Capítulo 1
                                                    22 de octubre de 2025, 10:38
                                            
                Descargo de responsabilidad: No soy la autora de "The Log Driver" ni de los personajes del universo de Twilight, los cuales pertenecen a Stephenie Meyer. Esta traducción ha sido realizada con el permiso de shouldbecleaning. ¡Mil gracias, Hilary, por otorgarme la autorización para compartir esta versión en español!
Espero que disfruten de la traducción y que esta historia llegue a nuevos lectores.
Disclaimer: I am not the original author of "The Log Driver" or the characters from the Twilight universe, which belong to Stephenie Meyer. This translation has been made with shouldbecleaning's permission. Special thanks to Hilary for granting me authorization to share this version in Spanish!
I hope you enjoy the translation, and may this story reach new readers.
Troyis y Sully, ¡gracias! ⸜(。˃ ᵕ ˂ )⸝ 
The Log Driver (1)
Por: shouldbecleaning
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Con esta entrada, la autora participó en The Twilight Diversity Contest 2016 [Concurso sobre "La diversidad de Twilight"].
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Nota de la autora: Basado en una canción popular canadiense con el mismo nombre escrita por Wade Hemsworth (1955). La Junta Nacional de Cine de Canadá (la NFB, por su nombre en inglés), tiene una dulce interpretación de esta canción cantada por Kate y Anna McGarrigale. Si tienes tiempo y ganas, escúchala o mírala. [N.T.: El enlace está en mi perfil y en mi grupo de FB].
No se pretende infringir los derechos de autor.
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Cuando eres joven, debes respetar las reglas y regulaciones de la sociedad. Puede resultar reconfortante para algunos, pero para otros, restrictivo. Cuando eres joven, pero has vivido en la misma pequeña ciudad toda tu vida, te sientes aún más restringido por la sociedad. Cuando tu padre es el agente local de la ley, esa constricción es casi asfixiante. Hay muy poca libertad, y la poca que hay se gestiona con cuidado. Cuando tu pequeño pueblo está gobernado por la Iglesia católica, con tu padre y la sociedad, hay pocas esperanzas. La esperanza que reposa en tu pecho y agita tu corazón es la primavera. La primavera es cuando suceden cosas en ese pequeño pueblo. Los caminos se abren nuevamente. Pequeñas flores florecen, asomando sus diminutas cabezas entre el barro y los últimos restos de nieve. La savia comienza a correr por los arces azucareros y hay una dulzura en el aire que aumenta la alegría de los jóvenes.
Soy joven y he vivido en este pequeño pueblo toda mi vida. Hay mucha similitud en la vida. Despierta, trabaja, ora y descansa. Repite. Amo a mi familia. Amo a mis amigas. Amo mi trabajo. Pero busco algo más. Algo que no siento que sea ofrecido por nada ni nadie cerca de aquí. Lo único que rompe la monotonía es la primavera. Tenemos inviernos duros aquí en St. Thomas-Didyme. Desde el lago St. Jean sopla viento frío y fuertes nevadas. Me hace temer por los madereros locales. Durante todo el invierno se afanan en talar árboles y apilarlos junto al río. Pero al terminar la Cuaresma y la desolación del invierno llega un terror estremecedor que despierta el espíritu, una dulzura de la que hemos sido privados y una recompensa como ninguna otra. Presagia la calidez del verano y la generosidad del otoño. ¿Y este año? Este año tengo edad suficiente para participar. Ya tengo edad suficiente, pero todavía tengo que convencer a papá y, peor aún, a mamá para alcanzar lo que deseo.
No estoy muy segura de qué es lo que deseo exactamente. Las chicas mayores hablan cuando no estoy cerca. Vienen a la pastelería por encargos de sus madres o para atender a sus maridos. Las recién casadas son de un tipo vertiginoso y parlanchín, más que las madres con muchos hijos o las mujeres que llevan años casadas. Supongo que es porque todo es todavía muy nuevo, y acaban de aprender las respuestas a las preguntas que nos asaltan a las solteras. Preguntas sobre los hombres y sus costumbres que el padre Marcus desaprobaría y nunca respondería. Nuestras madres nos consideran demasiado jóvenes e inocentes, y nuestros padres se ponen nerviosos y callan ante cualquier conversación de ese tipo. Cualquiera diría que aún vivimos en la Edad Media, pero es un nuevo siglo y una nueva generación. Estamos en 1911 y las cosas están cambiando, pero demasiado despacio para mí y mis amigas. Tenemos diecisiete años y es hora de que encontremos marido. Es primavera, y yo soy joven y estoy lista para la aventura.
Hoy, la charla de las recién casadas es sobre lo que sucedió por estas fechas el año pasado. Antes de comprometerse con hombres respetables del pueblo o de los alrededores, antes de acostumbrarse a la rutina de cuidar de sus propios hogares y antes de comenzar la carrera para ver quién tenía el primer bebé. El primer baile de la temporada es el próximo viernes, la primera diversión desde que comenzó la Cuaresma. La mayoría de los hombres dejaron de beber durante la Cuaresma, por lo que se han vuelto cada vez más gruñones a medida que pasan las semanas. La mayoría de las mujeres dejaron los dulces. Me resulta difícil decir qué sexo es más severo al final de la Pascua.
Entonces, el primer baile es más que una simple celebración de la primavera. Es la primera vez que los madereros de los campamentos cercanos llegan al pueblo antes de que comience el traslado de los troncos. Este año la Pascua es justo antes del deshielo, por lo que los leñadores estarán libres durante el fin de semana. Al igual que el año pasado, y eso es lo que escucho de las recién casadas mientras se entretienen comiendo palmeritas y tomando té. El baile del año pasado y los madereros. Vera, la prima de Rose, ensalza las virtudes de bailar con los leñadores. El sombrero de su mejor amiga amenaza con caerse con todos los vigorosos movimientos de cabeza. Sus otras tres compañeras no son originarias de aquí y parecen saber poco de los pueblos madereros y de la perfección física de los leñadores.
Rose lo hace. Rosalie lo sabe todo. Su prima Vera se reserva muy poco y Rose nos cuenta lo que aprende. Vera, pobre Vera, le llevó dos temporadas de cortejo primaveral encontrar un hombre dispuesto a casarse con ella. En virtud de su feminidad, bailaba mucho con los leñadores. Escuché a un grupo de hombres bromear diciendo que, al final del invierno, la mayoría de los madereros estaban tan preparados para encontrar afecto que un árbol bien proporcionado podía llamar su atención. Vera no era un árbol bien proporcionado, pero los leñadores hambrientos bailaban con ella.
Rose no tendrá los problemas de Vera en el baile de este año. Rose es una belleza y luce como la jovencita perfecta. No lo es, pero lo parece. No es que esté contaminada ni nada por el estilo, pero Rose es grosera, o al menos cuando está con nosotras. Ella conoce todas las malas palabras y las incluye generosamente en la conversación. Alice se santigua más en una charla de media hora con Rose que la mayoría de los domingos. Ah, la pequeña y encantadora Alice. Está muy sobreprotegida y no sólo porque trabaja limpiando la casa parroquial con su madre. Su familia es mucho más católica que el resto de nosotros. O eso nos hace sentir su madre.
Y luego estoy yo. Sencilla, aburrida. Hija única. De baja estatura, pero no tanto como Alice. Esbelta, pero no como Rose. Pelo oscuro y ojos oscuros, pero nada destacable ni espectacular. Ni siquiera me consideraría bonita. Mi mamá, ella sí es una belleza. Tuvo muchas propuestas de matrimonio incluso antes de llegar a la edad de casarse. Ella solo tenía ojos para papá, lo que provocó muchos corazones rotos en todo el valle de Saguenay. No me sorprendería que las historias sobre ella llegaran a Montreal o más allá.
Sin embargo, sé cocinar y hornear, lo que debería ser suficiente para conseguir uno o dos pretendientes. Preferiblemente un buen hombre que se mantenga limpio y no use la violencia para salirse con la suya. Un hombre tranquilo, pero apasionado en los momentos adecuados, si sabes a qué me refiero. Ojalá supiera realmente lo que eso significa. Si estoy deseando y esperando, también puedo desear un hombre guapo. No es un requisito; prefiero la personalidad a la apariencia, pero uno que sea fácil de mirar en la mesa estaría bien. Fuerte; por supuesto, debe ser fuerte. Ágil es una buena cualidad, ya que me encanta bailar. Poder mantener una conversación sería una ventaja.
¿A quién estoy engañando? Mi lista significa poco, porque yo misma no soy fuerte, ni ágil tampoco, soy una conversadora brillante. Soy demasiado tímida y me escondo detrás de mis pasteles. Sé esto de mí misma y temo seguir siendo una pastelera solterona por el resto de mi vida. Quizás engorde extraordinariamente y asuste a los hijos de mis amigas por deporte. Esa podría ser la vida que me espera.
El repique de las campanas de la iglesia me sobresalta y sé que debo reanudar mi trabajo. Sólo faltan unas pocas horas más antes de poder correr a casa con Rose y Alice a probarme mi vestido nuevo para el baile. Esa Alice es una maravilla con la aguja y generosa con su tiempo.
El jueves llega con mal tiempo. Nieve. Nieve húmeda e intensa que dificulta caminar y se pega a la ropa. El dobladillo de mi vestido está mojado y mis botas empapadas. Ojalá pudiera quitarme las botas y secarlas junto a las estufas, pero Madame Goff gritaría y me despediría por tal impertinencia. Tiene problemas con los pies y la limpieza. En pleno verano, se sabe que cualquier niño que se atreva a entrar a la panadería sin calzado se lleva su cucharazo de madera, sin importar la temperatura que haya.
Entonces sufro con medio kilo de agua extra en mis medias. Es posible que se sequen para la hora de salir, y lo más probable es que lo hagan, ya que los jueves son días de cierre tardío. Los miércoles cerramos temprano para poder asistir a los servicios nocturnos en la iglesia, por lo que recuperamos las horas al día siguiente.
Estoy llenando mi tercera bandeja de petite tartes au sucre mientras vigilo mi galette aux prunes (2) para que no se quemen. Madame me pide que haga más de todo para proporcionar delicias al baile. Al hacer tantas cosas a la vez, me toma unos momentos hasta que veo hay tres hombres parados justo dentro de la puerta de la panadería esperando a que los invite a seguir. Fue el pisoteo de unas botas gigantes lo que me llamó la atención. Sonrío y los invito a encontrar un asiento mientras comienzan a quitarse la ropa exterior mojada. Las bufandas se desenrollan, pero se dejan colgando. Los abrigos están desabrochados, pero permanecen puestos. Se meten los guantes en bolsillos profundos hasta que los hombres están listos para sentarse en una mesa. Es todo un proceso para pasar del exterior al interior, y cada persona tiene su propia rutina única. Estos hombres se mueven a una velocidad que me indica que son leñadores. Si los madereros se entretienen demasiado, pierden tiempo para comer, y los hombres con gran apetito por el trabajo necesitan todo el tiempo que puedan para comer. El hábito es difícil de romper cuando ya no están en el campamento. Uno de ellos me llama la atención y me da una sonrisa tímida como si supiera lo que pasa por mi mente. Le devuelvo la sonrisa y hago una pequeña reverencia, lo suficiente para volver a ponerme en un lugar servil y que él no piense que me estoy burlando de él o de sus amigos.
Dos de ellos se sientan en una mesa grande y se acomodan, charlando todo el tiempo. El de la sonrisa tímida se quita el gorro para revelar el largo cabello rubio y desgreñado. El que está frente a él tiene el cabello mucho más corto, rizado y oscuro. Ese tiene una expresión feliz en su rostro. Llama al tercer hombre y me giro para mirarlo. Él está quieto en la puerta, mirándome. No tengo ni idea de porqué; No soy nada digna de mirar con mi delantal y mi gorro. Tengo azúcar, mantequilla y harina encima. Quizás esté esperando un saludo más formal.
—Por favor, señor, tome asiento y estaré con usted en breve —le doy mi voz más profesional.
Parpadea un par de veces, inclina la cabeza hacia un lado y luego me frunce el ceño. Su amigo lo llama de nuevo y él se dirige lentamente a la mesa. No sé qué he hecho para disgustarlo, pero hago caso omiso de la sensación y voy a lavarme las manos. Camino hacia ellos mientras me seco las manos en una esquina de mi delantal.
—¿Qué puedo ofrecerles hoy, caballeros? —pregunto.
Los tres se turnan para mirarse. El rubio le da un codazo al de pelo rizado, y el de pelo rizado se aclara la garganta.
Él me mira y sonríe. Tiene hoyuelos enormes, uno en cada mejilla. Lo hacen parecer juvenil y divertido. Con una de sus manos, imita beber una taza de té juntando el pulgar y el índice y sosteniendo la otra mano plana como un platillo. Tanto él como el rubio tienen miradas de disculpa en sus rostros con una pizca de alegría. Lo entiendo. No hablan nada de francés. No sé nada de inglés. Esto debería resultar divertido.
—Por supuesto —digo. Imito los mismos movimientos, pero les doy la palabra té. Ambos asienten vigorosamente.
—¿Puedo traerles algo de comer? —Me froto el estómago y me llevo los dedos a la boca.
El de cabello oscuro y rizado señala el mostrador una y otra vez, indicándome que traiga una variedad de productos horneados.
Me río y asiento, luego me giro hacia el tercer hombre. Está de espaldas a mí, así que tengo que moverme un poco para ver su cara. Está mirando a lo lejos, sin estar realmente concentrado en nada. Uno de los otros lo patea desde debajo de la mesa y dice su nombre. Ahora estoy lo suficientemente cerca para escuchar claramente de qué se trata. Edward. Es un nombre bastante bonito y se traduce bien al francés. Este Edward se sorprende por la patada y regresa de donde su mente había vagado. Inclina la cabeza hacia atrás para mirarme y se quita el gorro al mismo tiempo. Su cabello es de un castaño mucho más claro y se levanta en un desorden descuidado sobre su cabeza como si su cabello se hubiera peleado con su gorro y este ganara.
No sonríe, pero mueve las manos como si estuviera usando un molinillo. Le sonrío con la esperanza de tranquilizarlo.
—¿Café? —Él asiente con la cabeza una vez en respuesta.
—¿Algo para comer? —pregunto repitiendo la señal de comer que los otros dos entendieron.
Este Edward simplemente me mira fijamente por un momento incómodo, luego me señala, luego señala a su corazón. Rompe la mirada y se vuelve hacia sus amigos con un gesto desdeñoso.
Bueno, está bien entonces. Creo que quiere que le lleve mi favorito o quiere cortarme el corazón y comérselo, cualquiera de las dos cosas. Iré con el favorito ya que las petite tartes au sucre quedaron casi perfectas esta vez, si se me permite decirlo.
Primero les sirvo el té y el café, y también dejo la leche, la nata y el azúcar. Dos platos grandes, uno con productos salados y el otro con productos dulces, los dejo delante de los dos hombres más amigables. Para el chico Edward, le traigo tres de las petite tarte au sucre más bonitas del primer lote; están un poco calientes y casi listas. Las mejores son más adelante del año cuando las hago con miel de arce en lugar de azúcar moreno. El padre Marcus ha tenido que darme mucha penitencia y sermonearme cada año sobre mis pecados con la miel de arce. Hay pecados de lujuria, avaricia, gula e ira con seguridad; posiblemente también algunos otros pecados. Lo mío, es una adicción inocente, al menos en mi opinión.
Después de colocar el plato en la mesa, vuelvo al trabajo. Las galettes están listas, ahora es el momento de la tourtière (3). No es mi plato favorito para comer o preparar. Quizás porque mi madre arruina el suyo cada vez con demasiada nuez moscada. Para colmo de males, ella no me deja hacerlo por ella. Defiende su receta y su técnica con vehemencia. Mi padre está de su lado, aunque viene a la tienda con más frecuencia cuando sabe que la estamos haciendo. Esta es quizás la última vez que lo haré para la tienda este invierno. Se supone que es un plato navideño, pero si Madame Goff dijo que los hiciera para el baile, entonces yo los hago para el baile. Pronto pasaremos a comidas más ligeras, con ingredientes más frescos, sin alimentos básicos salados, curados o secos. Para mí es uno de los verdaderos placeres de la primavera. Eso y ver a los hombres trabajar en el río, verlos trepar por los troncos talados como bailarines. Hay una emoción de peligro al verlos y un peligro muy serio al ser ellos.
Lleno y cubro ocho pasteles mientras vigilo a los hombres y a otros clientes. Hacen un trabajo muy rápido con las preparaciones. Sus comentarios son fuertes y parecen elogiosos, pero es difícil decirlo debido al idioma. Podrían estar proclamando que mi repostería es una completa mierda. No tengo ni idea.
Con la masa sobrante, corté algunos copos de nieve y hojas de arce para decorar los pasteles de carne. Estoy tan inmersa en mi tarea que no me di cuenta del hombre que estaba al otro lado de mi mostrador de trabajo. Cuando lo hago y salto porque me sobresaltó, él simplemente continúa ahí parado mirándome. Estoy empezando a preguntarme si una rama que cayó lo golpeó en la cabeza o si nunca antes había visto a una chica. Me limpio las manos con un trapo limpio, camino alrededor de la mesa y me paro frente a él, pero no demasiado cerca. Le pregunto si hay algún problema o si hay algo que pueda hacer por él, pero no responde. Sin embargo, frunce el ceño cuando le hablo, así que me pregunto si es porque simplemente no entiende mi francés o es algo en él.
Parece recuperarse porque respira profundamente y sacude un poco la cabeza. Luego se arrodilla y toma mi mano. Empieza a hablar y no tengo idea de lo que está diciendo, pero parece como si me estuviera proponiendo matrimonio. Está en la posición correcta para hacerlo, pero eso sería ridículo. Él toma mi mano con fuerza y luego me da un suave beso en el dorso. Me quedo ahí, mirándolo boquiabierta.
Sus amigos se ríen de él, pero él no les hace caso. Supongo que lo que dijo fue gracioso y me esfuerzo mucho para que mis ojos no se llenen de lágrimas. No disfruto ser el blanco de las bromas y es muy grosero de su parte incluirme sin ningún motivo. No puedo decir nada porque, en primer lugar, no me entenderán y, en segundo lugar, Madame me despediría. Entonces, me quedo ahí, pero empleo algunas de las malas palabras más selectas de Rose en mi cabeza. Le doy una palmadita a ese Edward en la mejilla a modo de despedida y suavemente quito mi mano de la suya. Se levanta y dice algo más antes de alejarse. El pelinegro me guiña un ojo y luego los tres se van. Dejan mucho dinero en su mesa para cubrir el costo de la comida. El resto lo dejo para Madame. Si no regresan a buscarlo, lo repartirá entre todos sus trabajadores después de su considerable parte.
Decido pensar en esto más tarde y tal vez discutirlo con Alice y Rose. Es posible que tengan alguna idea del extraño comportamiento.
La tourtière resulta perfecta, a pesar de los extraños acontecimientos del día.
Rose y Alice no tienen idea de qué pensar sobre la interacción con ese tal Edward, pero Rose sí sabe sobre los otros hombres. El de cabello oscuro ha estado en el equipo maderero desde hace dos temporadas, el rubio tres. No han oído nada malo sobre los hombres, ni en el pueblo ni en los alrededores. De hecho, el rubio ocupa un puesto bastante alto en el campamento. Se confía en él para aflojar la barrera si se atasca a lo largo del río. Él es quien coloca la dinamita y hace volar la barrera de forma segura. Tiene cicatrices que lo demuestran. Su nombre es Jasper y viene de algún lugar de Estados Unidos, pero su familia emigró de uno de los países nórdicos, así que puede soportar nuestro frío. A Alice le gusta cómo suena eso y, tal vez, lo busque en el baile.
El de cabello oscuro es Emmett. Es uno de los que Vera le echó el ojo, pero no atrapó. Rose dice que fue muy dulce con Vera pero que no se le insinuó de ninguna manera. Sabe algunas palabras en francés, pero le da mucha vergüenza usarlo. Según Vera, no es el mejor bailarín, pero sí un hombre simpático, grande y fuerte. Un leñador. Trepa por los árboles y corta las ramas antes de talarlos. Uno podría pensar que un hombre más pequeño haría eso, pero se necesita su fuerza. A Rose le brillan los ojos cuando habla de él, así que creo que le permitirá llenar su tarjeta de baile si así lo desea.
No saben casi nada sobre el tal Edward. Supongo que es nuevo en el equipo. Es una lástima, realmente, porque se le puede considerar bastante atractivo. Cuando no se está comportando de manera extraña, claro está.
Volvió a la panadería el viernes. No ordenó nada. Simplemente entró por la puerta y se quedó allí hasta que lo miré. Él asintió con la cabeza, hizo un pequeño gesto con la mano y salió de nuevo.
Estoy empezando a preguntarme qué estaba haciendo y me preocupa que me haga algo malo en el baile. No sé si quiero ir porque mamá me obligará a bailar con quienes ella llama pretendientes aceptables. Hay tres o más que le han llamado la atención. Uno acaba de terminar su aprendizaje con el médico en Alma. Es inglés. Luego está el abogado de New Brunswick. Es mucho mayor y está visitando a una tía anciana, por eso estará aquí para el baile. ¡Se instalará a trabajar en Saint-Louis-du-Ha! Ha! Eso está demasiado lejos de casa y de mis amigos. Y luego está el hijo de uno de los comerciantes locales. Huele raro y siempre se está hurgando los dientes. Rose, Alice y yo no lo soportamos, pero es popular entre las madres del pueblo. Piensan que es el mejor partido del año. Su nombre es Michel. Más de la mitad de los hombres que conozco se llaman Michel, pero por alguna razón él quiere que lo llamen con el apodo en inglés de Mike. Quizás él piense que le ayudará más adelante en el mundo de los negocios, pero a mí no me parece bien. Suena gracioso y se siente raro en mi boca decirlo. Algo sobre la forma de la palabra, Mike... bah. Alice se ríe de mí cuando intento explicarlo, pero no me importa.
Alice trajo mi vestido temprano. Sabía que mamá tendría que aprobarlo antes del baile. Como si fuera a usar algo escandaloso o atrevido. Puf. Prefiero seguir siendo una solterona que tratar de prostituirme con un vestido travieso. Además, mi idea de lo escandaloso y la de mis padres son completamente diferentes. Vi un ferrotipo (4) de mi madre cuando era niña. Llevaba un vestido con enormes mangas abullonadas y el dobladillo llegaba a la mitad de la pantorrilla. Al menos mi vestido es más largo; el dobladillo roza la parte superior de mis botas, por lo que no dejo ningún tobillo a la vista. Sí, el escote es un poco más bajo, pero así es la moda. No es como si pudieras ver mis pechos ni nada. Apenas puedes ver mis clavículas. Las mangas llegan hasta los codos y es un vestido muy bonito. Alice se ha superado a sí misma. Es de encaje blanco con ojales y bordado azul claro en los bordes. No es voluminoso, se ajusta a mis caderas, pero tiene capas que se extienden hasta el dobladillo. La cintura es bastante alta y se ata con un amplio fajín azul. Mi parte favorita es el cuello tipo capa. Se detiene justo debajo de la parte más ancha de mi pecho y ayuda a que mi cintura parezca muy pequeña. También hace que mi pecho parezca más grande. A mamá no le gusta nada esa parte. Papá se hizo el de la vista gorda y acalló las quejas de mamá.
El baile apenas ha comenzado cuando llegamos al salón de la iglesia. A papá le gusta llegar temprano para que todos sepan que hay presencia policial. Desafortunadamente, también tiende a quedarse dormido en su silla, por lo que lo único presente son sus ronquidos. La banda suele acabar tocando a su ritmo. Mamá lo despierta cuando llega el momento de que los menores de edad deban irse, así que no tengo idea de qué hará la multitud después de que él se haya ido. Supongo que el padre Marcus se queda y vigila todo. Espero que eso no suceda esta noche. Sería vergonzoso.
Este es el primer año que no tendré que irme cuando ellos lo hagan. Todos los años mi madre acaba en la mesa de los refrescos y todos los años se queja amargamente de ello. Cuando salimos de casa, ella nos sermonea acerca de que se aprovechen de nosotros y de no dejar que las otras mujeres la intimiden para obligarla a servirles. Sin embargo, todos sabemos dónde terminará. El mejor chisme está en la mesa de la merienda.
La multitud es pequeña y sólo hay unas pocas parejas bailando. Papá hace su ronda, estrechando manos y dándose palmadas en los hombros. Mamá critica en silencio los vestidos de las otras mujeres y me envía miradas fulminantes para mostrar sus sentimientos. Encuentra defectos en todo, incluso si tiene que inventarlos ella misma.
Alice llega con sus padres. Su vestido es un poco más modesto que el mío en el sentido de que el dobladillo roza la punta de sus botas y sus mangas llegan hasta las muñecas. También es blanco, con alegres flores amarillas, pero sólo en el dobladillo. Me susurra que le llevó horas aplicarlas y que acaba de terminar. Da un giro para comprobar si hay hilos sueltos. No hay ninguno.
Su madre sigue parada en la puerta, agarrando con fuerza un rosario, dispuesta a arrepentirse en cualquier momento ante la primera señal de pecado. Su padre corre hacia la mesa de las bebidas. Quizás estoy siendo cruel y crítico a madame Brandon. Tendré que preguntárselo al padre Marcus. Aunque prefiero no necesitar un rosario, y no respetar a los mayores merece una gran penitencia, o lo ha sido en el pasado. Tal vez me muerda la lengua y me guarde mis pensamientos.
Alice me saluda como si no me hubiera visto en meses. Madame Brandon se aleja y Alice y yo esperamos a Rose. Estoy segura de que es una coincidencia que Rose llegue justo cuando la pequeña banda deja de tocar. Todos se fijan en ella, como siempre. Su vestido es gris oscuro, de corte sencillo y escasamente adornado. La propia Rose es toda la decoración que necesita su vestido. Estaría celosa si no la amara tanto.
Los hombres comienzan a llegar tan pronto como Rose está con nosotros. Alice y yo intercambiamos una mirada, ambas sabiendo que no podremos hablar con Rose nuevamente hasta que nos veamos mañana. Tenemos planes para las primeras horas de la tarde de bajar al río para ver el inicio del recorrido de los troncos.
Se llevan a Alice y yo me quedo sola. Aunque no por mucho tiempo. Primero viene el médico inglés. Es bastante amable, está bien arreglado, es educado y se esfuerza mucho por hablar bien francés. Él es aburrido. No hay ninguna chispa en él. Es suave como la mantequilla sin sal. Puede que no tenga mucha experiencia, pero sé lo suficiente para entender que él no es material para casarse. Al menos, no para mí. El hombre puede ser educado, pero no tiene ritmo.
Michel me mira bailar con el doctor todo el tiempo. Está charlando con mi padre y tratando de parecer mundano. Cada vez que lo veo, recuerdo la forma en que rompía a llorar cuando éramos niños. Se cayó y se le rompieron los pantalones en el trasero. Lloró y lloró. Habría sido más comprensiva si no le hubiera arrojado un puñado de barro a Alice unos momentos antes de caer. Siempre fue así cuando era niño. Podría atormentar a todos los demás, pero Dios no permita que le pasara algo a él. Siempre era de una manera delante de los adultos y de otra cuando solamente estábamos los niños.
Se acerca cuando el médico hace una reverencia. Michel ni siquiera pregunta, simplemente me agarra la mano y la cintura y comienza a moverme por el suelo. La banda ni siquiera había empezado la nueva canción todavía. Él nunca escucha. Él tampoco me habla. Simplemente me impulsa por la habitación, mirando por encima de mi cabeza a todas las otras chicas aquí. Es un pésimo bailarín y mis dedos de los pies están pagando el precio. Me encantaría introducir mi rodilla en su ingle, pero mamá se sentiría mortificada ante la escena. Simplemente me conformo con suspirar fuerte y frecuentemente.
Luego es el abogado de New Brunswick. Mi madre lo trae y nos presenta. No sé qué está pensando porque parece demasiado mayor para mí. Bailo cortésmente con él, pero no le doy señales de que alguna vez podría estar interesada. Me dice que sólo tiene veintiocho años, pero su falta de pelo y sus dientes podridos me hacen pensar que tiene al menos treinta y cuatro. Viejo, en mi opinión. Miro a mi madre con el ceño fruncido; ella sabe que estoy disgustada, así que con suerte no lo invitará a cenar y lo eliminará de su lista.
Casi he terminado mis obligaciones con mis padres y soy libre de reunirme con Alice nuevamente. La pobrecita está bailando con Michel. Ella parece tan emocionada como lo estuve yo cuando fue mi turno. Mi último deber es encontrar a mi papá y bailar con él. Lo hago y él me cuenta de todo lo que se ha enterado mientras charlaba con los otros hombres en el baile. El ruido de la multitud aumenta a medida que llegan los hombres del campamento maderero. Veo a Emmett, quien ha domesticado su cabello rizado y se ha lavado la cara hasta dejarla con un brillo rosado. Jasper está a su lado, observando a la multitud. Sus rizos están ordenados, pero parece que no hizo el mismo esfuerzo que Emmett. Papá y yo pasamos bailando junto a ellos dos veces antes de que Jasper me vea y sonría. Lo veo darle un codazo a Emmett, pero papá me lleva demasiado rápido para ver algo más. Después de que se detiene la música, papá me acompaña a la mesa de refrigerios donde mamá está dando la bienvenida. Tomo rápidamente un vaso de sidra suave; la sidra dura sale más tarde en la noche. Nunca lo he intentado, pero he oído que ha dado lugar a muchas propuestas desacertadas, y papá me deja libre por ahora. Salgo corriendo para encontrar a Alice.
La encuentro bailando con un chico que es una cabeza más bajo que ella. Tiene seis años y es el hermano menor de un antiguo amigo de la escuela. Él la mira con ojos de hombre enamorado. Cuando termina la canción, ella lo besa en la mejilla y él corre hacia su madre, gritando sobre su chica y su beso. Alice logra contener la risa hasta que estamos juntas en la parte trasera del salón de la iglesia. Nos quedamos allí riendo durante bastante tiempo.
La pista de baile está repleta de bailarines. Mujeres vestidas de colores pastel pálidos, con las faldas ondeando y ondeando al ritmo de la música. Los hombres visten trajes oscuros, cuellos de camisa altos, abotonados y almidonados y corbatas anudadas. Sólo las chicas menores de dieciséis años llevan el pelo suelto, que les ondea en sus espaldas mientras bailan entre ellas, normalmente riéndose y chillando. Los hombres tienen uniformemente el cabello pegado a la cabeza con huellas de peine claramente visibles. En la mayoría de ellos, se les podía ver la impresión del sombrero que habían usado pero que han dejado en el guardarropa de hombres. Algunas de las mujeres casadas todavía llevan sombreros, y eran pequeñas y tontas confecciones de lana prensada y plumas.
Esa es una de las cosas que más temo de casarme: tener que usar sombreros en público. Deploro la sensación de cualquier cosa en mi cabeza. Ya es bastante malo tener que llevar el pelo recogido en un moño todo el tiempo, pero añadir un sombrero, bueno, me da vergüenza. Mamá solía hacerme llevar estos ridículos gorros al colegio. Tan pronto como me perdía de vista, me lo quitaba y lo guardaba en mi lonchera. Siempre recordaba ponérmelo antes de acercarme a casa. Me salí con la mía durante seis de mis ocho años de escuela. Fue el único pecado contra mis padres que el padre Marcus perdonó sin penitencia, porque él también odia tener algo en la cabeza.
Hay un zumbido que recorre la multitud que llamó tanto mi atención como la de Alice. Caminando deliberadamente entre la reunión hacia la mesa de refrigerios está ese tal Edward. Lo que es notable, y hace que la multitud susurre, es lo que lleva puesto. Al principio, uno se fija únicamente en la chaqueta del traje, de corte estándar y de color gris muy oscuro. Camisa blanca almidonada con corbata del mismo color que la chaqueta. Su cabello no está domado con pomada ni peinado hacia atrás, sino en el mismo desorden en el que ha estado cada vez que lo había visto. Me sentiría mal por él si fuera su cabello el que tuviera a los entrometidos y chismosos parloteando a sus espaldas. La verdad es que me gusta bastante su pelo. Es abundante, grueso y salvaje. Su color me recuerda al caramelo que hacemos para el croquembouche (5) de bodas. Si fuera atrevida y descarada, metería las manos en ese pelo tan pronto como pudiera.
Pero a medida que la multitud se separa y él se acerca a la mesa de bebidas, es más fácil ver por qué la multitud está ansiosa. Porque lleva con orgullo una falda escocesa. Los colores son neutros y verde. Ahora está de espaldas a mí, y puedo ver varios centímetros de piel de la parte posterior de sus rodillas antes de que unos calcetines gruesos de color verde oscuro cubran sus pantorrillas. Alice reprime una risita detrás de un puño, pero no encuentro nada gracioso en la situación. Nunca antes había visto la pierna desnuda de un hombre. Sólo me viene a la mente una palabra. Peludo.
Ese tal Edward se detiene frente a mi padre y hace una leve reverencia, luego extiende su mano derecha. Papá mira al escocés, luego a la mano que le tiende y luego otra vez al escocés. Le pregunta a Edward si hay algún problema con el que pueda ayudar, pero Edward simplemente se queda ahí con la mano extendida. Papá le da la mano y espera. Edward parlotea algo en inglés y vuelve a asentir con la cabeza en una reverencia. Suena un poco como si Edward se estuviera presentando. Es algo extraño en un baile, pero quizá sea una costumbre escocesa. No he conocido a muchos escoceses, al menos no a muchos que no hayan estado aquí en Québec desde hace mucho tiempo. Hay muchos, muchos irlandeses. De hecho, sin los irlandeses, no creo que Québec existiera en lo absoluto. A estas alturas ya nos habría tragado el Canadá inglés.
Emmett se abre paso entre la multitud y habla con mi padre. Luego, papá señala con la mano hacia donde está mamá, detrás de la otra mesa de refrigerios. Se repite toda la escena de presentaciones, pero esta vez con mi madre. Ese tal Edward llega incluso a besar el dorso de la mano de mi madre. Estoy cada vez más preocupada por todo este espectáculo.
Mi mamá, muy nerviosa, primero llama a papá y luego a mí. Como si pudiera ser de alguna ayuda. Todavía riéndose, pero conteniéndose, Alice suena un poco como una tetera justo antes de hervir, una especie de ruido agudo como un resoplido. Ella se desliza detrás de mí y comienza a empujarme por mis omóplatos hacia mis padres y ese tal Edward. No sé cómo lo logra. Tengo los talones clavados y me inclino hacia atrás con desgana, pero de alguna manera, ella me obliga a acercarme al centro de la multitud. Puedo oír la risa y realmente, de verdad, me importa un carajo. Me parece de mala educación que los locales encuentren risible a este extranjero. Sí, ha sido raro conmigo, pero nada justifica reírse de él.
Mi padre dice mi nombre y ese tal Edward lo repite. Suena completamente diferente saliendo de su boca que cuando papá lo dice. Mi madre camina alrededor de la mesa y con una mano me acaricia suavemente la mejilla, la otra se extiende y me pellizca muy fuerte en el costado, justo encima de mi cadera. Conozco ese pellizco y lo que significa: «NO ME AVERGÜENCES EN PÚBLICO, NIÑA». Conozco muy bien ese pellizco, aunque no lo he recibido en los últimos años. Madre me enseñó bien. Sonrío y hago una pequeña reverencia hacia ese tal Edward. Él simplemente me mira con una expresión severa en su rostro. Pero sus ojos, Dios mío, sus ojos están danzando. Hay un millón de sonrisas escondidas en sus ojos, y están taladrando mi cerebro para leer todos mis secretos. Él asiente rígidamente con la cabeza y extiende su mano derecha, con la palma hacia arriba. No para dar una sacudida o una presentación, sino una invitación a bailar. La multitud deja de reír y hay una pausa muy elocuente antes de que coloque mi mano en la suya. Cruza sus dedos sobre toda mi mano y me lleva, muy suavemente, al centro de la pista de baile. No hay opción, ni debate interno, ni confusión; simplemente sigo a este hombre como si estuviera destinada a hacerlo todo el tiempo.
Sostiene mi mano en alto mientras desliza la otra alrededor de mi cintura. Se acerca a mí, pero no demasiado, y puedo escuchar la voz de mi madre en mi cabeza: «Recuerda, Isabella, cuando bailes con un hombre, deja espacio para que el Espíritu Santo baile entre ustedes». Me mira fijamente y levanto la otra mano para apoyarla en su hombro. Su hombro muy ancho, muy firme. La banda empieza a tocar un vals y mis pies se elevan del suelo. Estoy volando. No se necesita ningún movimiento consciente. Todo lo que siento es su mano en mi espalda baja y mi mano en la suya. No sé cuánto tiempo bailamos. Podrían ser minutos, podrían ser horas, no estoy segura. Lo que sí sé es que en todo el tiempo que bailamos, sus ojos nunca dejan los míos.
Cuando hay una pausa en la música, toma mi brazo y lo entrelaza con el suyo. Me conduce a uno de los bancos y se aleja. Mi cerebro dejó de funcionar y me quedo ahí sentada. Regresa con un vaso grande de sidra y un plato repleto de delicias, todas las que horneé para esta ocasión. Principalmente las tartas, pero algunas otras. Hay un único trozo de tourtière en el plato. Supongo que le gustan los dulces.
Se sienta a mi lado, dejando suficiente espacio para los artículos que ha traído. Se toma un momento para arreglar su falda escocesa y la bolsa que cuelga de su cintura. Se agacha y con su mano derecha saca un cuchillo pequeño de su calcetín alto. Utiliza el cuchillo para cortar los pasteles en dos y me ofrece el plato. Parece un poco triste cuando rechazo las golosinas. No tengo idea de cómo explicarle que día tras día hornear me cansa de los productos horneados. Además, estoy demasiado nerviosa para comer. Señala el vaso y acepto. Todo el baile me ha dado mucha sed. Me observa mientras tomo un gran sorbo y empiezo a preguntarme si tal vez soy una especie de rareza para él. Si soy algo para ser observada y estudiada. Empiezo a sentirme bastante incómoda cuando empieza a hablar.
No tengo la menor idea de lo que está diciendo. Señala algunas de las tartas y continúa parloteando. Realmente disfruto la forma en que habla porque tiene una voz encantadora con una cadencia muy musical. A mitad de su discurso, se acerca el plato a la nariz e inhala profundamente, luego se inclina y hace lo mismo con mi cabello, o tal vez sea mi cuello, no estoy segura. Cuando retrocede, hay anhelo en sus ojos, así que deduzco que le gusta cómo huelo. Vuelve a hablar y creo que tal vez he captado algunas palabras. Podría estar equivocada, pero creo que podría estar hablando de su madre. Una palabra que sigue diciendo suena como madre en latín. Reconozco la palabra de varias de las reprimendas del padre Marcus durante la confesión. Se sabe que el padre Marcus está serio y enojado cuando suelta el latín.
Come con ganas del plato, dejando sólo la otra mitad de la tourtière. Supongo que no es uno de sus favoritos. Me sonríe y deja el plato en el banco del otro lado. Toma mis manos entre las suyas y comienza a hablar de nuevo, deteniéndose para beber de vez en cuando. Detiene su discurso para levantar una mano y acariciar suavemente mi mejilla con el dorso de sus dedos. Toma mi barbilla con esa mano y gira mi cara ligeramente para poder besarla allí. Su beso es muy diferente a cualquier otro que haya recibido. Los besos que recibo en saludos o besos en la mejilla de mi padre no me hacen correr escalofríos por la piel ni impiden que mis pulmones dejen de respirar momentáneamente. El beso de Edward lo hace, y ahora estoy perdida.
Soy una chica tonta como aquellas de las que Rose, Alice y yo nos hemos reído a lo largo de los años. Las que parecen enamorarse en un abrir y cerrar de ojos; aquellas a los que invariablemente les rompen el corazón una y otra vez.
Edward se levanta del banco y toma mi mano derecha entre las suyas. Mi mano se siente como si estuviera en llamas, tan cálida y completamente envuelta por sus manos más grandes. Él está nuevamente arrodillado frente a mí. Me mira con expectación en sus ojos y creo que podría volver a proponerme matrimonio.
Por mucho que me emocione la idea y por mucho que me emocione su beso, no puedo. Es muy guapo, pero lo más importante es que se ve fuerte y parece amable y gentil, pero hay muchas cosas que desconozco. No puedo casarme con un hombre al que sólo le gusto por mi olor y la forma en que le recuerdo a su madre. El olor desaparece y no soy su madre, ni quiero serlo. En unos pocos meses de matrimonio, su mirada podría desviarse y sus sentimientos podrían decaer. Puede que haya uno o dos niños, pero poco más quedaría. Extrañaría su hogar y volvería de visita, para nunca volver a mí. He leído sobre esto antes en algunos de los libros románticos que tiene Rose. Nuevamente le doy unas palmaditas suaves en la mejilla, pero esta vez niego con la cabeza. Espero que lo entienda. Deja caer la cabeza y lanza un gran suspiro. Me aprieta la mano y la suelta. Se levanta y se aleja de mí.
En cuestión de minutos, he perdido a mi único pretendiente. Recojo el vaso y el plato para llevarlos a la mesa de refrigerios. Afortunadamente, mi madre está demasiado ocupada para fijarse en mí. Veo a Alice charlando con Jasper con una sonrisa muy amplia en su rostro. Me alegro mucho de que parezca que le va bien. Rose está parada al lado de Emmett, quien está hablando con Edward. Quizás mis dos amigas hayan hecho pareja esta noche. Sería maravilloso para ellas si lo hicieran y yo estaría eufórica. Puedo ver cada uno de sus pasteles de boda en mi mente y empiezo a planificarlos. Las matemáticas por sí solas mantienen mi mente lo suficientemente ocupada como para no darme cuenta de que me duele el corazón. Desearía poder correr hacia ese tal Edward y contarle mis dudas. Que deseo saber más de él antes de aceptar su petición y que él sepa más de mí.
Estoy parada en la mesa de refrigerios, todavía perdida en mis pensamientos, cuando Emmett aparece ante mí. Con una gran sonrisa en su rostro, extiende su mano derecha y me invita a bailar.
La banda vuelve a empezar y estoy de acuerdo. Rose sabe que nunca le robaría a su hombre, así que debe haberlo enviado porque me veía muy desolada.
—Yo era que te llamaban Emmett —dice con orgullo.
Observo sus rasgos y me muerdo la lengua. Sé que el francés es un idioma difícil y aprecio que haya intentado hablarlo conmigo incluso si está haciendo un trabajo realmente malo. Su francés es comprensible y dice las palabras correctamente, pero en el orden y tiempo incorrectos.
—Tú gustaste a mi novio Edward. —Ah, Rose no le pidió que bailara conmigo.
—Eres un buen amigo de Edward. —Hablo despacio para no confundirlo demasiado.
—No, no, cuando te vio primera vez, gustó tu apariencia. Luego suenan tus conversaciones. Luego hueles a azúcar y a comida casera.
Realmente no sé qué decir a esto. Le sonrío a Emmett y asiento.
—Él no se toma en serio el matrimonio, ¿verdad? —Me río un poco ante la expresión del rostro de Emmett. Se está esforzando mucho por defender a su amigo.
—Edward, ser hombre bueno y fuerte. Nuevo en Québec y estar solo en casa. Principio muestra feliz cuando mirarte. Habla sobre quedarse vivir aquí toda la vida y no ir a casa cuando dinero entre. Piensas en él por ahora, sí.
Le doy una palmadita en el hombro a Emmett y le agradezco por el baile. No intenta decir nada más sobre Edward, pero me sonríe como si hubiera ganado un premio. Observo mientras camina de regreso hacia Rosalie. Se ve muy feliz de tenerlo de vuelta con ella.
Papá me toma del brazo y camino con él por el salón mientras dice buenas noches a todos. Mientras esperamos que mamá termine, papá mira fijamente a las parejas que bailan.
—Cuando vi a tu madre por primera vez, era una gran belleza; nunca pensé que tendría una oportunidad. Así que me quedé atrás y la observé desde lejos. Mi propio padre me dijo: «No hay nada seguro en esta vida, Charles, no pierdes nada con intentarlo». —Me besó en la frente y me dijo buenas noches recordándome que debía estar en casa en una hora.
Regresé al banco para esperar y pensar. Alice me encontrará aquí cuando llegue el momento de volver a casa. Hicimos planes para acompañarnos de regreso a casa ya que vivimos muy cerca. Rose caminará a casa con sus padres.
Mi reflexión se ve interrumpida por un gran par de zapatos negros. Me había perdido en mis pensamientos, mirando un nudo de madera en el suelo. Sé quién es antes de mirar hacia arriba. Edward dice mi nombre, pero no suena del todo bien viniendo de su boca. Su Isabella se parece más a Ishabella y eso me hace sonreír.
—Sólo Bella —le digo.
La expresión severa de su rostro se desvanece. Con una sonrisa, lo intenta de nuevo. —¿Bella?
—¿Sí, Edward?
—Baila conmigo, ¿por favor? —dice en perfecto francés.
—Por supuesto. —Me levanto y volvemos a la pista. Aprendió algo de francés, sólo por mí. Me conmueve. Quizás, después de todo, haya esperanza.
La música es muy rápida y estamos dando vueltas por la pista de baile tan rápido que me estoy mareando. La sensación me hace reír. Me ha acercado tanto a él que sé que estamos rompiendo al menos algunas de las reglas del padre Marcus y, tal vez, todas las de mi madre. Estamos dando vueltas y vueltas, la sala da vueltas y la gente vitorea y aplaude. Edward rápidamente nos desvía hacia detrás de la puerta de la sacristía. Todavía puedo escuchar a la multitud, pero ahora el sonido está silenciado. Edward se para frente a mí, jadeando por el esfuerzo de bailar tan rápido. Se inclina y coloca una mano en la pared detrás de mí. La otra en mi mejilla. Dice mi nombre otra vez y luego me besa.
Este es un beso real, como los de los libros ilícitos de Rose. Estoy segura de que mi cabeza ya no está conectada a mi cuerpo. Puedo sentir sus labios sobre los míos y su mano en mi cuello. Ambos están calientes, pero no lo suficiente como para quemarse. Cálido y fluido como el caramelo de arce cuando está listo para ser estirado. Levanto mis manos y paso mis dedos por su cabello. He querido hacer eso desde la primera vez que lo vi. No es sedoso, pero es espeso, suave y exuberante en mis dedos.
Oh, muy lentamente, todo mi cuerpo está envuelto en calor mientras él presiona su cuerpo contra el mío. Esto tiene que ser pecado, pero ¿por qué, cuando se siente tan bien? Hace un gemido gutural contra mi boca y presiona sus labios con más fuerza contra los míos. Respondo poniéndome de puntillas para alcanzarlo mejor. Por el rabillo del ojo, puedo ver su mano, que había estado apoyada en la pared junto a mi cabeza, ahora está en un puño. Cierro los ojos, pero puedo escuchar su puño empujando la pared y luego retrocediendo, como si estuviera tratando de mantenerlo allí, pero quisiera vagar por sí solo. Supongo que la mano ganó la discusión porque, de repente, puedo sentirla en la parte baja de mi espalda, acercándome a Edward.
Sus labios se mueven sobre los míos, tensándose y relajándose, y obligando a los míos a hacer lo mismo. Es un sentimiento hipnótico. La mano que agarraba suavemente la parte posterior de mi cuello ahora avanza poco a poco por mi pecho hasta la caja torácica, justo debajo de mi pecho. No sé qué me pasará si lo toca. Sé que, como buena chica, no debería permitírselo, pero en este momento soy todo menos una buena chica. Estoy tan lejos de ser una buena chica que quiero sus manos sobre mí. Mis dedos se flexionan y agarran su cabello. Tentativamente desliza su mano hacia arriba y toma firme posesión de mi pecho. El sentimiento me abruma y hago un pequeño ruido. Intenta retroceder un poco, pero lo agarro con más fuerza por el pelo para que se quede quieto. Aprieta mi pecho suavemente, pero con intención, luego mueve su pulgar para rozar mi pezón endurecido. El ruido que hago entonces no es pequeño. Aparto mis labios de los suyos y jadeo para respirar. Edward inclina la cabeza y comienza a besar mi cuello. Mis rodillas amenazan con ceder y ya no pueden sostener mi peso.
De alguna manera, y en algún lugar del rincón más oscuro de mi mente, noto un ruido de pisadas y una tos fuerte cerca. Edward también escucha el ruido porque detiene las cosas gloriosas que le está haciendo a mi cuello y levanta la cabeza para mirarme. Su mano cae hasta mi cintura. La sonrisa que me da es angelical, sacada directamente de los libros ilustrados del evangelio que el padre Marcus usa para enseñar a los niños sus lecciones, aunque dudo mucho que el padre Marcus apruebe el motivo de esta beatífica sonrisa.
Edward rápidamente cae sobre una rodilla, otra vez. Me habla en un inglés muy rápido, sosteniendo una de mis manos. Me río y le doy una palmadita en la mejilla otra vez. Me guiña un ojo mientras se pone de pie. Asoma la cabeza por la puerta de la sacristía y luego me lleva detrás de él.
El baile está terminando. Edward hace un gesto con la cabeza a Emmett, quien debe ser responsable de la advertencia. Alice y Rose me llevan al guardarropa de damas, ambas en silencio con miradas de complicidad en sus rostros. Recogemos nuestros abrigos y nos reunimos con los hombres. Los padres de Rose se han unido al grupo y están evaluando a los jóvenes. Le dan permiso a Emmett para acompañar a Rosalie a casa y están de acuerdo en que mis padres y los de Alice probablemente serían comprensivos si los otros hombres caminan con nosotros. Saben que Alice no permitiría travesuras.
No hablamos durante todo el camino hasta mi casa. Nos paramos en la puerta viendo a Alice caminar del brazo de Jasper hasta que llegan a su casa más abajo en la calle.
Edward se gira hacia mí y levanta mi mano que había estado sosteniendo su brazo. Aparta la tela de mi guante y besa el dorso de mi mano. Este beso se siente muy diferente a la última vez que besó mi mano. Fue más sensual, tal vez porque ahora sé cómo se siente ese beso en otras partes de mi cuerpo. Dijo algo que terminó en mi apellido, luego asintió con la cabeza en una leve reverencia y comenzó a caminar calle abajo hacia Jasper. Me quedé allí por un momento, viéndolo alejarse de mí antes de darme la vuelta y entrar a mi casa. La lámpara todavía estaba encendida junto a la puerta y supe que mis padres me estaban esperando adentro. Podía oírlos hablar cuando abrí la puerta. Papá le estaba diciendo a mamá que no me obligara a responder todas sus preguntas esta noche y que me diera algo de tiempo para pensar. Grité mi llegada y rápidamente les di las buenas noches. Escapé a mi habitación y me tiré en la cama, mirando al techo por un largo rato antes de quedarme dormida.
Debo haber dormido, porque el sol salió y extendió sus largos dedos de luz en mis párpados. Debo haber dormido, pero por mi vida, no puedo recordarlo. Suelo despertarme con frecuencia, doy vueltas, patadas, soy una durmiente activa. Esta mañana, sin embargo, mis edredones estaban lisos, mi almohada intacta y no recordaba haberme despertado durante la noche. Tampoco recuerdo haberme puesto la ropa de dormir. Mi vestido de noche cuelga de una percha en la pared junto a mis otros vestidos. Debo de haber estado en trance anoche. Vuelvo lentamente en mí y oigo a papá en la cocina.
Un día a la semana papá nos prepara el desayuno. Papá sólo sabe preparar unas pocas cosas, pero lo que sabe cocinar, lo hace muy bien. Su principal especialidad son las crêpes. Puede hacer las crêpes más finas y delicadas de este lado de París. Ha prometido contarme su secreto el día de mi boda. Su otra especialidad es un ragoût (6) que elabora una vez al año durante la temporada de caza. Él y algunos amigos se reúnen para intercambiar sus «presas». Papá llega a casa con todo tipo de aves y bestias. Él elabora este ragoût y, con una mano inusualmente ligera, elabora, como acompañamiento, las tartas más delicadas conocidas por el hombre. Pone casi todo su talento culinario en ese plato por el resto del año. Excepto por sus crêpes. Cuando llego a la cocina, el olor a café recién hecho y a vainilla me invade. Papá está delante de la estufa de leña con un plato de hojalata a su lado, lleno de crêpes con bordes dorados. Tararea cuando beso su mejilla. Intento no reírme porque lleva el delantal de flores de mamá. Me hace callar y me susurra al oído.
—Mamá está descansando todavía. Toma unas cuantas y vete antes de que despierte. Ahórrate la inquisición por ahora. Es un buen hombre, ¿no? —Papá tiene una mirada de complicidad en sus ojos.
Siento que mis ojos hormiguean, no del todo lágrimas sino algo similar. Asiento con la cabeza hacia mi padre y le agradezco. Corro silenciosamente de regreso a mi habitación y me preparo a una velocidad récord. Rápidamente me lavo la cara y me pongo mi vestido favorito de cuadros azules. La segunda vez que entro a la cocina, mi padre me sirve café una taza de hojalata y un plato cubierto con un paño. Salgo corriendo con el desayuno en la mano. Con libertad condicional para salir al aire libre, termino rápidamente el café y dejo la taza en el poste de la cerca. No le temo a mi madre, la amo muchísimo; sin embargo, ella habría hablado durante horas durante el desayuno y habría preguntado hasta el último detalle sobre Edward. Me perdería reunirme con Alice y Rose en el río para ver el inicio del recorrido, y mi madre probablemente me prohibiría volver a ver a Edward una vez que descubriera lo descarada que era con él. O tal vez fue él el descarado. No lo recuerdo bien, aunque no cambiaría ni un momento de nuestro encuentro. Puedo sentir sus manos sobre mí tan bien ahora como anoche.
Llego temprano para reunirme con Rose y Alice, así que busco un lugar cómodo y como mis crêpes. Papá las ha cubierto con mantequilla y azúcar moreno en capas, así que sólo tengo que enrollarlas para comerlas. Pasarán algunas semanas hasta que la cosecha de arce de este año esté lista. Entonces la miel de arce reemplazará al azúcar moreno y el monstruo que vive dentro de mí quedará satisfecho. Si no lo supiera mejor, me tumbaría bajo un árbol explotado y bebería la savia como si fuera leche materna. Es cruel tener que esperar hasta que la savia haya hervido y reducido lo suficiente para que surja el dulzor. Sin embargo, la recompensa vale la pena el tormento, apenas, en mi opinión, pero igual vale la pena.
Los sonidos de Alice y Rose acercándose me sacan de mi ensoñación sobre el arce. Rose se ríe como nunca antes había oído. No es que no sea una persona feliz, simplemente no es de las que se carcajea. Ella es más reservada en su diversión. O se ríe o no. No hay nada de risitas infantiles por parte de Rose. Alice la mira con atención.
Primero Rose, luego Alice se sientan en el tronco caído sobre el que estoy sentada. Rose se lanza a contar su historia, el motivo de su risa vertiginosa y juvenil, su historia con Emmett. Causó una buena impresión en sus padres cuando la acompañó a casa. La madre de Rose está furiosa, pero su padre aprueba la unión. La aprobación tuvo mucho que ver con el hecho de que el padre y el abuelo de Emmett producen un licor que es estrictamente estadounidense pero que tiene un nombre extrañamente francés. El padre de Rose está ansioso por ser distribuidor del bourbon que produce la familia de Emmett, así como degustar las muestras, para disgusto de su esposa. Debido a su amor por las bebidas espirituosas, puede pasar por alto la tosquedad de las habilidades y falta de conocimiento del francés por parte de Emmett. A Rose no le importa. A ella le gusta Emmett por Emmett, al diablo con la opinión de sus padres.
Alice también está enamorada de Jasper. Bastante enamorada, casi hasta el punto de la adoración. Sin embargo, la educación luterana de Jasper agrió a su madre contra él hasta que Jasper prometió convertirse al catolicismo. A Alice le preocupa que las clases y los requisitos afecten el amor de Jasper por ella y que al final él no lo lleve a cabo. No quería oír que ella dejara su iglesia por él. Ese argumento fue rápidamente sofocado. Aparentemente, Jasper es optimista en su rumbo. En sentido figurado, desclavará las tesis de la puerta y hará lo que sea necesario para tener a Alice a su lado. Martín Lutero podría simplemente revolcarse en su tumba.
Escucho con asombro sus historias y me siento un poco desconcertada. Ni siquiera puedo hablar con Edward correctamente. No puedo entender una palabra de lo que dice y, aunque aprendió una frase por mí, no es suficiente para construir una relación. Después de un baile, tanto Alice como Rose están años por delante de mí, y la tarea que tengo ante mí parece casi demasiado desalentadora. Edward había estado ante mí de rodillas unas cuantas veces, pero ¿y si me está proponiendo algo más que matrimonio? ¿Qué pasa si se niega a compartir mi iglesia? ¿Me obligaría a entrar en la suya? ¿Qué pasa si no les agrado a sus padres? ¿Se enfrentaría a ellos en mi nombre? Siento como si estuviera con el agua justo encima de mi cabeza.
Y entonces los veo. De pie en la orilla opuesta del río. Tal vez dieciocho metros nos separan, pero esos dieciocho metros son agua caudalosa y peligrosa. Es agua glacialmente fría y riesgosa. Los hombres permanecen en la orilla, observando el agua. La mayoría están vestidos y listos para trabajar, salvo Edward. Tal vez algunos de los otros también, sin embargo, una vez que veo a Edward, el resto se desvanece. Lleva puestas sus botas de trabajo y pantalones oscuros de tirantes, aunque los tirantes le cuelgan de la cintura. Veo la camisa de franela que lleva en la mano, de modo que sólo lleva la parte superior de los calzoncillos largos. Son del rojo intenso de la marca Stanfield, y los lleva desabrochados hasta el ombligo. No tengo ni idea de si me ha visto; puede que sí, porque yo no podía ver nada más que a él.
Deja la camisa de franela en la rama de un árbol y se acercó al agua. De detrás de él, saca un paño, lo sumerge en agua helada y se lava la cara y el pecho con él. Se mueve rápidamente porque el agua está fría, pero el tiempo parece detenerse para mí viendo la tela frotar de un lado a otro su pecho desnudo. Cuando se considera lo suficientemente limpio, se abrocha los calzoncillos largos y coge la camisa a cuadros. Me mira y sonríe. No una enorme sonrisa que deja al descubierto los dientes, sino una curvatura de los labios y que brilla en sus ojos. Se aleja mientras se pone la camisa.
Emmett y Jasper se acercan al agua y nos saludan. Se dirigen río abajo hacia donde se encuentra la cuna de troncos. Alguien había construido un rudimentario puente para cruzar el río y ver cómo empezaba el recorrido. Alice se estremece, ya que Jasper tiene la misión de evitar que el río se represe y de hacerlo estallar si es necesario. Hay madera para pulpa al principio del recorrido y madera para construcción cerca del final. Algunos de los hombres de papá están aquí para mantener a la multitud a salvo. Los niños corren de un lado a otro y sus madres los persiguen. El inicio del recorrido es todo un acontecimiento. Cuando nos acercamos al claro del puente, Emmett ha desaparecido, pero Jasper está de pie en la orilla, junto al puente. Está de pie con un oficial de policía cerca de una gran caja. Es la dinamita, según el símbolo del lateral. Más abajo, el Wannigan navega con tres hombres a estribor con pértigas para atrapar los troncos que puedan golpear el barco. Hay otros hombres repartidos por la orilla para liberar cualquier pequeño atasco.
Con un ruido atronador, se abre la cuna y se derraman los troncos de pulpa. Troncos de mejor calidad y más largos comienzan a dispararse por el canal. Ninguno tiene la longitud del mástil, pero algunos parecían lo suficientemente largos. El ruido se calma con la cuna ahora vacía, pero todavía se escuchan los aplausos de la multitud, particularmente los niños. Hay suficiente silencio como para escuchar la risa estruendosa de Emmett mientras baja por el canal sobre un tronco muy grueso. Rose respira profundamente y puedo escuchar sus maldiciones murmuradas mientras observamos sus temerarias travesuras. Cuando el tronco se acercó al agua, saltó y lo montó, manteniendo el equilibrio con el peavey (7) en la mano. El tronco genera un gran chapoteo y un chillido de alegría por parte de todos los niños que miran. Rose simplemente niega con la cabeza. Bajo su ira y su ceño fruncido, apenas puedo ver una sonrisa ante sus payasadas.
Edward aparece en medio de la corriente con otro gran grupo de troncos flotando. Debieron haberlo asignado a una cuna río arriba. Los dos grupos se unen formando una enorme colección de troncos. Se soltarán cuna tras cuna río arriba hasta que se forme una barrera lo suficientemente grande. Arrastrarán esto a través del lago St. Jean hasta llegar a los aserraderos del otro lado.
Edward parece flotar sobre los troncos. Sus pies son tan seguros y firmes; es como si estuviera bailando con simplemente estar ahí parado. Sus pantalones están mojados, pero su camisa de franela roja permanece seca. Tiene un gorro de punto negro en la parte posterior de la cabeza. A medida que avanza río abajo y se acerca a nosotros, puedo ver la expresión severa de concentración en su rostro. Se mueve con cuidado de un tronco a otro, sin que sus pies se detengan en ningún momento. Entonces me ve y me guiña un ojo. Alice se ríe a mi costa.
Cruza el río de modo que el tronco sobre el que camina esté más cerca de la orilla. Con pompa, se inclina y levanta su gorro en mi dirección mientras mantiene una postura firme.
Justo después del puente y de la multitud hay una zona de aguas bravas, la única parte realmente complicada entre aquí y el lago. Hombres han fracasado y algunos han muerto en el pasado mientras navegaban por esta pequeña zona de rápidos. Hay otra zona más abajo, pero el camino se aleja de la orilla y todos sabemos que perderemos de vista a los hombres durante al menos unos minutos. Saludo a Edward mientras Rose me arrastra del brazo hacia el camino. Me suelta rápidamente y avanzamos tan rápido como la multitud nos permite, lo cual no es lo suficientemente rápido. La melaza en enero corre más rápido.
Todo el recorrido es demasiado lento y estresante. Los rápidos se comen a los hombres y me preocupa que Edward sea consumido. Cuido mis pies para no caerme y ensuciar mi vestido. Camino y pienso. Pienso en mi padre y lo que dijo acerca de ver a mi madre por primera vez. Pienso en Rose y Alice y la facilidad con la que parecieron encontrar a sus hombres. Pienso en Edward y en lo mucho que todavía no sé sobre él. Pienso en él moviéndose con tanta fluidez a través de la barrera, en la gracia que tiene, la fuerza y el control. Me imagino la forma en que podría moverse en la oscuridad de la noche, debajo de las sábanas y sobre mí. Me imagino bailando con él y que me abrace fuerte. Me pregunto qué tan diferente sería su beso si yo fuera sólo suya. Me pregunto por qué un hombre como él podría enamorarse de una chica como yo. Me maravillo de su belleza. Y luego tomo mi decisión.
La multitud disminuye y sé que hemos llegado al siguiente rellano antes de volver a verlo. Rose se abre paso a codazos hacia el frente y obtener la mejor línea de visión. Muy por delante de nosotros está Jasper al frente de la barrera. Emmett está a mitad de camino con los demás, empujando y empujando los troncos para ordenar la formación. Edward todavía está en la parte trasera de la barrera, saltando de tronco en tronco mientras chocan contra las rocas en el agua blanca. Él es la imagen de la tranquilidad y es glorioso. Mientras flota más cerca, de repente clava su peavey en un tronco grueso, trota sobre varios de los troncos y salta a la orilla. Se acerca a mí y me agarra por la cintura. Me abraza con tanta fuerza que apenas puedo respirar. Se inclina hacia adelante y me inclina hacia atrás tanto que mi sombrero de paja se cae al barro. Justo antes de cerrar los ojos, veo dos cosas, Alice recuperando mi sombrero y Edward acercándose para besarme. La multitud aplaude mientras me besa. Es un beso duro y rápido, pero juro que pude sentirlo en cada centímetro de mi piel. Cuando se aleja, sonríe y siento su mano deslizarse por mi espalda y luego apretar mi trasero. Sé que los pliegues de mis faldas escondieron su mano. Sé que mi cara está sonrojada, pero no me importa; Sólo me río y trato de ponerme de pie. Rose tiene que poner sus manos sobre mis hombros para ayudarme. Lo miro a los ojos y le guiño un ojo y asiento mientras tomo su mano. Sosteniendo su mirada y su mano, levanto un pie y le doy una patada en la parte posterior de la pierna. Tiene la interpretación correcta, porque se arrodilla ante mí. Pongo mi mano libre en su mejilla y digo que sí, una y otra vez.
Verás, había tomado todas mis decisiones en esa caminata para ver si Edward sobrevivía a los rápidos.
Nada de eso importaba. Si sobreviviera a través de las aguas traicioneras y mantuviera el equilibrio, lo tendría. Su trabajo, su religión, su idioma; nada de eso importaba. La forma repentina e inexplicable en que él se enamoró de mí y yo de él fue suficiente. Mis padres, mi sociedad, las reglas; todos ellos son irrelevantes. Lo único que importaba era él. Si él estuviera allí del otro lado y todavía me quisiera, sería suya. Si me lo volviera a pedir, a su manera, me casaría con él. Habría tiempo suficiente para aprender a hablar entre nosotros. Habrá tiempo suficiente para resolver los detalles. Tomaría la vida y la viviría con mi conductor de troncos.
oOo
(1) En el contexto de la industria maderera, "log driver" se traduce como conductor de troncos o maderero. Se refiere a la persona que dirige el movimiento de los troncos, especialmente cuando flotan en ríos y arroyos.
(2) Las petite tartes au sucre son pequeñas tartas de azúcar y galette aux prunes es una tarta o especie de crepe cubierta de ciruelas.
(3) La tourtière es una especie de pastel de carne tradicional de la cocina franco-canadiense, en particular de Quebec, Canadá.
(4) El ferrotipo, melanotipo o tintipo es una fotografía de un positivo directo sobre una hoja de metal. Fue desarrollado en Francia en 1856 y estuvo comercialmente en uso hasta 1920.
(5) El croquembouche es una tarta de gran tamaño y de estructura escultórica que, en su versión más clásica, está constituida principalmente de profiteroles rellenos de crema pastelera y sujetos por azúcar caramelizada.
(6) Ragoût en francés o ragú en español, es un guiso rico y sabroso que se prepara con carne, verduras y una base de caldo.
(7) La palabra "peavey" puede traducirse al español como ganzúa de troncos o pértiga de gancho. Es una herramienta utilizada en la industria maderera, especialmente para mover y manipular troncos flotantes en ríos y arroyos.
Nota de la autora: Si has escuchado la canción, no hay nada más por venir, pero no puedo decirlo con certeza con esta historia. No tengo planes de agregarle más. Me gustaría dejar a tu imaginación lo que viene después y cómo les va. Dicho esto, quién sabe, he tenido esta historia en mi cabeza durante 6 meses y puede que haya uno o dos versos más. Pero no todavía.
                
                
                    