que él es todo lo que queda. Creo que tal vez ese siempre será el caso.
—Estoy aquí, Edward. Estoy aquí.
Busca mis ojos por un instante, entrecerrándolos.
—¿Estás segura de que estás bien?
—Sí. —Sonrío más ampliamente, porque cuando él me mira de esa manera, lo estoy—. Estoy bien.
Sus ojos me mantienen cautiva por un par de segundos más, y luego sonríe. —Bien. —Y presiona su boca suavemente contra la mía.
S
Terminamos nuestra cena y Edward me ayuda a recoger la mesa y limpiar la cocina. Mientras tanto hablamos, compartimos estas miradas y pequeños toques: nuestras manos se tocan junto al lavamanos, nuestras caderas se rozan junto al frigorífico. Él está limpiando la mesa, y yo estoy limpiando la barra, y simplemente... nos miramos el uno al otro.
Es como si ahora que hemos llegado a este punto, no hubiera vuelta atrás. Nos vamos de cabeza y rápido, y al diablo con los frenos. Pienso en lo que Angie dijo esta mañana sobre cómo Edward y yo hemos estado saliendo durante semanas, y simplemente no lo sabíamos, y tengo la sensación de que, en algún nivel, es muy cierto.
Con todo limpio y ordenado, Edward lentamente camina hacia mí nuevamente, apoyándome contra la barra. Obtiene este... brillo depredador en sus profundos ojos verdes. Estoy empezando a reconocerlo y sé lo que sigue cuando se oscurecen de esa manera. Mi corazón se acelera en mi pecho.
—Espera. —Respiro temblorosamente justo antes de que su boca reclame la mía—. Mantén ese pensamiento.
Me doy la vuelta y recojo la botella de vino que tengo enfriándose en la cubitera. Esta pequeña emoción recorre mi columna mientras lo destapo ante la idea de embriagarme un poco con Edward, los besos y el vino y… ya estoy un poco intoxicada.
—Es un vino de postre maravilloso —le explico mientras nos sirvo dos copas. Luego las levanto y le ofrezco una.
Se queda mirando la copa de vino que le acerco.
Y luego a mí.
Y nuevamente a la copa de vino.
E inmediatamente a mí.
Y luego extiende su mano y envuelve la mía, la que le tiende la copa, y desliza tanto mi mano como la copa sobre la parte superior de la barra.
Con un suspiro profundo, sacudió la cabeza.
—No bebes vino.
—No bebo vino.
La forma en que sostiene mis ojos… exigente una vez más. como si quisiera que viera algo...
Mis cejas se fruncen mientras una escena de hace un par de semanas se repite en mi cabeza... y otra escena de esta noche... y... ahora...
—Tú no... bebes.
Su manzana de Adán se mueve hacia arriba y hacia abajo. —No.
Mis manos todavía están alrededor de ambas copas de vino, las suyas están agarradas con fuerza sobre la barra mientras yo sostengo mi propia copa frente a mí.
—Mi padre… era un borracho. Por lo que he oído, solía llegar a casa con la cara hecha mierda todas las noches. Luego se peleaban él y mi mamá, y una noche él ni se molestó en volver a casa. —Resopla con amargura—. Por lo que sabemos, bebió hasta morir.
Lo miro fijamente, con la garganta seca como el desierto, lo cual es mejor porque no tengo idea de qué decir. La atmósfera que nos rodea ha pasado de ser sexy y coqueta al polo opuesto. Con una mano temblorosa, dejo mi copa de vino y veo la mano de Edward sobre la barra, moviéndose, antes de levantar y pasarla por su cabello.
—¿Es por eso que no bebes? ¿Porque no quieres ser como él?
Me encierra firmemente en su mirada. —No bebo, Bella, porque una vez que empiezo a beber, no puedo parar.
Hay un largo período de silencio mientras proceso lo que eso significa.
—Quieres decir que eres un…
—Soy alcohólico. He sido alcohólico durante aproximadamente una década, aunque no fue hasta que ese maldito pedazo de mierda chocó con su auto contra Jasper y Alice que lo acepté.
A pesar de la contundente dureza de su declaración, su voz es fría y casi... monótona. Inexpresiva.
Y entre lo que me está diciendo, la impasibilidad de su voz y la forma repentinamente rígida y estoica en que se para frente a mí, me cuesta respirar. Todavía me mira como si estuviera esperando algo, esperando algo, y no tengo idea de qué podría ser.
—Uhm... entonces después... del accidente... ¿dejaste de beber?
Él asiente. —No he bebido nada en siete meses y diecisiete días.
—Oh.
Sus ojos me sostienen con un agarre implacable, persistente, presionándome, y mi corazón se acelera porque no sé qué está esperando que diga, pero sé que hay una respuesta correcta y una incorrecta aquí.
—Está bien, bueno… —Exhalo—. Supongo que guardaremos el vino. Tengo jugo y refresco, y ya sabes… mucha agua. —Me doy la vuelta y vacío ambas copas de vino en el lavaplatos, dejando que el agua del grifo lo lave todo.
—Bella.
Me vuelvo para mirarlo. —¿Qué?
—¿Eso es todo? —dice en un tono extrañamente distante—. ¿Eso es todo lo que tienes que decir: «hay mucha agua»?
—Bueno, no estoy segura de qué más quieres que te diga ahora mismo. Quiero decir, dame algunos minutos y estoy segura de que tendré muchas preguntas, pero parece que guardar el vino sería el primer paso.
—Bella, esto es una enfermedad. Es permanente. No hay cura.
—Yo... no soy una experta, pero sí sé mucho.
Me mira fijamente y luego resopla, metiendo las manos en los bolsillos. Con un movimiento de cabeza, se da vuelta y se aleja un par de pasos, levantando la cabeza hacia el techo antes de dejarla colgar del suelo con un gruñido bajo.
Se gira de nuevo y me mira, con los ojos ardiendo. —No creo que lo entiendas...
Rápidamente, cierro el espacio entre nosotros. —Oye, ya te lo dije, no soy una experta, pero entiendo lo que es el alcoholismo. Ahora dijiste que lo tenías bajo control desde... el accidente de Jasper y Alice.
—Sí —responde con vehemencia—. Lo tengo.
—Entonces no estoy segura de lo que está pasando aquí. ¿Estás intentando alejarme de nuevo?
Es cuando sus manos salen volando de sus bolsillos y toman mi cara, acercándome.
—No, Bella. No puedo alejarte —sisea, su cálido aliento haciéndome cosquillas en la cara—. Solamente necesito asegurarme de que entiendes...
—¿Tienes un problema con la bebida? Lo entiendo —digo, envolviendo mis manos alrededor de las suyas—. Sí. Y no puedo... imaginar lo que eso significa para ti. Realmente no puedo. Aún no. Dame algo de tiempo para procesarlo, y como dije, probablemente tendré un... montón de preguntas, pero me baso en lo que dijiste anoche, Edward.
Frunce el ceño.
»Dijiste, «déjame convencerte de que me perteneces» —le repito—. ¿Estás cambiando de opinión sobre eso?
Mi voz es un susurro tembloroso, pero incluso antes de que haya pronunciado la frase completa, Edward sacude la cabeza y me agarra con más fuerza.
—No. Dios, no. —Respira intensamente—. No. Hay este... anhelo, Bella. Ha estado ahí por mucho tiempo, y no mentiré, todavía está ahí, pero desde que te conocí, no hay nada que quiera… que anhele más que a ti.
Respiro unas cuantas veces de forma inestable, atrapada en su mirada porque veo el anhelo, lo siento en su tacto, lo siento espeso en el aire que nos rodea. Su necesidad por mí es... cruda. Ya no intenta ocultarlo y eso me quema hasta la médula. Me llama desde unos metros de distancia, desde el otro lado de la habitación. Siento que poco a poco me va uniendo a él, y por eso es difícil entenderlo cuando compara esto con el ansia de alcohol.
Pero él dice que está bajo control y yo le creo. Lo aceptaré porque es parte de él y cualquier elección que tuviera de aceptar o no aceptar se fue por la ventana hace semanas.
—Entonces, Edward, guardamos la botella y continuamos con nuestra noche, y descubrimos el resto a medida que avanzamos porque, como dijiste ayer, eso no cambia nada.
Sus ojos buscan los míos, moviéndose de uno a otro, buscando, penetrando.
Y luego me aplasta contra él.
—Bella… Jesús, Bella, ¿estás segura? —pregunta contra mi cuello, con su aliento cálido en mi oído, abrazándome tan fuerte que siento su corazón latiendo rápidamente sobre el mío mientras la tensión en sus hombros se afloja.
¿Estoy segura de qué?
¿Estoy segura de que lo entiendo?
¿Estoy segura de saber en qué me estoy metiendo?
¿Estoy segura de que no hay nada que Edward pueda decirme que me aleje? ¿Espero que él también pueda separarme de mis errores? Un Quid pro Quo: Acepto tu vergüenza, ¿tú aceptas la mía?
No, no le haré eso.
¿Eso me hace egoísta? ¿Mentirosa? ¿Hipócrita? ¿Retenedora de información importante?
Demasiadas preguntas. No puedo entenderlas ahora mismo.
Solamente hay una cosa que sé.
Me libero de su agarre y requiere esfuerzo porque me abraza con mucha fuerza. Y cuando finalmente logro alejarme, acuno su hermoso rostro entre mis manos. Un rostro lleno de oscuros secretos… y esperanza… y mucha fuerza.
—Yo te pertenezco.
Cierra los ojos y exhala pesadamente por las fosas nasales, y cuando los vuelve a abrir, son tan brillantes, claros y... pacíficos.
—Sí. Lo haces.
No hay vacilación, no hay dudas en la forma en que me besa. Soy suya y él lo sabe y no me iré a ninguna parte.
»Seré un buen hombre para ti, Bella. —Respira contra mi boca—. Te lo juro —sisea, chupando con vehemencia mis labios.
Estoy sin aliento, consumida por su boca y su fuego, pero mi propia vergüenza... mordisquea el fondo de mi mente, como una mala hierba en un campo de flores.
—Edward... Edward... —Me alejo y lo miro—. ¿Crees que nuestros errores pasados nos definen?
Lentamente, sacude la cabeza. —Estoy seguro de que espero que no lo hagan, Bella. No tengo la intención de que lo hagan.
Busco sus ojos, deseando que me vea, que vea la verdad, que la adivine al menos un poco como acabo de hacerlo y que me fuerce el resto.
Pero, por supuesto, no puede. La verdad es algo que expresas con palabras, como él acaba de hacerlo, como tendré que hacerlo pronto. Angie estaba equivocada. Me dio sus verdades ahora porque cuando quieres como él quiere, cuando anhelas, no esperas. No puedes.
A menos que seas un cobarde.
Lo beso fuerte, tragándome esas palabras por ahora. Por un poco más de tiempo, y esperando que cuando diga mis verdades, él siga creyendo que el pasado no nos define.