ID de la obra: 559

Damn The Consequences

Het
R
En progreso
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Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 6 páginas, 3.125 palabras, 1 capítulo
Descripción:
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Capítulo 1

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Descargo de responsabilidad: "Damn the Consequences" es una historia escrita por shouldbecleaning. Esta traducción al español fue realizada por mí, EriCastelo, con el permiso de la autora. Los personajes y el universo de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. No obtengo ningún beneficio económico de esta traducción. ¡Gracias, Hilary! Disclaimer: "Damn the Consequences" is a story written by shouldbecleaning. This Spanish translation was made by me, EriCastelo, with the author's permission. The characters and the Twilight universe are the property of Stephenie Meyer. I do not receive any financial benefit from this translation. Thanks, Hilary! Mi agradecimiento a arrobale por ser la prelectora de esta traducción. Sin embargo, cualquier error que encuentres es completamente mío. Damn the Consequences por ShouldBeCleaning . Nota de la autora: Es un honor para mí compartir esta historia la cual obtuvo el tercer lugar en la votación del público en el maravilloso Bad Ass Babes Contest (2018). . Aquella noche hacía un frío terrible. La noche en que un amable transeúnte rescató a una damisela en apuros de un malvado trol. Todos iban envueltos en abrigos y bufandas gruesas. Había boinas, gorros tejidos y capuchas que cubrían casi todas las cabezas. Salvo una, pero llegaré a eso pronto. El vagón del metro no estaba del todo lleno. Quedaban uno o dos asientos libres, pero algunas personas optaron por quedarse de pie por temor a tocar a extraños. El transporte público puede resultar bastante incómodo para muchas personas. Especialmente cuando la mayoría de la ropa está fría y mojada en esta época del año. Muy a menudo, encuentro que las personas en el transporte público también tienen frío y están mojadas, al menos en su personalidad. No todos. Hay gente realmente encantadora y amable que viaja diariamente en los trenes de la ciudad. Y tampoco me cuento a mí mismo en ese grupo. Pero si consideras una sección transversal de la ciudad, creo que encontrarás un número desproporcionado de imbéciles en el sistema de metro respecto de los de buen corazón. En fin, a la historia. Aquí estaba yo, en mi viaje anual al centro antes de Navidad con mi abuela. Esto es algo que ella y yo hemos hecho desde que tenía cuatro años. La abuela nunca aprendió a conducir. Ella siempre decía que no tenía sentido viviendo en una gran ciudad. Todo lo que necesitaba estaba a poca distancia o podía tomar un autobús, tranvía o tren. El abuelo sabía conducir y desempolvaba el viejo Buick para viajes más largos, digamos para ir a los suburbios o para visitar otra ciudad. La abuela vendió el auto después de la muerte del abuelo. Lo compró un vendedor de vehículos antiguos. Su antiguo asesor financiero le preguntó muy condescendientemente qué iba a hacer con el dinero de la venta, porque «una dama como ella debería tener un plan financiero sólido si no tiene un hombre que la cuide». Era un auténtico impresentable, anticuado y muy orgullosamente sexista. La abuela le dijo que se lo iba a gastar en tatuajes y gigolós y luego lo despidió. El tipo llamó a mi padre y trató de conservar su trabajo, pero mi padre le colgó. Lo denunciaron a sus superiores y lo último que supimos es que se había «retirado». La abuela compró una botella de champán y toda la familia brindó por la noticia. La abuela vive en su propio apartamento en el centro de la ciudad. Es la mejor amiga de sus vecinos a ambos lados. Una pareja recién casada y que está intentando en voz alta tener un hijo. Mi abuela los anima de vez en cuando por diversión. Algo sobre la construcción del edificio, ella puede escucharlos mucho mejor que ellos a ella. Del otro lado están Sam y su novio, Embry. Mi abu los llama sus niños. La ayudan con algunas pequeñas tareas aquí y allá cuando papá está ocupado. Sus niños se están convirtiendo rápidamente en parte de nuestra familia. La abuela los invitó a la cena de Navidad. Me alegro que los tenga cerca. Me preocupo cuando estoy en la escuela, pero duermo mejor sabiendo que están ahí para ayudarla. Sam es dentista, por lo que trabaja en horarios fijos y Embry es su higienista. Llevan tres años juntos. Ahora bien, no soy homosexual, pero envidio lo que tienen. Embry tiene mi misma edad, veintisiete años, y tiene su vida en orden. A veces siento que voy a ser estudiante por el resto de mi vida. Quiero un hogar, una carrera y lo más importante, alguien especial con quien pueda compartir mi vida. Quiero a alguien a quien pueda rodear con mis brazos, sostener contra mi cuerpo y apoyar mi barbilla sobre su cabeza. Quiero medias secándose en la ducha y dos cepillos de dientes junto al lavamanos. Quiero volver a casa y encontrarme con una cena carbonizada porque mi amada quedó atrapada en un libro como para notar el paso del tiempo. Quiero que pies fríos contra la parte posterior de mis pantorrillas me despierten. Necesito a alguien que entienda que los bibliotecarios podemos ser interesantes y serenos. Lo sabemos todo y el conocimiento es jodidamente sexy. Quiero una amante y, eventualmente, una esposa. Quiero una mujer a quién contarle mis cosas y me alimente el ego, todo en la misma conversación. Lo deseo. Pero tengo problemas para encontrar a la chica perfecta. Soy el mayor de cuatro hermanos, todos varones. Cuando mamá estaba dando a luz a Jasper, mi abuela me llevó, a la edad de cuatro años, a ver una función matinal de El Cascanueces. Me gustó tanto como a un niño de esa edad. Las ratas me asustaron un poco, pero me gustaron las peleas con espadas y el helado después. La música no era tan mala, pero realmente no me gustaban los bailarines con volantes. La abu decidió convertirlo en una tradición. Vamos todos los años, únicamente nosotros dos. Tiene otros eventos a los que lleva a Jasper, Emmett o Carlisle. Uno especial para cada uno de nosotros. Incluso cuando éramos adolescentes hoscos y amargados íbamos, vestidos con trajes que picaban y zapatos que apretaban. No se permiten quejas ni lloriqueos. Entonces, aquí estamos, la abuela y yo, tomando el metro de regreso del teatro. Invité a mi abuela a cenar después de la función de este año y ella me habló de algunos de mis problemas. Para una mujer que nunca ha tenido un trabajo remunerado, es de gran ayuda con consejos profesionales. Me siento un poco fuera de lugar en el metro con mi traje negro y el largo abrigo de lana de mi padre. Todos los demás llevan chaquetas de esquí y vaqueros. La mayoría de los hombres llevan pesadas botas marrones, y yo llevo las anticuadas botas de goma negras de mi abuelo. Mi abuela insistió en que las tomara prestadas para proteger mis zapatos de vestir de la sal y el hielo. La abuela va ataviada con un vestido hasta los tobillos con pesados abalorios y una gruesa capa de lana. Lleva esas feas botas Ugg que Emmett y su novia Rosalie le compraron el año pasado por Navidad. Tengo la alegría varonil de llevar su bolsa con sus zapatos de vestir. Me alegraría más si dicho bolso no fuera rosa con lentejuelas y volantes morados. Parecemos de otra época, la de los coches de caballos y la urbanidad. No del mundo ajetreado y sin contacto visual en el que estamos ahora. La abuela y yo nos las arreglamos para ocupar los dos últimos asientos vacíos del vagón. Tenemos un largo viaje de vuelta a casa de mis padres, en el límite de la red de metro, así que me alegro de no tener que estar de pie durante todo el trayecto. Tres paradas después, la abuela y yo estamos inmersos en una conversación sobre una de las bailarinas del espectáculo. Ella tropezó y lloró durante parte de la Danza del Hada de Azúcar. No era una de las bailarinas principales, pero aun así se notaba. La abuela y yo inventamos historias sobre por qué estaba tan molesta. Las suposiciones de mi abuela eran mucho más románticas que las mías. Noticias horribles sobre un ser querido justo antes de que se abriera el telón versus una uña encarnada. La abu siempre dice que necesito más fantasía en mi vida. Cerré los ojos de la risa ante sus comentarios sobre mí, sabiendo que no estaba equivocada. Cuando los abrí de nuevo, miré hacia el suelo del vagón y vi un par de zapatos de tacón muy alto y tobillos pálidos. Dejé que mis ojos vagaran hacia arriba, más allá de las pantorrillas pálidas y esbeltas hasta las rodillas con solo un atisbo de cicatriz infantil. Muslos cremosos, muslos largos y cremosos, muslos mucho más cremosos de los que normalmente se ven en el metro una nevada noche de sábado a principios de diciembre. Tras una inspección más cercana, porque bueno, soy un hombre de sangre caliente, los muslos cremosos están ligeramente moteados con manchas de color rosa púrpura debido al frío. En el punto más alto, justo debajo de donde los muslos cremosos deben unirse con los rizos cortos, comienza un vestido de terciopelo rojo. Quiero pasar mi pulgar por el borde donde se unen los dos. Para sentir al mismo tiempo una piel fría y cremosa y un lujoso terciopelo con el mismo dedo. El contraste de texturas, la yuxtaposición de expectativas y la emoción de lo desconocido atraen y estrangulan mi atención. Hasta que el codo afilado y el susurro sibilante de mi abuela se abrieron paso. —Levántate y dale tu asiento a la chica, Edward —me dice en términos muy claros, devolviéndome la vida con un shock. Me levanto y murmuro una disculpa tanto a la joven como a mi abuela por ser menos que un caballero. De alguna manera, con el cambio de los asientos, terminé al lado opuesto de la abuela. Tuve que mirar por encima del caballero fornido que estaba frente a ella para vislumbrar brevemente a la joven. Tenía las manos en el regazo, una sujetando la otra. Sentada, su dobladillo todavía permitía ver sus piernas desnudas. Tenía el pelo suelto y suaves ondas caían sobre sus hombros desnudos. El vestido, además de ser bastante corto, también parecía estar casi en topless. Era uno de esos vestidos con cordones que parecen ropa interior ajustada. Como un corsé. Su cabello se movía con el movimiento de la cola y se podía ver la elevación de ambos senos mientras su cabello se balanceaba. Dos pensamientos siguen pasando por mi cabeza una y otra vez. Maldita sea, se ve sexi y Mierda, debe tener frío. Me sentí como un idiota por cosificarla, así que centré mi atención en los demás pasajeros. Ella no necesitaba que se la comieran con los ojos. Le sonreí a la abu, pero ella estaba decidida a mirar al hombre directamente frente a ella. Estaba mirando abiertamente a la chica hasta que encontró la mirada desdeñosa de mi abu. El hombre fornido carraspeó y se hizo a un lado, más delante de la chica, dándome suficiente espacio para moverme y acercarme a mi abuela. La joven se sentó con la cabeza gacha. El caballero corpulento se abalanzó un poco con el movimiento del tren, y supongo que pisó el pie de la chica. Ella levantó la cabeza y le pidió disculpas dulcemente. Me di cuenta de que era muy bonita y educada. Por supuesto, debería haberse disculpado con ella, pero tomó su disculpa como una oportunidad para comenzar a hablar con ella. —¿No te da vergüenza? —soltó con un gruñido lo suficientemente fuerte como para llamar la atención de todos los que estaban cerca. Miró expectante a la abuela como si ella fuera a unirse a su acoso. Ella no le dio gusto. —¿Cómo dice? —preguntó la joven. Se recogió el pelo detrás de la oreja a un lado y se sentó un poco más erguida. Hay que reconocer que ella lo miró a los ojos. No retrocedió, ni se encogió de miedo ni trató de encubrirse. —Mírate, vestida así en público. Debería darte vergüenza. ¿Qué dirían tu madre y tu padre si te vieran? Deberías tener algo de respeto contigo misma cuando te vistes. Pareces una puta. La pobre niña no dijo nada, pero se sonrojó del mismo color que su precioso pero diminuto vestido. Se sonrojó de un rojo brillante desde las raíces de su largo cabello castaño hasta la parte superior de sus pechos color melocotón, al instante. —Disculpa. —Una voz que conocía bien y amaba, habló. Mientras todavía sostenía la barandilla con una mano, me cubrí los ojos con la otra. La gente que los rodeaba no tenía idea de lo que les estaba por suceder, de lo que este hombre acababa de desatar. »Ella puede usar lo que quiera y no es asunto tuyo, carajo. ¿Quién diablos eres tú para opinar? Bastardo feo. Creo que se ve encantadora y muchísimo mejor que tú con ese traje viejo y gastado ... E incluso si únicamente estuviera usando medias y un liguero con un cartel que dijera «Gratis para todos» en su coño, no sería de tu maldita incumbencia. Ahora, vete a tu casa de mierda con tu aburrida esposa, pendejo. La mitad del vagón estalló en risitas, algunos aplaudieron. Algunos se sintieron ofendidos por la elección de las palabras de la abuela, pero no se atrevieron a decirle nada, por lo que refunfuñaron en voz baja. El patán se dirigió galopando hacia el otro extremo del vagón. La joven miró a la abuela y la rodeó con sus brazos, abrazándola fuertemente. La abuela le dio una palmada en el hombro a la chica y allí estaba yo. Debí parecer un idiota con la boca abierta, pero no podía creer lo que la abu acababa de decir. Sabía que tenía un vocabulario amplio, pero no tan actual. Ella me sonrió y me guiñó un ojo. —A mi avanzada edad, Edward, se me permite decir lo que pienso y al diablo con las consecuencias. Me gusta ser, ¿cuál es ese término que usan ahora los jóvenes? ¿Patea traseros? Sí, creo que eso conviene. Soy una patea traseros. La joven levantó la cabeza del hombro de la abuela y le dio las gracias. La abuela insistió en que nos bajáramos en la siguiente estación y lleváramos a la chica a tomar un café. Le ofrecí mi abrigo a la joven belleza y ella lo aceptó con una amplia sonrisa. Valió la pena el frío sólo por ver esa sonrisa. Su nombre era Isabella, pero pidió que la llamáramos Bella. Asistía a una fiesta de disfraces con su novio. El vestido tenía un abrigo largo de terciopelo que combinaba con él, pero el salón donde se llevaba a cabo estaba cálido, así que Bella dejó esa prenda en algún dormitorio con los abrigos de todos los demás. Juró que nunca se vestía así, tan ajustada o reveladora, pero su compañero lo sugirió por el tema de la fiesta, una especie de Steampunk. Bella trabajaba en el consultorio de un pediatra, disfrazarse no era algo que hiciera a menudo. Dijo que normalmente era bastante aburrida, que un buen libro y una copa de vino eran su idea de una noche agradable. La fiesta estaba aburrida, más amigos y compañeros de trabajo de él que de ella, por lo que Bella se aburrió. Buscó a su novio, pero no lo encontró. Fue al dormitorio a buscar su teléfono móvil, sólo para encontrar a su novio por tres años acostado sobre la pila de abrigos con el pene de su jefe metido en su garganta. —Por un momento, antes de enojarme, me sentí aliviada. Sabía que algo no estaba bien entre James y yo, pero pensé que de alguna manera era culpa mía. Supongo que ahora no. Los miré fijamente por un momento y luego salí corriendo deahí. No me di cuenta de que había olvidado mi abrigo y mis botas hasta que llegué al metro. Me alegro mucho de haber tenido un poco de dinero en el bolsillo para comprar el boleto. La abu tomó la mano de Bella y estuvo pendiente de cada palabra. Insistió en que nos acompañara a casa de mis padres después del café. Mi madre también mimó a Bella, prestándole unos pantalones y un suéter. La velada concluyó conmigo conduciendo el auto de mi padre de regreso al lugar donde se llevó a cabo la fiesta para buscar el abrigo, las botas, el teléfono y las llaves de la casa de Bella. Ella vino conmigo. James todavía estaba ahí, lloró y le rogó que lo escuchara. Bella lo ignoró, pero descubrí que no era mi caso. No le pegué, aunque quería. Pensé que Bella no apreciaría eso. Le gruñí para que buscara otro lugar donde dormir durante el fin de semana. Conociendo a la abuela y al resto de mi familia, a Bella la sacarían de su apartamento en cuestión de horas al día siguiente. La única opción sería que se quedara con la abuela o con mis padres antes de encontrar otro sitio. Le ofrecí pasar la noche en su sofá cuando la acompañé hasta su puerta, pero ella rechazó mi oferta. —Tu abuela es mi nueva heroína, Edward. Creo que puedo amarla. Toda tu familia ha sido simplemente encantadora. No puedo agradecerles lo suficiente. Nunca he sido una damisela en apuros, pero todos ustedes se han convertido en mis caballeros de brillante armadura. —Luego puso sus manos sobre mis hombros, se levantó y me besó en la mejilla. Giré la cabeza y la besé como es debido. La besé profunda y sinceramente, como si mi alma y mi vida dependieran de ello. Me rodeó los hombros con los brazos y se aferró a mí como un percebe. Soy un tipo listo. Soy inteligente y culto. Estoy a meses de graduarme con mi maestría en Literatura Americana. He leído miles de libros. Nunca en todos mis estudios había leído y creído en el poder del primer y verdadero amor. Pero ese beso; esa noche me enamoré de Isabella Swan. Bella asistió a la cena de Navidad con nuestra familia, Sam y Embry. La besé como se debe en Nochevieja. Nos comprometimos el día de san Patricio. La boda es esta Navidad. James no está invitado. Una fiesta de tema Steampunk se inspira en un estilo retrofuturista que combina la estética victoriana del siglo XIX con elementos de ciencia ficción y tecnología impulsada por vapor. Imagínate engranajes, relojes antiguos, gafas de aviador, corsés, sombreros de copa y tonos metálicos como el cobre, el bronce y el oro envejecido. Es una mezcla entre lo clásico y lo futurista, creando una atmósfera única y elegante con un toque de aventura.
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