ID de la obra: 585

Exxxxxxcursión a la librería

Slash
PG-13
Finalizada
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7 páginas, 4.029 palabras, 1 capítulo
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Exxxxxxcursión a la librería

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Exxxxxxcursión a la librería Sobre el elegante sofá del lujoso apartamento de Crowley, enroscada sobre sí misma y con la afilada cabeza bajo las vueltas del sinuoso cuerpo, una enorme serpiente negra y roja miraba con desconsuelo al ángel que, con cara de incredulidad, leía la nota. Las letras reflejadas en la misma eran irregulares y primitivas, como las de alguien que estuviese utilizando la mano no hábil para escribir, pero el mensaje se entendía perfectamente: “ángel, tengo un problema. No puedo cambiar” Aziraphale dejó la nota en la mesita baja de acero y cristal y miró a la serpiente con las manos en la cintura. Entonces, ¿no puedes asumir la forma humana? ¿Por esa razón no respondías a mis llamadas telefónicas? La gran serpiente sacó un instante su fina lengua y asintió ligeramente con la cabeza. ¿Has intentado calmarte y respirar hondo? Tal vez… El demonio siseó y escondió la cabeza bajo un cojín. Oh, no te pongas dramático. Seguro que en cuanto menos te lo esperes… ¡chas!... volverás a la normalidad y…oye, no te vayas, que estamos hablando… Tras la cabeza, el resto del reptil estaba desapareciendo al sumergirse entre los gruesos cojines del mueble, dejando tras de sí trocitos de piel desprendida y escamas sueltas. La escasa luz de la estancia no le había permitido al ángel ver el aspecto agrietado y envejecido de la piel de la serpiente, lustrosa y brillante de normal, y al dar la luz para buscar a su escurridizo amigo, cayó en la cuenta antes de que todo el demonio desapareciese dentro del sofá. ¡Oh, vaya! Estás mudando la piel…ese es un proceso fisiológico normal y saludable en los reptiles, querido. Pero se me ocurre que tal vez pueda ser la causa de que no seas capaz de recobrar ahora la forma humana… es sólo una teoría, naturalmente, pero creo que merece la pena probarla – Aziraphale levantó cojines hasta dar con la cabeza de la serpiente, que le miró enfurruñada- Tengo varios libros de herpetología en la librería…¿Qué te parece si te llevo allí y hago algunas consultas, a ver si podemos solucionar este pequeño inconveniente? Entre los refuerzos del sofá, la negra cabeza negó con vehemencia. ¿Por qué no? Tengo habitaciones de sobra en la librería, y con un pequeño milagro, podría acondicionar una para que estuvieses lo más cómodo posible aún en esa forma – mientras hablaba, Aziraphale buscaba la forma de sacar de allí a su amigo, que iba enroscándose más y más en las profundidades del mueble- No hace mucho, cayó en mis manos una estupenda publicación sobre los Jardines Zoológicos de Londres y sus instalaciones para reptiles, ya sabes, esas donde se rodó la escena de Harry Potter en la que libera a la serpiente, así que creo que con unas consultas adicionales a mi biblioteca estoy perfectamente capacitado para proporcionarte un entorno más adecuado para una serpiente que las entrañas de un sofá de cuero en un apartamento helado.       Los ojos amarillos de Crowley, que habían seguido fijamente los movimientos del ángel, desviaron su mirada. Tenía frío, le escocía la piel y estaba de pésimo humor. Por supuesto, podía entender cada palabra que le decía, pero en esa forma, sus sensaciones eran muy diferentes, y prestaba más atención a la entonación de las palabras que al contenido de las mismas. El ángel parecía muy excitado y dispuesto a hacer cosas, y lo único que Crowley quería era esconderse en un rincón silencioso hasta que se encontrara mejor. Siseó irritado cuando Aziraphale empezó a desmontar los cojines de los asientos para acceder mejor a su escondite. Hiss…hissss!!!! Vamos, no seas tan testarudo. Deja que te ayude – Crowley se metió más al fondo del sofá y se enroscó con fuerza- ¡Oh, por el amor de Ella!       Viendo que de ese modo no lograría nada, Aziraphale se irguió y suspiró. De acuerdo, como tú quieras. Si no deseas mi ayuda, me marcho y te dejo tranquilo. Me hubiera encantado disfrutar de tu compañía en mi casa, pues te he echado de menos estos días, pero comprendo que tal vez no te apetezca soportarme ahora.       El ángel recogió su abrigo y su paraguas y se encaminó hacia la puerta, cabizbajo. Tan solo quería ayudar a Crowley, y había estado preocupado por él hasta el punto de haber acudido a su casa al no poder contactarle y de haber abierto la cerradura mediante un milagro, cometiendo un inaceptable allanamiento de morada, pero había comprobado que el demonio estaba allí y le había dejado bien claro que no quería nada con él.       Puso la mano en el picaporte y en ese momento, escuchó un suave silbido, como si alguien le chistase. Se giró y vio a la gran serpiente mirándole, con su tercio anterior completamente erguido y fuera del sofá. ¿Querido? ¿No quieres que me marche?       La cabeza negra se movió de un lado a otro, negando. ¿Prefieres que cuide de ti en tu casa?       El reptil frunció el ceño de alguna manera y negó otra vez. ¿Por qué? – no había podido ver muy bien a su amigo reptiliano, pero no tenía buen aspecto. Si algún demonio era enviado desde el infierno a por él, como ya hicieran Hastur y Ligur en su momento, Aziraphale se temía lo peor.       Crowley salió de su refugio improvisado y se acercó al ángel, adoptando una pose de cobra y abriendo la boca con un siseo para mostrar sus letales colmillos. El ángel dio dos pasos atrás, asustado por la violenta reacción que en principio tomó por un ataque. Pero luego cayó en la cuenta de que el demonio no pretendía hacerle ningún daño; tan sólo estaba diciéndole que podía cuidar de sí mismo. “Oh, así que es eso… orgullo. Ahora lo entiendo. Supongo que es normal, al fin y al cabo, es un demonio”. Está bien, no cuidaré de ti entonces. Si me necesitas supongo que te las apañarás para llamarme y decírmelo, ¿no?       La serpiente cerró la boca y arrugó el hocico. Luego bajó la cabeza lentamente hasta el suelo y se quedó allí, tirada como una manguera vieja, dando un largo y triste suspiro. Era cierto, una serpiente en Londres no tenía muchas posibilidades de apañárselas sola. Llevaba varios días sin haber bebido agua ni siquiera porque no había sido capaz de abrir el tapón de las botellas. Era un desastre, por mucho que intentase siempre aparentar que lo tenía todo bajo control, y aunque a veces hubiese necesitado mucho una ayuda, había aprendido por las bravas a valerse siempre por sí mismo.       Aziraphale le miró un instante y luego se marchó.       Pero no por la puerta, sino que entró en la habitación de Crowley y salió casi al momento con una gruesa y cálida manta y las llaves del Bentley. Venga, que nos vamos. Necesito que me ayudes, tal vez tus colmillos vengan muy bien en esta ocasión.       Con una fuerza inesperada, Aziraphale recogió a la enorme serpiente del suelo y, tras envolverla cuidadosamente en la manta, salió del apartamento con ella en brazos.              No le costó encontrar el Bentley, aparcado ostentosamente delante del portal. Abrió la portezuela del pasajero y puso a la serpiente con cuidado en el asiento. Espero que ningún policía nos pare. Por fortuna, el trayecto es más bien corto, pero iré por calles que no sean muy céntricas.       Arrancó el coche, que se puso en marcha con un ronroneo diferente al rugido característico que hacía cuando Crowley le pisaba el acelerador, y condujo cuidadosa y respetuosamente en dirección a la librería. Una vez que se hubo liberado un poco del compacto burrito de manta en el que Aziraphale le había introducido, la serpiente sacó la cabeza y el largo cuello para mirarle interrogativamente. ¿Mm? Ah, supongo que te estás preguntando a que me refería cuando he dicho que tus colmillos pueden ayudarme, ¿verdad?       La serpiente asintió, curiosa. Luego miró el velocímetro y volvió a mirarle de hito en hito. Por esta calle no se puede circular más deprisa, querido. Con respecto a tu pregunta…- la serpiente se las apañó de algún modo para arquear una ceja, mirándole- oh, bueno… tú ya me entiendes… te diré que estoy teniendo ciertas dificultades con unos muchachos desde hace unos días. Han intentado que les entregue el contenido de la caja en un par de ocasiones, y ayer encontré forzada la cerradura de la librería. Temo que planean entrar con nocturnidad y alevosía en mi tienda y, aunque en la caja hace tiempo que no hay más que diez florines y tres peniques, me alarma el hecho de que puedan dañar los libros por despecho o simple gamberrismo – Aziraphale frenó en un semáforo y Crowley aprovechó para sacarle la lengua al conductor que paró al lado, que se quedó de una pieza- ¡Querido! Por favor, métete en la manta, no cojas frío. Como te decía, tal vez un buen susto elimine las tendencias a delinquir de esos chicos y les haga centrarse en sus estudios y en convertirse en hombres de provecho. La serpiente bostezó, estirando la mandíbula y haciendo brillar sus largos dientes. Por supuesto, por supuesto, sólo una demostración. No es necesario usar la violencia. Aziraphale tardó casi treinta minutos en encontrar un lugar apropiado para estacionar el Bentley en su concurrido barrio y Crowley, unos quince bostezos. Cuando el ángel por fin cerró la puerta de la librería tras él, depositó a su amigo, aún en la manta, sobre la butaca que había frente a la chimenea. Si eres tan amable, necesito unos minutos para hacer unas gestiones. Enseguida estoy contigo, querido. Disfruta del fuego de la chimenea mientras tanto- añadió, encendiendo la misma. Antes de irse puso a su alcance un cuenco lleno de agua fresca. El demonio le siguió con la mirada y bebió con avidez casi todo su contenido en cuanto que el ángel se marchó subiendo la escalera de caracol que conducía al piso superior de la librería, en donde se encontraban las habitaciones. Después se quedó como hipnotizado mirando fijamente el fuego. El baile de las llamas, que creaban fantásticas siluetas feéricas mecidas por una inexistente brisa, o que corrían como agua ígnea derramándose por los viejos troncos nudosos, siempre le había relajado, siendo a veces su vista la única forma de evadir la mente en las profundidades infernales, el único escape temporal a la tortura de saberse un desterrado, un paria rechazado por sus semejantes. El demonio se hallaba bastante propenso a los pensamientos negativos por lo que, ensimismado en ellos, no se dio cuenta de que el ángel había vuelto hasta que le tuvo casi al lado. Antes de verle le olió, pues su sentido del olfato era el más desarrollado en su forma de ofidio. Se contrajo instintivamente, escondiéndose en la toalla cuando Aziraphale estiró la mano en su dirección. ¡Oh! Lo siento… no quería sobresaltarte- retiró la mano, acongojado- sólo pretendía saber si ya habías tomado un poco de temperatura… Primero la lengua bífida y después la cabeza asomaron de la toalla. Le miró y asintió. Al menos ya sentía la punta de la cola, lo cual ya era una situación mucho más positiva que la que tenía en su apartamento. La sentía helada, pero la sentía. Tengo que hacer algunas consultas adicionales, porque tengo serias dudas técnicas acerca de ciertos parámetros, pero para que esperes lo más cómodamente posible, te he preparado un baño caliente. ¿Te apetece? Oh, si! Un baño caliente! Eso sería como el paraíso en ese momento. Sin dudarlo, asintió vigorosamente. ¡De perlas! Pues venga, te llevo – aunque Crowley podía haber reptado hasta el baño, Aziraphale ni siquiera le dio tiempo a pensar en cómo podía explicarle aquello. Le tomó de nuevo en brazos y le llevó hasta la gran bañera de estilo decimonónico, llena hasta la mitad con agradable agua tibia, de un color rojizo amarronado- He visto algunas fisuras y excoriaciones en tus escamas, así que he añadido un poco de yodo al agua, para prevenir infecciones. Es la razón de que tenga ese color. Aziraphale colocó gentilmente a la gran serpiente cerca del borde de la bañera, para que pudiera entrar gradualmente en el agua cuando lo desease. Adelante, mi querido muchacho. Verás cómo te sientes mucho mejor- tras olisquearla muy brevemente, el demonio se introdujo en el agua con la afilada cabeza por delante. Nadó ondulando sus anillos y dio un par de vueltas por la bañera hasta que por fin encontró la postura más cómoda y suspiró a gusto, con la cabeza apoyada cómodamente en la jabonera. El ángel rió. Una maravillosa risa cristalina con olor a vainilla, cálida como el agua que le rodeaba. Fantástico. Voy a terminar de preparar tu habitación. Y la cena, claro. Vendré en quince minutos. Si me necesitas…- el ángel miró alrededor y localizó una campanilla- Creo que esto nos servirá perfectamente. Querido… ¿puedes hacerla sonar? La serpiente levantó la cabeza y miró al ángel. Después miró la campanilla. Abrió la boca y cogió la misma por el centro, retrocediendo casi al instante. No, no… no es un huevo, so memo…Luego la inspeccionó un poco con la lengua, hasta que llegó al mango. La cogió entre sus mandíbulas y agitó la cabeza. Muy bien, querido. La dejo aquí entonces. Ahora ya puedes avisarme si me necesitas. Sonriendo, el ángel le dejó en la bañera y se fue. Crowley volvió a apoyar la cabeza y cerró los párpados laterales para echar una cabezadita. Estaba cansado, muy cansado. Llevaba una semana mudando y, por alguna razón, cada vez le costaba más. En aquella ocasión, parecía que se le había complicado la muda hasta el punto de no poder salir de su forma animal. También estaba hambriento, pero como no se comiese el jabón, no había nada que pudiera hacer al respecto. Sin embargo, de ello Aziraphale se encargaría en breve, ahora que por fin había conseguido llevarle como huésped a la librería. Un rato después, el demonio fue despertado por una suave voz que le llamaba desde la puerta del baño. Levantó la cabeza, adormilado. Ya está todo listo, Crowley. Tu habitación y también la cena. Para que estés más cómodo, cenaremos allí los dos, ¿te parece bien? Curioso, inclinó la cabeza lateralmente. Deja que te seque, querido – El ángel, que traían una gran toalla limpia, le sacó de la bañera y comenzó a secar todo su cuerpo con cuidado, dando pequeños toques. La piel, opaca y blanquecina en muchas zonas, ahora parecía más hidratada y flexible, aunque tenía mal aspecto en algunos lugares. El ángel frunció el entrecejo. Si pudiera utilizar su poder celestial para curar a su amigo, estaría perfectamente en un santiamén. Sin embargo, si lo hacía, le causaría un gran dolor, pues un demonio no puede soportar el contacto con la gracia divina sin sentir una intensa agonía. Así que tendría que hacerlo de la forma más complicada. Aziraphale suspiró y depositó la toalla con la serpiente sobre la cama. Buscó en el botiquín del baño y volvió con desinfectante, pomada antibiótica y unas gasas y se sentó en la cama junto a Crowley. Con mucho cuidado y sin hacer movimientos bruscos, comenzó a tratar las lesiones del lomo de la serpiente, cuyo primer impulso fue meterse bajo la toalla. Querido…sé que te molesta, pero es necesario. En todos los manuales dice que hay que desinfectar las heridas para evitar complicaciones – la serpiente suspiró y se quedó aproximadamente quieta, cosa que el ángel aprovechó para examinarle con atención. Aziraphale no le había visto en forma de reptil desde que se encontraron en el Edén, pero le recordaba perfectamente bien, y desde luego, estaba mucho más delgado que la otra vez. Frunció el entrecejo- Supongo que tampoco has comido mucho últimamente, ¿verdad? Crowley sacudió la cabeza, y levantó la cabeza hasta ponerla a la altura de los ojos de su amigo, el cual aprovechó para revisar el cuello y la parte del vientre que quedaban a la vista. Mmm… sé que es un poco atrevido por mi parte pedirte esto, pero sería muy conveniente que pudieras acostarte sobre la espalda un momento. La serpiente abrió más sus grandes ojos, sorprendida, y a continuación su hocico adquirió un tono más rojizo que de costumbre. Por favor…- Crowley sacudió la cabeza vigorosamente- querido, ya te he explicado que es por motivos de salud estrictamente – el reptil siseó y se enroscó sobre sí mismo- pero… oh, está bien. Te diré lo que vamos a hacer… me volveré de espaldas y tú te colocarás como lo consideres tolerable para que pueda curarte también las heridas que tienes por debajo. Cuando estés listo, me avisas; ¿te parece correcto así?- añadió el ángel, poniendo cara de ilusión por lo que le parecía una idea genial- Mientras Crowley le sacaba la lengua bífida enfurruñado, Aziraphale se dio la vuelta. Escuchó el roce de las escamas contra las sábanas mientras su amigo se movía. Podía marcharse, pero el ángel sabía que no iba a hacerlo. En 6000 años no le había negado nada que le pidiera con esa carita. Finalmente le oyó chistar y se dio la vuelta. Crowley, boca arriba, había tapado con la toalla de alguna manera la parte ventral de su sinuoso cuerpo, dejando descubierto lo que correspondería a cuello, torso y cola, y le miraba, sacando y metiendo su larga lengua. ¡Oh! Perfecto, termino en un santiamén- el ángel se puso diligentemente a curar las rozaduras y grietas que también aparecían en esa zona. Prestó mucha atención a la punta de la cola, ya que era una zona conflictiva, para asegurarse de que también la piel de esa zona seguía su proceso normal en la muda. Cuando terminó con el vientre, echó un vistazo a fondo a la cabeza y al hocico, procurando no tocarlos, aunque esta era la única zona en la que no había visto lesiones en un primer vistazo. No le sorprendió que justo lo que más se cuidase Crowley, aún en forma de serpiente, fuese el rostro, pero no estaba de más asegurarse. Allí no había rozaduras, pero lo que sí pudo comprobar es que los ojos amarillos estaban ligeramente opacos, como si hubieran perdido el pulido, señal inequívoca de que las escamas oculares empezaban también a desprenderse. Finalizado su examen y las curas, asintió. Le había faltado por comprobar un punto que todos los libros indicaban debía revisarse, pero estaba claro que el demonio no iba a consentir aquello, por muchas caritas que le pusiera. Así que a Aziraphale no le quedaba más remedio que confiar en que también cuidara de su doble atribución tan bien como cuidaba de su cara… Bien, pues ya he terminado. Ahora, ¡a por la cena! Crowley se deslizó desde la cama hasta el suelo. Le miró, como indicándole que le seguía, y el ángel asintió. De acuerdo; por aquí, querido. Te he preparado la habitación que está junto a la mía, ya que tiene un estupendo ventanal por donde entra el sol matutino. Ahora no, claro… pero por la mañana ya verás que luminosa es… Caminó por el pasillo seguido de la gran serpiente y abrió la puerta de la habitación que le había indicado. El demonio, que reptaba tras sus pasos, se irguió y contempló el lugar, asombrado. Aziraphale había convertido la habitación en un gigantesco hábitat para reptiles, lleno de plantas y ramas, cómodos refugios e incluso un gran estanque lleno de agua limpia en una esquina. El suelo era grueso, maravillosamente cálido y mullido, y olía a selva y a humedad. Le recordaba mucho al jardín donde se conocieron, porque incluso el techo tenía pequeñas luces que formaban constelaciones. En el centro, había una mesa de picnic, dispuesta con gusto. Los platos, cubiertos, etcétera, estaban ya colocados. Una silla, frente a una gruesa rama, completaba el mobiliario para la cena. Crowley miró a Aziraphale y luego, irguiéndose hasta su rostro, frotó su hocico contra la mejilla del ángel. No tiene importancia, mi querido muchacho. Ahora, toma asiento…estoy seguro de que la selección que te he preparado te resultará tentadora, aunque la muda te haya hecho perder el apetito. Gentilmente, Aziraphale ayudó a la serpiente a trepar hasta su rama, y después destapó su plato. Él mismo se sentó enfrente, sonriendo. Hasta el hocico del demonio llegaron los aromas de la comida que el ángel le había preparado en cuanto descubrió su plato, y su sensible olfato de serpiente empezó a darle detalles acerca del grado de frescura de los higaditos de pollo con un toque de trufa, de los finos filetes de pechuga de codorniz y de las tortillitas de camarón que componían la cena a la que su ángel le había invitado tan cortésmente. Me haría muy feliz si tuvieses la gentileza de probar al menos un poquito de cada cosa, querido – dijo, nervioso. Posiblemente no quisiera comer nada, y mucho menos si no lo había cazado- Siempre he deseado que saboreases alguno de mis platos y bueno… ya sé que no son presas vivas, pero tal vez puedas encontrar aceptable… Antes de que Aziraphale pudiera terminar la frase, Crowley atacó a los desprevenidos higaditos, y le miró de hito en hito con una mejilla sobresaliente llena de comida. Aziraphale le devolvió la mirada henchido de alegría. Tomó su tenedor con una sonrisa y empezó también a cenar. Que aproveche, querido. Serían cerca de las dos de la madrugada cuando la vibración de unos pasos despertó a Crowley, que sacó la cabeza del cómodo escondite tapizado de musgo y husmeó el aire. Un olor extraño flotaba en el mismo, desconocido e impregnado de alcohol barato. Sin ruido, desenroscó cada vuelta de su largo cuerpo y salió primero de su refugio y después, empujando cuidadosamente la puerta con su cabeza, de la habitación acondicionada especialmente para él. Se arrastró por el pasillo en dirección a la escalera. Podía oír ahora claramente las voces amortiguadas de varias personas en el piso de abajo. Sin dudarlo, bajó por la barandilla y se dejó caer entre los montones de libros que había junto al primer peldaño de subida. Los intrusos llevaban una linterna, pero también un mechero. Crowley reprimió un siseo de ira. Ni hablar. Reptó hasta el mostrador y esperó allí. Sabía que se acercarían a la caja antes de prender fuego a la librería. Aguardó acechando hasta que estuvieron lo bastante cerca y justo en el momento en el que iluminaron el mostrador con la linterna, se irguió casi dos metros, siseando con toda la potencia de sus pulmones y mostrando sus mortales colmillos, de los que rezumaba su tóxico veneno necrótico. A los asaltantes estuvo a punto de darles un infarto. Dos salieron corriendo, y uno de ellos chocó tres veces contra la puerta de entrada, antes de conseguir salir de la librería y correr calle abajo hasta perderse en la oscuridad de la noche londinense. Su compañero salió a la primera, y corrió hasta el primer contenedor de basura que encontró, en el cual se introdujo de cabeza para quedarse allí toda la noche, paralizado por el miedo. El tercero, mortalmente pálido, retrocedió paso a paso, negándose con cada fibra de su ser a dar la espalda a la temible bestia infernal que se retorcía y silbaba delante de él. Paso a paso llegó hasta la calle, salió y cerró la puerta. Sin perder de vista la librería, siguió caminando hasta que la misma ya no fue visible, y jamás volvió a acercarse a ese barrio. Las pesadillas de los tres chicos estuvieron durante una buena temporada gobernadas por un hombre delgado con cabeza de serpiente que les amenazaba con látigos candentes. Una vez que se hubo asegurado de que la puerta estaba bien cerrada, Crowley buscó por el escritorio de Aziraphale hasta encontrar un pedazo de papel en blanco y un rotulador. Tomó este con la boca y con gran trabajo, dejó una nota a su ángel: “Misión cumplida, favor devuelto” Luego volvió escaleras arriba pero, en lugar de volver a su refugio, entró en la habitación de Aziraphale. El ángel estaba ensimismado, sentado en la cama, leyendo un libro de poesía. Sonrió cuando vio a la gran serpiente en la puerta. Adelante, querido – y palmeó el lecho junto a él.
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