Capítulo 1
16 de agosto de 2025, 14:12
¿Saben que es un cliché en las historias de amor?
Siempre hay una escena de lluvia. Parece siempre aparecer como sí fuera lo mejor en el mundo mojarse y tener el riesgo de agarrar un resfriado. Es lo más estupido que pueden poner en esas películas.
La Heeler rojiza escribía en su laptop mientras sonido de las gotas de agua resonaba en su habitación junto con un ocasional trueno y luces de rayos que caían.
"Dios, odio la lluvia." Se quejaba Bingo repetitivamente.
Todo apuntaba que la tormenta tropical que pegó en Brisbane iba a durar varios días. Al menos eso fue lo último que vio en las noticias antes de que el sistema eléctrico cayese en toda la ciudad.
Ahora, con apenas la luz de su laptop iluminando la habitación, Bingo suspiró profundamente. La batería marcaba 23% y no había forma de cargarla hasta que regresara la electricidad.
A sus 18 años, ya había desarrollado una rutina bastante establecida en los dormitorios universitarios. Estudios de Literatura Inglesa la mantenían ocupada la mayor parte del tiempo, especialmente con su tesis sobre los tropos románticos en la ficción contemporánea. Ironías de la vida, pensaba mientras escribía precisamente sobre los clichés que tanto criticaba.
La habitación se iluminó brevemente con otro rayo, seguido de un trueno que hizo temblar las ventanas. Bingo cerró los ojos, tratando de concentrarse en su ensayo, pero el sonido constante de la lluvia la distraía. No era solo el ruido; había algo en las tormentas que la ponía inquieta desde pequeña, aunque nunca se lo había confesado a nadie.
*Toc toc toc.*
El sonido de nudillos contra su puerta la sobresaltó. ¿Quién podría ser a esta hora y con este clima? Guardó su trabajo rápidamente y se dirigió hacia la puerta, sus patas descalzas silenciosas contra el piso frío.
"¿Quién es?" preguntó, presionando su oreja contra la madera.
"Soy yo, Mackenzie. ¿Puedo pasar?"
El corazón de Bingo se aceleró involuntariamente. Mackenzie vivía en el piso de arriba, y habían desarrollado una amistad peculiar desde el inicio del semestre. El Border Collie estudiaba Ingeniería, completamente opuesto a sus intereses literarios, pero de alguna manera siempre encontraban temas de conversación. De como era su infancia despreocupada hasta como Bluey terminó obteniendo una beca para estudiar en Nueva York.
Abrió la puerta y ahí estaba él, empapado de pies a cabeza, su pelaje oscuro pegado a su cuerpo y gotas de agua cayendo de sus orejas.
"¡Mackenzie! ¿Qué haces aquí? Estás completamente mojado."
"Se cortó la luz en mi piso también, y... bueno, vi que tenías luz aquí," dijo señalando hacia su ventana. "Pensé que tal vez podrías necesitar compañía. Estas tormentas pueden ser... intensas."
Bingo no pudo evitar sonreír ligeramente. "Pasa, vas a enfermarte si te quedas ahí parado."
Mackenzie entró, dejando un rastro de agua detrás de él. Bingo corrió hacia su armario y sacó una toalla, tendiéndosela.
"Gracias," murmuró él, comenzando a secarse el pelaje. "Lamento presentarme así. Es solo que... no me gusta estar solo durante las tormentas."
"¿En serio?" Bingo cerró la puerta y se volteó hacia él. "Pensé que eras de esos tipos duros que no le temen a nada." Se río brevemente.
"Bueno, todos tenemos nuestras debilidades," respondió con una sonrisa tímida. "Además, no es exactamente miedo. Es más como... inquietud."
Bingo sintió algo cálido en su pecho. La vulnerabilidad de Mackenzie era inesperadamente encantadora. "Bueno, mi laptop tiene batería para un rato más. Podemos ver una película o algo así."
"¿Qué estabas haciendo?" preguntó, señalando hacia la computadora abierta.
"Escribiendo sobre lo estúpidos que son los clichés románticos en las películas," respondió Bingo con un suspiro. "Particularmente las escenas de lluvia."
Mackenzie se rio, un sonido que siempre lograba hacer sonreír a Bingo sin que ella lo pudiera controlar. "¿Y qué opinas de las escenas de lluvia en la vida real?"
"Que son mojadas, frías, y completamente sobrevaluadas," respondió, dirigiéndose hacia su pequeño escritorio donde estaba la laptop.
"Hmm," murmuró Mackenzie, siguiéndola. "¿Sabes? Creo que el problema no son las escenas de lluvia en sí. Es que la mayoría de las veces están mal ejecutadas."
"¿Qué quieres decir?"
Mackenzie se sentó en el borde de su cama, todavía secándose con la toalla. "Bueno, en las películas siempre es sobre el drama, ¿no? La confesión desesperada bajo la lluvia, el beso cinematográfico. Pero la lluvia real, como esta," hizo un gesto hacia la ventana, "puede crear momentos genuinos. Íntimos."
Bingo lo miró con curiosidad. "No sabía que eras tan filosófico sobre el clima."
"Hay muchas cosas que no sabes de mí," respondió con una sonrisa que hizo que algo revoloteara en el estómago de Bingo.
La batería de la laptop emitió un pitido de advertencia. 15% restante.
"Mierda," murmuró Bingo. "Se va a apagar pronto."
"No importa," dijo Mackenzie, dejando la toalla a un lado. "Podemos hablar. ¿Cuándo fue la última vez que tuviste una conversación real sin pantallas? Porque creo que fuiste capaz de excluirla de tu rutina de estudios."
Bingo se sentó en su silla, girándola para enfrentarlo. "No soy tan malvada para hacer eso con Lila. Aunque no he hablado con ella porque queríamos maximizar la concentración en esta tarea."
¿Cuándo fue la última vez que tuviste una conversación real sin pantallas? Repitió la pregunta Mackenzie.
"Probablemente contigo, la semana pasada en la biblioteca."
"Exacto. Y fue una buena conversación."
Tenía razón. Habían hablado durante horas sobre libros, películas, sus familias. Bingo había mencionado a Bluey, y cómo la extrañaba. Mackenzie había compartido historias sobre crecer como hijo único y cómo eso lo había hecho valorar las amistades verdaderas.
Otro rayo iluminó la habitación, seguido inmediatamente por un trueno ensordecedor. Esta vez, Bingo no pudo contener un pequeño sobresalto.
"¿Estás bien?" preguntó Mackenzie, notando su reacción.
"Sí, es solo que... las tormentas me ponen un poco nerviosa también," admitió, sorprendiéndose a sí misma por la confesión.
"Ven aquí," dijo Mackenzie suavemente, palmendo el espacio junto a él en la cama.
Bingo vaciló por un momento.
Algo sobre este momento se sentía diferente. Más cargado. Tal vez era la intimidad forzada de la tormenta, o la forma en que la luz tenue de la laptop creaba sombras suaves en su rostro.
Se levantó y se sentó junto a él, manteniendo un espacio respetable entre ambos.
"¿Sabes qué es gracioso?" dijo Mackenzie, mirando hacia la ventana donde las gotas de lluvia creaban patrones serpenteantes. "Siempre he pensado que las tormentas son hermosas. Aterradoras, sí, pero hermosas."
"No me quieras meter algo filosófico cliché en este momento," amenazó Bingo, pero su tono era más juguetón que serio.
Mackenzie se rio, un sonido cálido que contrastaba con el rugido de la tormenta afuera. "¿Qué tiene de malo un poco de filosofía? Especialmente cuando estamos atrapados aquí."
"Porque precisamente estoy escribiendo sobre lo ridículos que son esos momentos," respondió Bingo, aunque no pudo evitar sonreír. "Y no necesito material adicional para mi ensayo sobre clichés románticos mal ejecutados."
"Ah, pero ese es el punto," dijo Mackenzie, girándose ligeramente hacia ella. "¿Qué pasa si no son clichés cuando realmente los vives?"
Antes de que Bingo pudiera responder con algún comentario sarcástico, otro rayo iluminó dramáticamente la habitación, seguido por un trueno que parecía sacudir toda la estructura del edificio. Esta vez, instintivamente se acercó más a Mackenzie, y él, sin pensarlo dos veces, pasó un brazo alrededor de sus hombros.
"Está bien," murmuró él. "Es solo ruido."
Bingo se dio cuenta de lo cerca que estaban ahora. Podía sentir el calor de su cuerpo, aún ligeramente húmedo por la lluvia, y ese aroma que siempre tenía Mackenzie. Era reconfortante de una manera que no había experimentado antes.
"¿Sabes qué es realmente estúpido sobre los clichés románticos?" dijo ella suavemente, tratando de mantener la conversación para distraerse de lo rápido que latía su corazón.
"¿Qué?"
"Que funcionan," admitió con una pequeña risa nerviosa. "Odio admitirlo, pero... a veces funcionan."
Mackenzie la miró, y había algo diferente en sus ojos bajo la luz vacilante de la laptop. "¿Incluso las escenas de lluvia?"
"Esas no, son las peores."
Se quedaron en silencio por un momento, escuchando el repiqueteo constante contra la ventana. La proximidad se sentía natural, como si hubieran estado haciendo esto durante años en lugar de meses de amistad casual.
"¿Bingo?" murmuró él.
"¿Sí?"
"¿Puedo confesarte algo?"
Ella asintió, sin confiar en su voz.
"Eres más hermosa cuando llueve."
El corazón de Bingo se detuvo por un momento. "¿Qué?"
La laptop emitió otro pitido. 5% de batería.
"Mackenzie..." comenzó Bingo, pero él la interrumpió gentilmente.
"Lo digo en serio. Hay algo en la forma en que te ves cuando está lloviendo. Más... real."
"Eso es..." Bingo buscó las palabras, "posiblemente la línea más cursi que alguien me haya dicho jamás."
"¿Y?"
"Y me gusta más de lo que debería," admitió, sintiendo calor en sus mejillas.
Mackenzie sonrió, esa sonrisa genuina que siempre lograba desarmarla completamente. "Bien, porque no tengo intención de disculparme por ella."
La laptop emitió un último pitido antes de apagarse, sumiendo la habitación en una oscuridad casi completa, iluminada solo por los ocasionales rayos que se filtraban por la ventana.
"Bueno," murmuró Bingo en la oscuridad, "supongo que ahora oficialmente estamos en una escena de película romántica cliché."
"La diferencia," respondió Mackenzie, su voz más cerca de su oído de lo que esperaba, "es que esto es real."
Y cuando otro rayo iluminó brevemente sus rostros, muy cerca el uno del otro, Bingo pensó que tal vez, solo tal vez, algunos clichés existían por una razón.